15 diciembre 2023

Del PUERTO DE LAS CRUCETILLAS (en moto) a La SAGRA II

Aquí, a la intemperie del collado, las rachas de viento se tornan a veces huracanadas. Haber echado el anorak me vendrá de perlas porque arriba tiene que soplar de lo lindo y desde luego, mucho más gélido. Entretanto, extrañas, lechosas y volátiles nubes se desplazan vertiginosas sobre mi cabeza, esfumándose al poco.
La Guillimona, alcanzada su cima en varias ocasiones, en compañía de mi añorada Viky.
Este residuo de pino salgareño abatido en su día por un rayo, ya se ha convertido en mojón y punto de referencia o primer descanso durante la subida a la cima, en el Morro de las Zamarrillas (2010m).
Los campos entre Mojantes y sierra de la Zarza, también colonizados por la bruma.
Alcanzando la Cima Este (2369m) y superando primero La Pedrera...
Cresta hacia la cumbre
Y después el Embudo...
Paisaje a mis pies apoteósico. 
Los dos mil casi cuatro cientos metros se hacen costar pero también valer.
Una vez llegado al vértice, muda seca (¡ay qué frío!) y me encasqueto el anorak pues sopla gélido vendaval que lacera el cutis. Así se disfruta del paisaje con otro temple (¡vaya un pijo!).
Se me ocurre dejar registrada mi visita al vértice de La Sagra, en un libro envuelto en plástico (para preservarlo de la humedad) que se encuentra en el interior de la caja metálica sujeta al poste. Se presenta muy descompuesto y saturado de anotaciones, por lo que precisa de urgente recambio. 
Algunos buitres leonados que curiosos, me sobrevuelan.
Hasta rozarme el cogote.
Un corto de vídeo que hice con el teléfono.
Me deben considerar intruso a sus dominios y se acercan para amedrentarme. Les doy algo de alfajol y ya parecen de mejor talante. Con los dulces caseros es que no hay criatura salvaje que pueda resistirse.
Aquí, bien protegido de la intemperie, se está muy bien pero toca retirada que aún hay que descender, y trotar hasta Las Santas.
Tomamos las últimas fotos a panorama tan grandioso y decidimos regresar, que como bien reza la cita, hasta el rabo todo es toro y es precisamente en las bajadas donde nunca hay que bajar la guardia.
¡Hasta una próxima ocasión, montaña Sagrada...!
FINAL SEGUNDO CAPÍTULO

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