En mi segunda incursión a Castillitos, no me acompañó la niebla pero sí mucho viento. Soplaba de lo lindo allá arriba. Llevaba como objetivos principales, visitar la batería de El Jorel, llegar, si ello era factible, hasta la misma punta del cabo Tiñoso, donde se halla ubicado el faro y desde luego, intentar descubrir el acceso a la maquinaria y mecanismo de los cañones, o lo que quedara de ellos, que suponía, no sería gran cosa. Una vez acabada la visita, valoraría si merecía la pena continuar el track que me estaba sirviendo estos días de guía conductor por estos sorprendentes parajes, hasta alcanzar por ejemplo el cuartel del Bolete, y desde este, darme la vuelta. A priori, la jornada pintaba interesante y bien podía merecer un nuevo desplazamiento desde nuestro hogar en el noroeste murciano.
Entre una visita y otra a Castillitos, había coincido en Burete con un bullero que suele pasar sus vacaciones en el camping Las Torres (Mazarrón), y que como buen ciclista, se conoce todos los bellos e interesantes rincones, dignos de explorar de las inmediaciones. Él fue quien me aseguró que se podía acceder a la sala de máquinas de los cañones, un lugar que queda al margen del circuito turista, seductora razón esta por sí sola, para empeñarme todavía más en descubrir la entrada secreta a tan emocionante histórico lugar.
También entretanto me había comentado mi amigo Eloy, algunas peculiaridades de las baterías por haberlas conocido sobradamente durante su prestación del servicio militar. Había sido conductor destinado en el antiguo cuerpo de artillería de Cartagena y cuando le tocaba guardia, tenía que trasladar a los soldados, en autobús o camión, a las baterías de Loma Larga, Atalayón, Castillitos y el Jorel para que realizaran sus servicios de vigilancia. Al parecer, no era un destino muy querido por los reclutas, es decir, una guardia cómoda y apetecible para ellos. En invierno hacía mucho frío y fortísimo viento, y muchas veces llovía (mucho más que ahora), y cuando tenían que hacer instrucción, las pasaban canutas. No podían relajarse durante las guardias, porque siempre tenían sargentos chusqueros con mala follá que durante sus rondas, si los sorprendían desatentos y ya no digamos sobando, los empapelaban hasta "meterles los pelos padentro".
Al parecer, presenció algunos ensayos con fuego real de los cañones, que al ser detonados con tiro al blanco sobre una barca desguazada anclada en mar abierto, producía tales estampidos que hacía trepidara la superficie terrestre en muchos kilómetros a la redonda.
Me costó algún tiempo descubrir el túnel que me llevaría a la referida sala de máquinas pues el acceso desde dentro del edificio se hallaba clausurado con una puerta atrancada con cadena.
Después de algún momento de frustración en que siempre venía a parar a la misma bifurcación de túneles en forma de "T" en que existe pintada la silueta de un soldado, acompañada de un zafio epíteto, mi gran terquedad (que no siempre tiene por qué ser rasgo negativo en el carácter del individuo) me llevó a no claudicar en el intento, insistir hasta que a punto de darme por vencido, me asomé monte abajo, desde el lado derecho del primer cañón, más próximo a la entrada principal de la batería y ¡bingooo!, allí se encontraba la senda de bajada al túnel que me conduciría a las diferentes cámaras del cañón. El ambiente allá abajo era claustrofóbico, todo sembrado de grasientos cachivaches remanentes del expolio con los que había que tener cuidado para no tropezar y caer sobre un suelo que no había sido barrido en treinta años. El reinante fuerte olor a fuel se incrustaba en las fosas nasales hasta producirte angustia y mareo. Apagué unos instantes el frontal y en la más completa oscuridad y silencio sentí sobre mí la soledad y desamparo de un muerto. Por un instante dudé en el camino de salida y un estremecimiento de pavor indescriptible recorrió todo mi cuerpo.
Al final de la crónica de este nuevo episodio senderista, pondré un video editado, en donde se puede observar y colegir de ello, mi particular odisea acontecida sobre este particular.
No pude acceder al faro porque era previsible que estuviera precintado el recinto con una sólida puerta de hierro como así es. Quizá lo pudiera haber probado por encima, sobre la loma, pero el fuerte viento reinante, que con algunas ráfagas hasta me zarandeaba, me disuadieron los suficiente para ni intentarlo siquiera. El profundo acantilado a la derecha me producía escalofríos.
En que me vi de tomarle unas fotos a Hulk. El viento se lo llevaba volando. Menos mal que más tarde en la cala del Pozo de la Avispa, se resarció a tutiplén.
Para empezar mi recorrido y en aras de coadyuvar a la mejor información de este extraordinario lugar, tengo a bien compartir enlaces a dos interesantísimos capítulos de esta fantástica serie documental que no te puedes perder y que nos habla de parte de la historia de las baterías de Cartagena, incluidas las del monte de las Cenizas (que hace unos años ya visitamos) y las que nos ocupan. Entre otros aspectos, se explica el mecanismo de alimentación de los proyectiles del cañón y la disposición de las diferentes cámaras que lo componían. Como complemento de lujo a mi humilde testimonio y experiencia por estos andurriales, no tiene precio.
Pensaba que había madrugado lo sufiicente para aprovechar y tomar unas fotos sin personas pululando por las instalaciones, pero me hallaba en un error porque un microbús se me había adelantado. Sus ocupantes eran de nacionalidad francesa a los que procuré obviar cuanto pude.
No me recreé demasiado en lo ya fotografiado en la vez anterior y en los interiores tampoco mucho pues se hallaban mancillados por artistas de más que discutible talento.
Los túneles y pasadizos harán las delicias de los pequeños y no tan pequeños...
A esto me refería con lo del zafio pintamonos que no hace más que dejar huella por donde va de su incurable imbecilidad.
El destellante cuadro con que nos podemos encontrar al final del túnel
Más muestras de majadería y necedad sin talento ni sentido
Prototipo a escala real del Exin Castillos
A la derecha del tubo de este cañón se encuentra el acceso secreto a su mecanismo. Lo de secreto es un decir.
Aspecto de la cámara acorazada subterránea
Como digo en el video, me quedé con las ganas de echarle un vistazo, a lo que podía esconderse tras esa trampilla, pero solo pensar en poner las zarpas en esa herrumbrosa escalera, y se me desvanecía el antojo.
En este compartimento se almacenaban los proyectiles
Después de nuestra visita a tan tétrico lugar, salimos al exterior para respirar aliviados, la húmeda brisa huracanada del mar.
Le ponemos un insólito marco a este equilibrista francés (se halla sobre el tubo del cañón)
Ahora nos dirigimos a la batería de El Jorel
Recorremos algunas de sus enormes torres vigías y estancias
Esta tuvo que corresponder al bar de tropa y comedor
Vamos a dejarlo aquí en su primera parte
FINAL PRIMERA PARTE
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