13 marzo 2023

ALCABOCHE DESDE EL RINCÓN DEL SASTRE I

Ya he dejado dicho en entradas precedentes, que hice tres incursiones por esta zona. En la primera ocasión, seguimos este recorrido de un coloso del Wikiloc, que tiene publicadas tropecientos recorridos, entre senderistas y ciclistas, a cual mejor. Nuestro amigo ya nos hizo de guía orientador cuando anduvimos por la sierra del Cerezo. En la primera parte de la ruta que discurre por pista hasta dar vista al pantano, tuve ocasión de, no solo conocer ese lugar tan coqueto que tiene por topónimo, Rincón del Sastre, sino también de las posibilidades paisajísticas que atesoraba el recorrido, porque en este primer acercamiento, el AEMET me salió rana (que de un tiempo a esta parte falla más que una escopeta de feria), ya que confiando en sus predicciones de cielo raso y soleado, me encontré por el contrario, en las coordenadas marcadas, con una bóveda celeste toda cubierta de nubes. Me llevé el chasco de no encontrarme con una diafanidad del día propicia a la captura de nítidos paisajes. Mi gozo en un pozo, y la frustración definitiva sobrevino cuando al llegar al balcón mirador sobre el pantano, la cosa, lejos de mejorar, empeoró todavía más ya que este andaba envuelto en una densa neblina. De modo que decidí, desandar lo andado, esto es, volver por la pista y para otro día, echar mano del plan alternativo. Como ya hemos visto en anteriores capítulos, este consistía en llegar al mirador, iniciando su abordaje desde Fuente la Sabina. No obstante, de aquel día nublado y horizontes borrosos, aprovechamos alguna que otra captura que pudo salvarse de la quema.
En mi tercera incursión por estos andurriales, tenía claro el itinerario a seguir pues se trataba de hacer el recorrido del primer día pero a la inversa (a la contra horaria) de como se proponía, obviando el mirador hacia el pantano, del que ya habíamos dejado constancia fotográfica hasta el empalago. Ese día, el cielo también se hallaba bastante encapotado, pero con nubes y claros que hacían presagiar un mejor desempeño del artilugio fotográfico dispuesto para la ocasión. Aunque hacía un frío del carajo. Menos dos grados marcaba el salpicadero del auto, cuya sensación glacial parecía mayor porque soplaba viento ártico de ese que lacera el cutis. Pero nada que no pudiera capear un vetusto chicarrón del noroeste murciano, para más señas, de Bullas.
El rincón del Sastre es un encantador y aislado aldeorrio deshabitado, ubicado bajo la sierra del Zacatín, que conserva cinco o seis viviendas habitables para el uso ocasional de sus dueños. El campo se sigue trabajando y en las dos ocasiones en que deambulé por aquí, siempre me encontré con personas (cazadores, agricultores o pastores), por lo que no me pareció un lugar excesivamente solitario ni abandonado. El acercamiento a la cortijada se realiza por un llano salpicado de enebros, sabina negral y sabina albar. Es interesante fijarse en este paisaje porque es único en toda la Región de Murcia.
Posponemos un garbeo por la aldehuela de forma más sosegada para la vuelta, así que comenzamos a andar por un camino que nos sale a nuestra derecha, que al poco se convierte en un corto y estrecho pasillo formado entre muros naturales, hasta alcanzar las últimas casas de la aldea donde observamos algunos viejos árboles frutales como ciruelos, perales, manzanos, nogales, almeces, etc, que nos indican que los antiguos moradores de este lugar debieron ser unos agricultores muy apañaos y hacendosos. ¡Qué remedio! También podemos observar la existencia de un lavadero, un abrevadero y un estanque que parece algo descuidado. Obvié la foto de este último en aras de no romper la armonía tornasolada y estética del presente reportaje. En pos de nuestro objetivo, enfilamos en subida y en dirección norte buscando la Solana del Rincón.
Seguimos un camino que a veces se desdibuja un poco por efecto de la acción e invasión labriegas, rodeados de sabinas, encinas, nogales, aromáticas y campos de almendros en flor. También se ven pinos laricios, indicio de que nos hallamos en cotas por encima de los mil doscientos metros. Tras sortear un pequeño pinar, quedarnos sin camino y tener que atravesar un bancal de almendros recién labrado, llegamos a un corral donde dice nuestro guía que nos vamos a encontrar con un primer obstáculo que nos cerrará el paso (él lo encontraría al final).
Nuestro lazarillo apunta en su descripción que hacia el final de ruta, se encontró un escollo difícil de salvar, consistente en una valla con alambres de espino en la parte superior como elemento disuasorio para su escalada. Este presunto contratiempo, se supone que yo me lo habría de encontrar al principio. Pronto veremos que no fue necesario hacer ningún alarde de tipo físico ni técnico a lo MacGyver.
La valla se encontraba franqueada en su punto de apoyo con uno de los muros del aprisco. Solo me tuve que agachar un poquito para sobrepasarla sin mayores problemas. Para cercados insalvables los que me encontré el año pasado en el coto de las Maravillas y colindantes, de la ilustre villa de Cehegín. En esos sí que no hay tu tía de poder sortearlos sin andar provisto de herramienta apropiada.
Dejamos atrás tanto el corral como el almez y seguimos progresando "to tiesos" en dirección al cresterío del Zacatín. 
El terreno es rocoso y poroso, asequible incluso para alpargatas con deficiente banda de rodadura. Este tramo se presenta sembrado de pequeñas sabinas y enebros, que resulta fácil eludir. Cada equis metros, nos giramos para registrar el paisaje que se va ofreciendo a nuestra espalda. Antes de que nos demos cuenta, hemos llegado a la altiplanicie de inicio de la cuerda.
Las dimensiones de la superficie urbana del Rincón del Sastre, bien se puede apreciar que no son para extraviarse, aunque sí para "perderse" entre estos apacibles parajes que tan tonificantes le pueden resultar al espíritu.
Mirando hacia El Sabinar, Campo de San Juan, Salchite, Sierra de los Álamos, Del Frontón, del Cerezo, del Buitre, de la Muela, etc.
La llegada a la cresta de la Sierra del Zacatín nos muestra un bosque mixto sorprendente; está formado por sabina albar y encinas arbustivas (en forma de macoyas) de gran porte, es el único en nuestra provincia y es muy poco conocido ya que sólo algunos trabajos lo presentan como vegetación potencial, esto es, la que debió reinar en el pasado, antes de las grandes modificaciones promovidas por el hombre. Si caminamos atentos, observando el terreno, podremos advertir la presencia de grandes tocones que nos indican el lugar donde había plantada una sabina, talada otrora para utilizar su tronco (de madera casi imputrescible) en la construcción de viviendas y corrales.
Caminamos sobre la planicie, buscando las sendas del ganado por un bosque mixto de sabinas, encinas y enebros muy bien conservado.
El vértice geodésico de Alcaboche, despuntando a tiro de piedra desde nuestra posición, pegados a la cuerda.
Nos encontraremos con varios de estos tocones a lo largo del recorrido, con los que no es difícil tropezar.
El sotobosque que puebla la zona no cubierta por los árboles está ocupado por enebros y piornos (cojín de monja o almohadilla de pastor), que nos indican que hemos alcanzado la media/alta montaña.
Divisando la garita de vigilancia de incendios, que vemos abajo, sobre el cerro de El Toyo. En mi primer acercamiento por estos contornos, aproveché para darme un garbeo por sus inmediaciones.
Por la Cuerda de la Gitana, todavía murciana, mirando hacia Pedro Andrés, Santiago de la Espada, Santiago Pontones, sierra de Mingarnao, sierra de Huebras, sierra del Almorchón, sierra de Segura, etc.
FINAL PRIMER CAPÍTULO

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