En la "Cascada del Chorreaero" coincidí con estos chicos que parecían bastante amistosos, joviales, de buen trato, así que al verles en lugar tan fotogénico tomarse fotos con el móvil, me dije, el no ya lo tengo así que, por probar no pierdo nada y les propuse hacerles unos retratos con mi cámara porque no es lo mismo hacerse un selfie con las limitaciones que ello supone que una foto como mandan los cánones, esto es, con la debida distancia y oportuno encuadre. Aceptaron, nos pasamos las coordenadas telefónicas para más tarde enviárselas y en un santiamén, este fue el resultado. De haber tenido mayor confianza me hubiese recreado un poquito más porque con gente tan guapa y bien parecida veía fotos sensacionales en todos los ángulos de encuadre, pero tampoco era cuestión de abusar. No hay que ser un lince de perspicacia para colegir que estos parajes se tienen que poner a tope de gente los fines de semana y fiestas de guardar, de manera que me fue todo al pelo, todo desierto salvo la presencia de esta simpática pareja que actuaron de modelos para obtener una estupenda referencia y cotejo de la espectacularidad real del enclave. Desde aquí les mando un afectuoso saludo.
Ni qué decir tiene que al verles con el perro, me acordé mucho de mi Viky y algo dentro de mí palpitó.
El paraje natural es bonito a rabiar.
Ellos al poco se marcharon y creo que utilizaron el mismo camino de la ida. A mí me marcaba el gps otros derroteros así que anduve todavía mariposeando un buen rato por aquí mientras me comía un plátano y un popurrí de frutos secos para recuperar energías. Me sentía todavía un poco aturdido por el testarazo sufrido contra la techumbre de la cueva, pero era cuestión de tiempo que se disipara. Aún me pregunto si la imperecedera ánima en pena de la mora, vagando in aeternum por el pulgatorio, no tendría algo que ver en mi doloroso lance...
En las páginas de turismo se aconseja que se regrese por el mismo camino de la ida, lo que me parece lógico si se ha dejado el coche en los aparcamientos del merendero y se pretende andar lo imprescindible para visitar las tres cascadas. Pero en el itinerario que hoy me sirve de cicerone (track), desde la cascada se retrocede unos metros por el camino de la ida para luego coger un sendero que nos sale a nuestra derecha. Atravesamos una zona de huerta, acotada por altas alambradas a derecha e izquierda formando un estrecho pasillo, con unos abrigos que se observan en la pared rocosa a nuestra derecha que llaman poderosamente mi atención, ya que, aprovechados por el hombre como refugio o alojamiento para trastos, se hallan muy ennegrecidos los techos y paredes. Una de las espaciosas cavidades con puerta de reja, se encuentra tan llena de cachivaches y cochambre que produce daño a los ojos. Pero no seré yo quien mancille tan bellos paisajes por un "quítame allá esas pajas" de circunstancial inmundicia humana, que además pilla al margen del circuito turista.
Aún nos acompañará a nuestra espalda y durante bastante tiempo, una vasta panorámica donde la Cascada del Chorreaero, todavía se erigirá en máxima protagonista del encuadre.
FINAL SEXTO CAPÍTULO
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