26 mayo 2019

SIERRA DEL FRONTÓN I

Las comparaciones suelen ser innesarias y por demás, odiosas, pero cuando frecuentas estos parajes de Moratalla, tienes la sensación de que ningún otro paisaje de nuestra comunidad supera en serenidad y belleza este poético lienzo campesino que mantiene su pureza y conserva el mismo rostro desde tiempo inmemorial. La frase hecha "el tiempo parece haberse detenido" le queda pintiparado a este campo de Moratalla que rezuma armonía y sosiego por cada uno de sus puntos cardinales. Para confrontar cuanto afirmo, vamos de nuevo a encaminar nuestros pasos hacia una atalaya que nos permita visualizar en modo panorámico, la parte de la cuenca del río Alhárabe, que ya hemos recorrido y cruzado a su nivel, pero desde la margen derecha y en altura, la que queda justamente enfrente del Lanchar, ese que ya hemos registrado en precedentes entradas a la que nos hallamos. Nos referimos a la sierra del Frontón y al descollante y omnipresente otero, que también hemos mencionado y fotografiado desde la distancia, en anteriores episodios de nuestro cronológico relato. Para esta excursión, propuesta en el sentido horario, vamos a contar con la inestimable ayuda de nuestro ínclito guía montañero favorito, tocayo Alfonso, alias Alsamur, que nos conducirá, una vez más, de manera infalible y precisa a la cota más alta de esta interesante montaña.
Me salieron algo más de 14 kilómetros y los hicimos en el primer día bueno, de una serie de bienaventurados días lluviosos que acaecieron a finales del mes de abril del 2019. Ya veremos en algunas imágenes, los caminos y campos rezumando agua, sinónimo de vida y esperamos, halagüeñas y feraces cosechas de sus campos. Además, lo decimos porque lo constatamos siempre, nuestra tierra de continuo tan seca, cuando caen cuatro gotas, se muestra tan agradecida y exultante que sus árboles y campos se encienden de verde como una cancha de fútbol de césped natural cuando la riegan.
Salvo el tramo en ascenso desde el cortijo de la Pegueruela al alto del Frontón, con sendero por momentos, algo difuso, la ruta senderista se realiza por caminos y pistas sin complicación que no sea otra que la de salvar esos doce o treces kilómetros de que consta esta excursión.   
Dejamos el coche en la solitaria y apacible ermita de San Pedro, desde la que fotografiamos el cementerio de Las Casas.
Cerro de Las Muelas
Antes de comenzar nuestra excursión le damos una vuelta a la ermita.
Ya se aprecia en esta imágen como de inundados se hallan los campos. ¡Qué hermosura!
Varios cortijos nos flanquean por la derecha e izquierda. No especificaremos su denominación por si incurriéramos en error, aunque el de la imágen inferior podría ser el de Cañete.
Y este otro el de Las Casas.
Las sierras de la Garra y de la Gorra se tocan. No las hemos contemplado en esta secuencia de entradas por hallarse visual y orográficamente al margen de la influencia directa del río Alhárabe, y porque ya las hemos visitado, no hace demasiado tiempo.
Campos Casa de Eras
Cortijo de Carrasca Hueca
La arista del Frontón, aquella en que en nuestra segunda incursión a esta, nos tropezamos con una bandada de dinosaurios de lo más dados al frívolo y vulgar postureo.
Bajo uno de estos pinos dejamos el coche.
Toda la extensión de la cuerda del Majal de la Cruz y asomando a su derecha, la Molata de Charán.
¡Qué delicia de caminos!
El enclave del cortijo de la Pegueruela resulta idílico.
Cerro de Juan Corrales en la sierra de los Álamos
Cortijo de la Pegueruela
Cuando hace veinte años, recorrí estos parajes en bicicleta, yendo con un amigo, obviamos el manantial por desconocer su existencia. Nos hubiera venido bien echar un buen trago de su enorme caño.
El cortijo se encuentra algo desangelado pero todavía conservado y en buen uso
Sentado en el poyo, la espalda descansando en el lateral del muro, me zampé el bocata. Existen instantes de paz y plenitud espirituales que al menos yo, no soy capaz de saber describir con palabras.
Y poner el hocico directamente bajo el caño, entreabrir la boca para no atragantarte, mientras se te calan los dientes pues la gélida agua parece que traspasa y zahiere el esmalte...álgidos goterones que desde la sotabarba resbalan hacia el cuello y el pecho, produciéndote escalofríos. Estas maniobras y sencillos gestos, empapados de naturaleza no tienen precio. 
Un privilegiado el morador/es de este cortijo
El auténtico nacimiento de la fuente se halla más arriba.
Mirando hacia la sierra de la Muela
Desde el cortijo alcanzamos de nuevo el camino que antes habíamos abandonado, que conduce a la bonita villa de Moratalla. A los pocos metros lo dejamos y cogemos una senda bastante difusa a nuestra derecha que exige atención para localizarla y no perderla. El inicio de esta nos muestra por un lado un bosque de pino negral salpicado de encinas dispersas, alguna de gran tamaño no lejos del cortijo a la izquierda que ya dejamos a nuestra espalda. Además es interesante apreciar la existencia de un grupo de nogales que si bien son árboles plantados para aprovechar su fruto, constituyen un auténtico bosquecillo naturalizado que debe ofrecer comida y refugio a variopintas especies animales. La senda, poco transitada pero a intervalos indicada con mojones que algún buen samaritano senderista se ha entretenido en disponer, discurre entre un sotobosque de sabina negral de buen porte, enebros y la arisca aliaga, que si no prestamos la debida atención, nos flagela con sus espinas.
Ya en el collado, antes de enfilar a nuestra derecha, la recta final hacia la cima, que requerirá de puntuales trepadas sencillas para superar algunos escalones rocosos, se nos ofrecen las primeras magníficas vistas hacia los campos de Béjar y la sierra de la Gorra, con los picos de los Pájaros y del Pajarón destacando altivos sobre el horizonte.
La contigua sierra de la Garra
La ermita de San Pedro, acercada con el zoom de la cámara
Precioso y ubérrimo valle el de Béjar. Parecen los mismos prados que en los años setenta frecuentó la inolvidable Heidi. ¡He aquí la suiza murciana de los campos de Béjar!
El tejado del cortijo de la Pegueruela, desde casi la cima de la sierra del Frontón.
Oteando hacia la sierras de La Muela y del Cerezo
Embelesando la mirada y todos los sentidos con la lozana y esplendente pradera bejariense.
FINAL PRIMERA PARTE


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