17 mayo 2023

BOGARRA, POR LA RUTA DE LAS ESCULTURAS Y EL ARROYO DEL BATÁN IV

Ahora se retrocede hacia donde se hallan los pies y desde aquí parte una senda en subida con dirección SUR. Fotografiando el extremo más al OESTE de la bella garganta que se extiende a lo largo de la denominada Hoz de Bogarra, según me voy acercando a Cueva la Mora.
La pista de tierra que viene de la cercana carretera CM-3216.
Cerro del Padrasto, 1502m, de los montes más prominentes de la sierra, al encontrarse justo a la entrada de la misma, de modo que no hay ninguna altura superior en la mayor parte de su entorno, salvo al este y sureste. Por este motivo, las vistas son de las más espectaculares de la Sierra de Segura, pudiéndose otear desde su cima, en días despejados, el corredor de Almansa y Hellín, la Cuerda de las Almenaras, los Calares del Mundo y la Sima, las sierras de Caravaca y Moratalla, en Murcia, e incluso la Sagra granadina. Creo que está restringido el tránsito de vehículos a motor, 1 kilómetro antes de llegar a la cima por la existencia de una barrera. En el mapa veo que a la cumbre (con antenas) le llegan sendas pistas, una de ellas, por el ESTE, procedente de Bogarra. La otra es la que arrancando de la mencionada CM-3216, si dirige al Batán de Bogarra, pico Padrasto y Yeguarizas, etc. Es una cima que no he tenido más remedio que colocar en lista de espera, así que, sospecho que volveré por aquí la temporada que viene.
Lo que queda de esta antigua tinada nos brindó alguna que otra foto interesante.
Acercándonos a los abrigos donde se ubica "Cueva la Mora"
Por esa pasarela sobre el Arroyo del Batán cogeremos la senda de camino hacia la cascada más espectacular de las tres, la traca final, la que llaman del Chorreaero.
El abrigo se encuentra taladrado de oquedades por doquier
El acceso a la Cueva, como se ha podido observar, está indicado, bien señalizado y asegurado mediante pasamanos con cadenas.
Este es el paso más difícil justo antes de plantarnos en el umbral de la cueva y ya se observa que esos amplios escalones naturales y la cadena a la izquierda, nos brinda la seguridad necesaria para acceder a la oquedad con facilidad, bien arrimados a la pared rocosa.
Como no esperaba encontrar nada en su interior salvo la cavidad misma, me llevé una agradable sorpresa al descubrir dentro tan espectacular tótem esculpido en madera.
Como toda buena cueva ubicada dentro del antiguo Al-Ándalus, atesora su leyenda y esta cuenta que en ella habitaba una hermosa mora de piel aterciopelada que quedó sola y desamparada tras la muerte de su amado en una de las incontables refriegas que tuvieron lugar entre moros y cristianos, poco antes de ser definitivamente expulsados los primeros, tras la caída del último bastión mahometano, Granada. La mora bajaba todas las noches a peinarse al arroyo, ostentando en su tocado una peineta de oro. Dicen que tan triste y sola se sentía, que una noche de San Juan murió de pena y desde entonces, a eso de la media noche y por la misma fecha, el espíritu de la mora baja a peinarse al arroyo y los cabellos que caen al río al instante se convierten en relucientes hebras de oro.
Existe otra versión del cuento un poco más retorcida, más vaporosa por así decir:
Cuenta la leyenda que en esta cueva se refugió una bellísima mora, que la habitó hasta su muerte. En la noche de San Juan, cuando por el sendero del arroyo del Batán pasa un hombre, aparece con un puñal de diamantes en la mano y le pregunta: ¿Me prefieres a mí o al puñal de diamantes? Si contesta que prefiere el puñal, con él le da muerte. Si por el contrario, responde escogerla a ella, le espera una terrible muerte, comiéndose su propia lengua. Si quien aparece es una mujer, no debe mirarla directamente a los ojos, porque si lo hace, será la malaventurada transeúnte quién ocupe su lugar. Vamos, que eches por donde eches, te pilla la mora, solo te libras de chiripa. ¡Que me lo digan a mí!
La abertura de la cueva vista desde el interior, que me recuerda la forma de la cueva del Águila, en la sierra de Mojantes.
En estas tomas se puede apreciar la envergadura de la escultura.
Y aquí fue donde sufrí un percance de lo más estúpido que no tuvo mayor consecuencia que la de un chichón, dolor de cabeza y posterior embotamiento que me acompañó hasta el siguiente destino a visitar, la cascada de la Cueva o de En medio, como también la he leído referida. Y es que andaba inclinado sobre la mochila buscando el tarro de los frutos secos, y olvidando por un instante, que sobre mí, la altura de la cueva era bastante más reducida que en el fondo...¡zas!, al tratar de erguirme me llevé tal hostión contra ese pico que se observa en la fotografía que aparte de descoyuntarme las cervicales, me dejaron noqueado, mareado y a punto del desmayo. Fue tal el impacto que como se suele decir, vi las estrellas y hasta brotó de mi cocorota un poco de sangre. Como no sabía si el contratiempo podía acarrearme alguna consecuencia ulterior (desvanecimiento, síncope...), mientras mantenía la lucidez, procuré salir de la cueva lo más rápido posible, no fuera que de pronto, quedara inconsciente y amaneciera al día siguiente sin que nadie antes, hubiera advertido mi presencia en pro del auxilio.   
Situado a la vera del cauce, me despojé de todo apechusque y sumergí la cabeza en el arroyo. Las frías aguas del Batán ejercieron su efecto lenitivo y casi me dejaron como nuevo. Aliviado de que el percance no hubiera ido a mayores, me llegaron voces y tras recomponer rápidamente mis aperos senderistas, reanudé la marcha en dirección a la "Cascada de En medio".
Para situarse debajo mismo de la catarata, si no pretendes someter a prueba la eficacia de la membrana impermeable de tus zapatillas, hay que evolucionar apoyándose en la superficie plana de estas tajuelas. Mediante esta inopinada prueba de equilibrio obtuve la constatación definitiva de que la recuperación del fuerte coscorrón sufrido andaba ya por buen camino.
Una vez aquí, cautivado por el ensordecedor fragor de las aguas cayendo en torrente, te olvidas por un instante de todo contratiempo anterior y hasta de quien eres, sintiéndote solo una insignificante criatura más, fundida con la naturaleza. Siempre fluyen grandes emociones procedentes de lo ancestral cuando la natura y el hombre se reencuentran.
Aquí solo quedaba abandonarse, embelesarse y dar rienda suelta a los resortes fotográficos.
"La naturaleza no es como los humanos. La natura es sincera".
Al volver sobre mis pasos, ya que no se puede seguir evolucionando arroyo arriba, me tropiezo con una joven pareja, acompañados de un perro, que se dirigen a la cascada. Les indico que se hallan a escasos metros de arribar a la catarata. Que se preparen porque el rincón es espectacular. Deben ser las personas cuyas voces percibí a lo lejos.
Vuelvo a cruzar la pasarela sobre el arroyo donde antes me refresqué y por la margen orográfica izquierda, sigo la senda e indicaciones en dirección al "punto estelar" de la Ruta de las Cascadas.
Pared donde se halla ubicada la Cueva La Mora
Por encima y a la derecha de la fotografía discurre la pista que nos lleva a la cima del Padrastro.
Las primeras vistas hacia "La Cascada del Chorreaero" no se hacen esperar. Espectacular, el plato fuerte del día promete. Por lo que he visto, el sendero nos lleva hasta situarnos al pie mismo de la catarata. A todo esto, la pareja me adelanta. No han debido recrearse mucho en la Cascada de la Cueva.
FINAL CUARTO CAPÍTULO

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