Seguimos por el sendero de los Picarzos, que discurre paralelo a un río
Mundo, de aguas cantarinas y límpidas, mientras las bonitas vistas hacia el pueblo
se suceden.
A ritmo zen, cámara en ristre, enfocando aquí y allá, vamos
discurriendo por un precioso sendero, embriagándonos con los aromas
que se desprenden de los pequeños huertos y la exuberante vegetación típica del bosque
mediterráneo y de ribera.
La zona es de evidente predisposición senderista y por tanto, no
faltan los bonitos y elaborados carteles en madera con indicación de
los cruces, kilometrajes y nombre de los senderos, que por aquí, se
entrecruzan unos cuantos. No en vano, la red de senderos de Aýna cuenta con nueve rutas de senderismo y dos
paseos urbanos, que recorren los lugares más pintorescos de esta
localidad y sus pedanías. La tecnología nos marca que hemos de
coger el llamado Sendero de la Umbría, una coqueta calzada romana que
vemos se orienta en empinada subida, serpenteando a través de un
frondoso pinar. La pendiente parece llevadera aunque sabemos que es
prolongada por lo que hay que tomarse este largo repecho con calma, ya
que, en dos kilómetros y medio de ascensión, se salva un desnivel de
más de cuatro cientos metros. Para hacer la progresión un poco más
liviana, ya empapados del tónico sudor del esfuerzo, solo tendremos
que girarnos cada equis pasos, para contemplar el bello
lienzo ayniense que se va ofreciendo a nuestra espalda. Cuando
alcancemos el cruce, en el mirador que llaman de la Fuentezuela,
obtendremos la sensación de que el denuedo exigido para llegar hasta aquí,
bien ha merecido la pena.
Contemplando estas postales se entiende mejor el porqué de su otro
epíteto.
El monte San Urbán acoge en su falda al pueblo de Aýna, que trepa por su
declive apretándose entre sus casas. Es por ello que su orografía escarpada,
de crestas afiladas, ha sido y es comparada con la topografía helvética,
siendo así que le es otorgado por derecho propio, el sobrenombre de la
Suiza Manchega. A lo mejor todo obedece a marketing y slogan
turísticos, pero, ¡que más da si funciona...!
Aýna constituye un pequeño paraíso, un vergel rebosante de vegetación y
agua, que se halla protegido y escondido en el extremo nordeste de la Sierra
de Segura.
Este ancho canal de conducción de aguas atraviesa todo el valle, y tiene aproximadamente diez kilómetros de longitud. Algunos de sus tramos son subterráneos por lo
que debió requerir de una gran inversión su construcción. Tiene esta canalización inicio y boca de hidrografía en Los Cárcavos, una pequeña pedanía donde el valle
del río Mundo se estrecha radicalmente formando grandes cortados. Tan
abrupto entorno ha servido para la construcción de una presa que canaliza el
agua hasta la central hidroeléctrica de Híjar, ya en la vecina localidad de
Liétor. Por tanto la acequia forma parte de la infraestructura necesaria para la producción de electricidad. Ignoro si en algún punto se utilizará también para
riego.
Recorrido de la canalización marcada con flechas amarillas, con la misma
orientación que el río Mundo en esta comarca, es decir, de Oeste a
Este.
Inicio acequia
Continuamos ascendiendo que aún nos queda un poquito para llegar a la
Fuentezuela.
Bonita panorámica de Aýna, custodiada por los cerros San Urbán, Colmenar,
El Sabinar, Peña Rubia...
Acercando Aýna merced a la magia del zoom.
Desde aquí se pueden distinguir los emplazamientos de los miradores
existentes sobre la villa de Aýna. Visita pendiente, sin duda.
El hotel Felipe II
El entorno y lugar de enclave de la arriscada Aýna resultan en verdad,
espectaculares.
Desde esta captura se aprecia bien el Mirador del Diablo, también conocido por el Estrecho del Gargantón, que al regreso
visitaríamos desde la carretera.
Hace calor, por encima de los 32º, pero con estas vistas, cuando vengo a
darme cuenta, ya estoy en la pista forestal y en el paraje con denominación
La Fuentezuela, aunque en la cartografía figura La Fontezuela, pero no
seamos pejigueros.
En este punto, el track marca desviarse unos cientos de metros para hacer
cumbre donde se encuentran las antenas. Es el punto más elevado de nuestro
recorrido, situado en los 1016 metros, cuyo atractivo e interés los pongo
en tela de juicio. Desde arriba, aparte de las antenas propagadoras de
ondas electromagnéticas y edificio adjunto, se divisa el pico del Molar,
1155m, romo, poco destacable desde mi posición, y el cerro Albarda, 1254m,
este sí, el más interesante y prominente de estos pagos. También se podría visitar, cercano adonde nos encontramos, siguiendo la
pista forestal en dirección sudeste, el antiguo camping de La Fontezuela,
pero en la actualidad se encuentra desmantelado y en estado ruinoso por lo que desestimé
hacerle una incursión. Así pues, una vez comprobé estos extremos, regresé a
la que fuera antigua encrucijada, ahora cruce y mirador donde se halla el icónico abrevadero (seco) y continué la marcha, por
el sendero de los Esparteros, en dirección noroeste.
Pico Albarda, 1254m. El cielo comenzaba a encapotarse.
Desde aquí se obtienen muy buenas vistas hacia Aýna.
El mirador de la Rodea Grande o del Sidecar
Una breve captura de vídeo en modo súper zoom que hice desde mi
privilegiada posición
Seguimos avanzando por el sendero de los Esparteros
El sendero de los Esparteros (resulta fácil deducir el origen de su
topónimo) presenta un primer tramo que tiende al descenso y llegados a un
cruce que hemos de coger a la izquierda, otro tramo de senda que se empalaga
un poco pues se inclina hacia arriba, pero pronto converge con la pista
forestal que viene de la CM-3203 en dirección al Mirador de los Infiernos,
cuyo terreno es llano y acercándonos al referido mirador, pronto se pone cuesta
abajo y sin frenos, que diría aquel. Entretanto, vamos acompañados de pino carrasco, sabinas y encinas, que se muestran especialmente densas en las umbrías.
Indagando por Internet he podido saber que en Aýna se celebra todos los
años en el mes de julio, una carrera nocturna, en una de las noches de luna
llena que suele ser a primeros de mes. ¡Ya mismo se celebra la próxima, el cercano uno de julio! Al parecer, es
muy popular y, como no podía ser de otro modo, se la conoce por la "Amanece
Trail". Ese sendero que antes hemos dejado a la derecha, se repite en la
carrera dos veces y ambas en bajada. Se dirige hacia el mirador Peñapesquera
y el río Mundo, que nuestro track soslaya y no contempla. Tiene que ser una nocturna muy bonita. Desde el mirador, se desciende a una zona de
baño que los lugareños conocen por el sobrenombre de "Benidorm". Este
detalle ha despertado mi sonrisa y nostalgia. En mi pueblo, Bullas, también existe un
paraje (en las inmediaciones de la Cuesta del Reclín), en el río Mula, donde
antiguamente se formaban dos o tres vaeras (pozas) sucesivas y río abajo, cuyo nivel de las
aguas, a los críos nos llegaba como mucho a la cintura, protegido el entorno bajo la
sombra de unos altísimos olmos, lo que hacía del rincón un lugar muy atractivo y
frecuentado, sobre todo en verano, que los bulleros conocemos desde tiempo
inmemorial por el "Pequeño Benidorm" (¡cualquier parecido
con el real es mera coincidencia...😃!).
Aquí el recorrido de la
AMANECE TRAIL, por si a alguien interesa.
Y aquí el
REGLAMENTO DE PARTICIPACIÓN.
Comenzamos a divisar en la distancia los primeros elementos orográficos de
un paraje en verdad fascinante. Nos referimos al Mirador de los Infiernos.
Me encantó. Es de esas veces que te impresiona la configuración, la
morfología de un lugar y no sabes exactamente por qué. En esta ocasión, las
nubes de siempre, las de toda la vida, acompañaron,
En lontananza descollando el cerro del Halcón, 1230m y definiéndose a
nuestra derecha las espectaculares peñas El Pico y El Prado.
Estamos enfocando hacia las pedanías Royo Odrea, Las Hoyas, de Arriba y Abajo y el Puente del Pontarrón. Lo cruzaremos al regreso.
Majestuosos los peñones. Vistos desde el mirador son apoteósicos. El Peñón
del Prado le da un aire a la Peña Jarota y la Torre del Diablo, el punto de encuentro con los extraterrestres en la película de Steven Spielberg, la ya clásica Encuentros en la tercera fase.
Aunque giramos por Las Hoyas y no llegamos a Royo Odrea, no me pareció que
hubiera mucho movimiento en esta aldea. Por curiosidad, he consultado la
demografía de esta población y su evolución es a la baja, fenómeno que se viene repitiendo en la España rural y de interior, esa que llaman
vacía. Los que quedan, deben ser la mayoría pensionistas que se resisten a dejar sus casas, que con el transcurrir del tiempo, cada vez irán quedando menos hasta que la pedanía quede desierta y se convierta en una aldea fantasma. Como tantas otras, dicho sea de paso.
FINAL SEGUNDO CAPÍTULO
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