06 marzo 2023

SIERRA DEL ZACATÍN/EMBALSE DEL TAIBILLA (Por Fuente la Sabina y Alcaboche) I

En una de las ocasiones en que anduve rodando en moto por las inmediaciones del pantano del Taibilla, me fijé en el cerro que existe por encima de la presa, a la derecha de la carretera que se dirige a Vizcable. Una vez regresara a casa tenía que investigar los accesos que vía cartografía tuviera la zona y tomar en consideración lo de hacerle una incursión con el fin de comprobar qué panorámicas se me podían ofrecer del pantano desde una posición más elevada. Así lo hice y descubrí no solo la toponimia del lugar sino también que existía una pista de aproximación que me dejaba el propósito en bandeja. Pero me dije, ¡qué pijos!, ya que me propongo tomar unas fotos del pantano desde las alturas y de paso, darme un garbeo por las inmediaciones, ergo hacer el gasto de gasofa correspondiente, mejor aprovechar la coyuntura y hacerlo como mandan los cánones, esto es, a motor de explosión alpargatera. La primera vez, partí de una aldea deshabitada (que no abandonada), muy próxima a El Sabinar que tiene por nombre Rincón del Sastre. A priori, uno de los máximos atractivos de la ruta, residía no solo en disfrutar de las panorámicas que se me pudieran ofrecer durante el camino, alcanzando el punto decisivo en el mirador con vistas al pantano sino también en recorrer el bosque mixto de sabinas, encinas y enebros que se conserva en la cumbre del Alcaboche, y que está considerado único y singular de toda la provincia de Murcia. La larga planicie que existe sobre la sierra del Zacatín, constituye el límite provincial entre Murcia y Albacete. En aquella primera incursión por estos andurriales me hizo un día ventoso y frío, tanto que me estuvo durante toda la travesía zahiriendo el cutis y las manos, de tal manera que cuando llegué al punto culminante de la ruta, entre que el pantano andaba casi en tinieblas y no sentía las manos frías (gato con guantes no caza ratones) sino congeladas, decidí que no merecía la pena seguir padeciendo por unas capturas que en todo caso ya no cumplirían mis expectativas. Así pues, me dije, ¡mata que no ha echado!, y cogí la pista de regreso hacia el Rincón del Sastre en modo cuestabajo y trote cochinero hasta que pude entrar en calor con las manos a buen recaudo embutidas en los guantes y bolsillos del anorak.
En mi segunda batida por estos lares tuve un mejor día. Para llegar a Alcaboche, elegí un itinerario que discurría en su totalidad por demarcación de Albacete y fue todo un acierto porque la travesía de 22 km resultó muy disfrutona. Utilicé este track que me hizo de lazarillo y llevó a buen puerto, que tiene su inicio en la aldea Fuente la Sabina. A partir de ahora, comenzamos nuestra andadura, desde mi particular enfoque y sucesión a porrillo de imágenes. Esta primera es un lienzo campestre que llamó mi atención, camino del comienzo de ruta.
Aquí podemos apreciar el contorno, la silueta que adopta el recorrido circular de toda la travesía. El observador atento ya habrá constatado que el punto más elevado del Alcaboche está situado en la Cuerda de la Gitana, muy cerca de la línea divisoria con Murcia, pero los manchegos, supongo que por razones técnicas, ubicaron el vértice un poquito más al norte. El vértice geodésico del Alcaboche, como más tarde veremos, es monumental, erigido sobre un altísimo torreón, al que le calculo no menos de diez metros de altura.
La coqueta y apacible aldea de Fuente la Sabina pertenece al municipio de Letur y cuenta con una veintena de habitantes. Cuando llegas, lo primero que se te ofrece a la vista es un entrañable y bucólico espacio con amplias mesas cuadradas de piedra, pintiparadas para la merienda campera, ubicadas bajo unos altísimos árboles, que junto con el lavadero, la escuela, la fuente y la iglesia, conforman un entorno de lo más agradable. Sobre todo durante el verano, el rincón debe resultar delicioso. La aislada pedanía, desde hace ya algunos años, se ha hecho muy popular por la existencia de un restaurante que ofrece balances muy del agrado del público (tarifa plana) en cuanto a relación calidad y precio de las viandas que ofrece a sus comensales. De hecho, si quieres acudir con familia o amigos para homenajearte con un opíparo banquete, tienes que programar la comida con varias semanas, incluso meses de antelación. Ello da idea de las bondades del solicitado ambigú.
Una réplica en miniatura del capitolio de EEUU
Nada más salir de la aldea, nos encontramos a nuestra derecha con estas viviendas en inexorable proceso de aniquilación. Nos acercamos a tomarles unas fotos.
Tras atravesar un interesante bosque de encinas nos tropezamos con una cancela fijada con unos alambres a vallado que perimetrea un bancal de almendros, que el autor del track propone que hay que franquear. Los alambres son recios y nuevos por lo que manos de señorito poco curtidas se verán incapaces de poder destrenzarlos si no es provisto de alicates o herramienta similar. En mi opinión, no es necesario adentrarse en ese bancal y luego tener que culebrear para salvar el vallado por abajo. Yo lo hice así pero a toro pasado, es mejor, eludirlo por la ladera del monte a su izquierda y pasar al otro lado sin tener que introducirse en el perímetro delimitado por la alambrada.    
Aldehuela Casa Blanca y al fondo sierras del Tobar, de Los Molares, de Lagos, de Alcaraz, Calar del Mundo, todas ellas comprendidas en el Parque Natural Sierra de Segura, etc.
Otra agrupación de casas próxima a Casa Blanca denominada Casa Nueva.
Esta zona era para mí inédita, pues nunca me había adentrado por esta cuña de la sierra del Zacatín. Era la primera vez que tenía conocimiento de la existencia de esas cortijadas que tienen por nombres Casa Blanca y Casa Nueva. La mayoría de las casas, porque al regreso pasamos a su vera, se encuentran en aparente buen estado de conservación, algunas recientemente restauradas o en pleno proceso de ello (en obras).
La primera parte del recorrido transita al modo atraviesa montes o campo a través. Las sendas bien definidas brillan por su ausencia y ya se indica que el trazado es solo orientativo, que debes evolucionar por donde tu intuición te lleve, porque hay que ir constantemente eludiendo una vegetación que impide realizar una progresión rectilínea. Durante la excursión, a veces te ves rodeado de oriunda y densa vegetación por doquier, y es todo un alivio saber que cuentas con la tecnología para orientar hacia la buena dirección tus pasos.
Recorrido muy montañero que te hace sentir alejado de la civilización, fundido con la naturaleza. No puede caber mayor ambrosía y alimento reparador para el espíritu solitario de un andarín de los montes.
Aparte de alguna cabra y un buitre que surca los cielos, también te puedes tropezar con algún que otro matusalén arbóreo. ¡Cuánto disfrutarían transitando estos andurriales los amantes de esa rama de la biología que es la botánica!
Al llegar a este cortijo derruido se gira a la izquierda y ascendemos por una senda bien definida que discurre paralela y sobre un encajonado barranco. 
Este paraje viene denominado en la cartografía como El Calar.
Por aquí no hay sendas ni nada que se le parezca. Se trata de progresar a través de los claros que se intercalan entre la apretada vegetación propia de la flora y clima mediterráneos. No resultará infrecuente verse atrapado entre tanta floresta y tener que volver sobre nuestros pasos buscando una vía de escape. Anduve por aquí tras de unas lluvias y el sotobosque desprendía hipnotizantes esencias de tomillo y romero. ¡Cuánto lo pude disfrutar!
En esta ocasión, no me tropecé con ningún montero que me advirtiera de mi osada imprudencia. 
Peña del Moro. Nos subiremos a su misma cocorota.
Desde aquí indicaba el track que había que bajar al barranco de las Moreras y por ello tuve que destrepar unos metros hasta alcanzar un lecho que no me pareció tan despejado de vegetación como se afirma en la descripción. En todo caso, fue un corto tramo que pude eludir fácilmente por la ladera.
Después de salvar un laberíntico encinar, se impone una fuerte subida con alguna que otra trepada.
Cuando llego al principio de la cuerda me topo con este ejemplar de bóvido que ni se inmuta ante mi presencia. Yo tampoco hice por molestarle. No parece enfermo ni mermado en sus facultades físicas. Se halla disfrutando apaciblemente del paisaje. Un poquito más arriba, me volví a tropezar con tres de sus congéneres. Deben pernoctar en un corral cercano. Y parece que deambulan a su libre albedrío pues no divisé presencia humana por las inmediaciones. No entiendo mucho de cabras, pero estas pueden tratarse de la especie blanca celtibérica, que pasa casi todo el año suelta por la sierra, a careo. 
Casa del Soto, en ruinas.
Nos encontramos ya muy próximos al vértice geodésico del Alcaboche, ya a la vista, y al mirador del Embalse del Taibilla.
Observamos que parece una torre de vigía. Es la primera vez que me encuentro con vértice tan llamativo y descollante.
Debe rozar, si no más, los diez metros de altura y para acceder al vértice, se encuentra el torreón dotado de una estrecha escalera de veinte peldaños no apta para senderistas que sufran de vértigo a las alturas. Si te precipitas al vacío desde arriba, te tienes que hacer mucha pupa.
Fotografía cedida por un amable colega wikilero.
FINAL DE LA PRIMERA PARTE

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