Hoy, la intención que llevo es subir de nuevo al Monegrillo a ver si
tuviera la suerte de pillar una atmósfera despejada que me permita
fotografiar los campos de arroz con la suficiente nitidez. Por esta pista me
he cruzado, hace apenas unos minutos, con un madrugador andarín que ha
resultado ser Alfonso, oriundo de un cortijo de por aquí, pero residente
desde sus años mozos en Burriana, Castellón, que debe rondar las setenta y
pico primaveras pero muy bien llevadas. Me cuadran las cuentas en el sentido
de que cerraran las minas, concluyeran las obras en los pantanos y la
industria del esparto se fuera al carajo alrededor de 1960 más o menos y al
poco los hellineros (mineros) de por aquí tuvieran que tomar giro para
buscarse los garbanzos y emigrar cada cual a destinos de lo más inciertos,
ya fuera dentro o allende nuestras fronteras, como por aquella época
ocurriría a cientos de miles de españoles, dicho sea de paso, que
tuvieron que emigrar hacia Francia, Suiza o Alemania, entre ellos mis
padres, porque para los jóvenes, permanecer en el pueblo en aquel tiempo era sinónimo de apenas subsistir y quedarse sin expectativas de futuro. Algo que por desgracia está volviendo a suceder. En fin, mi tocayo, cada equis tiempo regresa a la
casa de sus padres, por si le hiciera falta algún arreglo y porque tiene su
"patria chica" incrustada en el corazón y cuando anda lejos, siente
nostalgia por los años de su infancia que pasara en estas tierras. Está enamorado
de este lugar, a pesar de los mosquitos y su ancestral abandono, y por eso
regresa por aquí cuando se lo permiten las circunstancias. Y yo le comprendo porque a mí mismo este apartado y
coqueto rincón, también me ha tocado la fibra y tiene hipnotizado,
y desde que conozco su historia, yo diría que un poquito más.
Aquella es la sierra de Pajares, y ya me estoy planteando la forma de
hincarle el diente y hollar su cima en cuanto las temperaturas desciendan, porque observo que está más pelada que una bombilla
y por esta amurallada cara sur, no
parece muy asequible que digamos, por tanto, a ver por la cara norte
si tiene otra pinta, aunque tras haber consultado el mapa, creo que no
sería mala idea hacer una ruta por los caminos de su entorno más inmediato,
tipo alpargatazo alrededor de la sierra y en plan exploración, para atisbar por donde meterle mano
para subir a lo más alto. Ya vemos que el curso del Segura circunvala toda la vertiente
norte de la sierra y por la cota 500 más o menos discurre una pista. Por ahí
sospecho que se podrá enfilar el ataque final a la cumbre.
Elevaciones desconocidas por mí que pronto dejarán de serlo. ¿Qué apostamos?
Ésta desde luego, ya es historia. Lo que vemos es la cara sur del cerro
del Monaguillo, lo denomino en sus diferentes topónimos que menciona Zubiri
en su libro, por simple capricho, que no hay más y me decía mi tocayo hace unos
minutos, que de pequeño, cuando se acercaba por aquí a jugar a la guerra con
sus amigos, que siempre se metían en un túnel apeldañado que existía
camuflado entre dos grandes rocas. Que tras descender por el túnel unos
metros, un desprendimiento obstruía el paso y se tenían
que dar la vuelta. Conjeturaba el burrianense que en la cima del cerro de Salmerón,
en tiempos de los moros, que tal vez existió un castillo o fortaleza y que
por ese pasadizo bajaban al río para aprovisionarse de agua. Raro me pareció que no me contara la historia de una insumisa y bella hija de un rey moro que a través del túnel y alumbrada con una antorcha, se desplazaba en medio de la noche a hurtadillas, para
encontrarse con su amado, el rebelde hijo de un rey cristiano, con el que mantenía un amor imposible. Eran tal para cual, Dios los cría y ellos se juntan, independientemente de la religión que profesen pero al cabo de un tiempo los pillaron, fueron descubiertos, cosa que siempre ocurría, y al truncarse tan apasionado romance, que la
mora lanzara improperios y su terrible maldición a los cuatro vientos era cosa cantada, causa al fin y a la postre de que esta fértil y opulenta tierra nunca
prosperara ni floreciera como por los cauces normales y dado su potencial, así debiera haber acontecido. El padre de la mora, muy severo él, un talibán de tomo y lomo, la condenó a pasar el resto de sus días enclaustrada en una mezquita de la Alpujarra Granadina y desde entonces se dice que su espíritu vaga por entre estos andurriales como verdadera alma en pena, eternamente afligida y suspirando por el amor de su vida que nunca pudo ser. Todavía en las noches de San Juan, pasada la media noche, algunos mineros pueden distinguir en la lejanía, la hermosa y vaporosa silueta de unas formas femeninas, con largo cabello al viento y envuelta en una túnica blanca. Los más imaginativos y algo lascivos también, que haberlos haylos, hasta han llegado a describirla de bien torneados brazos, bronceados muslos y de turgentes y bien puestos senos que no me extraña que volvieran tarumba al pobre cristiano. La inconsolable mora, confundida entre las sombras de la noche, cabalga por entre los verdes arrozales del Segura y el Mundo a lomos de un brioso corcel, increpando a diestro y siniestro y echando filípicas cual si de una vulgar verdulera de la lonja se tratara, dejando tras su desbocado rastro, todo hecho un barrizal. Que por nadie pase ser testigo de tan fantasmagórica escena. Que a nadie extrañe que las plagas de mosquitos y demás calamidades públicas de otrora, fueran consecuencia directa de la mahometana y sus impulsivas maldiciones. Desde luego que los moros, siempre tocando los cojones.
En la antecima existen unas cuantas de estas grandes rocas yuxtapuestas
unas con otras, así que, la supuesta entrada al pasadizo, puede hallarse en
cualquier lugar de las inmediaciones. Aunque dice Zubiri que de moros por aquí, ni
flores. Como mucho, anduvieron por la cueva de la Camareta, pero que en Las
Minas no se han encontrado vestigios musulmanes de ninguna clase. Digo yo
que si existió el pasadizo, este tuvo que ser construido mucho antes de los
moros, en época romana, tal y como Zubiri apunta en su libro. Hay un pasaje
que me gustaría fusilar llegado a este punto porque me parece en extremo
interesante, ya que el autor, como debe ser, pone la cuestión del origen
romano del azufre de Las Minas en tela de juicio, ateniéndose solo a las evidencias incontestables y en las dudas razonables que esto o aquello le
suscita. Este tío sabía de lo que escribía.
LA CUESTIÓN DEL ORIGEN
Ciertamente ni Plinio ni ningún otro autor griego o romano citan entre
los lugares célebres por su producción de azufre a Hispania, y
consecuentemente esto incluye a Las Minas de Hellín. Sin embargo, desde
Rafael Amar de la Torre (1842), todos aquellos autores del siglo XIX y
principios del XX que se han interesado en Las Minas apuntan, sin ningún
género de dudas, a un origen romano de la explotación. El propio Madoz
lo da como hecho cierto: "Los romanos beneficiaron estas minas por medio
de pozos
y galeras muy estrechas; sus trabajos se concretaron a las vetas
denominadas Guijarril/o y Zapillenda en cuyos puntos se encuentran a
veces monedas, candiles, ánforas y otras vasijas.
A su estela, De Botella (1868), Naranjo (1865), Bordiu (1904), Meseguer
Pardo (1924) se hacen eco de la misma aseveración. El fundamento de esta
parte del hallazgo de dos esqueletos por parte de Amar de la Torre, además de las monedas y material cerámico, todo ello
ilocalizable hoy día. Por añadidura en el transcurso de los trabajos no
era infrecuente hallar pozos, galerías muy estrechas y de escasa potencia,
así como entibaciones hechas con maderas labradas y herramientas hasta la
época de la Azufrera del Coto a inicios del siglo XX.
Un detalle de gran valor de la información ofrecida por Madoz es la
determinación exacta de las capas que fueron objeto de la explotación
romana: Guijarrillo y Zapillenda. Estas dos capas eran las más superficiales de la explotación, inmediatamente por debajo de la capa
estéril superficial según el corte de las capas realizado por el ingeniero
Federico de Botella y Hornos en 1857.
Desde luego hay que admitir que si encontraron monedas en antiguas
galerías de explotación, no parece posible que erraran demasiado el tiro
en su adjudicación del origen de la explotación a los romanos pero, en
rigor, tampoco podemos minimizar el hecho de que esas pruebas están
desaparecidas en la actualidad.
El indudable origen romano de la explotación debe ser acogido con
ciertas precauciones a la espera de pruebas más contundentes, en
especial si tenemos en cuenta que durante el XIX entre los profanos
estaba muy extendida la idea de que cualquier resto del pasado
pertenecía "a los romanos", aunque con el transcurso del tiempo esta
primacía romana sería progresivamente reemplazada por la cultura árabe.
Esta debida prudencia no significa, ni mucho menos, desechar la
hipótesis del origen romano. De hecho, estas informaciones del XIX y
principios del XX encajan con Plinio respecto al laboreo del azufre en
las colinas de Campania, donde se extraía mediante galerías y se le
purificaba por el fuego. A escala local el laboreo mediante pozos de
escasa potencia se ha testimoniado en otros antiguos yacimientos mineros
del área tales como la Minas de las Cuevas, cerca de Almadén, donde los
arqueólogos estudiaron una estructurada red de pozos destinada a extraer
azogue y se encontraron "gran cantidad de utensilios mineros como picos,
alcuzas, lucernas, tornillos cuadrilongos para drenaje de los pisos inferiores y
monedas ( ... )" .
Por otra parte, resulta casi insostenible que los romanos no conociesen
al menos la existencia de los criaderos de azufre por varias razones. En
primer lugar, porque allí se cruzaban dos vías romanas: la que comunicaba
las antiguas ciudades de Begastri Cehegín, Murcia, ( aquí precisamente se
encuentra el Cabezo de Roenas, donde se asienta la Begastri de los
Concillios de Toledo, ligado a un yacimiento de magnetita) con el Tolmo de
Minateda, y la que iba hacia el Cenajo, en concreto al yacimiento conocido
como "El balneario romano". La primera era parte de la vía que conectaba
estas poblaciones con Toledo, de enorme importancia en época visigoda,
mientras la segunda, de índole secundaria, recorría la margen izquierda
del río Segura, comunicando los núcleos de población existentes.
En segundo lugar, tenemos los recientes hallazgos arqueológicos del ya
mencionado cerro del Monagrillo, en la orilla derecha del río Segura,
justo frente a Las Minas. Encuadrado administrativamente en la murciana
pedanía de Salmerón, término municipal de Moratalla, en la cima del cerro se
han encontrado
cubetas y canales excavados en la roca junto a los restos de una
estructura de obra circular. El material cerámico es abundante en toda la superficie del cerro y pertenece a la Edad del Bronce
y época romana imperial (terra sigillatay cerámica común); así mismo hay un
nutrido conjunto de instrumentos líticos de percusión.
Todo esto lo creemos inédito hasta el momento y si nos atenemos a la
cerámica romana hallada en el Monagrillo la fecha va de entre finales del
siglo I hasta el siglo II de la Era.
Además, el propio paraje en el que se ubica el criadero es ideal en
cuanto a los criterios de viabilidad exigidos para una posible
explotación, según lo descrito por Agrícola en De re Metallica II, libro
dedicado a la prospección de yacimientos y la elección de explotaciones:
- Ubicación en laderas de terraza fluvial.
- Presencia de arbolado para el aprovechamiento de madera.
- Proximidad de agua para el abastecimiento.
- Una buena red de comunicaciones para la distribución de mercancías.
- El clima.
- Evitar vecinos que pudieran importunar en la explotación.
La alargada silueta de la Sierra de Los Donceles, otra que habrá que
echarle un vistazo un día de estos.
Y sigue Zubiri razonando: No es de extrañar que, aún antes de hallarse los materiales de
Monagrillo, recientemente se hubiera teorizado sobre el posible origen
romano de la explotación azufrera partiendo del poblamiento y
distribución viaria del territorio. En la zona de Las Minas hay un
significativo vacío de restos de villae, que se justificaría, según
estos autores, por las molestias que causarían los trabajos de la
explotación. De hecho, en las proximidades hay restos de poblamiento
de clara vocación agrícola, como la cercana villa del Saltador cerca
del desfiladero de los Almadenes o Almacenes (En el mapa de 1967 del
Instituto Geográfico y Catastral, Hoja 868 aparece como presa de los
Almacenes, no como Almadenes).
Estos autores saben de la importancia de la utilización del azufre en
época romana y como ejemplos aportan referencias encontradas en obras de
poetas clásicos, quienes adjudicaban al azufre propiedades curativas
para hombres y bestias, así como la capacidad de erradicar hechizos en
coincidencia con los detalles proporcionados por Plinio, especialmente
lo referido al apyron, el único que utilizan los médicos; sin olvidar el
papel purificador que el azufre juega en los ritos religiosos
domésticos.
En Las Minas la explotación romana del azufre se efectuaría con trabajo de esclavos, tal y como ocurría en Sicilia. Favorecida por la idoneidad de su ubicación, la explotación se mantuvo aislada y al margen del poblamiento del área para convertirla así en un enclave de fácil control. En definitiva, hasta el presente esto es todo lo que sabemos del posible origen romano de la explotación minera.
Por tanto, después de lo leído, y conociendo que en la cima y sus
alrededores existían criaderos de azufre que lo romanos explotaban, no
parece muy descabellado conjeturar que fueran los mismos romanos quienes
hubieran construido un gran pasadizo apeldañado con que facilitar por la vía
más cómoda y directa posible, el acceso a piso llano y el río.
Ni qué decir tiene, que las vistas que nos ofrece la cima del Monagrillo,
son excelentes, hoy sí, con un poquito de mejor visibilidad sobre el
horizonte.
Arrozales sobre la margen izquierda del río Segura.
Panorámica general, de izquierda a derecha de las sierras de Cubillas, de
Pajares, sierra Seca y Los Donceles. Entre Pajares y Los Donceles, se encuentra el cerro de La
Chamorra.
Arrozales a derecha e izquierda del Segura. Estas eran las fotografías que
pretendía conseguir.
En el centro superior, la inconfundible silueta de la Cabeza del
Asno.
En este espectacular ambiente de microclima, parece consecuencia lógica y de lo
más natural que se críe el mejor arroz del mundo.
Salmerón
Panorámicas tomadas desde la cima del cerro Monegrillo
La pedanía hellinera de Las Minas.
Desde la cima, hice una pasada rápida con la cámara de vídeo.
Yoda, no podía faltar en un lugar tan especial como este, donde los romanos utilizaban a esclavos para extraer el azufre, confirmada tal práctica por este matusalén de las galaxias de pvc.
Iniciando el retorno desde la cima del Monegrillo.
En esta web del Inventario Español de lugares de Interés Geológico, se encuentra una descripción geológica tan técnica, que todo lo que dice y la terminología que utiliza me suenan a chino y dejan in albis, verbigracia...
Observaciones petrografía/petrogénesis:
El pitón está constituido por vulcanitas masivas o brechoides, bastante vítreas y de colores oscuros, con fenocristales de olivino y flogopita, con una matriz de cristalinidad variable. En las partes superiores del cerro, sobre las rocas sedimentarias miocenas se encuentran niveles de brechas hidromagmáticas y tobas masivas. Sobre estas brechas, en la zona culminante del cerro, se encuentran restos de coladas con disyunción columnar grosera, constituidas por lavas porfídicas con textura fluidal. 😐
Eso sí, he entendido que su datación parece en torno a los siete millones de años.
Y del volcán me he desplazado al entorno de la junta de los ríos y la estación a ver como van los arrozales por aquí un día 10 de julio de 2024, cuando todavía no hace ni dos meses que el arroz fue sembrado. Preciosos como cabía esperar.
Ahora sabemos que el agua fluye sin cesar, de la acequia a los bancales y de estos al río y que su función principal es la de actuar de herbicida.
El río Mundo y los lozanos arrozales que protege de las malas hierbas las benditas aguas del Segura.
¡No se pué aguantar tanta belleza del esplendor en la hierba...!
FINAL PRIMERA PARTE
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