El Corral de la Pacheca digo de la Serrata
Cada cual sabe reconocer los lugares que le gustan, sus rincones preferidos.
Y en ocasiones, no existe una razón concreta para determinarlos como tal,
simplemente te sientes a gusto, confortable, es "tu sitio" y punto. Me
sucede en Burete, tantas veces visitada, pateada, frecuentada y tengo mis
lugares favoritos donde al llegar a ellos, durante una caminata, me detengo
unos minutos, para cambiar de música o relato que esté escuchando, y de
paso, otear el entorno, mear, beber agua o cambiarme de camiseta si voy muy
sudado, mientras huelo lo que allí "distinto" se respira. Esa "paradiña"
cuasi obligada, en ese concreto lugar, forma parte de un ritual, que a
fuerza de repetición, se ha convertido en costumbre. Si me pillara más cerca
(media hora más o menos) de casa la Serrata, la patearía con alguna
frecuencia, porque su orografía y paisaje en derredor me encantan. Mi rincón
preferido para hacer un descansillo, para darme un respiro sería sin duda,
el Cerro del Ahorcado. Todos estos bonitos llanos del Campillo, los tengo yo
que ver por entero, cubiertos de nieve, es una promesa, una declaración de
intenciones que me hago, porque he quedado prendado. He indagado en
Internet, por tratar de descubrir mediante referencia de algún lugareño
ilustrado, de dónde le viene el nombre, y no he encontrada nada, salvo que
con el mismo topónimo, existen en España, como en el mundo de habla hispana,
allende los mares, tropecientos mil lugares con idéntica denominación.
No hay que ser muy perspicaz para suponer su origen. Alguien que no le
encontraría ya, demasiado sentido a su vida, y decidió echar por la calle de
en medio, eligiendo para tal menester, este concreto lugar. Seguro estoy que
de haberse hallado imbuido de belleza, otro rincón más acorde a sus funestos
propósitos, hubiese sido el elegido. O incluso, de haber sabido reconocerla,
la belleza de la vida digo, se hubiese sentido disuadido de abrazar tan nefasto desenlace final. Al hilo de este fleco que me surge, refiero que no hace mucho
que escogió este camino sin retorno, el hijo (31 años) de unos amigos, y es
que las cifras actuales de suicidios en España, causan verdadero pavor ya
que van en aumento y la sitúan como la primera causa de muerte externa, es
decir, que no es provocada por una enfermedad física. En 2020 se produjeron
3.941 fallecimientos por esta causa, un 7,4% más que en 2019, según datos
del Instituto Nacional de Estadística (INE).
Y según este artículo, y
muchos otros
que se pueden ver en la red, me encuentro en población de riesgo, ya que al
parecer, la mayor tasa de suicidios en España, se produce entre los 50 y 59
años. ¡La virgen!, nunca se puede decir que de este agua no he de beber,
porque como decía Marisol, la vida es una tómbola, no de luces y color sino
de luces y sombras, que da muchas vueltas y hoy te encuentras bien, pero
mañana, quién sabe, tiene lugar un fatídico suceso, que da por completo la
vuelta a la tortilla y te tienes que replantear toda tu vida ulterior. Por
ello, seamos consecuentes con el carácter efímero de la existencia, y
mientras el cuerpo aguante, es preciso seguir disfrutando de los dones que
nos proporciona la naturaleza y de paso, empaparnos de las beneficiosas
endorfinas antidepresivas, que a priori, constituyen todo un seguro
antisuicidios. Y después, cuando ya no se pueda y si aún seguimos vivos, ya
veremos lo que hacemos.
Que esa es otra, al precio a que está llegando el combustible, que a este
paso, antes de Semana Santa, se pone, si no lo rebasa, en los dos euros por
litro, a ver quién es el licenciado que se puede permitir el capricho de
coger el coche con alguna frecuencia para hacer rutas senderistas, por los
montes vecinos de otros municipios, ya no digamos, de otras provincias.
A medida que fue avanzando la mañana, el cielo se fue encapotando, y las
predicciones meteorológicas confirmando, ya que por la tarde, daba lluvia,
como así finalmente aconteció.
Pero nos quedaba margen para cumplimentar nuestra intención de volver al
vértice geodésico de La Serrata e inmortalizar a Yoda en tan bonito lugar,
donde tuviera a sus espaldas, el tan apreciado por mí, mediodía de Mojantes.
Antes de abandonar el Cerro del Ahorcado, le tomamos unas fotos a las
ordenadas y aseadas explotaciones agrarias, que junto a los tornasolados
campos cerealistas, componen el bonito paisaje que se dibuja en el Campillo
del Ahorcado, y todo el conjunto, bellamente decorado por algodonosas
nubecillas de azúcar.
Así es la vida de todo quisque, como de la misma naturaleza, compuesta de
luces y sombras.
Mojantes, también aderezada de bonitas nubes que fueron in crescendo.
Tras cruzar el Rincón del Gallego, alcanzo de nuevo el cilindro del vértice
geodésico, que como ya apuntábamos, se sitúa en los 1211 metros sobre el
nivel del mar de Alicante. El mezquino de Yoda, que lleva una temporada
cavilando si merece la pena seguir conmigo o no, me consta que anda en
conversaciones con Hulk, e igual se reúne con él, que todo podría suceder. Qué
decepción, cuando uno advierte que la magia, que la complicidad ha
desaparecido y la rata comienza a maquinar de qué manera efectiva puede
abandonar el barco. El tiempo dirá, a ver qué derroteros toma el ingrato
este. Voy a sacarlo "chulo", que diría la Yolanda Díaz, por si logro disuadirle de que tome las de Villadiego, porque
reconozco que mis llegadas a los vértices, no serán lo mismo sin él. Y habla
poco, lo cual es un descanso y cualidad positiva a su favor. En fin, lo echaré de
menos.
Aparte de comprobar lo bonita y chula que queda la sierra de Mojantes,
bellamente engalanada con esas nubes, se puede observar también, el amplio
espacio que existe en derredor del vértice geodésico.
Para bajar de la Serrata, tengo dos opciones, a saber, volver sobre mis
pasos o intentar realizar un descenso campo a través por Loma Banderas.
Decido lo segundo, y aunque en algunos momentos puntuales, para mayor
seguridad, me veo obligado a destrepar, pronto me veo inmerso en el paraje
entre pinos que el mapa denomina, Rincón del Gallego, donde al poco,
visualizo un gran embalse, al que me dirijo y dedico unos minutos
fotográficos.
Embalse del Campillo del Ahorcado, que antes refería.
He aterrizado en un camino que al poco se bifurca y toma dos ramales, a
derecha e izquierda del pantano. Nosotros seguimos por el más pegado a la
sierra.
La estampa que ofrecen estos campos me parece bellísima, más propia de
latitudes cántabras.
La Sierra del Carro
Con el reflejo de las nubes proyectado sobre las aguas del embalse, me
recreé a tutiplén.
El Cerro del Ahorcado y Solana de la Serrata, vistos desde el camino de la
Puebla de Don Fadrique-Singla, poco antes de atravesar, el barranco del
Toril.
Atravesando el referido barranco.
El coche ya lo tenemos a cinco minutos.
Y tomamos la última foto de ese día, al bonito Cerro del Ahorcado, del que
he quedado, muy arregostado. Y colorín colorado, esta cuarta parte se ha
terminado.
FINAL CUARTA PARTE
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