Hoy volvemos a la Guillimona, con la intención de coronar un dos mil, que no entrañe demasiado esfuerzo ni complicaciones. En este recorrido, ya conocemos de propia experiencia, que existe una gran diferencia entre realizarlo con presencia de nieve y sin ella, y si no, que se lo pregunten a Viky, que las pasó canutas, en un día nevado en que anduvimos por aquí. Sin embargo, en esta ocasión, no se da el caso. Queda algún nevero de alguna reciente ventisca, que convertida en hielo, nos hizo extremar la precaución en la pisada, de subida al vértice geodésico, pero excepción hecha de ese tramo, el resto del recorrido es para disfrutar de la caminata sin apenas momentos de dificultad. Bonitos paisajes, terreno muy montañero pero llevadero, y los platos fuertes de poder contemplar una de las mejores vistas hacia La Sagra, que cuando está nevada, resulta espectacular y asimismo, el de enfrentarnos a la visión sucesiva de dos árboles monumentales (sendos ejemplares de pino laricio) que cuando te colocas al lado de sus troncos, bajo sus ramas, producen verdadera impresión. Su mera observación, ya justifica con creces la realización de esta excursión. Ya me gustaría a mí conocer el tiempo de vida de estos verdaderos matusalenes, seguro que más de quinientos y pico. En el boceto inferior me he entretenido en situar los elementos y referencias culminares de la ruta.
Me acompaña un amigo, al que pretendo hacer de guía y enseñar todo lo mencionado. Creo recordar que esta ruta la hicimos hacia finales del año pasado, en el mes de diciembre, en un día bastante frío y ventoso, aunque soleado. Hasta que no llegamos a la altura del Mirador del Aserrador, no desenfundo la cámara. Asomando El Almorchón de Santiago de la Espada (1914m).
Enfilando los últimos metros hasta el Mirador del Aserrador
El primer mastodonte laricio no se hace esperar. Mi amigo, que no le anda muy a la zaga en cuanto a altura se refiere, queda pasmado por sus colosales dimensiones. No es para menos.
La madera de estos laricios constituyó durante mucho tiempo, el bien más preciado y por ello codiciado por el hombre, que ya lo dice el dicho, al viejo y al pinar, lo que se le pueda sacar. Por ello, fue tan explotada y exprimida esta comarca, como tantas otras, que resulta milagroso que hayan quedado incólumes estos dos vetustos ejemplares, como fieles representantes de su pasado esplendor. Los árboles de todos aquellos montes cercanos a los grandes ríos, a cuya madera se le pudieron sacar los cuartos, fueron expoliados, víctimas de un auténtico furor arboricida. En el territorio que nos ocupa, los troncos, una vez desbrozados, se transportaban utilizando los ríos Segura y Guadalquivir, hasta su destino final. En el caso concreto de la cuenca del Segura, los árboles bajaban aprovechando la corriente de las aguas, gracias al esfuerzo de los pineros que los trasladaban por los afluentes hasta el cauce del Segura y a continuación, pasando por Yeste y el desfiladero del Cenajo, eran recuperados en puntos de recogida próximos a la estación de Calasparra donde se transportaban por vía férrea hasta el puerto de Cartagena, desde donde se distribuían a los diferentes puntos de destino. Bien se puede decir de este matusaliano laricio que se libró de la purga de pura chiripa.
La caseta forestal, a la que también hemos visitado y fotografiado su entorno en alguna que otra ocasión, desde cuya ubicación, entre otros puntos de interés, se puede divisar la mitad superior de La Sagra. Fue en una entrada de este blog titulada Con mis mallas horteras y a lo loco...o enunciado similar.
La cara norte de la Guillimona, que también he visto escrito como Grillimona.
En la umbría sopla biruje siberiano y ahora que me fijo en aquella balsa, el día de mi pequeña odisea con Viky, se hallaba tan congelada, que se hubiera podido practicar patinaje sobre hielo. Por aquí existe también un nacimiento de agua del que se aprovisionan tanto la alberca como unos tornajos para el ganado.
Este es el único tramo de todo el recorrido en el que nos tuvimos que apretar un poquito los machos para evitar los peligrosos resbalones de siempre incierto desenlace. La pedrera y la nieve helada, entreverada en ella, se presentaba deslizante. Pero no tenemos prisa, como siempre digo en situaciones parecidas, despacico y buena letra.
Mirando hacia donde se pierde la vista y al norte, Parque Natural de Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas, y más al fondo, la sierra de Alcaraz.
Se agradece salir de la gélida umbría, aunque seguimos recibiendo en pleno rostro, viento glacial que nos lacera el cutis.
La silueta imponente y característica de barca invertida de La Sagra (2344m).
Muy difuminada sobre el horizonte, Sierra Nevada
Hemos de franquear un vallado cinegético a través de una dobladiza portezuela. Se puede brincar desde cualquier punto ya que no es muy robusta. Nada que ver con las erigidas en los cotos de caza cehegineros, perfectamente equiparables a los muros de Alcatraz.
Por fin alcanzamos el vértice geodésico, en plena cuerda de la Guillimona. Se halla a la completa intemperie, sin amparo alguno y soplando un viento glacial que nos flagela. Así pues, no parece que se halle el ambiente proclive al postureo tubular. No obstante, las vistas son magníficas, obteniendo a tiro de pupila modo zoom, no solo la impresionante Sagra sino también las Banderillas, Campos de Hernán Perea (Pelea), Sierra Seca y las Empanadas etc.
Tomamos estas fotos y salimos cagando leches hacia cotas más bajas, buscando amparo de ese viento antipático que nos provoca la risita rígida. Aquí rondamos los 2066 metros.
La Sierra de Guillimona es uno de los vértices principales de la gran divisoria de montañas que arranca en Castril, se extiende por Sierra Seca y se prolonga hacia levante por el Calar Blanco, las Cabras, Taibilla y Revolcadores. Se localiza en su mayor parte en el extremo noreste de la provincia de Granada entre los términos municipales de Huéscar y Puebla de D. Fadrique, pero penetra también en las de Jaén y Albacete, y es por eso que desde el punto de vista orográfico se la incluye en la Sierra de Segura de la que constituye su ramal más oriental formando junto con la Sierra de Taibilla.
Presenta altitudes a lo largo de su cuerda que superan los 2.000 metros, siendo La Guillimona, su cima más alta, con 2.065 metros sobre el nivel del mar. Curiosamente, su ladera sur drena aguas hacia los ríos Guardal y Raigadas que son afluentes del Guadiana Menor. Sin embargo, la ladera que mira al norte, al atlántico, recoge aguas para alimentar al Zumeta que corre raudo a su encuentro con el Segura en el entorno de las Juntas.
El conjunto de Guillimona, que aparece bien delimitado a pesar de la elevada altitud de las tierras circundantes, tiene una disposición general suroeste-noreste y engloba una serie de relieves periféricos con la misma dirección tales como la Cuerda de las Charcas, la Cuerda de los Mirabetes, la Cuerda de Guillimona y la Cuerda de los Buitres además de otros relieves menores como el Cerro de las Torcas Altas y el Cerro de la Muela, topónimos que sin lugar a dudas aluden a la morfología desarrollada en el lugar. Esta sierra por su paisaje deforestado y en especial por su morfología salpicada de socavones y rocas intensamente laceradas se nos presenta, a simple vista, como un lugar inhóspito y poco accesible. Sin embargo se desarrollan aquí toda una gama de formas kársticas superficiales de gran interés geomorfológico.
Seguimos durante un corto tramo la valla que evoluciona por la cuerda de los Buitres, y tras saltarla de nuevo, vamos buscando el barranco de La Capota, donde se encuentra el siguiente pino laricio gigante, que constituye nuestro siguiente objetivo a alcanzar. Si siguiéramos valla abajo, llegaríamos a la carretera del Puerto del Pinar, otro de los itinerarios clásicos de ascensión directa hacia la cumbre de la Guillimona.
Luque posando entre espigados y lacerantes cojines de monja.
No me extraña que, años ha, anduviera por aquí Viky, como alma en pena, con la misma cara y gesto contrito tal que la de una perra apaleada. Resultaba evidente que de vocación faquir, tenía la misma que yo de obispo.
Caminar por aquí, cuesta abajo y al amparo del viento, ahora ya sí, nos supone una completa gozada.
Aquí nos enfrentamos ya a nuestro particular bonsai, que visto desde esta toma, sin referencia de escala alguna, parece un pino laricio común y corriente, casi del montón.
Con esta otra toma la cosa ya cambia algo. ¡La virgen...!
Y porque se nota que en aras de coadyuvar a su preservación, le han talado algunos mega tallos.
¡Qué lugar mejor que este para hacer un receso y tomar un tentempié...?
Visto desde la distancia tras nuestro abandono del lugar
Ahora afrontamos un tramo muy entretenido, de bonitos paisajes y terreno cárstico donde hay que poner especial cuidado donde se pisa. Cuando hemos de atravesar una derivación del barranco Hoya del Espino, me evoca la aventura vivida con Viky en que por atajar, nos la echamos a suerte y bajamos por un trecho de ese barranco, sin saber lo que podía esconderse bajo el manto de nieve. La providencia se mostró benévola con nosotros.
Algún otro hermoso ejemplar de pino laricio que logro salvarse de las talas indiscriminadas de otro tiempo.
Antigua tenada que amenazaba ruina, reconvertida hoy en una más que aprovechable y digna vivienda.
Cerro de la Huesa
Luque y al fondo la villa de Santiago de la Espada
En el último tramo del recorrido, que coincide con el de ida, una vez pasado el cruce de los Tornajos, improvisé atajando por este bosque cuasi impenetrable del Pinar de la Vidriera, colofón perfecto para rematar una excursión de lo más vivificante.
Queda meridianamente claro, que la Guillimona y sus inmediaciones nunca decepcionan. A la vista queda. Con un Luque feliz y contento, como el mismo que suscribe, nos despedimos.
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!
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