Avanzamos un poquito y hemos alcanzado la punta del Itinerario Ambiental, esto es, el abrevadero de la Fuente del Capitán, más conocido como Fuente Caputa. Existen por aquí, alineados, unos cuantos contenedores de basuras, inclusive para cartón y vidrio y mucho espacio para el estacionamiento de vehículos. De ello se colige la importante afluencia turística que tiene que darse por aquí, sobre todo en los findes, verano y fiestas de guardar. En este punto nace y tiene su inicio la archimencionada fuente y Rambla de Perea, uno de los cauces tributarios más importantes de la margen izquierda del río Mula. Hace mucho tiempo, cuando era algo más joven, pasaba con cierta frecuencia, en bicicleta, por este lugar, viniendo desde la villa de Yéchar o hacia aquella. En los meses de primavera o verano, no era poco aliciente el tener un sitio donde poder remojarte e incluso bañarte si el calor apretaba. Carreterilla, salvo fines de semana, apenas transitada, de buen firme y alguna que otra empinada cuesta donde batirse el cobre, ideal para la práctica ciclista. Me recuerda a los denodados piques entre amigos, que por aquí disputábamos al grito de "mariposón el último" (válgame el señol, autocensura al cant😏). En fin, cada vez me parezco más al abuelo Cebolleta😆. Ahora hemos de retroceder y cogemos, en sentido opuesto, el antiguo camino del Cordel de la Huerta, en dirección Sur, hacia la Majada de las Vacas, apretando porque a este paso nos dan las uvas.
Javier García Melgarejo, en su libro "La Comarca Natural del Río Mula", escribe: ...entre lo menos poético está la geología del terruño. Y es que por estos contornos vienen a confluir las calizas nummulíticas del Lomo Herrero con las calizas detríticas arenosas del Cejo Cortado y el inmenso glacis con cantos y costras de los llanos del Ardal y El Prado. Bueno, esto suena a rollo del gordo, pero tiene su interés, porque sirve para explicar por qué justo por aquí es por donde pasa la rambla de Perea.
Precisamente resulta más fácil de ver que en este punto es donde se produce la confluencia de las dos ramblas que dan origen a Perea, la que trae las aguas desde la sierra de Ricote, el Barranco del Veto, y la que hace lo propio desde el extremo sur de los Llanos del Ardal, Vertiente Caputa.
Pero este paraje es también punto de encuentro de áreas protegidas. Hasta aquí llegan los límites de las ZEPA “Sierra del Molino, Embalse del Quípar y Llanos del Cajitán” y “Sierra de Ricote y La Navela”, más los del LIC “Río Mula y Pliego”. Aunque curiosamente, el punto donde nos encontramos, con un alto valor ambiental que salta a la vista, no pertenece a ninguno de estos espacios protegidos.
Con más enjundia histórica, nos vienen a la memoria las antiguas “carreteras del ganado”, las vías pecuarias, como hoy las llamamos y que antaño fueron transitadas cañadas y veredas. Y es que justo aquí confluyen nada menos que tres: la Cañada Real de Calasparra, el Cordel de la Huerta y la Vereda de Valentín. La primera, con más de 25 km. de longitud y 75 metros de anchura, comunicaba los llanos de Yéchar con los pastos del Segura en los arrozales de Calasparra. La segunda, ahora con 15 km. de recorrido y casi 38 m. de anchura, enlazaba Caputa con los llanos de la Retamosa y Cañada Hermosa, pasando antes por la Puebla de Mula. La última también tenía 15 km. de longitud, pero algo menos de 21 metros de anchura y servía para comunicar los pastos de aquella pedanía ceheginera y su río Argos con los de Fuente Caputa, mientras atravesaban los ganados el río Quípar que queda de por medio. Pero, ¿por qué confluían aquí? Pues por lo mismo que estamos, porque hay agua, porque era de los pocos lugares de esos largos recorridos donde el ganado y sus pastores podían abrevar.
El agua es sin duda el protagonista de este lustroso paisaje que fluye sin parangón ni descanso. El agua emana procedente de los Llanos del Ardal, en las estribaciones de la Sierra de Ricote. Las aguas surcan estos terrenos calizos por la Rambla de Perea hacia el río Mula, aguas abajo del Embalse del Estrecho del Corcovado o como hoy conocemos de Juan de la Cierva. Durante su corto paseo se encaja entre las elevaciones del Lomo del Herrero y el Cejo Cortao. Este lugar tuvo enorme importancia en el pasado para pastores y rebaños que transitaban por la Cañada Real de Calasparra. Utilizaban este paraje con el fin de descansar, charlar con compañeros de gremio, repelar el chusco de pan del zurrón o sestear, así como otros menesteres estresantes de este mundo pastoril, costumbres importantes que hoy día vamos dejando en el olvido.
La palabra Caputa deriva del latín caput que significa
recogida o almacenamiento, si le añadimos caputa aquae “Cabeza del agua”
tendremos la traducción de Fuente Caputa, topónimo que apenas ha variado en
2.000 años. Podrás refrescarte en las numerosas pozas que se jalonan a nuestro
paso, si la meteorología lo permite evidentemente. Nos encontramos en una lugar
históricamente muy significativo, ya desde época romana se tiene constancia de
asentamientos. Incluso en el citado Cejo Cortao existe un abrigo rocoso con
pinturas rupestres que son declaradas Patrimonio de la Humanidad junto al resto
del arte parietal levantino. A unos dos kilómetros del lugar en el que nos
encontramos, al final del viejo camino que conecta el Ardal con Caputa, existen
restos de una presa romana, dicho camino se prolonga hacia Yéchar desapareciendo
en el río Segura, a la altura de Archena. Esta presa cumplía la función de
almacenar agua para regar los campos de cultivo que abundaban en estas fértiles
tierras, de las cuales se beneficiaban las diferentes villas romanas que por la
zona existían.
Cuentan de este hermoso lugar una leyenda. La historia de la Mujer Encantada, una mora que en la noche de San Juan, desde el Peñón de Caputa, promontorio elevado que preside la rambla de Perea, llamaba a los caminantes y les pedía un beso para quedar liberada del encantamiento del que era presa, de ahí que el citado peñón también sea conocido como el de la Encantada.
...precaución en esta zona por las subidas de nivel del agua a consecuencia de las lluvias torrenciales y cuidado con los resbalones en la roca mojada. Ante todo es una invitación a activar los sentidos y dejarnos llevar por el relajante sonido del agua. Ni lo más viejos del lugar, recuerdan que se haya secado nunca Fuente Caputa.
De pronto me han entrado las prisas porque ya es mediodía y comprendo que aún nos queda un amplio arco que recorrer para cerrar el círculo y además, albergo la duda de cómo me encontraré la cosa, en el punto de vado sobre el río Mula. Nos hemos aligerado de ropa porque la larga cuesta del Cordel de la Huerta, en dirección a Majada de las Vacas, y el alpargatazo a ritmo intenso que llevamos, nos hace sudar la gota gorda. Cruzamos el ramal del Canal del Taibilla (Canal del Segura) y al llegar a lo más alto, frente a unos edificios abandonados, arruinados de feos graffitis, hemos de conectar a nuestra derecha, con el hilo de un sendero que nos baja en caída vertiginosa hacia la autovía, que por la frondosa vegetación, recuerdo que no siempre resulta visible. No obstante, antes de alcanzar el referido punto, nos detenemos unos instantes para atrapar unas últimas panorámicas al entorno que nos brinda el horizonte a nuestra izquierda, en concreto, hacia Piedra Bermeja, cuerda de la sierra de Ricote y Cejo Cortado; y de paso, a los incesantes putos aerosoles químicos que velan la bóveda celeste, justifican el cuento climático y que parecen inagotables y nunca acabar.
He vacilado un poco para encontrar el cabo de un sendero semioculto por un denso carrizal, al que hay que arrimarse y darse de bruces con él para engancharlo e intuir la orientación que toma. Al poco, ya lo recorremos bien perfilado y despejado a nuestra derecha, obteniendo nítidas vistas hacia el Lomo del Herrero (636m), sierra de Pedro López, cuyas cumbres principales se sitúan en el Morrón del Rivazuelo (1530m), perteneciente a Lorca y el cerro de la Selva (1521m), perteneciente a Mula, cerro del Castellar de Bullas (993m), autovía del Noroeste, RM-15 y sus alrededores.
Tras cruzar el pasillo por debajo de la autovía, y seguir por un camino contiguo a esta, que estos días se halla muy ajetreado de personal y maquinaria, por unos trabajos, todo indica que de canalización subterránea de unos enormes tubos, nos tropezamos con el obstáculo que yo más temía empero preveía. La tupida vegetación riparia y el relativo importante caudal del río Mula, hace imposible cruzarlo por donde indica el track, sopena de tener que descalzarse y mojarse los pies. Creo que siguiendo el camino en dirección a la Casa del Mono y el Trascastillo Alto, existe paso por donde cruzar el río, ahora bien, luego hay que retroceder por la otra margen, que observo, se encuentra muy intrincada de maleza que para eludir, habría que hacerlo, subiendo a unos bancales a la manera asaltalindes. Decido probar con otra alternativa a salto de mata por si sonara la flauta. Volvemos sobre nuestros pasos, y en el cruce de caminos que antes habíamos dejado, cogemos el paralelo a la autovía, que observo en el mapa del gps, se extingue en la cola del pantano donde desemboca y vierte sus aguas el río Mula. Sin mucha confianza en el buen desenlace de la iniciativa tomada, llegamos a un cortijo en ruinas y desde este, bajamos hasta alcanzar la cola del embalse.
Me sitúo casi a nivel de las aguas del pantano y al otro lado de la cola y a mi derecha, observo un dique con una caseta y pasillo corredor de acceso, que me resultan muy familiares, por haberles hecho en otra ocasión, a Jose y Pedro, una foto en el referido pasillo al vuelo, que seguro estoy, en su origen, debía contar con una alta verja o barandilla metálica de la que solo quedan sus herrumbrosos anclajes. El track veo que evoluciona al otro lado de la caseta, a escasos metros de donde nos hallamos. Una vez sobre la referida escollera o dique de contención, veo los cielos abiertos porque constato que lo puedo franquear y pasar a tierra firme sin problemas. ¡Yupi!, objetivo conseguido y de un modo mucho más lógico, interesante y divertido del que contempla mi guía (track).
Una vez reenganchados de nuevo con el recorrido seguro del track, nos enfrentamos a las primeras bonitas vistas que nos ofrecen los humedales y las colas del pantano. Ahora toca irlas driblando para seguir avanzando.
El viaducto, visto ahora desde el otro lado.
Hacía el final, a través de una escalinata, subiremos a lo más alto de aquel bonito cabezo, cuyo topónimo, si lo tiene, desconozco.
Este último tramo del recorrido es muy disfrutón, porque la existencia del agua, todo lo embellece y ensalza. El sendero va circunvalando cada una de las colas para ir progresando hacia la presa.
Llegando a la represa y a sus populares paredes de escalada.
Bonita vereda a la orilla del embalse de Corcovado.
Esta es la Pared de la presa, muy solicitada por los escaladores. Cuenta con 39 vías (equipadas). Tramos de pared vertical, inclinada y desplomada, con grados que abarcan desde el 3a hasta el 7c.
Por encima de la presa.
Enfocando hacia lo alto del mirador.
Castillo de los Vélez
Castillo de Alcalá, de la Puebla de Mula.
La Presa del Embalse de Juan de la Cierva, Castillo de los Vélez, y Sierra Espuña al fondo.
Aunque ya se nos ha pegado un poco el arroz y para tranquilizar a la familia, hemos tenido que avisar que regresaremos algo tarde (15:00h), le pregunto a mi sobrina, si echamos el resto, dando el colofón final a tan bonita excursión, subiendo al mirador, desde el que se pueden divisar preciosas vistas hacia el pantano y ella que de suyo es " muy echá palante" y nunca se deja arredrar por nada, me responde con una sonrisa, pues claro, eso ni se pregunta chache y parriba que vamos...
Una vez en lo alto, hay que moverse con tiento, pues el espacio disponible, no es que sea muy amplio que digamos y te puede transmitir la impresión de hallarte un poco en precario, sobre todo si el viento arrecia, como suele ser lo habitual.
Apuntes interesantes sobre este embalse, que se pueden leer en el libro de Javier García Melgarejo:
LA PRESA DEL EMBALSE DE JUAN DE LA CIERVA
( o del Estrecho del Corcovado, como se conocía en su origen)
La comarca del Río Mula se ha caracterizado a lo largo de su historia por las constantes y devastadoras avenidas que se han ido aconteciendo de forma regular. Con la intención de paliar dichas inundaciones, nace el embalse del Corcovado o más conocido como de Juan de la Cierva. Dicha presa remonta su gestación a mediados del siglo XIX, pero su nacimiento quedó aletargado, para dar inicio en los primeros compases del siglo XX. Las primeras aguas represadas datan del año 1929, fecha en la que entra en servicio esta obra hidráulica. El embalse que nos ocupa pertenece a la cuenca hidrográfica del Segura, controlando las aguas del río Mula, que es uno de los afluentes principales del río Segura por su margen derecha. Ambos ríos se fusionan en la Torre del Obispo, en el municipio de Alguazas. De la orografía que envuelve el embalse destacan: al noroeste el Pico del Lomo con (635 m.s.n.m), y el Cejo Cortao (698 m.s.n.m), al sur se encuentra el Cerro Marinas y al oeste el Lomo del Herrero. Todos estos relieves conforman multitud de barrancos que aportan también aguas al colector principal, el río Mula. El pantano de la Cierva es una parte fundamental del sistema hidráulico de esta comarca, con una capacidad de 7 millones de metros cúbicos, además de suponer un espacio acuático artificial que alberga importantes curiosidades naturales. El embalse fue declarado L.I.C y catalogado como humedal, comprendiendo una extensión de 169 kilómetros cuadrados.
Haciendo una breve revisión histórica, señalar que los primeros estudios de los que se tiene constancia son del año 1847 por obra del arquitecto Gerónimo Ros, dichos trabajos no llegaron ver la luz, de haber sido así estaríamos ante el tercer embalse de la cuenca del Segura, detrás del embalse de Valdeinfierno (1806) y la presa original de Puentes (1791), siendo ésta última la más antigua. En el año 1886 se elaboró un extenso plan en defensa contra las avenidas que se llamó “Proyecto de Obras de Defensa contra las Inundaciones en el Valle del Segura” en el que tuvo mucho que ver el insigne Ricardo Codorníu, repoblador por antonomasia. Este proyecto nace a consecuencia de las gravísimas inundaciones del año 1879 conocida como la “Riada de Santa Teresa”. El citado proyecto se centró en el río Guadalentín, más demoledor que el río Mula, por lo que el embalse de la Cierva tuvo que esperar su turno. Tras varios proyectos, decretos y demás trámites burocráticos, se inauguran las obras el 3 de enero de 1915, asistiendo a dicho acto muchas personalidades del momento, tanto de la política como de la iglesia. Destacar la presencia al acontecimiento del obispo de la Diócesis, Don Vicente Alonso Salgado, que bendijo los trabajos.
Como curiosidad, destacar que tras el evento se dispararon unos setenta barrenos, sin duda una atronadora traca de inicio de faena. Tras el solemne y ruidoso acto se pasó a tomar el correspondiente ágape, donde el Subdirector General de Obras Públicas dio lectura a la Real Orden por la que se daba el nombre de pantano de la Cierva quedando en el olvido el nombre del Corcovado. Con esta acción se intentó rendir honores al diputado por Mula Don Juan de La Cierva y Peñafiel, padre de Juan de la Cierva y Codorníu, inventor del autogiro. Las crónicas de la época cuentan que ese día se desató un fuerte huracán que sin embargo no pudo aplacar el buen ritmo de inicio de las obras. La riada de San Miguel el 29 de septiembre de 1919 supuso un importante retraso en el avance de la construcción unido a la falta de recursos económicos y a la falta de personal disponible. Después de muchos altibajos, cambios políticos, despidos masivos de obreros, avenidas incontroladas, ínfimas partidas presupuestarias, inactividad temporal de las obras y un largo listado de adversidades, por fin el 20 de Mayo de 1929 el pantano de la Cierva era una realidad. A los setenta años de la culminación del proyecto original, se acometió una ampliación de la presa, finalizándose en el año 1996. Debemos lamentar que a consecuencia del recrecimiento de la presa, la cota máxima de inundación aumentó en 7 metros su capacidad, por lo que quedaron sumergidos diversos yacimientos arqueológicos como la Cueva Antón y la Villa romana de la Cierva.
Y llegamos al final de nuestro periplo por entre este histórico y bello territorio muleño. Si te consideras senderista habitual por esos caminos y senderos de dios, esta muesca no puede faltar en tu historial de rutas realizadas. Se trata de una de las propuestas andarinas más interesantes que uno se puede echar al coleto, sobre todo si de conocer los bellos rincones de nuestra geografía murciana se trata. Asimismo, con la mera observación, tendremos ocasión de entender el comportamiento de los ecosistemas mediterráneos áridos en un entorno de rambla, donde el agua, en varios tramos presente de modo perenne, recrea ecosistemas de gran belleza aunque de alta fragilidad, verbigracia, como los también contemplados y constatados no hace mucho, durante mi última excursión fotográfica, realizada por entre el barranco del Infierno y embalse de Algeciras, en las inmediaciones de Gebas, parajes de la orografía murciana, escrito sea de paso, más espectaculares e increíbles de los que en los últimos tiempos, han disfrutado mis ojos. Un recorrido aquel, asombroso, muy singular, del que pronto dejaré amplio registro gráfico en este blog. E insisto en que, lo recomendable es hacer esta excursión a la contra de las manecillas horarias y que dada la distancia, en torno a los quince kilómetros, con alguna que otra empinada cuesta de por medio, se requiere de un mínimo bagaje en las piernas, pero no mucho más. Por demás, los bonitos paisajes como aquí quedan reflejados, están más que asegurados y que uno tenga la posibilidad de un reparador baño, en lugar de ensueño, hacia el ecuador de la ruta, eso ya supone un lujo que no tiene precio. En fin, no mareo más la perdiz...con la cara radiante, feliz de mi sobrina, prueba del algodón que no engaña, de habérselo pasado dabuten, echo el cierre, aquí y ahora, a este trasunto de crónica senderista, escasos minutos después de que el equipo merengue haya conseguido, contra todo pronóstico, llegar a la final de la Champions, por más que les pese a los siempre victimistas y patéticos culés. Otra cosa será que la gane, pero como diría mi amigo Lagarto, que en paz descanse, "le pueden quitar la guitarra pero no lo que ha bailao..."
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¡HASTA LA PRÓXIMA!
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