22 mayo 2024

DE VUELTA POR LOS SINGULARES BARRANCOS DE GEBAS I

A principios de mayo, hice una excursión senderista por las inmediaciones de los barrancos de Gebas, que me dejó maravillado pues no esperaba toparme con orografía tan singular. ¡Qué cantidad de detalles curiosos se me ofrecían a los ojos a cada paso que daba! Eran tantos que con la cámara, no sabía adonde acudir. Encajonado entre el espectacular Barranco del Infierno y su continuación por el cauce de la Rambla de Librilla, andaba yo embelesado, absorto en la contemplación de tan abrupto complejo geomorfológico, formado de multiformes areniscas, cárcavas, quebradas, tajos, fisuras, torrenteras, hendiduras, verticales taludes, refulgentes paredes de yeso, veteadas de estratos salíneos; cilindros enormes que recuerdan los tubos de un órgano; pináculos esculpidos por la erosión, adoptando caprichosas formas, modelados por el viento y el agua desde tiempos inmemoriales. Chimeneas de hadas, túneles, suelos resquebrajados por la sequía, en contraste a pocos metros con la frondosa vegetación riparia, brotada al socaire de la humedad de la rambla, etc, etc, ya digo, me dejaron patidifuso, muy asombrado, pues una vez más, me llevaba a constatar, la de increíbles y bellos rincones que todavía me faltarán por conocer de nuestra diversa geografía murciana. Y no acaba aquí la cosa porque el remate final fue llegarme al Mirador del Infierno y desde tan pintiparada atalaya, enfrentarme por su flanco Este, al dramático y colorista panorama que conforman los Barrancos de Gebas y embalse de Algeciras. En verdad que escenifican un paisaje lunar de lo más fascinante, distinto desde luego, al que uno está acostumbrado a ver, por lo que mi disfrute pupilar rozó el delirio, éxtasis sensorial experimentado del que aún no me he recuperado. Entre otras razones, porque hace unos días, volví a repetir experiencia por esos lares, pero desde el otro lado, esto es, abordando los barrancos de Gebas y el embalse desde el Oeste, y lo hice, rememorando idéntico recorrido al realizado en 2015, acompañado en aquella primera ocasión de mi perrita, mi añorada Viky, la que durante tantos años y tantas rutas fuera mi fiel e incondicional compañera de fatigas, aunque seguro estoy que más de una vez, acabaría de su dueño hasta el mismísimo rabo. Si los perros hablaran...
Pero en esta tercera oportunidad, tampoco acudía en solitario a mi cita con los barrancos de Gebas. Lo hacía acompañado de Alfonso y Mª Carmen (mi zagal y sobrina). Ambos habían dormido poco la noche anterior por causas laborales, y por ello, me pidieron un poquito de árnica, y si la idea y esperanza que albergo es sembrarles la afición y dejarlos arregostados para la causa montañera, debía mostrarme comprensivo para con sus circunstancias y decidir un itinerario que no fuera ni demasiado exigente ni complicado, porque si alguien sabe lo que es "andar medio zombie tras de un saliente de nocturno", desde luego, ese soy yo. De manera que pensé que un recorrido cuasi turístico, por entre los insólitos barrancos de Gebas, nos podía venir que ni pintado a los tres, para disfrutar del camino y del paisaje. Aunque sabido es que los caminos del senderista aficionado siempre son impredecibles y al regreso, hacia la una de la tarde, una calma chicha y bochorno abrasador, se cernió sobre nosotros, para cocernos al baño maría en nuestro propio sudor, hasta el punto de hacernos enmudecer y apretarnos los machos para poder completar el círculo. Pero estos jóvenes no están hechos precisamente de mantequilla y aguantan lo que les echen y además, palos con gusto no pican y tanto el frío como el calor, así como el viento y la lluvia, y otros fenómenos meteorológicos, forman parte intrínseca del devenir senderista y por tanto, los aceptamos y afrontamos como un aliciente más, en pro de nuestra particular vivencia, disfrute y reto de superación, por esos caminos de dios.
Llevaba introducidos en el gps dos itinerarios y según las circunstancias me fueran o no propicias, podría conjugar ambos para un mejor aprovechamiento de la excursión, pero finalmente opté por el más sencillo, sin meterme en camisas de once varas, el que discurre (en el sentido de las manecillas horarias) por la antigua vía pecuaria, senda de los Azagadores, obviando el regreso por la rambla de Algeciras, ya que con los 16 kilómetros de que constaba el recorrido junto con el ya referido sofocante calor que nos abrumó a la vuelta, tuvimos más que suficiente para volver derrengados al coche.
Iniciamos nuestra andadura desde el espacioso aparcamiento de vehículos, del restaurante El Mirador de Gebas (que encontramos cerrado), por una pista asfaltada, dirigiéndonos como primer punto emblemático de nuestra ruta de hoy, hacia el Mirador de Gebas, propiamente dicho, pero a las primeras de cambio, este espacio natural protegido, ya nos va cautivando, por sus colores, sus formas, sus contrastes y texturas, por un entorno que parece laberíntico y marciano, compuesto de arcillas y margales, muy erosionados por la acción del agua, junto a suelos halomórficos, resultado de los procesos de salinización de sus lechos, que imposibilita el crecimiento de una cobertura vegetal suficiente que palíe la degradación permanente que sufren. La flora de este espacio se reduce a algunas gramíneas y formaciones esteparias de suelos yesosos, mientras que la fauna se compone de pequeños roedores y reptiles, algunas aves y rapaces, procedentes la mayoría de la vecina Sierra Espuña y mamíferos como el conejo, erizo, zorro o jabalí. No olvidemos que estos bichos, se ven obligados a adaptarse a unas condiciones de supervivencia en extremo difíciles debido a la escasez de lluvias y alta insolación.
Por el albugíneo camino, no excesivamente polvoriento, y por la cañada de las Pelotas, seguimos progresando, rebasando a nuestra derecha el camposanto de Gebas, que se halla emplazado sobre un cerro dominante donde unos metros antes, se halla ubicado un cilindro de vértice geodésico situado en los 428 metros. Las humildes gentes de esta aldea, hace 68 años, fueron capaces de unirse y construir su propio cementerio y, desde entonces, gestionarlo. La loma donde se ubica supone, en línea recta, el punto más elevado entre Gebas y el embalse.


No creo que paisaje tan singular como este, deje indiferente a nadie, sobre todo si se adentra uno en su descarnada orografía, con el bello decorado de las turquesas aguas del pantano Algeciras de fondo. De hecho, los barrancos de Gebas constituyen, desde 1.995, uno de los ocho paisajes protegidos de la Región de MurciaAdemás, dado su alto valor geológico y geomorfológico, originado por las corrientes de agua de la rambla de Algeciras y su cuenca sobre terrenos altamente erosivos, se presenta como uno de los mejores ejemplos de badlands (tierras malas en cristiano) de la Región de Murcia, lo que motivó también en su día su catalogación como Lugar de Interés Geológico (LIG).
Este cuasi páramo de belleza inusitada se halla acotado entre las sierras de Espuña, La Muela y El Cura, con 2.271 hectáreas de superficie, repartido entre los municipios de Alhama de Murcia y Librilla.
Enfocando hacia el Cerro de la Atalaya y La Muela (633m). Desde la cuerda de la sierra supongo que se hará visible la ciudad de Alhama de Murcia, que se encuentra al otro lado. Habrá que hacer un recorrido por La Muela, un día de estos. Seguro que resultarán interesantes las panorámicas que nos pueda deparar su cumbre.
Pronto damos vista a las primeras estampas del embalse de Algeciras, disfrutando del sincretismo pintoresco que nos ofrece el verde azulado del agua con el amarilleo de los barrancos. De las apacibles aguas parece que surge una ligera bruma.
Enfilando la recta final hacia el Mirador por la Loma del Caire.
Desde este punto de observación señalizado con paneles interpretativos, se puede divisar la práctica totalidad del Paisaje Protegido, pudiéndose acceder en vehículos a motor hasta el mismo mirador, ya que dispone de un aparcamiento con una capacidad aproximada de dos autobuses y quince coches.
El Mirador, construido en el año 2002 por la Dirección General del Medio Natural, en colaboración con el Ayuntamiento de Alhama y la Asociación de Vecinos de Gebas, se encuentra a 351 metros de altitud. La panorámica es muy atractiva, ya que permite contemplar toda la vertiente Este y algunas de las cumbres de Espuña, la cara Norte de La Muela y de Carrascoy e incluso las Sierras de la Pila y Ricote, pero sobre todo, el intrincado complejo geomorfológico que forman los Barrancos de Gebas, el mejor laberinto natural que nos ha legado la naturaleza. Al final de los barrancos, hacia el Este, entre La Muela y el Cerro del Castellar se observa la Presa de Algeciras y una parte del agua embalsada.
De los dos o tres carteles interpretativos, que hay por aquí, solo encontré este legible. Los otros aparecen con los caracteres muy difuminados con urgente necesidad de restauración o recambio.
Al regreso, cogeremos la senda del Rento, que nos pilla a mano izquierda. De momento, seguimos el camino de los Azagadores, en dirección al embalse.
Entre Casas Altas y Cabezo Redondo, existen explotaciones agrarias, creo que de naranjos y mandarinas. Desde nuestra posición se pueden atisbar en lontananza.
En el descenso por una cañada, un estrecho camino a la izquierda nos permite aproximarnos hasta el borde mismo de algunos de los barrancos con curiosas formaciones. Aquí la erosión ha creado cortes verticales con laderas de fuertes pendientes, más peladas de vegetación que una bombilla de 60 vatios. El disparador de la cámara cobra vida propia, se enardece y no me obedece.
Ancho cauce de un barranco que desemboca en una de las colas del embalse. Se me pasó por la cabeza echar por aquí, pero a saber si el lecho seguiría estando transitable más adelante y además, el calor ya se dejaba sentir, y sabía que dada la hora, próxima al mediodía, a la vuelta, nos pasaría factura. Así que, haciendo de guía, los experimentos con gaseosa y a ser posible, bien fría.
Los primos hermanos parecían pasárselo bien, lo que me tranquilizaba y alegraba sobremanera. Ahora bien, sabía que todo lo que se baja, luego hay que subirlo y ¡menudas rampas hay por aquí y sin que corra un pelo de aire...! ¡Mamá turrón la que nos espera a la vuelta...!
Fotografiando los barrancos que vamos dejando a nuestras espalda. También la cuerda de Sierra Espuña.
Vamos, te da un telele por entre esos surcos, y es que te cueces vivo. En verano, este lugar se debe parecer mucho a la idea que tenemos del averno o el desierto de Sonora.
Al frente, al otro lado del pantano, El Castellar y Lo Ramón, y asomando a su derecha, la corpulencia del Parque Regional Carrascoy y El Valle.
Ya casi nos colocamos encima del embalse. 
Impresionante el aspecto laberíntico, intrincado, lunar de los barrancos de Gebas. Tiene que suponer una gozada el perderse entre esos despeñaderos, cárcavas y torrenteras. Hacer equilibrios por las aristas. Pero en invierno y sabiendo adonde queda el camino.
Excelente captura de mi sobrina. El paisaje es apabullante.
Una pequeña sesión de postureo entre deudos, no puede faltar en lugar tan espléndido como el embalse de Algeciras. Luego vendrá alguna más porque el lugar lo merece y se presta a ello.
FINAL PRIMER CAPÍTULO

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