Y seguimos garbeando por tierras manchegas, así que de Aýna nos trasladamos a Riópar, que hemos visto con pavor, las cunetas de sus inmediaciones, todas blancas y el termómetro del coche marcando los -8º. ¡La virgen, qué pueblo más frío! ¡Pero moño hueco, si estamos en la cosecha, o es que pretendes que no haga frío a finales de diciembre...pero qué mal acostumbrado te tienen los aeroplanos y sus fumigaciones subetemperaturas y disipanubes, ay, que se me va la pinza, decía que de esta bonita villa, de Riópar digo, cogemos a la izquierda en dirección a Villaverde del Guadalimar (precioso topónimo donde los haya) y El Bellotar, esta última, aldehuela donde tienen inicio nuestras andanzas de hoy. El propósito es escaramarnos a un pedrusco que tiene por topónimo, Piedra o Peña del Cambrón. Al afloramiento calizo surgido del Cretácico, lo conforma una formidable mole cuyas paredes se erigen cuasi inexpugnables sobre una jungla de pinos. Al llegar al lugar y enfrentarnos a su espectacular estampa, nos hemos quedado cautivados, patidifusos, embelesados, con la boca abierta...y allí hay que subir?, pero qué preciosidad, si lo llego a saber, vengo mucho antes, qué montaña más bonita, más hipnotizante, si me recuerda a la Torre del Diablo, la de Wyoming, la de Encuentros en la Tercera Fase, y en plan más humilde, La Jarota, la peña que existe entre El Sabinar y Nerpio, y casualidades de las divisiones administrativas, a esta también la trocean en dos, pues una mitad pertenece a Albacete y la otra a Jaén, en fin, que no lo voy a soltar todo, en el preámbulo de este trasunto de crónica senderista. Vayamos por partes, que diría Jack el Destripador o de foto en foto y tiro porque me toca.
Estábamos escribiendo, que hemos llegado en una fría mañana de sol a raudales, al Collado del Bellotar, lugar donde tiene su principio el lazarillo que hoy nos guía. Seguimos casi al dedillo el itinerario que nos marca el gps, moviéndonos en el sentido de las manecillas horarias, ya que no tiene por qué estar reñida la intención fototurística con la de cierta solicitud física. Escribo esto porque se puede llegar a la misma puerta de subida hacia la peña en coche, a través de una pista con denominación PR-A 173, que viene de la Dehesa del Oso (ver mapa👆). Nosotros preferimos hacer algo más trabajoso, por aquello de matar dos pájaros de un tiro y sudar la camiseta. Son 14 kilómetros en un recorrido circular, de una primera parte que se empina desde casi el minuto uno de andadura, hasta que abandonamos la peña, que como es de cajón, es todo cuesta abajo y sin frenos.
En la ortofoto de Google Earth se muestra la línea divisoria administrativa que parte en dos a la meseta cambronense así como el frondoso bosque de pinos que circunda la peña.
Otro plano más del recorrido por el lado oriental del pedrusco pelón. Obsérvese la recia subida que tendremos que afrontar, monte a través, hasta conectar con la pista A-173.
Y otro plano más del achatado cerro a vista de pájaro.
Y ahora sí que sí entramos en materia fotográfica. Nada más salir del coche, nos topamos con esta efigie. ¡Jope, qué maravilla! Y eso que, como es de rigor, se halla en invierno toda la vegetación, desnuda, mustia y chuchurría...
¡Guauuuuuuuu, allí hay que subir...! ¡Me cachis, me acabo de acordar que me he dejado los prismáticos en casa!, como diría una canción de El Puma, los voy a echar de menos...son cosas de la edad.
¡Ummm, sí, sí, la cosa pinta bien...!
¡Ah, olvidaba decir que hoy me acompaña un camarada de excepción, mi amigo Pedro, así que, lo voy a aprovechar de modelo, todo lo que pueda y más. Él siempre se mimetiza y armoniza bien con el entorno.
Tras recorrer unos cientos de metros de carretera, nos salimos a nuestra mano derecha para sortear al poco el arroyo de la Vaqueriza.
Las blancas casas de El Bellotar, las vamos dejando atrás. Por encima, el pico de La Sarga (1770m), Monte Padrón (1752) y Cerro del Picayo (1524m) comprendidos en la Sierra de Alcaraz. Mirando hacia NNE y NE, todo este macizo se hará omnipresente.
En "Los Colladillos", la cosa se pone recia y hay que apretarse los machos para intentar conectar con un sendero que se supone discurre un poquito más arriba. Nosotros no dimos con una trocha clara al inicio, así que ascendimos un buen tramo, monte a través. Como se puede apreciar, en el borde de la peña, en su espolón norte, se distingue muy bien la caseta de vigilancia de la parte manchega, pues cada sector administrativo dispone de la suya, como más tarde veremos.
El gozar de permanente referencia visual hacia la bella prominencia pétrea, nos estimula sobremanera en el esfuerzo necesario para su conquista. Una vez más, la naturaleza se nos muestra generosa, grandiosa y sublime.
La Torre del Cambrón.
Circunvalada de un denso pinar
Cobrando altura respecto de El Bellotar
Ya nos podemos imaginar la belleza bucólica de esta acuarela en otoño
En esta captura del promontorio, adivinamos a través del tajo corredor por el que alcanzaremos la altiplanicie del peñasco.
¡Helo aquí, una vez más, qué bella factura la de este risco...!
¡Menudo monumento para el postureo!
Al llegar a este depósito, lo rebasamos para coger un camino que sube por detrás y a su izquierda, trocándose tras de unos cientos de metros, en un sendero que pronto abandonaremos para enlazar con otro que nos surge a la derecha. Al poco se extingue y nos deja en la ladera de un monte cuya inclinación nos tensa, y de qué manera, las pantorrillas. Ascendemos monte a través, por un bosque tupido aunque nada enmarañado, con el suficiente clareo entre árboles y matorral para que la subida no se nos haga penosa sino todo lo contrario, disfrutona. Vamos de casca así que, antes de que nos demos cuenta, hemos conectado con la pista que viene de la Dehesa del Oso.
Una vez en la pista, pronto alcanzamos el collado de Piedra y por ende, el tranco del Cambrón.
El enclave es apoteósico, al menos a mí me lo parece y creo que a Pedro también. Nos quedamos fascinados.
Echando un vistazo a algunas fotografías que pululan por Internet de este lugar, hace un tiempo existía una barandilla de madera, que al parecer, se ofrecía tan endeble, que aconsejaban los senderistas mejor no apoyarse en ella. Hoy, a últimos del mes de diciembre del año 2023, el otrora pasamanos, brilla por su ausencia. Que conste en acta. De hecho, el sendero, se presenta tan amplio, progresivo y por ende, seguro, que no parece necesaria su reposición.
Las vistas en derredor desde esta abertura hacia la Piedra del Cambrón, son monumentales. Incluso asoma La Almenara. Qué recuerdos cuando la hollé con Viky.
Cómo era eso de que unas imágenes valen más que...
¡Ay qué maravilla, desde aquí, un puñao de montañas guapas que hemos hollado y yo sin binoculares, me cagüen!
Pedro capturando el Calar del Mundo (casi fuera de plano a su derecha) y sus inmediaciones, entre otros, Cotillas y Castillo de Yedra al fondo.
He aquí unas panorámicas tomadas con el tlf.
La subida hacia la que otrora se conociera como la Piedra del Cabrón, es espectacular.
Cerro del Padroncillo (1586m).
No nos hacemos de rogar más y tiramos parriba.
Y alcanzamos la meseta lapiaz, es decir, el calar, típico paisaje kárstico con existencia de algunas dolinas. Lo recorremos por el borde de sus cortados, pero sin arrimarnos mucho, eh?, por si las moscas. El periplo circular se puede hacer a gusto o capricho del montañero. En nuestro caso, lo hicimos tal y como nos indicaba el track, esto es, a la contra de las agujas del reloj, en dirección norte, visitando primero la caseta manchega y después la jienense.
He acertado con ponerme las botas de suela recia pero no con olvidarme los prismáticos. Si hacen falta y se disfrutan es precisamente en una atalaya despejada hacia el horizonte como esta. Me toca volver por aquí algún día pero procuraré que sea en otoño o primavera, con la lección bien aprendida de donde se ubican las prominencias que me circundan y a ser posible, saber nominarlos. Ésta de abajo es la brecha por donde nos hemos colado para acceder a la planicie mesetaria.
Una numerosa comunidad de buitres nos estuvo sobrevolando durante toda la mañana.
El Yelmo (1808m) y creo que el pico Banderillas (1993m), a la derecha de la imagen.
La inconfundible silueta de La Sagra (2383m).
Enfilando hacia la caseta del lado manchego.
Detalle de un terreno tan áspero para la pisada como es el lapiaz.
Algunas ovejas, gordas (preñada?) y curiosas que pululaban por aquí.
FINAL DEL PRIMER CAPÍTULO
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