Con razón dicen que los caminos del trotamontes solitario son inescrutables, pues yo lo único que pretendía era tomarle unas fotos al amanecer desde la cumbre del calar de Salchite, antes de subir al Frontón, y que además, se trataba de hacer un reconocimiento rápido en coche y por supuesto nunca imaginé que la visita diera para tanto recorrido a pie. En fin, que lo de dar con la cueva de la Nariz, me lo tomé muy a la ligera y una vez más, me volvió a dar esquinazo. Parecía ahí encima, al alcance de cualquiera y mira tú por donde, se descuajaringó de la risa en mis mismicos morros. De todos modos, mi nueva incursión a los campos de Salchite no resultó en balde pues me ofreció un paisaje distinto al habitual, con algún que otro motivo fotográfico interesante del que dimos cumplida cuenta, disfrutando del hermoso cielo cumuliforme, colonizado de algodonosas nubes a cual más pintoresca.
Como antes decía, la "toma" de la dichosa cueva de la Nariz se me volvió a resistir. La subestimé, pensando que me resultaría sencillo encontrar el camino que me llevaría a su entrada, utilizando alguna de las cornisas de su flanco oriental. Me acerqué al lugar muy decidido a fotografiar a Yoda en el umbral, pues ¡qué mejor lugar donde tomarle unas fotos a este personaje milenario que un emplazamiento ancestral en el que pulularon individuos que le fueron coetáneos...? Pero no acudí a la cita bien documentado. Tenía que haberme tomado tal propósito de forma mucho más concienzuda.
Trepando y evolucionando por esas quebradizas cornisas que se observan en la imágen, el riesgo de caída libre al vacío era harto manifiesto, así que, aborté precavido la misión, al menos por este lado y decidí explorar una cárcava cuasi vertical que observaba a mi mano derecha.
Me encontré con dos o tres grutas, poco profundas, que aprovechamos para tomar estas fotos, que ya lo dice el refrán, a falta de pan, buenas son las tortas...
Yoda, en este lugar, de seguro traspasado y penetrado de reminiscencias de épocas remotas, ya casi perdidas en su memoria.
Durante mucho tiempo permanecieron surcando los cielos de Salchite, numerosos especímenes del buitre leonado. Creo que se acercaban a investigar si la Viky podía de alguna manera convertirse en su cena.
La guarida que utilizamos a modo de balcón con vistas, era extraordinaria.
A posteriori, buscando información, sí que di con una detallada descripción de como hallar la entrada a las cuevas de la Nariz.
Las cuevas de La Nariz, en la Umbría de Salchite, se hallan en la fachada meridional de la Sierra de Calares de la Capilla, próximas a la cumbre, virtualmente colgadas en el cantil de calizas dolomíticas ante el que se abre la panorámica de los Campos de San Juan.
Con una altitud de 1.330 m. sobre el nivel del mar (la cumbre está a 1434 m.) y una altitud relativa sobre el valle por el que discurre el río Benamor de 270 m.
El acceso el yacimiento es de una notable dificultad a lo largo de las cornisas del cantil en penoso ascenso. Una vez a la altura del yacimiento, el único acceso al mismo se ha de hacer penetrando por una estrecha cueva que, haciendo un codo, da a la reducida explanada de pronunciada pendiente que hay frente a las cuevas.
Una vez en la zona del yacimiento se observan tres grandes oquedades similares, por la que se accede y las dos siguientes, casi idénticas. En toda la zona, así como en el túnel de acceso, las aberturas naturales muestran claras huellas de retoque por mano del hombre que ha agrandado las zonas convenientes rompiendo la caliza tabular de las paredes.
Las dos cuevas que llaman nuestra atención tienen las paredes paralelas y de una regularidad considerable mientras que el techo, siguiendo el buzamiento natural de los estratos baja, en convergencia con el suelo ascendente hacia el fondo de la cueva, en que la altura apenas llega a dos metros. Un gran pilón ocupa el ángulo derecho, con una altura de 1 m. aproximadamente en ambos casos. La parte central, cóncava recoge el agua que discurre por la pared y que sale por un pequeño canal central al derramarse en el piso en pendiente de la cueva.
No es posible averiguar si estas piletas son o no naturales pese a lo sospechoso que resulta el hallarse dentro de ambas cuevas en igual disposición y orientación. Las coladas estalagmíticas han creado una gruesa costra calcárea y el musgo y las arcillas enmascaran las estructuras en la parte baja de la misma.
La prospección efectuada en 1977 puso de manifiesto el particular interés del yacimiento. La proporción de cerámica importada, sobre todo campaniense y fragmentos de un ánfora tipo Dressel I nos hizo pensar que nos hallábamos ante algo más que una vivienda ibérica aislada del s. II a.C. de algún pastor. Por otra parte el lugar era absurdo para ubicar allí una vivienda por su difícil acceso y su carencia de funcionalidad dada la gran pendiente y estrechez de la zona de las cuevas, abocada al cantil. Junto a las cerámicas importadas, la mayoría de claro valor suntuario y que por ello consideramos cultual en este caso, hallamos fragmentos de vasos pequeños y de urnas de pasta fina y buena factura. El conjunto evoca materiales cerámicos propios de un lugar de culto.
Una posterior visita a la zona dio como resultado el hallazgo de algunos fragmentos de urna con una gruesa película calcárea cubriéndolos.
Insistimos en que en estas cuevas se encontró un fragmento del vaso ibérico conocido como la Diosa de los Lobos, en la umbría de Salchite, Moratalla, Murcia. Referimos otro estudio y descripción diferente al ya reseñado, que juzgamos también muy interesante.
Fragmento de urna ovoide, correspondiente a la parte central y superior de la misma, próxima al borde. Cerámica común fina, color rosáceo. Pintada en rojo amarronado tras la cocción. Representa una figura humana al parecer femenina, en pie, de frente, con los brazos extendidos. La figura ha sido silueteada y posteriormente rellena de pintura excepto los detalles más significativos como la diadema, marcada como una banda horizontal en reserva con pinceladas a modo de dientes verticales. Los ojos igualmente en reserva son dos triángulos con vértice hacia abajo y círculo central plano. La nariz se reduce a un simple rectángulo alargado también en reserva, mientras que para la boca el pintor ha seguido la misma técnica que para la diadema. Las orejas, se reducen a gruesas pinceladas circulares, dejando en ambas una reserva en forma de vírgula. El conjunto de la cara es insólito en la ya de por sí escasa representación de rostros de frente en la pintura ibérica. Más bien parece aquí evocar la presencia de una máscara que de un rostro humano.
Las líneas del cuerpo, sinuosas, parecen evocar las formas femeninas, con el tórax estrecho con un trapecio central en reserva marcado por dos diagonales y una perpendicular central. La cintura se ensancha considerablemente quedando destacada una doble banda en reserva, a modo de cinturón en su parte más ancha. La banda superior a base de líneas inclinadas y la inferior con líneas verticales. En la parte inferior del cinturón, plena la silueta como el resto de la figura, la pintura es más clara y desvaída y se sobrepone a unos trazos previos que parecen indicar la cruz inguinal o bien una prenda a modo de braga. Las piernas, rígidas y más irregulares no poseen la frontalidad del resto de la figura. Las rodillas son gruesas y prominentes y las piernas, cortas en relación a los largos muslos, acaban en unos pies que parecen levitar sobre un escabel en el que apenas toca con el pie izquierdo. Los brazos son excesivamente cortos, hecho que discrepa de la proporcionalidad general de la figura, relativamente respetada en el resto. Parece que carece de antebrazo y manos en cuanto a su escasa longitud y en ambas extremidades su final es la cabeza de un canino o zorro con las patas delanteras colgando. Su apariencia es la de unas pieles que forrasen el brazo de la deidad. Sobre el hombro hay unos trazos que evocan la figura de una antorcha o más bien podría ser el rabo o jopo del animal del brazo.
La figura va contorneada por una línea que circundando el rostro tiene la apariencia de un manto. Continúa la línea bajo los brazos llegando hasta la parte baja del muslo donde sus esquinas se redondean viéndose también entre las piernas. Decorado con una franja de líneas perpendiculares al borde, evoca los tipos de manto de la pintura ibérica y los representados en la escultura como una cenefa plisada. Aún en la parte superior de la cabeza unas líneas parecen indican otro aditamento curvo, quizás una mitra ancha, y una línea, que sólo se conserva en la parte izquierda de la figura, quedando un tanto enmascarada por la gruesa banda superior que cierra la composición, parece un largo cuerno, destacando la punta sobre dicha banda.
La parte superior de la figura está enmarcada en una especie de metopa, quedando a la izquierda de la misma una representación que evoca la figura de un abeto. Dos bandas paralelas con zigzag central enmarcan ambos lados. La parte izquierda conserva parte de la escena siguiente. La zona enmarcada se divide en dos por una doble línea con perpendiculares. En ambos espacios aparecen dos carnívoros, ¿zorro y lobo? en actitud de marcha hacia la figura central.
En la parte inferior hemos hecho referencia a un elemento del que suponemos se conserva la mitad y que parece un escabel de cuatro patas, igualmente pleno, la parte superior erizada y la inferior con una especie de colgaduras triangulares. Parece evocar una piel peluda. La parte superior de la pata rebasa la caja o pasante y en la parte inferior tiene un estrechamiento próximo a la base, ensanchada a modo de pezuña.
A la izquierda del escabel hay un fragmento de la representación de un animal que al parecer marcha hacia la izquierda y que por el extremo de su tronco y la extremidad conservada evoca la figura de una gallinácea. En la parte inferior hay representada parcialmente otra figura, ésta en el interior en retícula diagonal, de cuerpo igualmente fusiforme del que parecen arrancar dos patas y que igualmente podría representar un ave similar.
Como antes decía, el calar del Majal de la Cruz ha dado bastante de sí, sobre todo si tenemos en cuenta que solo llevaba idea de echarle un somero y rápido vistazo, para comprobar qué horizontes podía ofrecerme desde lo más alto, mientras fotografiaba el amanecer. En los días previos, mientras recorría el Alhárabe, la visión de ese formidable muro que parece sostener el majal, cual colosal obra de mampostería, iba llamando poderosamente mi atención, por la verticalidad y formidable extensión longitudinal de sus paredes, así que, habiéndome dedicado estos días, a hacer un amplio barrido de la zona, estaba claro que me sentía inducido a explorar el calar, por lo de interesante que desde su cima me pudiera encontrar. ¡Y vaya si nuestras pupilas quedaron ahítas de puro frenesí panorámico! Bien podemos decir que los resultados han sido claramente superiores a las expectativas preconcebidas, no solo por el compendio de paisajes disfrutados en sí sino también por la existencia de la cueva santuario de la Nariz que, tras conocer los detalles sobre la función probable que a esta adjudicaron aquellos remotos antepasados nuestros, deducidos merced a los hallazgos y estudios arqueológicos que se vienen realizando desde los años setenta, qué duda cabe que el paraje adquiere a nuestros ojos, un renovado e inusitado interés. Ya hemos indicado también que las márgenes y zonas colindantes al rio Alhárabe, albergaron gentes de un pasado reciente, cuyo testimonio, nuestro escritor de cabecera, Jesús López, ha sabido recabar y plasmar muy bien en su libro, Y también se vivía…del cual hemos fusilado algunos extractos que esperamos y confiamos no hayan zaherido en exceso los legítimos derechos de su autor; y seres humanos de épocas remotas, que se buscaron la vida al socaire de un hábitat fluvial que les proporcionó sustento, defensa y abrigo en épocas en que las disputas a muerte entre clanes, osos y lobos estarían a la orden del día. Sabemos que los estrechamientos y cañones por los que discurre el río se hallan cuajados de vestigios en forma de pinturas que aquellos antiquísimos congéneres nos dejaron como recuerdo y rastro de su forma de vida, costumbres y entorno en el que habitaron. Al hombre, desde tiempo inmemorial, le ha impelido el afán, muchas veces vanidoso, de dejar su impronta, huella y logros que lo hicieran inmortal de cara a las generaciones futuras. Gracias a ello, se ha podido escribir y construir parte de la historia y legado, de quienes nos precedieron.
Para finalizar esta serie de capítulos que han discurrido por los campos de San Juan y el río Alhárabe, donde hemos conocido algunos de sus molinos y cortijos, la mayoría ya devastados por la carcoma y el olvido, pensamos dar por finiquitada esta secuencia de entradas blogueras, ampliando nuestro radio de acción hacia el campo de Béjar.
Para ello, recorreremos una extensa franja de la sierra del Frontón, llegando a su cota más alta y a una de sus aristas más abruptas y por ende bellas, la que mira hacia el río moro, donde contra todo pronóstico, nos tropezamos con un grupo de dinosaurios, oriundos de Burete, que en vez de despedazarnos y devorarnos, comportándose afines a su instinto, costumbre y naturaleza, lejos de ello, como digo, se dedicaron, cágate lorito, al postureo más atroz que imaginarse pueda, con la intención pueril de rivalizar en cuál de los especímenes allí congregados posaba y lucía mejor para las fotos. ¡Voto a Bríos que nunca vi nada igual! En fin, este repaso, lo haremos mediante dos excursiones, que nos habrán de servir para aumentar las excelentes sensaciones que nos traemos de esta tierra fecunda y bravía como lo fueron y serán siempre, su ancestral historia y antepasados que la forjaron. Y como si sigo escribiendo, llevo camino de que me suceda lo mismo que al patético y decepcionante final de Juego de Tronos, pues aquí y ahora lo dejo, ahora que todavía estoy a tiempo de servirme de lo que en su día profiriera Napoleón Bonaparte cuando soltó aquello de que una retirada a tiempo, es una victoria...
Para ello, recorreremos una extensa franja de la sierra del Frontón, llegando a su cota más alta y a una de sus aristas más abruptas y por ende bellas, la que mira hacia el río moro, donde contra todo pronóstico, nos tropezamos con un grupo de dinosaurios, oriundos de Burete, que en vez de despedazarnos y devorarnos, comportándose afines a su instinto, costumbre y naturaleza, lejos de ello, como digo, se dedicaron, cágate lorito, al postureo más atroz que imaginarse pueda, con la intención pueril de rivalizar en cuál de los especímenes allí congregados posaba y lucía mejor para las fotos. ¡Voto a Bríos que nunca vi nada igual! En fin, este repaso, lo haremos mediante dos excursiones, que nos habrán de servir para aumentar las excelentes sensaciones que nos traemos de esta tierra fecunda y bravía como lo fueron y serán siempre, su ancestral historia y antepasados que la forjaron. Y como si sigo escribiendo, llevo camino de que me suceda lo mismo que al patético y decepcionante final de Juego de Tronos, pues aquí y ahora lo dejo, ahora que todavía estoy a tiempo de servirme de lo que en su día profiriera Napoleón Bonaparte cuando soltó aquello de que una retirada a tiempo, es una victoria...
PD. APORTACIÓN A POSTERIORI DE JJ
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!
Interesante excursión. Todo el Calar está geológicamente compuesto por calcarenitas y calizas bioclásticas del Mioceno
ResponderEliminarAhí va otro vídeo sobre las cuevas
ResponderEliminarhttps://youtu.be/eSsOGuN4J7U
Interesantísimo. Muy ameno y didáctico, de una producción magistral. Gracias.
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