En mi segunda incursión a estos derroteros, las predicciones
meteorológicas vaticinaban lluvia a partir de mediodía. A priori,
disponía de toda la mañana para cumplir mis propósitos de darme un
garbeo por las inmediaciones y alto del Cerro del Ahorcado, y de paso,
retrasarme hasta donde se encontraba el vértice. Ya vería si para
regresar, desandaba lo andado o tomaba otro giro, según fuera viendo
sobre la marcha. Estaciono el coche en la entrada de un camino que
no parece muy transitado, pero no obstante, lo dejo bien ladeado para
que no estorbe. Antes de atacar el cerro por el centro de la fotografía,
me dedico al mariposeo, retratando unos bancales de almendros, que
parece, escoltan el camino hacia la Sierra del Carro. Son poco más de
la nueve de la mañana y no hace mucho frío. El aire penetra fresco y
puro en mis pulmones y huele a fragancia floral de almendro (¡vaya un pijo!).
Corral de la Serrata
Voy atravesando el sembrado por entre un lindero pedregoso que evita me
embarre.
El esplendor de estos campos resulta imponente y cautivador
La Sierra de María, asomando tras la del Carro
He alcanzado la ladera del cerro y comienzo a ascender
Cada equis metros me giro porque resulta imposible permanecer ajeno a la
belleza sublime del paisaje que arrulla sin cesar mi espalda.
Voy adquiriendo altura mientras el horizonte se ensancha
Algunas criaturas que moran estos campos se acercan a investigar a ver de
qué naturaleza es el intruso.
Sierra de la Zarza
FINAL TERCERA PARTE
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