El recorrido que hoy reeditamos, ya ha sido realizado e ilustrado en este
blog, en dos ocasiones anteriores.
La primera de ellas fue en 2013, utilizando como guía un track de
Isidoromf. En aquellos tiempos, aún solía cometer errores de principiante con la
tecnología, esto es, con el uso del gps, y a veces olvidaba cerciorarme
bien, del sentido recomendado que se proponía en la ruta. Este detalle a
tener en cuenta, suele resultar irrelevante la mayoría de las veces pero
otras es decisivo, porque llegado a un paso delicado, no es lo mismo subirlo que bajarlo o viceversa. De los errores aprende el burro, pero más necio es
aquel que no aprende de sus fallos, porque dice la cita que el yerro es el
mejor maestro. En fin, que por despiste, no la hice tal y como indicaba
Isidoro, según el sentido horario, sino a la contra. Pero a veces sucede,
que lo que a priori es una equivocación, más tarde se revela como un
acierto. Digo esto porque en los comentarios de la ruta, los colegas
senderistas se quejan de la bajada final que tienen que afrontar, por un
sendero muy vertical y desfigurado, camino del viaducto de la autovía y embalse de
Juan de la Cierva, inconveniente y riesgo de percance que en sentido contrario se evita. Además, encuentro mucho más idóneo, enfrentarnos
a las bonitas panorámicas del pantano, hacia el final de ruta, que al
principio, que para más inri, siempre vamos a ir dejando a nuestra
espalda. Tampoco es tan importante, bien es cierto, pero mi conclusión es
que el sentido más conveniente para realizar este recorrido es hacerlo a
la contra de las manecillas horarias. Es posible, que hecho así, te comas
alguna que otra cuesta más, pero no endurece sobremanera el
camino.
En la siguiente oportunidad, tres años más tarde (2016), en que volvía a
repetir itinerario por estos parajes, lo hice acompañado de Pedro y Pepe.
En aquella ocasión, titulé la entrada
"La Tinaja de la Rambla Perea", pues de las dos tinajas que me encontré en mi primera visita a estos
pagos, sitas muy próximas a un llamativo aprisco y la referida rambla, ya
solo quedaba una. En la actualidad, de aquellas dos voluminosas tinajas,
ya no queda ni rastro.
Por otro lado, de un tiempo a esta parte, de vez en cuando, me suelen
acompañar en mis caminatas por Burete y el Quipar, mi sobrina, y a veces,
mi primogénito. Nos pegamos buenos tutes y yo lo disfruto muchísimo
haciéndoles de guía e intentando demostrarles que
el que tuvo retuvo. Que al emérito soldado aún le queda algo
de fuelle, que la edad solo es un número y bla bla bla...pijos en vinagre,
porque luego me resulta un poco desalentador constatar que, después de
veinte kilómetros rompepiernas, hechos con premeditación y ladina
alevosía, acabe yo por la tarde, hecho fosfatina, arrastrándome cual
exangüe gusano y la zagalica, no perdone su clase de boxeo si le coincide
y él, su partido de pádel si con un amigo ha quedado. En fin,
juventud, divino tesoro, que diría el célebre poeta.
Bueno, vamos al lío. Que hoy he quedado con mi sobrina para hacer la
bonita ruta del Pantano de Mula y Fuente Caputa, que no
siempre vamos a quedar para sacarnos las infundias (localismo bullero). El
recorrido es de más o menos quince kilómetros, y como antes decía, la
suelo hacer a la contra de las manecillas horarias. He 👇la silueta de
su trazado sobre el plano.
Nada más asomar los bigotes al exterior, advertimos un molesto biruje que
corta el cutis. Nos encontramos a finales de abril, y tengo claro que hasta
el 40 de mayo, no voy a cambiar la ropa del armario, por si las moscas,
porque como reza la cita, cuando marzo mayea, mayo marcea, de manera que en previsión de tal contingencia, llevo siempre en el coche, un
cortavientos para utilizarlo en caso de momento gélido inopinado. Así pues, comenzamos a caminar muy animados, especialmente estimulado yo por enseñarle
recorrido tan bonito e interesante a mi sobrina, y de paso, constatar lo que este ha podido modificarse durante los ocho años transcurridos, desde la última vez
que lo hice.
Este embalse, ubicado en el tránsito del curso superior al curso medio del río Mula, tiene una capacidad bastante pequeña, pues su función es tanto de aprovechamiento de las aguas con fines hidroeléctricos o agrícolas como de regulador de las crecidas del mencionado río que nace en Bullas.
Muy pronto nos enfrentamos a las primeras vistas sobre el viaducto, hacia
el que nos dirigimos.
Yo entonces no lo sabía, pero mi sobrina también iba registrando con su
móvil, muchas de mis maniobras y evoluciones fotográficas. De manera que
será la primera vez en que experimente esa rara sensación del "cazador cazado", pero de paisajes, claro. Excelente fotógrafa, por cierto.
Cogemos un sendero que en principio parece alejarse del embalse, pero que en realidad, su propósito es abrirse camino en pos del mejor paso para ir sorteando las colas.
Nos colocamos ya casi debajo de la infraestructura del puente. A lo lejos,
vemos y oímos el jaleo, ruido de máquinas que generan quienes trabajan en
las obras de reparación y mantenimiento del viaducto. Dentro de poco les
veremos.
Al pasar por debajo de la magnífica construcción hecha por el hombre,
siempre me asalta la misma reflexión, constatar su grandeza, tan capaz de erigir y llevar a cabo las mayores y mejores obras y empresas y también provocar las peores y más destructivas guerras. Nos recreamos un poquito bajo la obra de
ingeniería, porque la estampa que nos ofrece, bien lo merece.
A este paraje, la cartografía lo denomina La Artichuela. Nuestro propósito es alcanzar el Cordal de la Huerta, antigua cañada que
discurre por la línea superior de esta fotografía. Este es el tramo en que
refiere la gente que no hay senda y que algunos, ya con las fuerzas justas,
tienen que afrontar el perpendicular descenso, monte a través, con el
consiguiente riesgo de traspajazo al canto. Sin embargo, de abajo hacia
arriba, se vislumbra mejor la proyección y evolución del sendero, auxiliado
también por la existencia de algunos mojones de piedras que te confirman la
orientación correcta.
Pero claro, en mi caso, la experiencia es un grado, y conozco que he de
iniciar la subida por el margen derecho de ese barranco que tenemos frente a
nosotros. Si siguiéramos un poco más hacia arriba, podríamos ver, una gran
tubería a modo de túnel, que vierte sus aguas al embalse procedentes de Fuente Caputa. Algunos senderistas que conocen bien la zona, lo utilizan para atravesar la montaña y salir directamente a la Casa de Perea.
Estoy viendo el discurrir del sendero en todo momento, pero me preocupa que
este enfile lo más recto posible hacia la cumbre, esto es, hacia El Cordel
de la Huerta, y no me permita tomarle fotos en línea, tal y como hiciera
hace unos años, al viaducto.
Desde esta toma se pueden observar los trabajos de reparación viaria, que
en abril de 2024, se llevaban a cabo, en la carretera RM-15. Al fondo, línea
de montañas, muy familiares para nosotros, tales como el pico La Selva, en
la sierra de Pedro Ponce, de Lorca y El Castellar de Bullas, entre
otras.
Mi sobrina, seguía registrando algunas de mis evoluciones por el mencionado
sendero, del que se puede apreciar, se presenta bastante empinado.
El Herrero, Cerro Marinas.
Con el poder del zoom, acercamos el punto de las obras de reparación, justo
a la salida del puente, sentido Caravaca, en un badén que se había producido por el
corrimiento de tierras y el paso incesante de vehículos de gran
tonelaje.
Las vistas, desde nuestra posición, se tornan majestuosas, y hemos de
disfrutarlas todo lo que permitan los sentidos. Ya estoy divisando un bonito
balcón, alejado unos metros del sendero, hacia el Sur, desde el que tomar
unas bonitas instantáneas. Hacía allá nos dirigimos, pero entretanto, que no
pare el clic clic de la cámara.
El zoom nos permite capturar una bella imagen del pantano y la cara norte
del castillo de Los Fajardo de Mula, mandado construir por el primer Marqués de los Vélez hacia 1525, al que ya dedicamos un extenso reportaje en 2022.
Alcanzamos el mirador, desde el que vamos a tomar las siguientes bonitas
instantáneas.
Con una modelo tan guapa de carne y hueso, mal futuro les auguro a los
personajes de pvc que me suelen acompañar en mis rutas, esto es, a los Yoda
y Cía. Aunque bueno, que sigan chupando banquillo, que ya les llegará su
turno, tarde o temprano.
Tras la pendiente subida por el paraje de La Artichuela (aunque con nuestros
constantes parones fotográficos, ni nos enteramos), por fin alcanzamos un
camino muy en desuso, o por mejor decir, desfigurado, semi oculto por la maleza, que discurre paralelo a la referida antigua vía pecuaria, la denominada Cordal de la Huerta, de firme pedregoso, evocadora de una antigua calzada romana, utilizada durante siglos
por los pastores de la comarca, donde la trashumancia constituía su
principal modo y medio de vida. Cruzamos ambas vías y a nuestro frente, obtenemos unas primeras, magníficas y despejadas vistas hacia la Sierra de Ricote, (pico Almeces, 1124msnm) y Cejo
Cortado I y II (698m).
Atravesamos en descenso una tupida pinada, buscando conectar con un camino
que por el paraje El Arreaque, nos va acercando a otro que llaman La Cueva y un precioso
tramo de la rambla Perea, que pronto recorreremos. Entretanto, la silueta del Cejo Cortado, me sugiere futuras exploraciones andarinas por su alargada cresta.
Al pie del flanco Oeste de Cejo Cortado, discurre una pista asfaltada que
conecta los Campos de Cajitán y el abrevadero de la Fuente del Capitán o
Fuente Caputa, como se la conoce ahora (de ahí nuestro título) con la
pequeña villa de Yéchar. Se trata de la antigua Cañada Real de Calasparra, a
la que más tarde dedicaremos alguna pincelada.
Paraje La Cueva, que avistaremos desde lejos y a nuestra derecha, y cuyos
vestigios humanos ofrecen la impresión de estar algo abandonados.
Las mencionadas al principio de este episodio, tinajas de Rambla Perea.
Instantánea tomada en 2013, con una Viky en pleno apogeo existencial. ¡Lástima que estas maravillosas criaturas, que tanto y tan bueno aportan a
nuestras vidas, vivan tan poco tiempo...cuánto la recuerdo y echo de
menos!
Viky, con Pedro y Jose
Pasaremos frente a este aprisco, dejándolo a nuestra derecha, para
adentrarnos en la Rambla de Perea que ya tenemos a tiro de piedra.
A la derecha de estos altos eucaliptos, existe un grupo de casas, no
grafiadas en los mapas, actualmente, en estado ruinoso, cuyas paredes aparecen
pintarrajeadas con horrorosos graffitis de ominoso gusto.
Lo único que se puede salvar de este rincón.
Y si acaso, la boca del horno.
Pasando frente al referido aprisco.
Nos hallamos ya en plena rambla, donde se nos ponen a tiro de pupila y
cámara, y a un lado y otro de la garganta, estas bellas y horadadas paredes
rocosas.
De la Rambla de Perea, ya nos referimos en aquellas entradas que tuvieron lugar por los alrededores de Mula, en concreto aquella que llevaba por título "Por el viaducto de la Rambla Perea", donde de esta WEB extraíamos: No es de extrañar que nuestros antepasados, desde la prehistoria, hayan utilizado los recursos geológicos de la rambla de Perea, se hayan refugiado en ella para sentirse abrigados y protegidos, o simplemente para contemplar este bello lugar. Además de en sus restos arqueológicos, sus vivencias han quedado incluso grabadas en sus topónimos.
La rambla tomó el nombre del padre Perea quien según documentos del s. XVIII que recogen leyendas y tradiciones transmitidas hasta entonces oralmente, algo más de doscientos años antes terminó su vida monacal retirándose aquí como ermitaño. Caput Aquae, es el nombre latín que significa cabeza del agua, así llamaban los romanos a Fuente Caputa.
Pasamos a nuestra derecha, bajo unos impresionantes paredones calizos. He
leído en la gran obra de Javier Ramírez Melgarejo
"La Comarca Natural del Río Mula" que constituyen el brusco y
escarpado final de un gran glacis (Glacis es un término habitual
en geógrafos y geólogos que sirve para denominar un relieve de suave
pendiente siempre flanqueado por una escarpada montaña y que se origina
por los arrastres fluviales desde las fuertes pendientes de esa montaña
hacia los llanos inmediatos) encostrado, que desde el pie del Cejo Cortado se extendía por el Arreaque
hasta el río Mula. Aquel gran glacis fue cortado hace unos 6 millones de
años por la acción erosiva de la rambla de Perea y hoy muestra toda su
estructura sedimentaria y el fruto de miles de años de erosión. El paredón
rocoso de la margen izquierda, el lecho con una corriente de agua salpicada
de baladres, juncos y tarays y el pinar que se alza por la empinada margen
derecha recrean un paisaje sorprendente, todo un prototipo del escenario
natural característico de los ecosistemas mediterráneos. Las zonas más
extraplomadas de estos paredones son utilizados profusamente como escuela de
escalada. Sus numerosos clavos, mosquetones, parabolt y otros equipamientos
así lo revelan.
Cuando ilustramos nuestra conquista a la antecima del Almorchón ciezano y
dediqué un capítulo a su "DIENTE" y por ende, al mundo de la escalada, fue cuando descubrí, quién había equipado estas paredes, con vías de dificultad máxima (el gran
Sucina, escalador murciano). Rescato vídeo por si a alguien resulta de algún interés.
FINAL PRIMER CAPÍTULO
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