Lo cierto es que hemos fotografiado el pantano de la Risca en esta sucesión de entradas, hasta la saciedad. Y desde la distancia, aún parece agudizarse más la idea de no parecerse a otra cosa que un charco, y por temor a incurrir en pecado capital de atrevimiento, consecuencia habitual de la ignorancia, nos abstendremos de emitir comentarios críticos o despectivos al respecto de si el volumen habitual de agua acumulada en este embalse, justifica el montante que en su día generó la construcción de la presa, para supuestamente prevenir avenidas.
Sin embargo, ya decía Sócrates, en su célebre e histórica frase que, "el conocimiento nos hará libres". Siempre habrá entendidos en la materia que discrepen de la auténtica necesidad o idoneidad de la construcción de esta presa, pero con lo del ya irremediable fenómeno del cambio climático en curso, ¿quién sabe lo que nos podrá deparar el mañana y acaso este humilde dique prevenir...?
Embalse de La Risca
Antecedentes.
El río Moratalla se encuentra en el tramo medio de la cuenca del Segura, incorporándose al mismo por su margen derecha. Forma parte de una serie de ríos (como el Quípar o el Argos) que aportan sus caudales al Segura, frente a las ramblas existentes en la margen izquierda.
La presa se encuentra en el término municipal de Moratalla, al lado de la población de La Risca, de donde adopta su nombre.
A raíz de las catastróficas inundaciones ocurridas en la Región de Murcia durante el mes de octubre de 1973 se comenzó la redacción del Pliego de Bases para la contratación de la redacción del “Plan General de defensa contra avenidas de la cuenca del Segura”. En mayo de 1977 se terminó la redacción del mencionado "Plan de General de Defensa contra avenidas de la cuenca del Segura"
Con posterioridad a la avenida referenciada, y durante los años 1982, 1986 y 1987, ocurrieron otras crecidas que originaron caudales y daños importantes en la cuenca del Segura en general y en la del río Moratalla en particular. Ello dio lugar a la promulgación del Real Decreto Ley 1/1987, de 13 de noviembre, por el que se adoptaban las medidas urgentes para reparar los daños causados por las inundaciones en las Comunidades Autónomas Valenciana y de la Región de Murcia.
Es conveniente señalar a este respecto que, dentro de estas últimas crecidas, la correspondiente a la cuenca del río Moratalla en los días 25 y 26 de julio de 1986 alcanzó un caudal máximo de 280 m³/s en su confluencia con el Segura, discurriendo por éste hasta 37 km. más aguas abajo donde se le sumó la aportación de la Rambla del Judío, alcanzándose a su paso por la ciudad de Cieza, ubicada 4 km aguas abajo de la confluencia de ambos (Segura- Rambla del Judío), un caudal punta de 500 m³/s.
En marzo de 1987, el Ingeniero de Caminos D. Alfonso Botía Pantoja, redactó el Estudio "Análisis del encauzamiento del río Segura desde Murcia a Guardamar" en el que, al limitar el caudal circulante por el río Segura a 250 m³/s, obligaba a una mayor laminación en determinados afluentes del río principal no contemplada en el P.G.D.A.
En este sentido se pronunció, en marzo de 1988, el Ingeniero de Caminos D. José Bautista Martín en su "Informe sobre la conveniencia de incorporar al Plan General de Defensa de Avenidas de la Cuenca del río Segura las presas del río Moratalla y rambla Salada".
Al objeto de buscar solución al problema planteado de laminación de avenidas en el río Moratalla en 1989 se redactó el “Estudio de soluciones alternativas de las obras de laminación de avenidas en el río Moratalla (Murcia)”.
El Estudio de Alternativas consideraba trece emplazamientos de presas, clasificándolos en dos grandes grupos:
a) Presas de la Cuenca Alta o del río Alhárabe, que tenían la posibilidad de reducir su función de laminación de avenidas, combinando su uso con el de regulación. Estas presas se enumeraron del 1 al 6, con la inclusión además de las 1-a, 1-b y 1-.
b) Presas de la Cuenca Baja o cuenca del río Moratalla, nombre que recibe el río a partir de la unión de los ríos Alhárabe y Benamor, en las cuales se estudiaba exclusivamente la finalidad de laminación de avenidas y que eran cuatro, numeradas del 7 al 10.
El estudio realizado sobre las trece presas consistió en una comparación de soluciones, teniendo en cuenta factores hidrológicos, topográficos, geológicos y geotécnicos, de impacto ambiental y económicos.
Como consecuencia de este estudio, y con fecha 6 de noviembre de 1990, la Dirección General de Obras Hidráulicas resuelve autorizar a la Confederación Hidrográfica del Segura la redacción del Proyecto de las presas de La Risca y Moratalla en sus respectivos emplazamientos denominados 1-b y 9, de acuerdo con el Estudio de Soluciones Alternativas de las obras de laminación de avenidas en el río Moratalla.
En noviembre de 1990, el Ingeniero Jefe del Área de Infraestructuras Hidráulicas de la Confederación Hidrográfica del Segura, D. José Bautista Martín, redacta el Pliego de Bases para la contratación de los trabajos de colaboración técnica en el estudio de las presas del río Moratalla en los emplazamientos 1-b y 9, redactándose el Proyecto correspondiente a la presa 1-b, que a partir de ese momento pasa a denominarse Presa de La Risca.
Este Proyecto de la Presa de La Risca, sirvió de base a la licitación por concurso de las obras de la citada presa, incluida entre las actuaciones llevadas a cabo en el desarrollo del Plan General de Defensas contra Avenidas de la Cuenca del Segura.
El 29 de diciembre de 1996 se firma el acta de replanteo comenzando los trabajos a continuación.
Debido a las incidencias ocurridas durante la construcción se observó la necesidad de elaborar un proyecto de modificación de obras, con la finalidad de realizar una serie de cambios en el proyecto vigente que consistían en:
1.- Modificación de los mecanismos disipadores de energía.
2.- Modificación del estribo derecho.
3.- Cambios en las mediciones de proyecto.
El 29 de abril de 1998 se redactó un informe por parte de D. Carlos Marco García, Ingeniero Director de las obras, sobre los posibles riesgos potenciales que podía ocasionar la paralización de las obras con motivo de la redacción del modificado planteado, realizándose una propuesta técnica motivada en la que se describen y valoran las actuaciones y medidas necesarias para garantizar la seguridad de la obra.
El 12 de febrero de 1999, la Dirección General de Obras Hidráulicas autoriza la redacción del Proyecto Modificado Nº1 del de Construcción de la Presa de La Risca, aprobándose técnica y definitivamente el 8 de septiembre del año 2000.
Con fecha 25 de septiembre de 2001 se solicita a la D.G.O.H.C.A. la autorización para la redacción del Proyecto de Obras Complementarias nº1, otorgándose la misma por esa Dirección General el 19 de octubre del mismo año para la redacción del Proyecto de Obras Complementarias de Caminos de acceso, Drenaje e Integración Ambiental y Paisajística del Proyecto de la Presa de La Risca. T.M. de Moratalla (Murcia).
Las obras concluyeron el 20 de octubre de 2002.
Una cosa es tratar de capturar el magnífico paisaje con el propósito de guardarlo en la memoria de la cámara, para más tarde trasladarlo a este humilde rincón en forma de pixeles y otra muy distinta contemplarlo in situ, con la suave brisa acariciándote el rostro, arrullando los propios ojos.
Las cuevas de por aquí resultan algo jodidas de conquistar. No se muestran demasiado asequibles al senderista medio. El hollarlas requiere su tributo de riesgo.
Esta es la entrada a la cueva de la Capilla. Se puede llegar a ella, asumiendo algún peligro porque el acceso es muy aéreo y por ello expuesto. La cuestión es que no parece que las maravillas espeleológicas que podemos encontrar en la oquedad, compensen la asunción de ese riesgo.
Decidimos soslayar su profanación y continuamos la ascensión hacia las antenas
Las vistas alcanzadas desde la cresta del calar ya sabemos que son estupendas
Pedro, con Zaén y las cuevas de Bajil al fondo
Viky, asomada al cortado, recreándose también en el paisaje
La arista del Frontón que días más tarde también hollaríamos
La ubicación del tubo del vértice geodésico
Yoda, que también nos a compañó en su deseo de conocer de primera mano, las bondades plásticas de los esplendorosos campos de San Juan.
Viky evolucionando por la planicie del Majal de la Cruz
Algo más tarde, saciando su sed en el alegre arroyo de Salchite
Enormes y antiquísimos pinos en su cauce
Otra perspectiva de las Cuevas de Bajil y Zaén de Abajo
Cerrando el círculo
Pedro con Viky
Ubicación de las cuevas
En una posterior incursión a este paraje, intentando dar con un fácil acceso al santuario, un error de apreciación dimanante de la observación de una fotografía, me llevó a intentarlo por el lado equivocado que indica la flecha amarilla. Cuando vine a darme cuenta, me había metido en camisa de once varas, pues la consistencia de las cornisas aéreas por las que evolucionaba no parecían muy sólidas, tropezando más adelante con un tabique natural que me cerraba el paso. Tras una más detenida observación posterior, infiero que el camino correcto es el que indican las flechas blancas. Otro día, si viene al caso, lo intentaré por aquí.
La cultura argárica es una manifestación y expresión de los poblados del sudeste de la península ibérica en la Edad del Bronce, que formaron una de las sociedades de mayor relevancia en la Europa del III y II milenios a. C. y de las mejor estudiadas gracias al excelente estado de conservación de los restos arqueológicos. Este complejo cronocultural es considerado indicativo de los procesos de jerarquización sociales que se extendieron por Andalucía oriental y el Levante español. Debe su nombre al yacimiento epónimo de El Argar, en el municipio de Antas, Almería.
Esta cultura arqueológica fue descubierta y definida a finales del siglo XIX por los hermanos Siret. Se caracteriza por la existencia de poblados situados en áreas de difícil acceso y/o fortificados, casas de planta cuadrada construidas con piedra y adobe, enterramientos en cistas, tinajas o covachas bajo el suelo de las propias viviendas, una clara uniformidad material, la abundancia de armamento militar y una progresiva estratificación social. Se extiende por el sudeste peninsular, ocupando las provincias de Almería y Murcia, así como parte de Granada, Jaén o Alicante.
Su pervivencia fue de unos 800-900 años, entre mediados del III y mediados del II milenios a. C., distinguiéndose al menos dos fases, durante las cuales se produjo una continua jerarquización social interna y una expansión externa sobre las regiones colindantes. Hacia 1500 a. C. la sociedad argárica desapareció bruscamente.
Mi disposición a echarle un vistazo a las cuevas procedía del interés que me han despertado algunas lecturas referentes a hallazgos arqueológicos acaecidos aquí.
La cueva de la Nariz se encuentra dentro del Campo de San Juan, en las estribaciones de la sierra de la Capilla, concretamente en el paraje denominado Umbría de Salchite en un cantil de difícil acceso, en el que se abre una pequeña antesala desde la cual se accede a cuatro cavidades, cuya profundidad máxima llega a alcanzar aproximadamente 15 metros. Esta cueva-santuario presenta una amplia secuencia de uso que abarca desde el bronce final hasta época ibero romana (siglo III-II antes de nuestra era). Una de las características de este santuario es el aspecto que presenta al exterior; su acceso parece conformar un rostro –muy esquemático- que destaca en la pared rocosa de la Umbría. Esta peculiaridad, claramente visible desde el territorio circundante, pudo haber sido percibido como un hito en el paisaje desde épocas tempranas tal como parecen testimoniar tanto los materiales del bronce final documentados en su interior, como la estación de arte rupestre y los asentamientos de La Risca y de la cima del Calar de la Cueva de la Capilla, todos ellos datados en la edad del bronce y situados en las proximidades del santuario.
Esta entrada al santuario presenta otro par de singularidades, las últimas excavaciones han descubierto por un lado, que el acceso se debía realizar mediante una pequeña senda en recodo –oculta en el paisaje- que por el gran desgaste que presentaba la roca debió de ser empleada de una forma continuada en el tiempo por una gran afluencia de gente. Y por otro lado, que las paredes de la cavidad fueron modificadas antrópicamente para permitir que en el ocaso del solsticio de invierno el último rayo de sol penetrase en el santuario e iluminase la pileta de agua situada al fondo de la cueva.
La cueva de La Nariz se encuentra además estrechamente vinculada al agua, tanto en el exterior: donde brota una corriente de agua en la ladera adyacente y en el entrante a la cueva, cuyo escarpe, facilita el fluir del agua; como en su interior, donde se han documentado varias piletas excavadas en la roca para recoger el agua en el espacio sagrado.
Frente a la interpretación que se venía ofreciendo sobre su carácter supraterritorial prácticamente desvinculado del poblamiento de la zona, recientemente ha sido planteada su conexión con el territorio -y la memoria- de las comunidades asentadas en el área del llano de Moratalla-Calasparra, entre otras razones, precisamente por ser un punto de referencia visual para éstas y por el agua que discurre tanto en su interior como su exterior, aspectos que singularizan al espacio sagrado dentro del paisaje.
(foto gentileza de internet)
La elección de los lugares sagrados donde se llevó a cabo la praxis ritual ibérica no obedece al azar; distintas investigaciones ponen de relieve la gran importancia conjunta que presenta la interrelación de aspectos estratégicos y simbólicos, tanto en la ubicación como en la funcionalidad del espacio cultual.
Aunque no pretendemos analizar con detenimiento estos aspectos, son de obligada referencia para la comprensión de nuestra propuesta trabajos como el de Buxton; que para el ámbito griego denomina a estos espacios: Oros; lugar -montañoso y liminal- que se encuentra fuera del espacio cultivado y habitado, y que además de ser considerado un lugar iniciático por excelencia en Grecia -puesto que es el espacio donde se sitúan y rememoran los mitos - también es un espacio que se emplea tanto para la caza como para que las mujeres den a luz, para esta última tarea, la vegetación ayudaba en el trabajo de parto y permitía la exposición del recién nacido si éste no era querido. Este abandono de bebés en ciertos espacios sacros de carácter liminal también es recogido por Van Gennep, que lo documenta en diferentes ámbitos culturales. Algunos de estos planteamientos acerca de los espacios liminales y su relación con el ámbito simbólico son similares a los que proponen diferentes autores para el caso ibérico, considerándose éstos igualmente, espacios iniciáticos donde posiblemente se celebrasen los diferentes ritos de paso de edad para ambos géneros.
La cueva de la Nariz se encuentra dentro del Campo de San Juan, en las estribaciones de la sierra de la Capilla, concretamente en el paraje denominado Umbría de Salchite en un cantil de difícil acceso, en el que se abre una pequeña antesala desde la cual se accede a cuatro cavidades, cuya profundidad máxima llega a alcanzar aproximadamente 15 metros. Esta cueva-santuario presenta una amplia secuencia de uso que abarca desde el bronce final hasta época ibero romana (siglo III-II antes de nuestra era). Una de las características de este santuario es el aspecto que presenta al exterior; su acceso parece conformar un rostro –muy esquemático- que destaca en la pared rocosa de la Umbría. Esta peculiaridad, claramente visible desde el territorio circundante, pudo haber sido percibido como un hito en el paisaje desde épocas tempranas tal como parecen testimoniar tanto los materiales del bronce final documentados en su interior, como la estación de arte rupestre y los asentamientos de La Risca y de la cima del Calar de la Cueva de la Capilla, todos ellos datados en la edad del bronce y situados en las proximidades del santuario.
Esta entrada al santuario presenta otro par de singularidades, las últimas excavaciones han descubierto por un lado, que el acceso se debía realizar mediante una pequeña senda en recodo –oculta en el paisaje- que por el gran desgaste que presentaba la roca debió de ser empleada de una forma continuada en el tiempo por una gran afluencia de gente. Y por otro lado, que las paredes de la cavidad fueron modificadas antrópicamente para permitir que en el ocaso del solsticio de invierno el último rayo de sol penetrase en el santuario e iluminase la pileta de agua situada al fondo de la cueva.
La cueva de La Nariz se encuentra además estrechamente vinculada al agua, tanto en el exterior: donde brota una corriente de agua en la ladera adyacente y en el entrante a la cueva, cuyo escarpe, facilita el fluir del agua; como en su interior, donde se han documentado varias piletas excavadas en la roca para recoger el agua en el espacio sagrado.
Frente a la interpretación que se venía ofreciendo sobre su carácter supraterritorial prácticamente desvinculado del poblamiento de la zona, recientemente ha sido planteada su conexión con el territorio -y la memoria- de las comunidades asentadas en el área del llano de Moratalla-Calasparra, entre otras razones, precisamente por ser un punto de referencia visual para éstas y por el agua que discurre tanto en su interior como su exterior, aspectos que singularizan al espacio sagrado dentro del paisaje.
(foto gentileza de internet)
La elección de los lugares sagrados donde se llevó a cabo la praxis ritual ibérica no obedece al azar; distintas investigaciones ponen de relieve la gran importancia conjunta que presenta la interrelación de aspectos estratégicos y simbólicos, tanto en la ubicación como en la funcionalidad del espacio cultual.
Aunque no pretendemos analizar con detenimiento estos aspectos, son de obligada referencia para la comprensión de nuestra propuesta trabajos como el de Buxton; que para el ámbito griego denomina a estos espacios: Oros; lugar -montañoso y liminal- que se encuentra fuera del espacio cultivado y habitado, y que además de ser considerado un lugar iniciático por excelencia en Grecia -puesto que es el espacio donde se sitúan y rememoran los mitos - también es un espacio que se emplea tanto para la caza como para que las mujeres den a luz, para esta última tarea, la vegetación ayudaba en el trabajo de parto y permitía la exposición del recién nacido si éste no era querido. Este abandono de bebés en ciertos espacios sacros de carácter liminal también es recogido por Van Gennep, que lo documenta en diferentes ámbitos culturales. Algunos de estos planteamientos acerca de los espacios liminales y su relación con el ámbito simbólico son similares a los que proponen diferentes autores para el caso ibérico, considerándose éstos igualmente, espacios iniciáticos donde posiblemente se celebrasen los diferentes ritos de paso de edad para ambos géneros.
En una de estas cuevas-santuario, aparte de otros utensilios, se encontró un fragmento de vasija en que había pintada una figura que los estudiosos identificaron y bautizaron como La Diosa de los Lobos.
"LA DIOSA DE LOS LOBOS"
¿REPRESENTACIÓN DE UN MITO?
La imagen que nos ocupa forma parte de la decoración figurada de un fragmento cerámico que pudo pertenecer a una urna ovoide o a la parte central superior de un kalathos de borde estrangulado.
El fragmento presenta unas dimensiones de 256 mm de longitud y 125mm de anchura máxima. En uno de sus laterales se observan las marcas de, al menos, un lañado que indica que la pieza fue reparada en algún momento; por lo que la escena representada en este vaso -no el contenedor en sí- debió de tener una significación especial para el grupo que frecuentaba el santuario. La lectura que a continuación proponemos pretende ser una reflexión sobre esta iconografía a la luz de los nuevos estudios que se han ido realizando en los últimos años.
Somos conscientes que nos encontramos con dos condicionantes que limitan nuestro propósito: por un lado no conocemos el resto de la narración que se plasmó en este vaso y por otro lado, la decoración fue realizada en tinta plana lo que dificulta en cierto modo la identificación de algunos de los elementos representados, que constituyen –con seguridad– un pequeño inciso dentro de la historia que debía contarse a través de esta pieza allá por el siglo II a. n. e. El personaje femenino fue representado de forma frontal –a excepción de sus piernas– con una máscara que remata en una diadema con intricada cornamenta. Aparece además en una proporción mayor en comparación al resto de elementos que la acompañan, centrando de este modo la atención en ella. Sus caderas se han remarcado y se acentúa este hecho por la representación del velo que la cubre –hasta las rodillas– mediante líneas en su contorno, permitiendo ver las caderas engrosadas y unas líneas que remarcan de igual modo la cruz inguinal y el triángulo del pubis, en la parte inmediatamente superior a éste se puede observar un cinturón, que ciñe las vestiduras de nuestra protagonista.
En el centro de su pecho destaca el trazo esquematizado de una roseta. Si no fuese por la representación del cinturón, la roseta, la diadema y el velo que rompen con la tinta plana característica de esta imagen, bien podríamos pensar que la figura se presenta sin vestiduras, pues su indumentaria –un tejido que da la sensación de ligereza, dejando entrever perfectamente la silueta femenina como si estuviese desnuda– se aleja bastante de los ropajes con largas faldas acampanadas frecuentes en las mujeres –y también dista de las pesadas túnicas que portan las divinidades– que aparecen en las decoraciones figuradas de las cerámicas ibéricas del Sureste, aunque sí coincide con algunos exvotos en bronce femeninos de Collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén) que parecen abrir su manto dejando al descubierto el cuerpo desnudo.
En la parte superior de su hombro derecho se ha representado una antorcha. Sus brazos se encuentran levantados y sus manos se han metamorfoseado en protomos de lobo. Inmediatamente a su lado derecho se identifica un árbol. A sus pies aparecen una parrilla y dos aves. Al lado del árbol aparece un motivo serpentiforme entre líneas paralelas que delimita verticalmente el espacio de la figura femenina que ocupan dos carnívoros que se encuentran asimismo separados horizontalmente por otras dos franjas paralelas; uno situado encima del otro como si se encontrasen en espacios diferentes o fuesen especies diferentes. Teniendo en cuenta la simetría que presenta esta escena, estamos de acuerdo con la propuesta de reconstrucción de Lillo, por la que se repetiría al otro lado de la figura femenina la misma composición: una antorcha sobre su hombro y dos carniceros flanqueando a nuestra protagonista –de nuevo– tras el motivo serpentiforme vertical. Consideramos al igual que Lillo que todo lo representado –así como lo que parece vislumbrarse– en esta escena tiene su especial significación por lo que se hace obligado detenernos en cada uno de los diferentes detalles que componen esta iconografía.
Y un video recreando virtualmente el aspecto del interior de la cueva.
(Modelo en 3 Dimensiones de la Cueva, con planos lentos sobre la poza iluminada tenuemente, ya que en la realidad es muy oscura y no la apreciaríamos ...Pedro Lucas lo ha obtenido a partir de fotogrametría de la Unidad Estratigrçafica II de la Nariz de Salchite, un trabajo enmarcado en la excavación dirigida por Josean Ocharán con Asociación Cultural de Estudios Protohistóricos y Arqueología).
He leído también algunos estudios que hablan acerca de la apropiación del paisaje por parte de las comunidades de la Segunda Edad del Hierro en la cuenca del río Alhárabe, dentro del territorio más amplio de la cuenca alta del río Segura en el noroeste murciano. Algunos arqueólogos proponen la hipótesis de que existió una relación entre los asentamientos del Llano de Moratalla-Calasparra (Molinicos) y el santuario que nos ocupa. Dos tipos de argumentos apoyan esta hipótesis. Por una parte, la constatación de una serie de relaciones entre la cultura material y la iconografía de Molinicos y la Umbría de Salchite. Por otra, el planteamiento de su común vertebración mediante la cuenca del río Alhárabe y mediante una relación de visibilidad, ya que la Umbría de Salchite constituye el horizonte visual de las comunidades que habitaron el área de Molinicos. La memoria de un personaje femenino vinculado al fuego parece ser la base ideológica sobre la que se modeló esta relación entre los dos valles.
El día con cielo ahíto de vellones blancos, en que volví a acercarme por aquí, me dispersé en exceso, explorando otras oquedades que descubrí en la solana de este emplazamiento, de modo que, el acceso al santuario continuó mostrándose remiso a mi conquista.
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