15 mayo 2019

SALCHITE Y LOS CAMPOS DE SAN JUAN II

Al final me salieron dieciocho kilómetros, realizados en el sentido de las agujas del reloj. Sin track siempre parece el camino mucho más divertido, aunque algunas veces, ese plus de incertidumbre se puede indigestar, sobre todo si con los kilómetros ergo la fatiga acumulada, se toman decisiones equivocadas. No fue el caso porque caminando en la más completa soledad, tengo por costumbre asumir el mínimo riesgo indispensable para sortear los obstáculos que me voy encontrando. Muy claro lo tenía que ver para intentar bajar por el muro del norte del Calar de la Capilla, y aún así arriesgarme a tropezarme con el Rey de la Noche al mando de los Caminantes Blancos que vinieran del río Alhárabe, Puertas de Moratalla o de Somogil, que nunca se sabe por donde te pueden salir esos muertos vivientes; ¡que por nadie pase! El problema estriba en que padezco de tal empacho de Juego de Tronos que ahora no veo más que zombies y dragones por todas partes. He visto las ocho temporadas excepto el último episodio que aún queda por emitir, en algo más de dos semanas, y la verdad es que al final acabé alelado, por demás, irremisiblemente enganchado. Y mira que a mí ese tipo de cine fantástico, irreal, imaginario del tipo El Señor de los Anillos y similares no me atrae en absoluto, pero tanto insistieron algunos compañeros del curro, en que le diera una oportunidad, que me iba a gustar, que empatizaría muy pronto con algunos de sus personajes, que al final, en efecto, sucumbí a su capacidad de seducción y una vez comencé a ver los primeros capítulos, ya no pude ni quise parar. Supongo que tarde o temprano tendré que hacer alguna reflexión al respecto pues algunos capítulos y escenas, por su crueldad extrema, me dejaron turulato, en grado sumo patidifuso. Ocho años permaneciendo a salvo y al margen del trepidante influjo de Juego de Tronos, serie televisiva de la que todo el mundo hablaba, y ahora que la he visto, entiendo las razones y el porqué de su éxito. En fin, aquí lo dejo. Ya volveremos sobre el asunto en otro momento y entrada.
Decía el otro día que desde la cumbre de Salchite se puede disfrutar de una de las panorámicas más bonitas y visualmente placenteras de la provincia de Murcia. Es una afirmación completamente subjetiva, personal, pues nuestra tierra atesora muchos y diversos lugares de verdadero encanto que solo precisan de un poquito de espíritu aventurero y explorador para adentrarse en sus rincones y disfrutarlos. Cada cual albergará su propia opinión y parecer al respecto. Sin embargo, el paisaje que se divisa mirando desde la cima de una de las aristas del Frontón, hacia los campos de Bejar y de San Juan, tampoco le anda a la zaga al de este, mucho más ahora que los sembrados comienzan a verdear. Más adelante lo comprobaremos.
Ya hemos dejado dicho también que estos contornos están sembrados de vestigios que nos dejó el hombre prehistórico de la edad del bronce. Sin ir más lejos, debajo de nosotros, en la cueva de la Capilla y de la Nariz, lo mismo que en aquellas de Bajil, existió un poblado argárico, donde se han hallado yacimientos de notable interés arqueológico. 
Nunca me hubiera amaginado que desde esta atalaya, con tan antiestéticas antenas en su cumbre, tantas veces divisada pero apenas advertida desde la distancia, se me pudieran ofrecer tan exuberantes y magníficos horizontes.
...cuando los gitanos traspusieron por en medio de los chaparros, los arrieros siguieron camino, mirando al monte con la boca abierta. 
Un poco más abajo se encontraron con un hombre que llevaba una carga de leña. 
- Buen hombre, ¿ha visto usted unos gitanos desnudos corriendo por ahí? 
- Sí que los he visto, sí.

- ¿Y por qué iban así?

Entonces el hombre, que le habían contado lo sucedido, les explicó:

"Por lo visto, la pareja de la Guardia Civil y otros dos o tres hombres, que no sé lo que pintaban, han encontrado a los gitanos, que estaban pidiendo, o yo que sé lo que harían por allí. Habría unos doce o quince gitanos de esos rulanderos. Cuatro o cinco hombres y mujeres de mediana edad, dos o tres más jóvenes y lo demás críos. Un avío de críos de varias edades. Entonces, por lo visto se los han llevado a un molino de por ahí abajo. No sé cuál sería. Una vez en el molino, se han liado allí a voces, llamando al molinero. Cuando ha llegado el hombre, los civiles y los tíos esos han ido metiendo a los gitanos en el cárcavo del molino, que es bastante grande. Metían una tanda de gitanos y le decían al molinero:

- Tira de la rasera, que vamos a fregarlos.

Salía el chorro de agua y los gitanos se llevaban un chapuzón de miedo. Los pobres se quedaban pínfanos de frío, porque el agua del río está más helá que el reguillo. Conforme los sacaban, los dejaban en la calle desnudos en porreta, así como los han visto ustedes. En tres o cuatro tandas han fregao a la cerca de gitanos entera. Después, al remate, los civiles iban cogiendo las ropujas que llevaban los gitanos y las echaban al río.

Oye, los hombres que estaban con los civiles se meaban de risa. Se ve que le veían gracia a aquello. No se sabe quién serían esos tíos. Digo yo que andarán por ahí buscando algún negocio o algún trajín de algo.
Búscale... El caso es que a los gitanos los han dejao en porreta y así se han escapao a correr por esos montes".

Luego se supo que los gitanos llegaron hasta Fotuya. Allí, el Rojo de Fotuya los acogió y les dio unas mantas que tenía y algo de ropa vieja para que pudieran protegerse las criaturas. El Rojo de Fotuya, para esas cosas, se ve que tenía el hombre buen corazón. Como entonces había tanta necesidad y bastantes familias pasaban estrecheces, el Rojo de Fotuya les preguntaba:

- ¿Qué os hace falta?

Pues un poco de trigo, a ver si podemos hacer pan para esta semana, que no tenemos pan en la casa.

Pues iros tres, cavar esos bancales de arriba y ya me decís qué más necesitáis.

Aunque no hiciera falta, los mandaba a que arreglaran la tierra para luego sembrar patatas o cualquier otra cosa.
Hulk es muy pájaro y siempre sabe escoger las excursiones donde puede lucir su hercúleo chasis. A mí, siempre lo he dicho, no me cuesta trabajo ofrecerle el alpiste canario que precisa su ego. En cierto modo, esa fotogenia ergo vanidad de la que hace perenne gala me permite jugar con la cámara. Aquí lo tenemos al tío encaramado en el tubo del vértice geodésico de Salchite (1369m), luciendo palmito con un marco de fondo que ya quisieran muchos modelos profesionales.
Ni esas descomunales espaldas, perfectas para cargar sacos de trigo o almendra, que luce nuestro Hulk, es capaz de eclipsar tan hermoso paisaje de los campos de San Juan. 
Aquí, el humilde artífice de este remedo o simulacro gráfico de reportaje senderista
Cortijo y Peñón de los Tormos
Cortijo de la Fuentecica, con la que luego tropezaríamos. Casi todos los topónimos tienen una explicación, pasada o todavía existente.
Me hallo en estos momentos en un lugar que rezuma magia. Inexplicable si se quiere pero real, que puedes percibir.
Me asomo al abismo para ver de encontrar un acceso por el que poder bajar. Solo me arriesgaré con una destrepada si la veo sencilla y exenta de peligro.
El paisaje hacia el valle del río Alhárabe es soberbio
Fotuyas de Enmedio
Me veo obligado a seguir hacia el Calar de Maza, no veo acceso para el descenso por ninguna parte. 
(Puede que exista pero no di con él)
Aprisco estratégico, aprovechando las oquedades naturales.
El Frontón y la Fuentecica, nos hallamos justo enfrente.
Por fin, encuentro una zona factible, sin demasiado peligro por la que descender. Una vez abajo, se puede comprender que no haya localizado lugar en la pared del calar por el que bajar. Se trata de un verdadero muro de mampostería natural. 
El suceso de los gitanos pudo haber tenido consecuencias más dramáticas años después. Los gitanos más jóvenes subieron por los mismos sitios, buscando a los hombres que estaban con los civiles, con intención de vengarse con una faca de palmo. La suerte que tuvieron los susodichos es que no eran muy conocidos por allí y no pudieron localizarlos. Alguien del Sabinar aseguró saber de uno de ellos y les dijo a los gitanos que ya se había muerto, aunque fuese mentira, pero sirvió para evitar males mayores. Se dice también que un gitano había matado hacía un tiempo al padre de uno de los civiles y que por eso tenía especial inquina con los de esa etnia.

En aquellos tiempos, por todos los rincones del campo y de las sierras, te ibas encontrando gitanos rulanderos y toda clase de limosneros. Hombres maduros, solos o con zagales que se tiraban a los caminos a buscar lo que fuera. A este campo venían de todos los alrededores, de Moratalla, de Archivel, de Caravaca y de sus aldeas. Venían también mujeres viudas con hijos, que habían perdido a sus maridos en el frente o que estaban en cárceles o en campos de concentración, desaparecidos en Dios sabrá dónde. Mujeres desamparadas, sin nada, ni auxilio social ni nada, abandonadas a su suerte, víctimas de la barbarie de la guerra y la postguerra. De Caravaca sé que salían camino arriba buscando cortijos, en los que pudiera haber algo. Aunque fueran mendrugos de pan, de los que les echaban a las gallinas, o algo de la olla, o lo que fuera para sus criaturas. Hasta Nerpio llegaban algunas, pidiendo comida y un techo para pasar la noche.

Además de pedir se tiraban a todo aquello que se pudiera comer. Bellotas, que rebuscaban por el suelo, moras, de los zarzales. En sitios más bajos, a los arbolillos que se crían espontáneamente y dan frutos de otoño, como alatones o granadas o higos de las higueras verdales, los dejaban pelados. En el monte, cualquier baya que hubiese por ahí, servía para aliviar un poco el hambre. Donde había un bancal de riego estaba todo rebuscado. Tomates pasados de maduro, patatas grilladas, trozos de zanahoria o de remolacha. Lo que fuera. Hasta la cosa esa blanca que llevan los juncos por dentro se la comían. Así estaba la vida en el año cuarenta y uno.

A la Guardia Civil le temía la gente, sobre todo los gitanos. Claro está, ese era su papel, en cierto modo. En aquellos tiempos estaban mucho por los campos. Ahora parece que no van tanto, porque se dedican a otras cosas. Lo de la Guardia Civil es que ha cambiado bastante. Pero entonces, iba la pareja andando o a caballo para perseguir los pequeños robos, a pesar de que, con la necesidad que había, demasiado se aguantaba la gente pobre para no hurtar por ahí lo que se encontrara a mano para comer. Ahora, eso sí, los que robaban en gordo, como siempre, estaban en otros sitios más lujosos y elegantes. Y a esos no les pasaba nada.

Los civiles se dedicaban al tema del orden, por lo jodías que estaban las cosas, pero también a vigilar a todo el que fuera con una miaja de mercancía, sobre todo aceite, por lo del estraperlo que decían. No era estraperlo, pero se le llamaba así.

Ahora bien, lo de los gitanos y los civiles es que tuvo su miga. Anda que no se cuentan cosas de aquellos tiempos... Prudencio tiene alguna duda sobre si estaba bien eso de que la Guardia Civil hiciese justicia a su manera con los gitanos.
- Es que los gitanos robaban lo que pillaban por ahí.

Ya, pero eso de meterlos en agua fría y dejarlos desnudos no está bien, creo yo. Criaturicas y todo, joder.

Pues anda que no han cambiado las cosas.


Es verdad que han cambiado.
Entonces si pillaban a algún gitano robando alguna cosa por ahí alguna gallina o lo que fuera, se le caía pelo. En la parte de los campos de Topares, unos gitanos se metieron en un corral e hicieron algo de esturreo. Se llevaron unas gallinas y lo revolvieron todo. Al rato llegaron los civiles y la gente:

- Han tirado para el monte hace una chispa.

Un gitanaco de casi dos metros iba monte arriba. Los civiles lo engancharon. Y a todos los demás también. Eran de esos que se buscaban la vida con unas tijeras, arreglando a las bestias. Y, si pillaban alguna gallina por ahí o algo, le echaban mano. Esa era la vida. Bueno, pues los civiles les hicieron que se cortaran el pelo unos a otros con las tijeracas esas. A las mujeres también.

Ojo, las cosas tampoco son siempre de la misma manera. Una vez, hace por ejemplo cien años, los civiles de Archivel detuvieron a unos individuos por maltratar a unos gitanos con palos, piedras, una escopeta y unas tijeras. Eso salió en los periódicos. Se ve que los individuos lo hicieron porque les salió a ellos de sus partes, que los gitanos no les habían hecho nada.

Como ya hemos dicho, los civiles iban mucho a vigilar a los molinos. Casi siempre terminaban en los molinos. También se cuenta -aunque eso habría que verlo- que hubo algunas partidas de emboscados por los montes más espesos y por covachuelas casi desconocidas, cuya persecución era cometido suyo.

Pero la Guardia Civil no fue ajena a las dificultades propias de los tiempos. Los que tenían mucha familia pasaron bastante necesidad y en general, para gobernarse buena comida, se las apañaban como podían, unos con mayor rectitud y otros con menos.

En el molino de Los Tormos se detuvieron los arrieros. Aquello estaba tranquilo desde luego. Los arrieros no preguntaron por civiles, ni gitanos, ni nada de eso, puesto que no sabían en qué molino se produjo el suceso. Tampoco querían jaleos y, mucho menos, dado el origen de la carga que llevaban. Hicieron un pequeño intercambio y siguieron camino.

Desde el molino de Los Tormos hasta el siguiente hay muy poca distancia. Se camina junto a un monte de chaparros y pinos, con bastante maleza. Ese día la tierra conservaba bastante jugo de las lluvias generosas que venían cayendo desde el mes de septiembre. Así que se ladearon al monte, ataron las bestias a un enebro y se liaron a buscar guíscanos. Pero el terreno estaba bastante removido y, si habían salido, la gente de La Risca mayormente, como es natural, se había anticipado a cogerlos. Encontraron pocos, pero por lo menos se dieron el gusto de ver asomar alguno debajo de las jumas.

Es que por allí se crían guíscanos a rúales y si no conoces las manchas no te calientes la cabeza que no das con ninguno. No se crea la gente que lo digo para que no vayan a buscar por allí. Lo digo porque es verdad. Aunque tampoco tiene gracia cuando te encuentras cuarenta mil coches a la orilla de los caminos y montones de gente que lo revuelven todo, porque hoy es muy fácil ir a los sitios y meterse en el monte. En los tiempos antiguos costaba más y la gente de los cortijos respetaba y sabía cortar los guíscanos como Dios manda. Prudencio dice: 

- Desde que van esos gentíos le he perdido fe a lo de buscar guíscanos.


- Yo también.
La Fuentecica...
Verdaderamente, Fotuya se forma con tres cortijás que se suceden debajo de otra tanda de cenajos que cercenan los lanchares a tajo, hasta pasado Hondares. Encima de los cenajos están ya las cortijás que pertenecen a Benizar, desde Las Lorigas a las Casicas del Portal.

Debajo de los cenajales de Fotuya la tierra escupe agua por todas partes y, por eso, de siempre allí ha habido unos riegos muy agradecidos y todavía queda agua para que baje un buen arroyo hasta el río, que para los humanos no está accesible, pero para los regatos de agua sí. Como los riscales dan abrigo a los cortijos, los vientos de poniente no aprietan mucho, por eso Fotuya es un sitio bastante apacible. Frío sí hace, desde luego, pero buscando protección hasta se crían algunos frutales. Ciruelos y manzanos, principalmente. Ahora bien, lo más destacado de Fotuya son los carrascales. Hay allí unas carrascas como castillos. Hacen falta tres hombres para abrazarlas. Aunque, según dicen, hace cincuenta o sesenta años había aún más, pero cortaron muchas para hacer carbón.


En Fotuya, Secundino siguió haciendo menudeo con el esparto, y para el resto del recorrido ya casi le quedaba el género justo. Tampoco era mala cosa, el terreno que había por delante no era propicio para llevar mucha carga. Demasiado llevaban ya los pobres animales.
En otros remotos tiempos, entre dos o tres mil años antes de cristo, en este territorio cuasi paradisíaco, hubo un poblado habitado por individuos pertenecientes a la cultura argárica

(Las cuevas de La Nariz, en la Umbría de Salchite, se hallan en la fa­chada meridional de la Sierra de Calares de la Capilla, próximas a la cumbre, virtualmente colgadas en el cantil de calizas dolomíticas ante el que se abre la panorámica de los Campos de San Juan.)
En la última parte de este recorrido nos hemos visto obligados a un alpargatazo en toda regla bajo un sol de justicia, pero también ha sido muy agradable cruzar estos infinitos sembrados de lavandín y espliego. Volveríamos por aquí a los pocos días, en esa nueva ocasión acompañados de Pedro y Viky, pero el relato de esa excursión la dejaremos para la tercera y cuarta parte de esta aventura senderista que recorrerá una vez más, parcialmente la cresta de los calares de la Capilla pero retornando por el interesante barranco de la fuente de Salchite, a través del curso de su vivaracho y cantarín arroyo.  
FINAL SEGUNDA PARTE

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