Ya de vuelta del Charco del Humo y en dirección a la Cueva del agua, voy
haciendo un barrido, procurando no dejarme nada de lo que llevo previsto
chequear.
Este lugar con encanto, tiene por topónimo
Chorreón del Huerto Sotico. Se trata de una canalera (canalizo) natural en
verdad hipnotizante, cuyo sonido del chorrito de agua (que lo forman varios
hilillos), al precipitarse contra la roca amusgada, cautiva y relaja tanto
que hasta te entran ganas de mear. Sonidos de la naturaleza, entreverados
con el de los pajarillos y la suave brisa que mece las hojas de los arboles.
Si en verano discurre parecido caudal al de ahora, te puedes regalar una refrescante ducha, que durante el invierno, solo será asequible para chicarrones
del norte.
Este es otro rincón que a muchos senderistas, por desconocimiento, les
pasa desapercibido, porque está a escasos metros del sendero, pero
semioculto. Es una llamativa cavidad con travertinos en forma de
estalactitas. He consultado al espabilaburros (wikipedia) para tratar
de entender la causa de esta peculiar formación y su explicación es la siguiente:
Travertino es la denominación de una
roca
sedimentaria
de origen parcialmente biogénico formada por depósitos de
carbonato de calcio
y utilizada con frecuencia en
construcción
como piedra ornamental, tanto de exterior como de interior. Gran
parte de los monumentos e iglesias de la antigua Roma están
construidos con travertino.
En las zonas kársticas formadas por roca caliza terrestre depositada
alrededor de fuentes minerales, especialmente fuentes termales, el
agua disuelve la roca y se carga de carbonato de calcio, razón
fundamental de la formación de simas y cuevas, pero dicho mineral se
puede depositar posteriormente en distintas formaciones, entre ellas
las conocidas estalactitas, estalagmitas y otros espeleotemas. En
determinadas condiciones, como en aguas termales o en cascadas, estos
depósitos forman el travertino, una roca compuesta de calcita,
aragonito y limonita, de capas paralelas con pequeñas cavidades, de
color amarillo y blanco, traslúcida y de aspecto suave y
agradable.
En la Cueva del Agua estuve un buen rato. Y la tuve solo para mí. Momento
mágico e impagable, en sintonía con todo lo ya vivido. Al final de esta
última parte, llevo intención de complementar mi crónica con imágenes
captadas con una cámara de vídeo, un poco mareantes, bien es cierto, que a
veces, suelo llevar sujeta en uno de los tirantes de la mochila, y que
activo según me acuerde o considere relevante el tramo que en ese momento esté recorriendo. Digo esto porque desde las imágenes captadas en
vídeo se podrá colegir mejor la monumental dimensión que tiene la
cueva.
Las luces del atardecer, penetrando a raudales por la enorme abertura de la
cueva, producen en el interior la sensación de estar envueltos en una
atmósfera cálida, acogedora, entrañable, que cuesta abandonar.
Y en el día de estas fotografías, tuve que dejar la cueva y subir hasta
Poyotello que es adonde había dejado por la mañana el coche. Pero a partir de
aquí, vamos a retornar al primer día, situarnos en el cruce de caminos que
ya hemos fotografiado en diferentes ocasiones y continuar el
sendero PR-A 195 hacia Pontones.
Hice bien en no deambular mucho por entre el recorrido, sobre todo a partir
de la nueva información de lugares a visitar que me había facilitado Juan,
el lorquino, residente discontinuo de Huelga Utrera.
Porque el PR-A 195, antes de desembocar en la pista y por ende, en el cortijo del
Masegoso, tiene un tramo de senda rompe piernas, con fuerte subida final, que se las
trae.
Paulatinamente, vamos recortando distancias a Pontones, dejando a nuestra
espalda, el derrotero natural de un todavía jovencito río Segura, en su camino hacia La Toba, Anchuricas, Cenajo, Calasparra, Cieza y Murcia, acompañándome el fragor de sus aguas en todo momento.
Divisando en la distancia a Poyotello, aldea situada a 1.440 metros de
altitud, por lo que en invierno, debe hacer un frío que pela. Como ya hemos
visto, desde sus inmediaciones, en un entorno típicamente ganadero, se
pueden contemplar vastas panorámicas en derredor, ya que se encuentra
asentada en un balcón natural, con vistas privilegiadas hacia el cañón del
río Segura.
Por fin, hemos llegado a la pista, lo que no quiere decir que haya perdido
interés visual nuestra excursión. Consultaré eso sí, desde ahora, mucho
menos el gps y prestaré escasa atención a las posibles piedras del camino,
que en rigor, deberían brillar por su ausencia.
Seguiremos desenfundando la cámara, no obstante, con el fin de inmortalizar algunos de los
paisajes y criaturas que todavía se nos pongan a tiro, verbigracia, esta simpática ardillita que no se espantó en demasía ante mi cercana presencia.
Cortijo del Masegoso, que tiene pinta de ser o haber sido casa rural o
similar.
A orillas de este meandro, hice un receso, para comer algo y sumergir los
quesos en las frías aguas del todavía pipiolo río Segura. Me vino como dios,
pues reanudé la marcha con renovados bríos.
Típica fotografía otoñal
Jugando con la cegadora luz del atardecer. Resulta evidente que no se
trataba del mismo artilugio electrónico que me acompañó en mi segunda
incursión por estos barrios.
A estas alturas del camino, ya apenas me quedaba un kilómetro por recorrer,
antes de alcanzar derrengado (quizá no tanto), el lugar adonde por la mañana
había dejado el coche.
En definitiva, una ruta que merece mucho la pena, sobre todo si se hace
entre finales de octubre y principios de noviembre. Pero este año de 2022,
dadas las anómalas temperaturas que se están dando, me estuvo comentando
Juan, el de Huelga Utrera, que el colorido arbóreo otoñal, aguantaría
durante todo el mes de noviembre. Que no había sido normal que para el día
de los Santos, ya estuviera la cosecha de nueces recogida. En fin,
consecuencias del cambio climático.
Para ver el vídeo con la máxima resolución disponible, clicad a la rueda y elegid calidad 720p50.
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!
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