21 marzo 2019

BATERÍA DE CASTILLITOS Y EL JOREL II

En el Jorel, soplaba el viento de forma más intensa que en Castillitos, porque no existe elemento natural o artificial que sirva de amparo. 
Las vistas en derredor desde estos vetustos cañones resultan espectaculares. Ya se aprecia que el emplazamiento y aledaños ha sido no hace mucho restaurado y acicalado. Sin ser un lince, cabe suponer que la consejería de turismo proyecta en el futuro, sacarle algún rédito a la importante inversión que se ha realizado por estos pagos. Creo que sería lo justo y razonable, habida cuenta la proliferación de visitantes a este bonito e interesante lugar que yo mismo he constatado. Ello redundaría en pro de su mejor mantenimiento y conservación a salvo de pintadas de dudoso estilismo y bellas artes.
Las instalaciones vigía hacia las que nos dirigimos ahora.
Ni que decir tiene que mister Hulk no se iba a quedar en casa permitiendo que disfrutara yo solito de este fotogénico lugar. El personaje marveliano se debe a su prestigio, popularidad y club de fans y la ocasión la pintaban calva para aumentar su cotización en redes sociales y aquí le vemos posando junto a varios de los cañones Vickers sin por ello sentirse eclipsado. Lo que nunca trascenderá a la opinión pública será la odisea en que me vi inmerso para tomarle estos posados, dado el fuerte viento reinante que cada dos por tres hacía que su granítica cabeza se estrellara contra el pétreo suelo. La matería de que está construido este personaje made in china, ya ha dado pruebas suficientes de excelente calidad y contrastada consistencia.
La batería militar El Jorel está situada en la misma punta del Cabo Tiñoso, a 218 metros de altura sobre el nivel del mar, y es una batería complementaria a la de Castillitos ya que es una prolongación de ésta. Se la denominó "Jorel" porque en el mismo sitio donde se ubicó la batería, los pescadores de la zona tenían sus referencias para la pesca del “jurel”.
Al igual que la batería de Castillitos fue construida como parte del Plan de Defensa de las Bases Navales de Primo de Rivera de 1926. Las obras comenzaron en 1929 y entre los años 1931 y 1932 se instalaron cuatro piezas Vickers de 15,24, tres de las cuales permanecen en sus asientos originales mientras que la cuarta fue desmontada para ser expuesta en el Museo de Artillería de Cartagena. En mayo de 1933 se concluyeron las obras con la explanación y la recepción definitiva.
Durante la Guerra Civil su participación en la defensa de la bahía de Cartagena y de su Arsenal Militar fue activa siendo su potencial armamentístico complementario al instalado en las baterías de Castillitos y el Atalayón con lo que creaban una cortina de fuego prácticamente infranqueable.
En 1945 recibe la denominación oficial de Batería C-2. Los últimos disparos realizados por esta unidad fueron hechos el 10 de marzo de 1.992, bajo el mando del capitán D. Francisco Arteaga Esparcia, sobre blanco al garete con la colaboración del remolcador Cartagena de la Armada. En 1994 queda fuera de servicio por la aplicación del Plan Norte, destinado a la modernización y racionalización de los recursos de las Fuerzas Armadas, aunque aún permanece artillada con tres piezas de 15,24 Vickers.
Actualmente, esta batería, propiedad del Ministerio de Defensa, está declarada Bien de Interés Cultural por la Disposición Adicional Segunda de la Ley 16/1985, de 25 de junio del Patrimonio Histórico Español y está abierta al público y en fase de acondicionamiento.
Por una deliciosa vereda abarandada y tras atravesar un túnel nos plantamos en las construcciones vigía que anteceden al faro. 
Parece un cuatrimotor militar Airbus, seguramente con destino a San Javier
En una de estas cabinas de vigilancia nos tropezamos con un grafiti cuyo autor sí que evidencia cierta calidad y talento.
Descendemos por esta calzada empedrada y al poco nos damos de bruces con una puerta que impide el paso al recinto donde se halla el faro del cabo Tiñoso.
Emprendemos media vuelta y damos por concluida nuestra visita a Castillitos y decidimos alargar un poco más la ruta, haciendo unos kilómetros por el sendero GR- 92.
La cala Salitrona presentaba una fea acumulación de porquería en uno de sus flancos, el que obvio adrede en la imágen, así que, decidimos pasar de largo y continuar hasta la siguiente, donde teníamos pensado hacer un alto en el camino para reponer fuerzas. 
Desde la cala del Pozo de la Avispa, ya teníamos a tiro de piedra las calas del Bolete Grande, el Chico, incluido el cuartel del mismo nombre así como la cala Aguilar un poco más lejos.
 Cala Pozo de la Avispa
Antes de bajar a Cala del Bolete Grande, cuya sombra no me convence decido volver a la Avispa que parece más acogedora. Al regreso observo varios balcones, desde los cuales, con el sol del atardecer, pienso me facilitarán obtener alguna panorámica guapa.
El largo rato en esta cala lo disfruté a placer.
Amparado del viento y dejándome embriagar, hipnotizar por los flujos y reflujos del fuerte oleaje.
FINAL SEGUNDA PARTE

BATERÍA DE CASTILLITOS Y EL JOREL I

En mi segunda incursión a Castillitos, no me acompañó la niebla pero sí mucho viento. Soplaba de lo lindo allá arriba. Llevaba como objetivos principales, visitar la batería de El Jorel, llegar, si ello era factible, hasta la misma punta del cabo Tiñoso, donde se halla ubicado el faro y desde luego, intentar descubrir el acceso a la maquinaria y mecanismo de los cañones, o lo que quedara de ellos, que suponía, no sería gran cosa. Una vez acabada la visita, valoraría si merecía la pena continuar el track que me estaba sirviendo estos días de guía conductor por estos sorprendentes parajes, hasta alcanzar por ejemplo el cuartel del Bolete, y desde este, darme la vuelta. A priori, la jornada pintaba interesante y bien podía merecer un nuevo desplazamiento desde nuestro hogar en el noroeste murciano.

Entre una visita y otra a Castillitos, había coincido en Burete con un bullero que suele pasar sus vacaciones en el camping Las Torres (Mazarrón), y que como buen ciclista, se conoce todos los bellos e interesantes rincones, dignos de explorar de las inmediaciones. Él fue quien me aseguró que se podía acceder a la sala de máquinas de los cañones, un lugar que queda al margen del circuito turista, seductora razón esta por sí sola, para empeñarme todavía más en descubrir la entrada secreta a tan emocionante histórico lugar.

También entretanto me había comentado mi amigo Eloy, algunas peculiaridades de las baterías por haberlas conocido sobradamente durante su prestación del servicio militar. Había sido conductor destinado en el antiguo cuerpo de artillería de Cartagena y cuando le tocaba guardia, tenía que trasladar a los soldados, en autobús o camión, a las baterías de Loma Larga, Atalayón, Castillitos y el Jorel para que realizaran sus servicios de vigilancia. Al parecer, no era un destino muy querido por los reclutas, es decir, una guardia cómoda y apetecible para ellos. En invierno hacía mucho frío y fortísimo viento, y muchas veces llovía (mucho más que ahora), y cuando tenían que hacer instrucción, las pasaban canutas. No podían relajarse durante las guardias, porque siempre tenían sargentos chusqueros con mala follá que durante sus rondas, si los sorprendían desatentos y ya no digamos sobando, los empapelaban hasta "meterles los pelos padentro".

Al parecer, presenció algunos ensayos con fuego real de los cañones, que al ser detonados con tiro al blanco sobre una barca desguazada anclada en mar abierto, producía tales estampidos que hacía trepidara la superficie terrestre en muchos kilómetros a la redonda.

Me costó algún tiempo descubrir el túnel que me llevaría a la referida sala de máquinas pues el acceso desde dentro del edificio se hallaba clausurado con una puerta atrancada con cadena.

Después de algún momento de frustración en que siempre venía a parar a la misma bifurcación de túneles en forma de "T" en que existe pintada la silueta de un soldado, acompañada de un zafio epíteto, mi gran terquedad (que no siempre tiene por qué ser rasgo negativo en el carácter del individuo) me llevó a no claudicar en el intento, insistir hasta que a punto de darme por vencido, me asomé monte abajo, desde el lado derecho del primer cañón, más próximo a la entrada principal de la batería y ¡bingooo!, allí se encontraba la senda de bajada al túnel que me conduciría a las diferentes cámaras del cañón. El ambiente allá abajo era claustrofóbico, todo sembrado de grasientos cachivaches remanentes del expolio con los que había que tener cuidado para no tropezar y caer sobre un suelo que no había sido barrido en treinta años. El reinante fuerte olor a fuel se incrustaba en las fosas nasales hasta producirte angustia y mareo. Apagué unos instantes el frontal y en la más completa oscuridad y silencio sentí sobre mí la soledad y desamparo de un muerto. Por un instante dudé en el camino de salida y un estremecimiento de pavor indescriptible recorrió todo mi cuerpo.  

Al final de la crónica de este nuevo episodio senderista, pondré un video editado, en donde se puede observar y colegir de ello, mi particular odisea acontecida sobre este particular.

No pude acceder al faro porque era previsible que estuviera precintado el recinto con una sólida puerta de hierro como así es. Quizá lo pudiera haber probado por encima, sobre la loma, pero el fuerte viento reinante, que con algunas ráfagas hasta me zarandeaba, me disuadieron los suficiente para ni intentarlo siquiera. El profundo acantilado a la derecha me producía escalofríos.

En que me vi de tomarle unas fotos a Hulk. El viento se lo llevaba volando. Menos mal que más tarde en la cala del Pozo de la Avispa, se resarció a tutiplén. 

Para empezar mi recorrido y en aras de coadyuvar a la mejor información de este extraordinario lugar, tengo a bien compartir enlaces a dos interesantísimos capítulos de esta fantástica serie documental que no te puedes perder y que nos habla de parte de la historia de las baterías de Cartagena, incluidas las del monte de las Cenizas (que hace unos años ya visitamos) y las que nos ocupan. Entre otros aspectos, se explica el mecanismo de alimentación de los proyectiles del cañón y la disposición de las diferentes cámaras que lo componían. Como complemento de lujo a mi humilde testimonio y experiencia por estos andurriales, no tiene precio.



Pensaba que había madrugado lo sufiicente para aprovechar y tomar unas fotos sin personas pululando por las instalaciones, pero me hallaba en un error porque un microbús se me había adelantado. Sus ocupantes eran de nacionalidad francesa a los que procuré obviar cuanto pude. 
No me recreé demasiado en lo ya fotografiado en la vez anterior y en los interiores tampoco mucho pues se hallaban mancillados por artistas de más que discutible talento. 
Los túneles y pasadizos harán las delicias de los pequeños y no tan pequeños...
A esto me refería con lo del zafio pintamonos que no hace más que dejar huella por donde va de su incurable imbecilidad.
El destellante cuadro con que nos podemos encontrar al final del túnel
Más muestras de majadería y necedad sin talento ni sentido
Prototipo a escala real del Exin Castillos
A la derecha del tubo de este cañón se encuentra el acceso secreto a su mecanismo. Lo de secreto es un decir.
Aspecto de la cámara acorazada subterránea
Como digo en el video, me quedé con las ganas de echarle un vistazo, a lo que podía esconderse tras esa trampilla, pero solo pensar en poner las zarpas en esa herrumbrosa escalera, y se me desvanecía el antojo.
En este compartimento se almacenaban los proyectiles
Después de nuestra visita a tan tétrico lugar, salimos al exterior para respirar aliviados, la húmeda brisa huracanada del mar.  
Le ponemos un insólito marco a este equilibrista francés (se halla sobre el tubo del cañón)
Ahora nos dirigimos a la batería de El Jorel
Recorremos algunas de sus enormes torres vigías y estancias
Esta tuvo que corresponder al bar de tropa y comedor
Vamos a dejarlo aquí en su primera parte
FINAL PRIMERA PARTE