Después de descender vertiginosamente por la pista asfaltada que llaman Camino de Caravaca, hacia el paraje denominado Las Corsarias, nos encontramos ya a la altura del Azud de Liétor donde se halla la Presa Hidráulica en la que nos recreamos y tomamos unas fotos.
Un parque infantil que existe por aquí, con visos de estar dejado de la mano de Dios.
Cerros de Las Corsarias, 642m.
Después de visitar la presa, hay que volver unos metros por la pista de Caravaca para coger un camino a la siniestra que discurre paralelo al río por la margen izquierda. Es un tramo muy agradable de patear, que transita entre sombras y claros, con la impresionante vista hacia lo alto de Liétor, que parece suspendido sobre un colosal roquedo; acompañados del cantarín murmullo del río, la abundante vegetación de ribera, tan tupida en algunos tramos que no te permite ver las márgenes del río, y el incesante canto de los pajarillos (es zona ZEPA) que siempre alegran la caminata. La garza y la nutria también son habituales moradores de estos andurriales fluviales. Creo recordar que a lo largo del paseo ribereño, nos podemos encontrar con dos de estos rústicos y elaborados merenderos (zona de descanso), en cuyo frente existe un coqueto puente fabricado en madera que atraviesa el río Mundo. Ineludible merodear por las inmediaciones de este paraje y tomar las fotos que estimemos oportuno.
El asolado convento aún vende cara su definitiva ruina y nos ofrece con el pundonor propio de otro tiempo, estas decorosas y bonitas fotos, porque el que tuvo retuvo.
Asomado al río Mundo por un abrupto acantilado, impresiona por sus cimientos excavados en la roca, confluyendo pueblo y piedra en un mismo escenario donde se encajan y mimetizan en una simbiosis armoniosa y perfecta.
Los restos de lo que fuera una central hidroeléctrica
La materia compacta de travertinos donde se asienta Liétor.
Y ahora llegamos al paraje natural más bonito de todos los contemplados hasta ahora, la Presa Bermeja, hecha esta aseveración desde mi particular punto de vista. El lugar me encantó, aunque claro, es muy frecuentado de los letuarios, sobre todo en la época estival y los fines de semana. Cuenta con varios merenderos y la zona de baño resulta ideal para los peques porque apenas tiene profundidad. Hay que cruzar este puente para llegar al enclave. Ideal para familias con críos pequeños.
El día que me tropecé con este idílico sitio solo habían cuatro chicos y un perro dándose un baño. No así a los pocos días de este, cuando acudí acompañado, que pululaba mayor cantidad de bañistas. Algo de lo más previsible, porque el rincón es muy bonito y reúne todos los requisitos para alivio de las tórridas temperaturas del estío.
Con estos zagales que se mostraron muy espontáneos y simpáticos, pronto hice buenas migas y les hice un mini reportaje fotográfico que más tarde les enviaría por WhatsApp. Sirva su vivaracha y refrescante presencia como referencia de las posibilidades que atesora el lugar.
FINAL DEL SEGUNDO CAPÍTULO
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