Aunque entraba dentro de mis planes desviarnos hacia el cercano Proyector
de la Parajola, creí conveniente obviarlo, dado lo avanzado del día (hora
del Ángelus) y la tórrida calorina que como fuego abrasador, ya se dejaba
sentir por estos andurriales. Me limité a tomarle unas fotos desde la
distancia, prescindiendo de su visita, habida cuenta lo que aún nos quedaba
por recorrer. En todo caso, desde este interesante blog,
BATERÍAS DE COSTA Y ANTI AÉREAS DE CARTAGENA, se puede echar un vistazo a este histórico emplazamiento que se utilizaba
para alumbrar el mar, hoy día, tan olvidado y abandonado como el resto de
los edificios militares de la zona. Por lo leído en el blog, fue
desmantelado al año siguiente de acabar la guerra civil.
Estaba provisto de:
Un proyector de exploración de costa. Con un diámetro de foco de
1,2metros, un alcance práctico de 11.900 metros, en el caso de Acorazados,
9.300 metros para torpederos y 5.600 metros para submarinos; provisto de 2
motores Vellinos de gasolina de 30CV que accionaba una dinamo Vellino G.H.
de 110V, 182 A.
No descarto no obstante, en un futuro no muy lejano, hacer este mismo
recorrido, pero en el sentido de las manecillas horarias, porque encontré la
Senda de la Valla bastante guapa y disfrutona. Me gustaría
repetir experiencia, pero en sentido inverso, esto es, en subida, con
temperaturas más propicias, y ya de paso, aprovechar para hacerle una visita
al proyector, teniendo enfrente a la refinería de Escombreras (REPSOL) e
intentar localizar el punto aproximado donde tuvo lugar el trágico
hundimiento del Castillo Olite, que seguro que las personas que ocupaban en
aquellos instantes el proyector, fueron testigos de excepción de
espeluznantes escenas que jamás olvidarían. Que por cierto, yo pensaba que
la toponimia de Escombreras procedía de algún pasado uso para
este menester, esto es, que la zona era utilizada para verter los escombros de
la comarca y por tanto, hacer de escombrera, pero nada más alejado de la
realidad y su verdadero origen ya que el nombre de Escombreras proviene del latín. Este topónimo viene de scombrer, la caballa (Scomber scombrus), una de las especies de pez empleados en la fabricación del garum, una
popular salsa consumida en la época romana y para cuya elaboración se
instalaron en esta zona fábricas de salazones en la antigüedad.
Desde el amplio sendero, obtenemos amplias vistas hacia Algameca, pequeña
ensenada delimitada entre la Cala del Gallito y el Puntal del Aire, que
comprende los términos geográficos de la Playa de la Parajola, Calas del
Indio Chico e Indio Grande, también Algameca Grande, donde existe un
pequeño muelle de la Armada, con varios edificios (entre ellos el CBA) pertenecientes a esta y finalmente Algameca Chica, donde desemboca la rambla
de Benipila y se introduce un pequeño brazo de mar a tierra, en cuyos
márgenes se extiende un singular poblado marinero de ocupación eminentemente veraniega.
El siguiente punto destacado de nuestra excursión de hoy es la Cueva de la
Sal. Hay que salirse unos metros del itinerario seguido, pero merece la pena
el desvío. La cueva, de techo alto, tiene unos metros de profundidad por lo
que se la debe considerar algo más que una mera covacha. Las paredes salinas con existencia de piedras cristalinas en su interior,
generan destellos que producen un curioso efecto iridiscente. Para descansar
y aliviarnos momentáneamente del bochorno abrasador que imperaba fuera, nos
vino de maravilla pues ejerció de temporal cámara refrigerante para nosotros.
Desde aquí, recuperamos el track y nos dirigimos hacia la batería de la
Parajola, de aciagas remembranzas históricas. El llegar a conocer las
circunstancias del hundimiento del Castillo de Olite, de un modo mucho más
pormenorizado al que tenía antes, me ha tocado la fibra sensible, me ha
calado hondo. ¡Qué historia más tremenda!
Esta estupenda obra de casi 400 páginas, publicación de 2010, que de forma
novelada, narra en estilo ameno y didáctico, las circunstancias coyunturales
que se vivieron en aquellos momentos en Cartagena; de lo sucedido en los
momentos previos, durante y después al hundimiento del Castillo Olite, que
hasta se atreve a tratar el tema de la particular idiosincrasia de los
cartageneros (de su mala follá), como decía, la recomiendo. De
lectura intensa y emotiva, me leí el libro en apenas dos tardes noches
porque en cuanto lo inicié, ya no pude parar. Si alguien, hoy o mañana, que
aterrice por casualidad en este blog, anda interesado en su lectura, que me
lo haga saber (abajo del todo mi correo) que igual le puedo echar algún
cable, ya que parece encontrarse fuera de existencias o descatalogado, en la
mayoría de webs que he consultado.
SINOPSIS:
El siete de marzo de 1939, el buque de transporte de tropas Castillo de
Olite fue hundido en aguas próximas al puerto de Cartagena por los
disparos efectuados desde una batería de costa republicana. Este buque
llevaba a bordo más de 2.100 soldados de los que murieron o desaparecieron
1.477. Mientras cualquier hecho notable durante la Guerra Civil fue motivo
de la correspondiente campaña de propaganda, ambos bandos corrieron un
manto de silencio sobre un hecho que constituye la peor tragedia de la
España marítima contemporánea. El paso del tiempo ha cubierto con una
pátina de misterio el hundimiento de un buque que formaba parte de una
ambiciosa expedición de 30 barcos y 25.000 hombres. Cartagena estaba
prácticamente rendida, Francia e Inglaterra ya reconocían el gobierno de
Franco y Negrín estaba a punto de traspasar la frontera de los Pirineos,
lo que parece dejar sin sentido tanto el ataque como la decisión de Franco
de enviar una fuerza tan extraordinaria sobre una ciudad agónica. De la
mano de Luisa, una periodista en paro, y Javier, un antiguo buceador de la
Armada, Luis Mollá recrea literariamente los últimos momentos del Castillo
de Olite sumergiéndonos en una historia llena de misterio, tragedia y
ternura, a lo largo de cuyas líneas el lector quedará sobrecogido al
imaginar que cuanto se narra se corresponde con la más insensata
realidad.
Una de las garitas de la Parajola y en línea recta y al fondo, el Castillo de Galeras.
Humilde recreación de más o menos donde fue hundido el Castillo Olite y
ubicación de la batería La Parajola, sobre un mapa antiguo, ya que en la
actualidad, los restos del barco y personas quedaron sepultados bajo
toneladas de bloques de piedra durante la ampliación de la refinería.
Cartografía actual de la zona
Pero aunque fuera un monumento homenaje, estatua o monolito, que no forzosamente una cruz,
algo se debería haber erigido en un emplazamiento próximo al punto del
hundimiento. Si un motivo cierto lo tiene bien justificado, es esta terrible
efeméride.
Salimos de la antigua batería militar de La Parajola y ahora
nos dirigimos al Cristo de los Buzos, que Pepe todavía no conoce.
¡La virgen, la que está cayendo y si ahora tuviéramos que subir el Roldán...! ¡Menos mal que solo
subiremos un pequeño tramo de su pista de acces😂!
Por la Senda del Oso hacia el Puntal de la Cruz.
El desvío que existe desde la senda del Oso hacia el Cristo de los Buzos.
Tras tomar un piscolabis bajo la pinada existente al pie del monumento, nos
recreamos con las espléndidas vistas que se divisan desde el mirador e
ineludible en lugar tan pintiparado la correspondiente sesión recíproca de
postureo.
El Vigilante...o la Piedra del Poyo.
En dirección a la pista del Roldán, bajo un sol de justicia.
Caminando por la incandescente a estas horas, pista del Roldán.
Antes de afrontar el tramo de las zetas por la pista de subida a la cima del
Cerro Roldán, nos desviamos a nuestra derecha, al pie de este muro,
para coger la denominada Senda de la Valla.
El descenso es vertiginoso y algo deslizante por la existencia de piedrecillas sueltas, por lo que hemos de
prevenir el posible traspié.
Con la flecha amarilla se indica desde donde tiene su inicio la senda de la
Valla, una vez dejamos la pista de la Batería de Roldán, que un día de
estos, habrá que atacar en subida.
En la imagen, elemento contiguo a la senda que justifica su topónimo y desde este punto, ya solo nos restaba superar un último repecho y atravesar en bajada, una zona escalonada de monte (terrazas) y al poco, ya estábamos cerrando el círculo que habíamos iniciado por la mañana, en el Parque de Tentegorra. Rutaca desde luego que no hay que subestimar porque toboganes rompepiernas tiene unos cuantos, que si encima hace bochorno, te pueden dejar para el arrastre.
Algunos de los momentos capturados en vídeo, durante esta bonita a la par que interesante excursión realizada con mi amigo Pepe Luque.
La cruz (Punta Aguilones), que durante algunos años, estuvo erigida en las proximidades del lugar de hundimiento del Castillo Olite y a unos metros de esta, la imagen (la fotografía que cierra este capítulo final) adjunta a un altar, que hoy se encuentra en el monte del Calvario. Y AQUÍ, información y fotografías relacionadas con su desmantelamiento y prometida restitución, que nunca se produjo.
En los estertores de la Guerra Civil, en la mañana del 7 de marzo de 1939
el buque de transporte Castillo de Olite se hundió en las proximidades de
Cartagena por efecto del cañonazo de una de las baterías que defendían la
ciudad, pereciendo cerca de mil quinientos soldados, la mayoría ahogados en
las bodegas que durante decenas de años han constituido su inesperada, fría
y húmeda mortaja, hasta que el barco fue vendido de manera infame y sus
restos enterrados de manera anónima.
Hoy no queda ningún recuerdo en memoria de aquellos desgraciados que
navegaban a Cartagena ilusionados con el final inminente de la guerra. Sus
sueños fueron quebrados por una bala de cañón y sus cuerpos enterrados
bajo toneladas de agua, lodo, cemento e infamia. Desde su muerte, los
distintos Gobiernos de España han venido reservando para ellos el más
triste de los epitafios: el olvido. Sirvan estas letras como recuerdo
emocionado de sus ilusiones rotas.
(De la emotiva obra Perdidos en la Memoria)
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