No tengo intención de enrollarme demasiado pero ¡qué bonita es nuestra tierra murciana! Y todavía me pregunto, ¡cuántos de sus bellos rincones me quedarán todavía por descubrir!
Preciosa ruta fotográfica y primera del año la realizada hace unos días por tierras cartageneras. El litoral de la Costa Cálida, es que nunca decepciona, y ello se puede aseverar tanto desde un punto de vista orográfico como paisajístico, porque el relieve se las trae, suele ser físicamente exigente, por aquí no puedes venir desprevenido, como san Juan por sus viñas, manos en los bolsillos, como de paseo, sin apenas agua, porque si acudes por estas latitudes abrazado de ese indolente plan, es que te equivocas, la pifias porque lo más probable es que acabes escaldado, extenuado y con las piernas hechas bicarbonato, lo digo por experiencia.
Que sí, que las alturas de sus cimas, comparadas con las de nuestro noroeste interior, pueden parecer algo canijas, cerrillos por así decir...pero se trata de un craso error de principiante el subestimarlas por cuanto no se repara en que casi siempre se comienza la conquista de los cerros, cabezos y puntales de estos pagos, desde la altura cero, esto es, a nivel del mar, y con afrontar a lo largo del periplo senderista, dos o tres prominencias, pongamos por caso, de trescientos o cuatrocientos metros de altura, ya tienes un desnivel acumulado, tanto en subida como bajada de seiscientos metros o más, así que, nada de venir por aquí tocando el violín y demasiado confiado, por el contrario, siempre debes andar prevenido, si bien nunca atemorizado, que diría un conocido dicho de mi gremio profesional.
Es que el paisaje cartagenero tuvo la gran fortuna de ser configurado por el hacedor como un rosario de sinuosas prominencias protegidas por escarpados precipicios que se extienden muchos metros por debajo de la superficie acuática, con el precioso telón de fondo de un profundo mar azul, componiendo así uno de los lienzos más bellos y quebrados del litoral murciano, de manera que, cuando se patea estos contornos, las buenas vistas ergo goce de los sentidos y tute corporal están más que garantizados, lo que un menda como el que suscribe, sabe justipreciar en su verdadera medida.
En fin, entremos en materia. Antes de acudir a la cita, me he dado una vuelta por una entrada que publiqué en 2019, que tenía su inicio también como hoy, en el pueblecito pesquero de El Portú. En aquella ocasión, mi objetivo fue coronar el Cabezo de La Aguja y me temo que a priori, sí que infravaloré la dureza del recorrido y el calor resquebrajante que me haría durante su realización, acudiendo a la cita, como Juan cojo por Burete, es decir, con apenas medio litro de agua. Aquel día, como hoy, reinó un bochorno abrasador, y claro, a las primeras de cambio, me quedé sin agua. ¡Paberme dao un síncope...! Y poco faltó si no llega a acudir en mi auxilio, aquel salvador y reconstituyente manantial...
Hoy, 24 de enero del 2024, espero no tropezar en la misma piedra y volverme a quedar sin el vital elemento (llevo litro y medio), en la primera gran sudada que me ocasione cualquier fuerte repecho con el que tenga de habérmelas, porque la meteoblue (mucho más fidedigna que la AEmet) vaticina temperaturas hacia el mediodía en torno a los 22º (¡cágate lorito, un 24 de enero!), y por ello resulta prudente, acudir provisto de abundante líquido refrigerante.
Y también conocía que la ruta se haría exigente, no solo por el asfixiante calor sino también por la empinada y abrupta orografía que tendría que superar y sobre todo, porque, a fin de cuentas, el autor del track la cataloga de difícil, lo que significa, sí o sí, acabar maltrecho o directamente exhausto. Pero no hay miedo. Yo acudo a estos contornos, entre otras razones, para "vivir mi modesta y particular experiencia personal", entretenerme, sudar la camiseta, contrarrestar los excesos gastronómicos y sobre todo, permitir que el paisaje me sorprenda, capturarlo si puede ser, para trasladarlo más tarde a este humilde registro de actividades y acopio de pixeles (álbum) que para mí representa este blog.
Comenzamos con imágenes de la silueta y dirección del recorrido así como cumbres y crestas a conquistar junto con la cartografía que recoge nuestro ámbito de actuación y entorno más inmediato.
Arribando a El Portú, presenciando un espectacular Marenostrum en calma, que parecía una balsa de aceite, y de momento, los cielos, libres de "cagarrutas químicas". Aunque en la cima del grandioso Puntal del Moco, fui obsequiado con las maniobras de un trío de aeroplanos de la Patrulla Águila. Sus acrobacias y piruetas me pillaron un poco distantes, pero fui capaz de congelar algunas de sus evoluciones y hacerlas distinguibles, para plasmarlas aquí, como digo, a pesar de la distancia.
Loma Garrofero
Cabo Tiñoso, que se hará omnipresente durante toda la ruta, que ya recorrimos en 2019, con ocasión de nuestra visita a la Batería de Castillitos y sus alrededores. Inolvidables excursiones aquellas.
Las siguientes dos fotografías que contemplan nuestros actuales objetivos, fueron tomadas entonces. Vértice del Puntal del Moco, donde se aprecia la empinada ascensión y denodado esfuerzo que hemos de acometer para alcanzarlo. Destacando más al fondo y a la derecha de la imagen, el soberbio Roldán.
El astro rey, todavía, desperezándose, desde la playa de Portús.
Cerro de los Siete Cucones (379m), y la Picadera, a 406 metros, lo más elevado de Cabo Tiñoso.
Asomando por la derecha, El Cabezo de la Aguja (282m).
Atravesando la playa de la Losa
Playa de la Losa
Preciosidad de mar en calma. Como diría mi padre, "hoy he caído de pie...", los astros se alinean a mi favor.
El "amurallado" camping naturista El Portús, operativo durante todo el año, brindando a sus inquilinos una suerte de perenne verano. Debe ser lo más parecido a un oasis.
Atravesamos la playa nudista a toda velocidad, pues permanecen a mi izquierda, dos tempraneros bañistas, tomando el sol en cueros, que observan mis movimientos, y nada más lejos de mi intención que me tomen por un intruso indiscreto. Me dirijo hacia aquel muro rocoso donde una pareja de mediana edad me precede, pareciendo que llevan el mismo camino que yo.
El track me dirige por la línea de costa donde al poco, asciendo los mismos escalones tallados en la roca, que ya han afrontado las personas que me preceden. La atalaya acantilada me brinda una detallada vista de todo lo ya recorrido y el complejo naturista. A los senderistas que van por delante, los observo evolucionar por la umbría, monte a través, en la escarpada ladera, en dirección a la cumbre del Puntal del Moco. ¡Qué valientes!, y no parece que lleven mochila, ni agua ni na de na...me hacen sentirme un senderista blandengue en comparación.
Alcanzando la Punta del Moco que cierra la playa de la Morena por oriente, obteniendo unas panorámicas fabulosas de la pequeña bahía. Realizo una batida fotográfica de todo el entorno.
El camping se halla a pleno rendimiento
¡Vaya!, los senderistas no parecen ser tales sino turistas, que se habían desorientado y seguramente me han tomado como referencia para recuperar el camino correcto hacia su objetivo de contemplación panorámica. Al poco les pierdo de vista porque han debido quedarse en la Punta del Moco.
El rincón se me antoja idílico, paradisíaco yo diría.
Bonita panorámica de Cabo Tiñoso
Isla de Las Palomas, isla de la Torrosa, Dársena de Escombreras, Punta Aguilona, etc.
Isla de las Palomas, conocida como la catedral del submarinismo cartagenero.
Otro paradisíaco rincón del litoral murciano, despuntando La Picadera, Morra de los Garabitos (546m), Los Castillitos y las calas Salitrona y Aguilar, que hace unos años recorrimos Hulk y yo.
Comenzando a ascender por escarpado terreno, aunque con estas vistas, ¿quién puede reparar en si es más o menos empinado...? Al frente, el bello monte Roldán, al que tenemos pensado hacerle en breve, una amplia visita. Ya lo tengo en cartera.
Enfocando hacia la cumbre de el Puntal del Moco, nuestro próximo e inminente objetivo. Pero antes, vamos a visitar una pequeña cueva o por mejor decir, lobera.
FINAL DEL PRIMER CAPÍTULO
No hay comentarios:
Publicar un comentario