Hacia el final de la excursión que transcurría por Bogarra, sugería mi
intención de hacerle también una incursión a la coqueta villa de Aýna. Así
pues, de Cehegín nos trasladamos a
AÝNA, municipio icónico de la provincia de Albacete, de poco más de 570
habitantes. Enclavado en lo más profundo de la garganta del río Mundo, en un singular y
escarpado enclave natural, este pueblo es conocido como la
Suiza de La Mancha por su espectacular belleza
paisajística. Encaramado sobre la rocosa falda del monte San Urbán, en
una arista del mapa donde coinciden las últimas estribaciones de las sierras
de Alcaraz y Segura, el pueblo de Aýna (que en árabe podría traducirse como
fuentes ocultas) se extiende siguiendo el curso del río Mundo,
acotado por los grandes y escarpados farallones que tiene al frente. El
pueblo se encuentra integrado en la actual mancomunidad de servicios de la
sierra de Segura, al igual que Bogarra, al que ya hemos visitado.
Hemos leído con atención
la detallada y excelente descripción que nuestro cicerone escogido en
esta ocasión, hace del recorrido y nos plantamos en las inmediaciones del pueblo poco
antes de las nueve de la mañana. El trayecto se propone circular en el
sentido horario y por lo expuesto de nuestro guía sabemos que se trata de un
itinerario de exigencia moderada ya que lo componen alrededor de 18
kilómetros donde algunos de sus tramos se pueden presentar algo empinados y
por tanto, duros de pelar. Ya lo iremos viendo sobre la marcha, aunque
adelanto que es preciso tener un mínimo de bagaje senderista en las piernas
pues a su término puede acabar uno bastante cascado. En la imagen inferior y
trazado sobre Google Earth, se puede observar el contorno que adopta el
recorrido.
Fotografías las siguientes, tomadas antes de estacionar el coche, a la
entrada del pueblo, en el mirador de la Rodea Grande o del Sidecar, como también es conocido, donde se obtienen excelentes vistas
hacia Aýna, todavía envuelto en la sombra que proyecta su Peña Rubia, y el
cerro de los Picarzos (797m), en cuyo pico que destaca se halla aposentada y
oteando, una réplica de la imagen de Santa María de lo Alto, que es patrona
del municipio.
Peña Rubia
Uno de los atractivos y reclamos turísticos de la "suiza manchega" reside
en que fue escogida en 1988, por Jose Luis Cuerda, desaparecido director de
cine albaceteño, para rodar una parte de las escenas de la insigne
película "Amanece que no es poco". De hecho, Aýna alberga el
Centro de Interpretación del referido y surrealista filme, donde el turista
curioso encontrará desde el reparto de personajes y extras de la cinta, a
imágenes inéditas del rodaje, sala de atrezzo o documental de su vigésimo
aniversario, repleto de anécdotas de los vecinos de los tres pueblos (junto
a Molinicos y Liétor) donde fue rodada, además de otras muchas curiosidades
que tuvieron lugar durante la extravagante filmación. En honor a la verdad,
el largometraje considerado por muchos de los amantes al séptimo arte como
una obra maestra del cine español, película de culto, me parece a mí un
bodrio infumable (Dios perdone mi incultura), que he tratado de ver de nuevo
por si, con los años, hubiera cambiado mi parecer, enfoque o punto de vista,
pero la cosa me temo que sigue igual, y volví a quedarme grogui a los veinte
minutos de visionado. Debo tener la misma perspicacia, sensibilidad y sentido del humor de
un botijo, porque la película no logra cautivarme ni me hace chispa de gracia. Otro caso muy distinto me ocurrió con La vida de Brian, que esta sí me pareció y parece una obra maestra y de veras desternillante, muy
reveladora, que pronosticaba lo que iba a suceder en nuestra sociedad, a 45
años vista, ahí es nada. Hay prevista una adaptación teatral de la obra que se estrenará el año que viene y lo
que no sufrió en los años 70, esto es, la censura, la padece ahora, en 2023.
Resulta evidente la degradación y retroceso de nuestra sociedad occidental
que camina a marchas forzadas hacia su actual decadencia y consecuente autodestrucción futura. Solo es cuestión de tiempo.
Parece lo de siempre y es lo nunca visto: un joven ingeniero español, profesor de la Universidad de Oklahoma, vuelve a España para disfrutar de su año sabático. Su padre le ha comprado una moto con sidecar para realizar viajes de placer los dos juntos. Padre e hijo llegan a un pueblo de montaña, muy escondido. El pueblo parece vacío, pero no lo está. Lo que ocurre es que todos sus vecinos, menos el negro Ngé Ndomo, han ido a misa. Que todos los habitantes del pueblo vayan a misa todos los días del año es lo habitual. El cura se da tal maña con la liturgia que no hay fiel que quiera perderse el espectáculo.
Pero no es esta la única peculiaridad del pueblo. La Guardia Civil, sin ir más lejos, vela por el orden con admirable meticulosidad: los borrachos han de beber su alcohol favorito, de uno en uno y hasta la ebriedad absoluta, los amantes han de gozar en los coitos por igual, los delincuentes deberán confesarse y poner en paz su alma antes de entregarse a las autoridades terrenas…
En el pueblo se celebran elecciones generales cada año, y en ellas se eligen, por rigurosa votación, los cargos de alcalde, cura, maestro, puta, marimacho en período de prueba y seis adúlteras.
Esta es la réplica del sidecar en el que entran al pueblo Antonio Resines y
Luis Ciges en la legendaria película. Quizá sea este lugar el más
fotografiado de la localidad.
He logrado estacionar el vehículo justo enfrente del hotel Felipe II,
mayestático nombre que tiene su explicación ya que el susodicho rey tuvo
cierta relevancia por estos lares pues el 22 de septiembre del año 1565,
otorgaría a Aýna el privilegio de Villa, independizándola de la todopoderosa
Alcaraz, ciudad a la que estuvo ligada por su pertenencia a su extenso alfoz
durante siglos. Cuando el rey Felipe II tuvo el detalle de concederle
la independencia, le adjudicaba también los actuales términos de Molinicos y
Elche de la Sierra, que se irían segregando a lo largo del siglo
XVIII.
El nombre de la villa fue en origen "ayn", que significa "fuente", pero con
el tiempo este nombre se castellanizó, dando lugar a Ayna, al principio sin
tilde, como puede comprobarse en la mayoría de mapas y señales de tráfico
contemporáneas, muchas de las cuales conservan este topónimo original. En
diciembre de 2010, la Nueva Ortografía de la RAE declaró que la y no
es una excepción y también debe ser acentuada cuando forma un hiato, y
después de cinco siglos, pasó a llevar tilde.
Tal como indica nuestro guía en la descripción de su track, en las últimas
casas hay que coger una vertiginosa rampa que sale a nuestra izquierda en
dirección al río. Está indicada mediante un bonito cartel de madera. La
localizo tras un breve titubeo y por este tramo hemos de extremar las
precauciones e ir descendiendo con cuidado porque la surcan en
algunos pasos, regatos que la pueden hacer deslizante con riesgo de
traspajazo. En todo caso, la rampa es de hormigón estriado para proporcionarle agarre y hacerla así, menos escurridiza.
Pronto alcanzamos el nivel del río y nos encontramos en la frondosa zona
recreativa denominada del Tiñoso, que he leído, fue campo de fútbol en el
pasado. El rincón junto al río resulta ideal para pasar en familia y a la
sombra de los imponentes árboles, un estupendo día de merienda
campera.
Las bonitas veredas que circunvalan el río Mundo por una margen y otra, son
utilizadas con asiduidad para la práctica del senderismo.
Siguiendo el curso del río Mundo por su margen derecha, alcanzamos una zona
de huertos. Hemos de cruzar a la otra orilla por el puente que llaman de las
Correras, porque el primer punto de interés de nuestro periplo se halla a
escasos metros. Nos dirigimos a su encuentro girando a nuestra izquierda en
dirección contraria a la corriente del río. Tras andar apenas cien metros,
llegamos a la Cascada del arroyo de la Toba que encontramos bella y
refrescante. Más adelante y con el calor reinante, pensaría en ella y la
echaría mucho de menos. Por esta razón, no son pocos los que conocen el
percal y hacen en verano esta ruta a la contra de las manecillas del reloj,
para hacia el final, darse el homenaje de un lenitivo remojón en ducha tan
vigorizante, natural y salvaje. Todo un lujo, sin duda.
La cascada viene a tener unos veinte metros de caída, yendo a desembocar al
río Mundo, en un paraje natural de gran belleza rodeado de vegetación y
rincones donde se adivina la posibilidad de baño. Justo antes de la
catarata, el manantial tributa parte de su aguas en la histórica acequia de
Aýna. El remanente es lo que forma la cascada de la Toba que casi vierte su
caudal sobre el mismo lecho del río. Por esta razón constituye una toba
viviente y en constante formación porque, en efecto, la cal del agua se
sigue aquí acumulando lentamente, haciendo crecer la peña. Desde el otro
lado del río se pueden advertir multitud de oquedades sobre la cascada,
entre grandes y pequeñas, como en un queso suizo, que antaño fueron
utilizadas como refugios para el ganado.
Después de permanecer en este rincón durante un ratico delicioso, seguimos
nuestro avance porque aún nos queda bastante trecho por recorrer. De hecho,
se podría decir que apenas hemos comenzado.
Esta antigua presa hidráulica se encuentra a escasos metros de otro lugar
marcado mediante waipoint como "lugar de interés" en la ruta. Se trata de un
escenario/museo al aire libre donde se representan algunos de los personajes
de aquella mítica película. He leído que se conoce por el Semillero de
Hombres, Huerta del tío Pedro y Paso de Elena (labradora) a los bancales.
Tomaremos a nuestra izquierda un breve tramo de sendero en ascenso,
donde observaremos un enorme mural que representa la fachada de una casa y las
escenas amanecienses Casa del Viejo Agricultor,
Joven Brotando y Calabaza en el Bancal, donde el turista
visitante puede aprovechar para convertirse por unos instantes, en uno de
los personajes. De hecho, la figura del hortelano calabacero está concebida
para ese objeto.
En el calabacero existe una banqueta por detrás para sentarse, se pone la
cabecita en el hueco y fotografía al canto. Por extraño que pueda parecer,
la planta cucurbitácea y los frutos (calabazas) que dimanan de ella son
reales...nooooo, que es bromaaaaaaaaaaaaaa!
Esta impronta de Los Picarzos queda a nuestra espalda.
Una vez visitado este divertido lugar, hemos de cruzar un puente que en
temporada de fuertes lluvias puede quedar inundado. Ahora no es el caso y lo
cruzamos sin mayores problemas.
Siguiendo el derrotero de nuestro recorrido comenzamos a disfrutar de
maravillosas vistas hacia el pueblo de Aýna, más por su ubicación y
configuración de casas colgantes al modo de las de Cuenca que por su
propia arquitectura en sí, que de momento, apenas conocemos, pero todo se
andará. Asimismo, reparamos en su ubérrima vega, auténtico vergel de la
época mora, con sistema de terrazas y regadíos que proceden como digo de
su ascendencia andalusí. Lo fotografiamos hasta la saciedad, pues a cada paso y recodo del sendero
en subida, me parece atisbar un nuevo encuadre diferente del anterior. Las
vistas que ofrece Aýna me parecen primorosas pues su entorno natural
representa su mayor riqueza y por tanto, intuyo que el espectáculo
visual no ha hecho más que comenzar.
Por encima de las casas del pueblo se encuentra el mirador de El Balcón de
Las Mayas, donde también se hallan los restos del Castillo de la Yedra,
antigua fortaleza de origen islámico. El mirador debe su nombre a que por
aquí se cantaban las mayas, esto es, se declaraban los amoríos de los
ayniegos. Este es un lugar, entre otros, que dejamos en proyecto de
conocer.
Iglesia de Nuestra Señora de lo Alto y parroquia de Santa
María, construida sobre los restos del castillo de la Yedra y sobre una antigua
ermita de principios del siglo XV. Se trata de un templo simple en el que
llama la atención la torre hecha en piedra de sillería perteneciente a la
antigua ermita. Esta iglesia puede presumir de ser uno de los templos de
España que más tiempo tardó en inaugurarse (1953) pues sus obras
permanecieron paralizadas ¡nada menos que cuatro siglos! ¡Y luego hablan del Escorial...!
En Aýna existe otro edificio religioso, para los foráneos, nada
distinguible ni reconocible desde la distancia. Se trata de la ermita de
Nuestra Señora de los Remedios y actual Centro de Interpretación de
“Amanece, que no es poco”. Se cree que fue sinagoga judía, que pasó a formar
parte del legado cristiano tras la reconquista en el siglo XIII, siendo a
partir de entonces y hasta el año de 1953 la iglesia parroquial. Situada en
la calle Mayor, su apariencia externa es la de una casa más, pero se puede
apreciar en la puerta de entrada, un arco de medio punto con grandes dovelas
(piedra labrada en forma de cuña, para formar arcos o bóvedas). He leído en
las guías turísticas que merece la pena entrar al interior para admirar su
precioso techo de estilo mudéjar del siglo XVI y las pinturas reveladas
posteriormente en los muros del templo.
Se cree que los musulmanes pudieron asentarse en esta zona por dos motivos
principales, a saber: para disponer de un terreno feraz y prolífico para el
cultivo que les asegurara la subsistencia y porque en la zona del casco
antiguo existe un cortado con precipicio que hacía las veces de
fortificación natural. Sin embargo, aunque se sabe que el primer
asentamiento permanente en Aýna se debe a los musulmanes, gracias a
los hallazgos en la Cueva del Niño, se ha podido averiguar que el hombre primitivo ya pululaba y trajinaba
por estos lares durante el Paleolítico.
FINAL PRIMER CAPÍTULO
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