Hemos salvado el contrafuerte y ahora afrontamos la subida final a la pared
rocosa de la molata, donde en su cumbre elevada a 1505 metros, alcanzamos un
desportillado, aunque todavía enhiesto vértice geodésico. Las vistas desde
aquí, y puesto que corre una suave y agradable brisa, merecen una recreación
amplia y sosegada.
He aquí otra pintiparada atalaya donde la mirada se pierde en el
infinito.
Nuestro próximo objetivo adonde nos dirigiremos a continuación.
La suave lomada de la Cuerda del Manco que hemos atravesado.
Farallones de la Cuerda del Manco, orientados hacia el Barranco de
Tural.
Durante el ascenso por la ladera de la cumbre, hemos advertido restos de
viejos muros de piedra, que podrían ser vestigios del prehistórico poblado
calcolítico, que hace cinco mil años, dominaría el lugar. Siempre me he
preguntado, si elegían para vivir tan prominentes e inexpugnables
asentamientos, con propósitos defensivos respecto de sus vecinos más
inmediatos, por ejemplo, los del Cerro de las Víboras o sencillamente para
tener buenas vistas, excelentes alboradas y puestas de sol. Es una duda que
me reconcome. Aunque lo probable es que se considerasen pueblos hermanos y
hasta practicaran provechosos intercambios comerciales. Seguro estoy que en
fechas señaladas organizarían juegos y campeonatos de fútbol o balonmano,
julepe o petanca y también romerías y quedadas para encontrar pareja, por
supuesto, siempre al calor de una buena comilona y botellón con variedad de
licores a cascoporro, que por supuesto celebrarían en el Calar de las
Cuevas, porque mejor y más excelso pabellón de celebraciones no existía, no
solo por estos andurriales sino allende otras fronteras. Aunque también pudo
suceder que se llevasen a matar y que cada dos por tres anduvieran a
cachiporrazos, mangoneándose los unos a los otros a la menor oportunidad que
tuvieran, inmersos siempre en refriegas y contiendas sin tregua. A ver si
ese carácter tan bizarro y recio, arriscado y levantisco que se gastan
algunos murcianos del noroeste, proviene precisamente de la permanente lucha
por la supervivencia de sus ancestros. En fin, ¡a saber lo que hace cinco
mil años pudo acaecer por estos barrios...!
Vistas hacia las formas kársticas de la Hoya del Gato y las arruinadas
casas de la Fuente Santa.
Cuerda de la sierra del Zacatín, cuyo alargado cordal se prolonga 14 o 15
kilómetros al suroeste, sirviendo de frontera entre el territorio murciano y
el manchego, hasta hundirse, ya por completo, en las nerpianas aguas del
embalse de Taibilla.
Detalle de su situación respecto del entorno.
Acercando con el zoom las primeras oquedades que visitaremos y que dan al
suroeste, antes de doblar hacia las cuevas del Sur.
Zaén de Arriba, Sierra de las Lavaderas, de la Gorra, Pajarón, etc.
Abandonamos la molata y durante el descenso, encontramos alguna dificultad
y riesgo de pegar un traspajazo por encontrarse el terreno pedregoso
demasiado suelto por la sequía. Por fin conecto con suelo seguro por el
camino de la Fuensanta, que parece orientarse hacia las cuevas.
Collados de los Cantos y de Las Alegas
Alcanzando las primeras cornisas del Calar de las Cuevas.
La existencia de algunos mojones nos facilita la correcta guía del camino a
seguir.
Por entre sabinas negras, jaras, tomillos, romeros y
espartos, voy de nuevo alcanzando altura hasta colocarme justo en la fachada
suroeste del calar, donde el bonito sendero que discurre por entre una
cornisa, va enlazando a mi izquierda, las diferentes cuevas y abrigos que
horadan la pared de conglomerados calizos. El entorno y diferentes
tonalidades calcáreas que se reflejan en las paredes, me resultan
espectaculares.
Zaén de Arriba y Campo de San Juan.
El paisaje que voy dejando a mi espalda.
Las rocas carbonatadas del norte del Campo de San Juan, forman parte del
sur de un sinclinal muy abierto, que forma un típico modelado en cuesta.
Esta disposición en estratos con un buzamiento muy suave, ha facilitado la
infiltración del agua de escorrentía en las permeables calizas
bioclásticas, por tanto la disolución y karstificación de estas rocas,
cuyo máximo proceso tuvo lugar, probablemente, en el último periodo
glaciar. Sus topónimos hacen referencia clara a esta composición calcárea
de la roca y formas de disolución, los calares.
Uno de los lugares que la Naturaleza eligió para esculpir una obra de
arte, un monumento natural, con gran acierto porque se observa desde todo
el Campo de San Juan, es el Calar de las Cuevas de Zaén. De hecho, es
conocido y toma el nombre por las cavidades que se observan en sus laderas
del oeste y el sur.
Son grandes abrigos y tubificaciones kársticas, formados por el
continuo proceso de disolución que afecta a las rocas carbonatadas que
originan este relieve (conglomerados calcáreos y calizas bioclásticas) y
por la caída de grandes bloques del techo. La precipitación de
carbonatos dentro de estas cavidades ha dado lugar a espeleotemas y
travertinos, de gran interés didáctico, hoy todavía activos. Sobre estas
cavidades, en la superficie del calar, existen también procesos
exokársticos que han generado pequeños lapiaces, que se formaron
enterrados bajo un suelo, que con posterioridad, fueron exhumados al
erosionarse.
Por supuesto todos estos procesos kársticos, se pueden observar también
en zonas próximas, como en los abrigos de la pedanía de Bajil del
Cenajo. Dentro del carrascal de Bajil la disolución superficial ha
esculpido otro Lugar de Interés Geológico. En las calizas bioclásticas
ha modelado caprichosas formas exokársticas de varios metros de altura,
aisladas, dispersas entre el laberinto arbóreo, y algunas cavidades
subterráneas que son fáciles de visitar, pero difíciles de encontrar;
las cuevas de los Murciguillos y de la Iglesia.
La visita a las cuevas de Zaén, habitadas desde épocas prehistóricas y
que hoy día todavía se utilizan para resguardar ganado, es un
espectáculo único. Desde ellas se observa el fabuloso paisaje de todo el
Campo de San Juan, un ejemplo magnífico para ver la simbiosis entre la
evolución geológica y la propia historia del ser humano. FUENTE
Seguimos avanzando por entre estos caprichosos antojos geológicos,
producto de la erosión de los conglomerados calcáreos que, con el
transcurrir del tiempo, se forman en las escarpaduras.
Zaén de Arriba, Los Cantos, El Sabinar y los muchos kilómetros de cordal
de la sierra del Zacatín. Al fondo del todo, la loma de Alcaboche y Calar
de Nerpio. Entremedias, el embalse de Taibilla.
Apriscos de utilización muy reciente dado el fuerte efluvio que
despedían.
En estos abrigos también se hallaron trazas de antiguas pinturas
rupestres.
Este singular paraje atesora gran interés paleontológico y geológico, ya
que forma parte de la divisoria que hace once millones de años existía entre
el Atlántico y el Mediterráneo, el denominado Estrecho Norbético. Se trataba
de una lengua de mar que por entonces cubría Murcia, Almería y el sur de
Alicante, y que hoy todavía conserva y manifiesta numerosos vestigios de
aquella remota época (mioceno medio). Depósitos marinos, restos de deltas y
playas, fósiles, grutas y formaciones rocosas, etcétera, otorgan a este
espacio natural la denominación de Lugar de Interés Geológico (LIG), de gran
cotización nacional, amén de regional, que comparte con otros parajes ya
documentados gráficamente en este blog, verbigracia, el cercano Estrecho de
Bolvonegro y Monte Arabí, de Yecla. Para mayor y mejor información:
El Estrecho Norbético en el Mioceno medio.
Ahora el sendero dobla la esquina sobre el potente contrafuerte que hemos
fotografiado antes y la cornisa que ahora se orienta hacia el sur (con el
sol de frente), se va ensanchando, dando vista a la monumental cueva
del Tambor,
cuya catedralicia acústica
dicen los entendidos del ramo, que permite comunicarse en apenas susurros,
de extremo a extremo de la oquedad.
En un roal de este antiquísimo abrigo, testigo inmemorial de tantas y
tantas peripecias humanas, se puede advertir la existencia de una horrorosa
pintada. Es la demostración palmaria de la decadencia, incultura y zafiedad
que caracteriza al hombre de nuestro tiempo. Datado por los expertos en la
época actual, solo a un rizópodo humanoide con retraso mental permanente se
le puede ocurrir mancillar y ensuciar un templo natural que se lleva
construyendo desde el principio de los tiempos. "Por una eternidad con más
palurdos que ventanas..., entre los que me incluyo, firmado Pencho", que
debiera rezar el epígrafe. En fin, el aborregado gaznápiro prototipo es una
especie que se halla en pleno apogeo y vías de expansión. Yo diría que ante
su imparable proliferación, el inexorable proceso decadente de la Cultura
occidental, se halla más que cuesta abajo y sin frenos.
Bonitos paisajes avizorando desde el interior de las cuevas, hacia
Salchite, La Risca, y sobre el horizonte, Sierras del Tejo, de la Garra, de
la Gorra; asomando también la Cuerda de las Víboras, etc.
La higuera existente en una de las cuevas.
Ante la sucesión de escenarios, a cual más grandioso, que ha sabido
componer la naturaleza, solo nos queda admirar su obra y boquiabiertos, seguir disparando...
Esta es la Cueva de las Tías, erigida en el estilo bizantino de la época,
esculpida en la perfecta simetría de sus formas así como decorada de
llamativos grabados en sus techos abovedados.
Eché de menos en tal escenario, la presencia de una silueta humana al
contraluz.
Más pinturas rupestres de zigotos pedestres...
A punto de abandonar el recinto de este solemne santuario, verdadera oda u
homenaje a la madre natura.
Mirando hacia El Sabinar, Calar de la Santa y Villafuerte
Y tras recorrer el perímetro de las cuevas, disfrutando una vez más, del
entorno y sublimes paisajes moratalleros, enfilo por el camino del
collado en dirección a las casas de Bajil.
Puntal de Cárdenas (1435m) y Chaparral de Bajil. Por aquí se hallan la
famosas cuevas de las Iglesias y de los Murciguillos.
Casas de Bajil
Otras fotografías de otros momentos, tomadas desde la distancia a las
Cuevas de Zaén.
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