La sierra que en esta ocasión me dispongo a dejar registrada, fue pasto de las llamas hace 28 años. Ya le había echado el ojo el año pasado, con ocasión de mis excursiones por "Cambrones y alrededores". Tan cercana la veía desde la sierra de la Puerta que decidí hacerle una visita, incluso antes de las sucesivas que hice al Almorchón ciezano. Recuerdo haberme tomado aquella primera exploración un poco a la ligera, subestimando lo que en su reseña, ya advertía el autor del track, al catalogarla de difícil, por unas razones muy concretas que yo no tomaría en consideración y claro, el desenlace no pudo ser otro que el de pifiarla. Así pues, aquel primer acercamiento a la sierra del Cerezo se tradujo en "mata que no ha echao", aunque sirviéndome no obstante, para tomar buena nota y saber que a los picachos de la sierra del Cerezo había que tomárselos en serio. La montaña siempre te pone en tu sitio y en cuanto a eso, no hay tutía, eches por donde eches.
Lo que ocurrió fue que aquel día no madrugué demasiado; que pensaba la ruta sería de chichinabo, toda por cómodas pistas, que en dos o tres horas la tendría finiquitada y que por ello, tenía previsto volver a casa, sin apenas haber sudado la camiseta, para la hora de comer. Así las cosas, cuando vine a estacionar el coche en el punto de inicio (cortijo del Campanero), eran ya casi las diez de la mañana y sí, hasta alcanzar el pie del primer cerro, era todo subida por camino, aunque más distante de lo esperado. Pero ¡ay amigo!, ya en las primeras estribaciones del cabezo, una vez metido en faena, me di cuenta que alcanzar el Cerezo de Moratalla no sería moquito de pavo sino algo penoso y hasta peligroso ya que, una apretada y tupida masa de sotobosque y pinos retoños plagados de procesionaria se interponía en mi trayectoria hacia la cumbre. Algunas se encontraban ya en plena "romería" y otras a punto de eclosionar. No me compensaba, me dije, asumir el riesgo de rozarme con alguno de esos sacos y que me entrara con la picacera, un baile de San Vito del copón bendito. Mejor abortar la misión que porfiar en su ejecución cuando resultaba evidente que por lo avanzado de la hora y la amenaza lepidóptera, no parecía el momento oportuno.
Las fotografías que comienzo a desplegar en esta nueva entrada dedicada a la Sierra del Cerezo, responden a tres momentos diferentes ergo incursiones sucesivas que hice por aquí. Se publican de manera cronológica pero sin estricto orden ni concierto. Estas que estamos viendo iniciales, se corresponden con aquella primera toma de contacto que me sirvieron para conocer y ubicar los accesos y posibilidades del territorio a explorar.
La Sierra del Cerezo pertenece al municipio de Moratalla y se encuentra circunscrita en un sistema mayor denominado Sierra de la Muela, la cual está comprendida a su vez en la ZEPA Sierra de Moratalla. De la montaña que hoy llevamos en danza, dimanan la sierra de los Engarbos, de la Silla, y del Lote Seis. Rodeada de las sierras de los Álamos y de las Herrerías, atraviesa su pie de monte el río Alhárabe, al que ya hemos dedicado varias entradas en este blog. Entre sus picos más destacados se encuentran el Cerezo de Moratalla con 1136 metros, el Peñón del Serrano con 1146 metros, el Cerro del Viso con 1092 metros y el más prominente de todos, el Cerezo, de 1179 metros, cuya cúspide de momento he renunciado hollar porque parece ser que estos días de plena efervescencia cinegética, se hace harto peligroso el patear montes de titularidad privada.
Esta sierra y las colindantes fueron pasto del fuego hace algo más de 28 años; para ser más exactos, el incendio se declaró el 4 de julio de 1994. Lo recuerdo bien porque supuso para nuestra región una tragedia ecológica y medio ambiental de gravedad y proporciones incalculables. Y "llovía sobre mojado" porque en la vecina Sierra del Molino de Calasparra, tres años antes, había acontecido análogo desastre. Afortunadamente no hubo que lamentar pérdidas humanas porque dio tiempo evacuar a la población afectada, sobre todo en el momento de mayor ebullición del fuego, con frentes ardiendo simultáneamente a lo largo de muchos kilómetros a la redonda, lo que en algunos momentos no resultó nada fácil (lo sé de buena tinta porque me tocó participar en esas labores) habida cuenta la negativa y resistencia de algunas personas a abandonar sus hogares. La pesadilla que en aquel julio infernal se desataba en la sierra de Moratalla, venía precedida de diversos factores que contribuyeron de forma decisiva a la catástrofe. Nuestra región ya venía arrastrando tres o cuatro años de pertinaz sequía, con días consecutivos de julio en que el mercurio no bajaba de los 44º. Recuerdo bien en las fechas previas a la catástrofe, aquella brisa sahariana que te abrasaba la cara. Fueron cuatro o cinco jornadas encadenadas de viento ígneo, de quemazón insufrible para los que faenábamos a la intemperie, que parecía provenir del mismísimo infierno.
Cuando se desencadenó el desastre, resultó que el foco del incendio era de muy difícil acceso para los medios de extinción, con rachas de fortísimo viento cambiante que agravaban la situación por momentos. Una vez desatada la vorágine de exterminio y caos, fue imparable. Se necesitaron ocho días y más de mil arrojados valientes para aplacar y domeñar la fuerza devastadora del fuego. El verdadero milagro fue que un incendio de aquella apocalíptica magnitud no causara ni una sola víctima mortal, de entre las muchas cuadrillas terrestres que estuvieron hombro con hombro, luchando a brazo partido contra el averno abrasador, ni de ningún despistado lugareño que morando en un apartado cortijo, permaneciera ausente e ignorante del peligro que le acechaba, y se les hubiera pasado a las autoridades, avisarle o evacuar. Aún a día de hoy, la gran incógnita sigue siendo conocer cuáles fueron las causas que originaron tamaña desgracia. Unos dicen que fue provocado. Otros que causado por la negligencia de unos operarios que días antes habían realizado labores de mantenimiento en el cableado de la zona, propiciando el contacto de un pino con el tendido eléctrico. Otros que el intenso calor unido a un rayo de sol proyectado sobre un residuo de vidrio depositado en el monte. Otros que a una colilla, la cuestión es que nunca afloró la etiología de tan espantosa devastación. En mi fuero interno, pienso que, como en tantas otras ocasiones, ahora y siempre, se trató de una catástrofe provocada adrede.
Las más de treinta mil hectáreas calcinadas englobarían a casi toda la sierra de La Muela, toda la sierra del Cerezo, montes pertenecientes al término municipal de Jumilla y Cieza; cuatro mil hectáreas de terreno quemado en la provincia de Albacete y montes localizados entre la zona cero (Peñón del Serrano) y el santuario de La Esperanza, en Calasparra, a orillas del río Segura. La providencia y acaso el denuedo y determinación del hombre se conjuraron para que tanto el emblemático lugar como la sierra de Hondares, escaparan al fuego. También se vieron afectadas las proximidades de Benizar, Camping La Puerta (que fue desalojado), la reserva natural de Sotos y Bosque de la ribera de Cañaverosa en Calasparra. En fin, una catástrofe de dimensiones bíblicas.
Hubimos de esperar más de una década para constatar que algunos pinares comenzaban a rebrotar en las umbrías y casi veinte años más para ver de nuevo a la sierra del Cerezo, revestida de un manto verde. He aquí el verdadero potencial que la naturaleza tiene para con el tiempo y la caña debidos, regenerarse de tan terrible estrago sufrido.
Pretendo continuar recorriendo estos parajes en lo venidero, pero he de esperar que transcurran unas semanas hasta que el furor cinegético que parece reinar estos días de noviembre y diciembre, se apacigüe.
Mirando hacia el Peñón del Serrano
Sierra de la Muela
Cortijo del Campanero
Paredes del Cerezo y Peñón del Serrano
Cerro de los Bolos (1195m) en la vecina sierra de los Engarbos y las ruinas de la cortijada El Arrayán, enclavada en un escarpe rocoso con vistas privilegiadas hacia el valle del Arroyo de las Murtas. Más adelante las fotografiaremos de cerca.
Al fondo, Sierra del Canalón y Loma de la Carrasquilla.
¡Qué interesantes resultan siempre estas panorámicas en que se divisan difuminadas los perfiles de las sierras circundantes! Sierras de San Miguel, del Molino, del Almorchón, del Oro, Atalaya de Cieza, etc.
Muela de Moratalla
Rincón de Salamanca
Paredes del Cerezo y su cumbre
Bonitas panorámicas obtenidas desde la red de pistas que vertebran la sierra del Cerezo. La mayor parte de los montes que integran este espacio protegido son de propiedad privada lo que también acentúa la restringida comunicación, no siendo extraños los caminos sin salida, que no figuran en el mapa, construidos en fechas recientes para uso exclusivo de titulares y beneficiarios del coto.
Bonita y oportuna guarida natural que seguro utilizan algunas criaturas en momentos de necesidad. En las cumbres de las sierras moratalleras se manifiesta el Jurásico en toda su geológica espectacularidad, tanto en su forma caliza como dolomítica. Cortados rocosos o cenajos (donde abundan las repisas y oquedades) que dada su profusión, elevada altitud y extensión, ofrecen el hábitat perfecto para la nidificación de gran cantidad de aves rupícolas.
La guarida del oso cavernario.
Sierra de los Engarbos, contigua a la Muela
Piedra Pedro Ruiz (905m), antepasado del célebre cómico.
A partir de aquí, las capturas corresponden al día en que conquisté el Cerezo de Moratalla, donde se halla plantado el vértice geodésico.
Ese día dejé el coche bastante alejado del cortijo El Campañero, porque circular en segunda, por camino tan pedregoso, repleto de aristas, resultaba ciertamente peligroso para los neumáticos. Se ha de ir despacio, so pena de rajarlos con alguna piedra punzante. Ese día mi objetivo consistía en alcanzar el vértice, eludiendo si persistía el problema de la vez anterior (el azote de procesionaria), el itinerario marcado por el track, que solo utilicé como referencia para algunos tramos, pues nunca lo seguí a rajatabla.
A ver si se restablece la veda, y vuelvo por aquí a explorar estos picachos.
Sierra del Lote Seis (808m)
(¡vaya topónimo más curioso!)
Mirando hacia territorio albaceteño (Tazona)
Ignorando el track y por una pista siempre en ascenso, procuro rodear el cerro de Moratalla por el ESTE, para tratar de atacarlo por la vertiente sur, ya que en la anterior ocasión me pareció observar que se hallaba más libre de espesa vegetación que me pudiera obstaculizar el paso. Por contra, esta cara se presentaba más vertical y rocosa.
La pista muere cuando rodea el cerro y nos muestra en dirección sur, despejadas vistas hacia la villa de Moratalla, Hoya de la Gorra, Cerro de Moratalla La Vieja y un amplio muestrario de sierras cehegineras, bien distinguibles en lontananza.
Sierra del Buitre (1427m).
La villa de Moratalla, tomada en condiciones de muy deficiente luz para las limitadas capacidades de mi compacta.
¡Pero menos da un ladrillo del nueve!
Pues sí, has acertado, también nos acercamos por Moratalla La Vieja para hacerle una corta excursión por las inmediaciones.
Antes de acometer la primera pendiente del cerro, me salió al paso un cazador, que se hallaba oculto tras de unos pinos, seguramente alentado porque me observara ataviado de inofensivos apechusques de índole senderista y con aspecto de hombre tranquilo y poco amenazador, aunque sí sacó a relucir al instante la intromisión y riesgo que mi presencia representaba en ese momento y lugar. Me habló con extrema educación y cautela, lo cual es de agradecer, y tan rebosante de elocuencia y sentido común que no tuve más remedio que asentir y agradecerle la advertencia dada. Siguió comentando que todo este monte es coto privado de caza (de ahí las diferentes puerta/cancelas que había observado instaladas al inicio de algunas pistas, supongo que con objeto de evitar el paso de vehículos no autorizados). Que estos días se encuentra la veda abierta y dado que en la actualidad sufren los montes del noroeste murciano, una auténtica plaga de jabalíes y cabras que amenazan los cultivos, unido al riesgo de epidemias que todo exceso de población conlleva, que se había decidido dar manga ancha por parte de las autoridades, para que se pudiera dar matarile a los ejemplares más viejos de las especies mencionadas y que por ello, se estaba barajando la posibilidad de prolongar el periodo de caza durante esta temporada. A renglón seguido, me decía también el hombre, que yendo por caminos y bien entrada la mañana, que no había peligro, pero que, mucho cuidado con andar por el monte a horas tempranas, no fuera que un cazador que se hallara en prevengan (a la espera), por las inmediaciones de un bebedero, me tomara por un jabalí (algo bastante plausible😲) y arreara sendos cañonazos que me dejaran frito, mirando pacuenca. Después de suavizar el intempestivo encuentro con ideas coincidentes en cuanto a la política nacional se refiere, sacamos el tema de los furtivos y sobre esta deplorable e ilícita actividad, sí que me dijo que debía prevenirme y cuidarme, ya que aparte de desprestigiar la caza, no respetaban a nada ni a nadie. Por lo que se ve, va uno por el monte como san Juan por sus viñas y si no he tenido hasta la fecha (y mira que llevo tiempo ejerciendo de asaltalindes), percance o desencuentro alguno con cazadores, debe haber sido por mera cuestión de azar. Pero ya se sabe en cuanto a las andanzas y peripecias se refiere, que lo que no te acontece en veinte años lo hace en veinte segundos, de manera que lo prudente es ir siempre prevenido, nunca atemorizado, porque de lo contrario, mejor dedicarse a la brisca o el parchís.
Nos dimos la mano y cada mochuelo a su olivo. El mío estaba todavía bien lejos y por lo que parecía, empinado y duro de pelar. Durante la ascensión me tropecé con esta profunda sima de la que manaba un recio torrente de aire caliente, idéntico al de Mojantes.
Durante la ascensión, fui rumiando la entrevista que mantuve con el cazador...; ¡Mira que si algún mal día, me tropezara con uno de estos furtivos, lobo solitario al acecho y creyéndome un ciervo, me descerraja un tiro y con el pánico consecuente, me abandona malherido o para evitarse problemas, me remata de un tiro en la frente...? Y luego, échale guindas al pavo, búscale a ver quién ha sido, y eso si me encuentran. En fin, el asunto me dejaría inquieto durante unos metros de ascensión pero pronto lo olvidaría hasta mi tercera expedición por estos andurriales en que volvería a tropezarme con otro montero, que portaba sobre sus hombros, la cabeza y cornamenta de un macho cabrío. ¡La virgen!, no era cuestión de hacer caso omiso a los avisos, que esto de andar por el monte se está poniendo cada vez más jodido. A ver si llega la primavera y con ella la veda, y por lo menos puede uno explorar los montes algo más tranquilo, pero sin bajar la guardia, que por ahí acechan los furtivos.
Tengo ya a tiro de piedra el vértice, pero se encuentra todo alrededor tan enmarañado de vegetación que tengo que dar un amplio rodeo para alcanzarlo. Esta zona, como dice el autor del track, parece Vietnam, la selva virgen, no hay por donde abrirse paso. Yo creo que como de aquí a un tiempo, no procedan a tareas de clareo, descarga y limpieza del monte, en cuanto suframos un nuevo ciclo de sequía y elevadas temperaturas, el Cerezo vuelve a arder como una tea.
¡Por fin, lo que se hizo de rogar el condenao...!
FINAL PRIMER CAPÍTULO
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