07 junio 2024

POR EL CRISTO DE LOS BUZOS, LA PARAJOLA Y EL CERRO ROLDÁN (Cartagena) I

Este senderista y bloguero de medio pelo, vuelve a las andadas, ergo a las publicaciones en este blog, con un recorrido hecho por las inmediaciones de Cartagena, o por mejor escribir, por alrededor y entre la cumbre del Cerro Roldán, ese monte de tan bella factura, que con ocasión de nuestra pasada excursión de hace unos meses, por El Portús, Puntal del Moco y Cabezo de la Estrella, nos quedamos con las ganas de coronar, una vez habíamos llegado a ese punto emblemático y tan popular para los cartageneros, que conocen por el collado o Mirador de Roldán, que pronto comprobaremos lo bien acreditada que tiene su excelente reputación panorámica.

Cada vez que acudo por estos pagos, acabo hecho fosfatina. Ya aprendí la lección de no subestimar a los cerros del litoral, de humildes alturas, si los comparamos con los del noroeste murciano pero, ¡ojo!, por aquí, la altura de los cerros, es verdadera, quiero decir que es íntegra, son desde el nivel del mar, y si te encuentras en la isla de la Torrosa, pongamos por caso y pretendes subir a la batería de Roldán, ya sabes que los 494 metros de desnivel, a los que se eleva su cima, son desde el metro cero, de modo que, con encadenar tres o cuatro de estos cerros de subibaja constante durante la ruta, ya quedas listo para el arrastre. Y si te hace calor y apenas corre el aire, con el fondo físico justico para aguantar hasta mediodía, es que te arriesgas al síncope, golpe de calor o la lipotimia.
La ruta, como indico sobre el mapa, se hace a la contra de las manecillas horarias, y tiene su punto de inicio en el Parque de Tentegorra, lugar muy frecuentado, acogedor y agradable, con muchos aparcamientos donde dejar nuestro vehículo a la sombra. Se le ve muy concurrido de andarines que deben realizar circuitos urbanos, pues solo con apenas cuatro o cinco personas coincidí en el Gr-92, camino del mencionado Mirador de Roldán. Supongo que durante los fines de semanas, este tramo andará mucho más visitado. Tras salir del parque y superar unas instalaciones deportivas, nos adentramos en el referido sendero de gran recorrido que evoluciona a través de un bosque de pinos carrascos. Me surgen a derecha e izquierda, desvíos de alguna que otra pista y senderos que ignoro pues de momento, el track me indica que he de seguir todo recto, en progresiva subida hasta alcanzar un hito a mi derecha, tras doblar una curva, que marca el inicio del empinado sendero por el que debo desviarme. De vez en cuando me cruzo con algún madrugador senderista que ya está de vuelta, seguramente procedente del collado. La subida es progresiva y no muy exigente, por lo que la encuentro asequible para casi todo quisque.
La cara norte del Roldán y el mojón cilíndrico del vértice geodésico, que a la vuelta, visitaremos.
Discurriendo en todo momento por el sendero Gr-92, en poco más de media hora o tres cuartos, dependiendo el paso, se puede alcanzar el collado y clareo en el bosque donde se ubica El Mirador del Roldán, situado en los 308 metros. La balconada dispone de unas vistas espectaculares hacia la ensenada que te pueden dejar patidifuso por lo inesperado del cuadro ofrecido ante los ojos. La estilizada silueta de Cabo Tiñoso, recortada sobre el mar, es lo que primero destaca sobre el bello paisaje marino.
Aquí se impone realizar una leve paradiña para disfrutar de las vistas del entorno y de paso, tomarnos un pequeño respiro para recuperarnos de la prolongada subida dejada atrás. A nuestra mano izquierda se nos ofrece la formidable mole del cerro Roldán, en cuya ladera Oeste se vislumbra el serpenteo y progresión hacia la cumbre de la senda del Jabalí, que años ha, afrontamos en las primeras ediciones de la Ruta de las Fortalezas (¡qué tiempos aquellos!). A nuestra derecha, sigue el Gr-92 hacia El Portús y La Azohía, que ya conocemos de nuestra pasada excursión por el Puntal del Moco y Cabezo de la Estrella. El track me indica el sendero que llaman del Oso, que enfila hacia el mar, con la dirección Sur, ahora cuesta abajo, mientras vamos atravesando un delicioso tramo bajo la refrescante sombra de unos pinos, siempre con estupendas vistas despejadas hacia el azulino mar y la escarpada orografía existente entre el Puntal del Moco y Los Hundidos. Todo un deleite para los sentidos.
La omnipresente isla de las Palomas.
El Mirador de Roldán, visto desde un punto del sendero del Oso.
Puntal del Moco, 389msnm.
Cordillera de crestas del Cabezo de la Estrella, por entre las que estuvimos flirteando.
Cabo Tiñoso y baterías militares del Atalayón, Castillitos y Jorel, lugares por los que ya anduvimos en 2019, con Hulk, antes de que me traicionara y dejara abandonado para hacer las américas (¡yanqui ingrat😒!). Al principio, me escribía de vez en cuando, pero ya ni eso.
La cara Sur del Roldán, se encuentra perforada de características covachas, de todos los tamaños y formas, como un queso Emmental.
Bonito cuadro marinero.
Enfocando hacia la Playa de Fatares, que hoy eludiremos pero que recorrimos en una excursión posterior a esta que hoy nos ocupa. 
El pico más a la izquierda y sobresaliente donde se halla ubicado el Cristo de los Buzos, y la senda que desde el sendero del Oso, desciende por la Cresta de Fatares a la playa homónima. Difuminado detrás, asomando el puerto y espigón de Escombreras.
Después de haber rebasado algún que otro cruce de senderos, con destinos que hoy no tocan, seguimos evolucionando por una bonita y trilladísima senda del Oso, hacia el Cristo de los Buzos.
Como referíamos antes, las cuevas y covachas se suceden en la cara del monte Roldán que da al mar, algunas de considerable abertura.
El sendero por esta latitud, se presenta muy amigable y seductor, pintiparado para traileros y senderistas de todo nivel y condición.
Una vez llegado al collado del Lobero, desechamos a nuestra izquierda el sendero que sube por la ladera hasta conectar con la pista de acceso a la batería antiaérea de Roldán, que a la vuelta, sí cogeremos. Nosotros ahora seguimos nuestro plácido faldeo por la solana de la montaña. Al frente y a nuestra derecha vislumbramos el sendero de la Cresta de Fatares o Cuesta de la Pupa como la conocen otros, que en una ulterior excursión a esta, observamos uno de sus extremos desde la playa.
Pronto advierto, porque se me muestra al frente, la presencia de una picuda cresta afilada de singular y llamativa estampa. La curiosa formación rocosa se me antoja a mí un obelisco. De hecho, he leído que se la conoce popularmente con el sobrenombre de El Vigilante, por la semejanza que presenta con una figura humana, que parece estar custodiando la costa. También he leído en alguna reseña, que los militares la conocen por el apelativo de la Piedra del Poyo. 
Mi amigo Pepe Luque, con el que anduve en otra excursión por estos lares, dice que al monolito le quedan dos inviernos antes del desmorone definitivo. Yo me pregunto, cuánto tiempo llevará así y si en tiempos de Aníbal Barca, ya presentaba este inestable aspecto o por el contrario, lucía con estructura más compacta y sólida. Lo cierto es que en la actualidad, ofrece la impresión de sustentarse bajo un equilibrio precario. En todo caso, a mí me fascina su forma y orientación hacia el mar, y del simbolismo que de la columna con forma humana se infiere que emana...y por eso la retrato y me deleito con el Puntal del Poyo que hace de vigía, a placer, no sea que mi amigo tenga razón, y cualquier día de estos, el obelisco de los mares, acabe en el barranco de Fatares.  
El formidable Roldán y el trazado de la pista que se adivina, va progresando en zigzag, hacia la abandonada batería militar. Mas tarde, abordaremos su conquista bajo la sofocante canícula de las dos de la tarde. ¡A quién se le ocurre...?
Otra imagen más del Vigilante del Mediterráneo, custodiando los buques petroleros y la Isla de las Palomas. Y la Cresta de Fatares, cuyo cordal cimero cae derechico hacia la playa homónima. Si algo me queda claro de esta zona es que se pueden combinar unos cuantos senderos para hacer de la caminata algo divertido, diverso, alejado de la monotonía que produce andar siempre por la misma senda.
Y del Vigilante nos trasladamos al Cristo de los Buzos, y para ello, hay que desviarse por un sendero que nos surge a la izquierda del que llevamos, que en apenas unos cientos de metros nos pone en el cerro donde se halla enclavado.
En el cabezo donde se encuentra la Cruz de los Buzos, coincidí con los senderistas que se observan en la imagen. El más retrasado, se encontraba en pleno proceso de convalecencia de una operación de espalda (hernia discal lumbar). Sus gestos de sufrimiento y esfuerzo en el rostro resultaban más que evidentes, pero también trascendía su firmeza y determinación en conseguir la ansiada recuperación. No me cabe duda que con semejante actitud, pronto la conseguiría. Me viene a la mente, esa palabreja, ahora tan de moda que llaman resiliencia y que te sale hasta en la sopa. Tampoco me gusta maridar ni poner en valor, ni tantas otras parecidas, ni toda esa neolengua, verdadera arquitectura del lenguaje que se considera progresista. A la capacidad de superación de siempre, de hacer frente a las adversidades, de echarle güevos u ovarios a los reveses de la vida, ahora le llaman resiliencia, ¡vaya filfa! En fin, que me voy por los cerros de Fatares.
Aquí muestro el desvío respecto de la senda del Oso, hacia el Cristo de los Buzos. Y la omnipresente colosal estampa a poniente del Cerro Roldán.
La emblemática cumbre es lugar de veneración para muchas personas creyentes, sean senderistas, militares o medio pensionistas, por la existencia de un gran crucifijo con la imagen de Cristo. Al parecer, la talla fue colocada en su día por un buceador de la armada que había sobrevivido a una situación delicada, mortal de necesidad, acaecida durante las prácticas de buceo por estas aguas.
Por lo que he indagado, este cristo, desde su instalación hace unos años, ha sufrido en repetidas ocasiones el sabotaje de personas indeseables. Estos son los que hubieron antes y fueron víctimas de actos vandálicos, hasta inclusive su sustracción:
El mismo algo más deteriorado.
El nuevo Cristo de los Buzos hecho en hierro, tiene una altura de 1,60 metros realizado por el artista y del que fue submarinista del Centro de Buceo de la Armada (CBA) Fernando Sáenz de Elorrieta, Además, está diseñado para evitar cualquier tipo de acto vandálico. Por ello, cuenta con una viga que llega hasta 1,40 metros bajo la roca, así como otra viga de angulo detrás para que no pueda doblarse. Pesa entre 95 y 100 kilos, por lo que se necesitaría un gran despliegue de medios para sustraerlo. 
El Cristo fue colocado en el cerro por un buceador del Ejército que sobrevivió a un ataque de buceo. Desde la roca en cuestión, situada frente a la isla de las Palomas, se divisa la estación naval de La Algameca, Cabo Tiñoso y la batería de la Podadera. Una zona que suele ser utilizada por la Armada para adiestrar a sus buzos de combate. Precisamente, los submarinistas tendrán ahora más fácil divisar a su guardián desde el Mediterráneo, ya que la talla de Elorrieta es más grande que la que había originariamente.
El emplazamiento se ha convertido en todo un símbolo, conocido en todo el orbe con el sobrenombre de El Puntal de la Cruz o Cristo de los Buzos (282m). Desde esta pintiparada atalaya obtenemos vistas prodigiosas hacia los relieves montañosos que rodean la bahía de Cartagena, Sierra de Pelayo, con su crestón de Cuatro Picos, los cerros cuyas cimas coronan antiguas fortalezas como la Atalaya, Galeras y San Julián, más al fondo, la Sierra Minera y el Valle de Escombreras custodiado por la Sierra de la Fausilla. También contemplamos la ciudad de Cartagena, el enclave militar de La Algameca, La Parajola, la meseta del Campo de Cartagena, y por el Oeste, el inmediato Cerro de Roldán, Sierra de la Muela y el majestuoso Cabo Tiñoso, que es el punto geográfico situado más al Sur de toda la costa cartagenera.
FINAL PRIMER CAPÍTULO

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