Este senderista y bloguero de medio pelo, vuelve a las andadas, ergo a las
publicaciones en este blog, con un recorrido hecho por las inmediaciones de
Cartagena, o por mejor escribir, por alrededor y entre la cumbre del Cerro
Roldán, ese monte de tan bella factura, que con ocasión de nuestra pasada
excursión de hace unos meses, por El Portús, Puntal del Moco y Cabezo de la
Estrella, nos quedamos con las ganas de coronar, una vez habíamos llegado a
ese punto emblemático y tan popular para los cartageneros, que conocen por
el collado o Mirador de Roldán, que pronto comprobaremos lo bien
acreditada que tiene su excelente reputación panorámica.
Cada vez que acudo por estos pagos, acabo hecho fosfatina. Ya aprendí la
lección de no subestimar a los cerros del litoral, de humildes alturas, si
los comparamos con los del noroeste murciano pero, ¡ojo!, por aquí,
la altura de los cerros, es verdadera, quiero decir que es íntegra, son desde el nivel del mar, y si te encuentras en la isla de la Torrosa, pongamos por caso y pretendes subir a la batería de Roldán, ya sabes
que los 494 metros de desnivel, a los que se eleva su cima, son desde el metro cero, de modo que, con encadenar tres o
cuatro de estos cerros de subibaja constante durante la ruta, ya quedas listo para el
arrastre. Y si te hace calor y apenas corre el aire, con el fondo físico
justico para aguantar hasta mediodía, es que te arriesgas al síncope,
golpe de calor o la lipotimia.
La ruta, como indico sobre el mapa, se hace a la contra de las manecillas
horarias, y tiene su punto de inicio en el Parque de Tentegorra, lugar muy
frecuentado, acogedor y agradable, con muchos aparcamientos donde dejar
nuestro vehículo a la sombra. Se le ve muy concurrido de andarines que deben
realizar circuitos urbanos, pues solo con apenas cuatro o cinco personas
coincidí en el Gr-92, camino del mencionado Mirador de Roldán. Supongo que
durante los fines de semanas, este tramo andará mucho más visitado. Tras
salir del parque y superar unas instalaciones deportivas, nos adentramos en
el referido sendero de gran recorrido que evoluciona a través de un bosque
de pinos carrascos. Me surgen a derecha e izquierda, desvíos de alguna que
otra pista y senderos que ignoro pues de momento, el track me indica que he
de seguir todo recto, en progresiva subida hasta alcanzar un hito a mi
derecha, tras doblar una curva, que marca el inicio del empinado sendero por
el que debo desviarme. De vez en cuando me cruzo con algún madrugador
senderista que ya está de vuelta, seguramente procedente del collado. La
subida es progresiva y no muy exigente, por lo que la encuentro asequible
para casi todo quisque.
La cara norte del Roldán y el mojón cilíndrico del vértice geodésico, que a
la vuelta, visitaremos.
Discurriendo en todo momento por el sendero Gr-92, en poco más de media
hora o tres cuartos, dependiendo el paso, se puede alcanzar el collado y
clareo en el bosque donde se ubica El Mirador del Roldán, situado en los 308 metros. La balconada dispone de unas vistas espectaculares hacia la ensenada que
te pueden dejar patidifuso por lo inesperado del cuadro ofrecido ante los
ojos. La estilizada silueta de Cabo Tiñoso, recortada sobre el mar, es lo que primero destaca
sobre el bello paisaje marino.
Aquí se impone realizar una leve paradiña para disfrutar de las
vistas del entorno y de paso, tomarnos un pequeño respiro para recuperarnos
de la prolongada subida dejada atrás. A nuestra mano izquierda se nos ofrece
la formidable mole del cerro Roldán, en cuya ladera Oeste se vislumbra el
serpenteo y progresión hacia la cumbre de la senda del Jabalí, que años ha,
afrontamos en las primeras ediciones de la Ruta de las Fortalezas (¡qué
tiempos aquellos!). A nuestra derecha, sigue el Gr-92 hacia El Portús y La Azohía, que
ya conocemos de nuestra pasada excursión por el Puntal del Moco y Cabezo de
la Estrella. El track me indica el sendero que llaman del Oso, que enfila
hacia el mar, con la dirección Sur, ahora cuesta abajo, mientras vamos
atravesando un delicioso tramo bajo la refrescante sombra de unos pinos,
siempre con estupendas vistas despejadas hacia el azulino mar y la escarpada
orografía existente entre el Puntal del Moco y Los Hundidos. Todo un deleite
para los sentidos.
La omnipresente isla de las Palomas.
El Mirador de Roldán, visto desde un punto del sendero del Oso.
Puntal del Moco, 389msnm.
Cordillera de crestas del Cabezo de la Estrella, por entre las que
estuvimos flirteando.
Cabo Tiñoso y baterías militares del Atalayón, Castillitos y Jorel,
lugares por los que ya anduvimos en 2019, con Hulk, antes de que me traicionara y dejara abandonado para hacer las
américas (¡yanqui ingrat😒!). Al principio, me escribía de vez en cuando,
pero ya ni eso.
La cara Sur del Roldán, se encuentra perforada de características covachas,
de todos los tamaños y formas, como un queso Emmental.
Bonito cuadro marinero.
Enfocando hacia la Playa de Fatares, que hoy eludiremos pero que recorrimos
en una excursión posterior a esta que hoy nos ocupa.
El pico más a la izquierda y sobresaliente donde se halla ubicado el Cristo
de los Buzos, y la senda que desde el sendero del Oso, desciende por la
Cresta de Fatares a la playa homónima. Difuminado detrás, asomando el puerto
y espigón de Escombreras.
Después de haber rebasado algún que otro cruce de senderos, con destinos
que hoy no tocan, seguimos evolucionando por una bonita y trilladísima senda
del Oso, hacia el Cristo de los Buzos.
Como referíamos antes, las cuevas y covachas se suceden en la cara del
monte Roldán que da al mar, algunas de considerable abertura.
El sendero por esta latitud, se presenta muy amigable y seductor,
pintiparado para traileros y senderistas de todo nivel y condición.
Una vez llegado al collado del Lobero, desechamos a nuestra izquierda el
sendero que sube por la ladera hasta conectar con la pista de acceso a
la batería antiaérea de Roldán, que a la vuelta, sí cogeremos. Nosotros
ahora seguimos nuestro plácido faldeo por la solana de la montaña. Al frente
y a nuestra derecha vislumbramos el sendero de la Cresta de Fatares o Cuesta
de la Pupa como la conocen otros, que en una ulterior excursión a esta,
observamos uno de sus extremos desde la playa.
Pronto advierto, porque se me muestra al frente, la presencia de una picuda
cresta afilada de singular y llamativa estampa. La curiosa formación rocosa
se me antoja a mí un obelisco. De hecho, he leído que se la conoce
popularmente con el sobrenombre de El Vigilante, por la semejanza que presenta con una figura humana, que parece estar
custodiando la costa. También he leído en alguna reseña, que los militares
la conocen por el apelativo de la
Piedra del Poyo.
Mi amigo Pepe Luque, con el que anduve en otra excursión por estos lares,
dice que al monolito le quedan dos inviernos antes del desmorone definitivo.
Yo me pregunto, cuánto tiempo llevará así y si en tiempos de Aníbal
Barca, ya presentaba este inestable aspecto o por el contrario, lucía con estructura más compacta y
sólida. Lo cierto es que en la actualidad, ofrece la impresión de sustentarse bajo un equilibrio
precario. En todo caso, a mí me fascina su forma y orientación hacia el mar,
y del simbolismo que de la columna con forma humana se infiere que emana...y por eso la
retrato y me deleito con el Puntal del Poyo que hace de vigía, a placer, no
sea que mi amigo tenga razón, y cualquier día de estos, el obelisco de los
mares, acabe en el barranco de Fatares.
El formidable Roldán y el trazado de la pista que se adivina, va progresando en zigzag, hacia la abandonada batería militar. Mas tarde, abordaremos su
conquista bajo la sofocante canícula de las dos de la tarde. ¡A quién se le ocurre...?
Otra imagen más del
Vigilante del Mediterráneo, custodiando
los buques petroleros y la Isla de las Palomas. Y la Cresta de Fatares,
cuyo cordal cimero cae derechico hacia la playa homónima. Si algo me queda
claro de esta zona es que se pueden combinar unos cuantos senderos para
hacer de la caminata algo divertido, diverso, alejado de la monotonía que
produce andar siempre por la misma senda.
Y del Vigilante nos trasladamos al
Cristo de los Buzos, y para ello, hay que desviarse por un sendero que nos surge a la
izquierda del que llevamos, que en apenas unos cientos de metros nos pone
en el cerro donde se halla enclavado.
En el cabezo donde se encuentra la Cruz de los Buzos, coincidí con los
senderistas que se observan en la imagen. El más retrasado, se encontraba
en pleno proceso de convalecencia de una operación de espalda (hernia
discal lumbar). Sus gestos de sufrimiento y esfuerzo en el rostro
resultaban más que evidentes, pero también trascendía su firmeza y
determinación en conseguir la ansiada recuperación. No me cabe duda que
con semejante actitud, pronto la conseguiría. Me viene a la mente, esa
palabreja, ahora tan de moda que llaman
resiliencia y que te sale hasta en la
sopa. Tampoco me gusta maridar ni
poner en valor, ni tantas otras parecidas, ni toda esa neolengua, verdadera
arquitectura del lenguaje que se considera progresista. A la capacidad de
superación de siempre, de hacer frente a las adversidades, de echarle
güevos u ovarios a los reveses de la vida, ahora le llaman resiliencia,
¡vaya filfa! En fin, que me voy por los cerros de Fatares.
Aquí muestro el desvío respecto de la senda del Oso, hacia el Cristo de
los Buzos. Y la omnipresente colosal estampa a poniente del Cerro Roldán.
La emblemática cumbre es lugar de
veneración para muchas personas creyentes, sean senderistas, militares o medio pensionistas, por la existencia de un gran crucifijo con la imagen de
Cristo. Al parecer, la talla fue colocada en su día por un buceador
de la armada que había sobrevivido a una situación delicada, mortal de necesidad, acaecida durante las prácticas de buceo por estas aguas.
Por lo que he indagado, este cristo, desde su instalación hace unos
años, ha sufrido en repetidas ocasiones el sabotaje de personas
indeseables. Estos son los que hubieron antes y fueron víctimas de
actos vandálicos, hasta inclusive su sustracción:
El mismo algo más deteriorado.
El nuevo Cristo de los Buzos hecho en hierro, tiene una altura
de 1,60 metros realizado por el artista y del que fue
submarinista del Centro de Buceo de la Armada (CBA) Fernando
Sáenz de Elorrieta, Además, está diseñado para evitar cualquier
tipo de acto vandálico. Por ello, cuenta con una viga que llega
hasta 1,40 metros bajo la roca, así como otra viga de angulo
detrás para que no pueda doblarse. Pesa entre 95 y 100 kilos,
por lo que se necesitaría un gran despliegue de medios para
sustraerlo.
El Cristo fue colocado en el cerro por un buceador del Ejército
que sobrevivió a un ataque de buceo. Desde la roca en cuestión,
situada frente a la isla de las Palomas, se divisa la estación
naval de La Algameca, Cabo Tiñoso y la batería de la Podadera. Una
zona que suele ser utilizada por la Armada para adiestrar a sus
buzos de combate. Precisamente, los submarinistas tendrán ahora
más fácil divisar a su guardián desde el Mediterráneo, ya que la
talla de Elorrieta es más grande que la que había
originariamente.
El emplazamiento se ha convertido en todo un símbolo, conocido en todo
el orbe con el sobrenombre de El Puntal de la Cruz o Cristo de los Buzos
(282m). Desde esta pintiparada atalaya obtenemos vistas prodigiosas
hacia los relieves montañosos que rodean la bahía de Cartagena, Sierra
de Pelayo, con su crestón de Cuatro Picos, los cerros cuyas cimas
coronan antiguas fortalezas como la Atalaya, Galeras y San Julián, más
al fondo, la Sierra Minera y el Valle de Escombreras custodiado por la
Sierra de la Fausilla. También contemplamos la ciudad de Cartagena, el
enclave militar de La Algameca, La Parajola, la meseta del Campo de
Cartagena, y por el Oeste, el inmediato Cerro de Roldán, Sierra de la
Muela y el majestuoso Cabo Tiñoso, que es el punto geográfico situado más
al Sur de toda la costa cartagenera.
FINAL PRIMER CAPÍTULO
No hay comentarios:
Publicar un comentario