15 marzo 2019

EL PORTÚ-CABEZO DE LA AGUJA III

Indicaciones que deberían ser innecesarias destinadas a l@s ingratos y desconsiderados con el medio natural
Techo de la casa del comandante visto desde la senda que nos sube a un habitáculo, garita militar de vigilancia costera, desde la que podremos observar unas panorámicas magníficas de todo el litoral. Más abajo, cuando subamos el cerro Colorado, podremos apreciar en perspectiva, la situación y distancia entre ambos.
En esta toma, gran parte del contorno costero que vamos a recorrer en días posteriores al de hoy. Cala Aguilar en la parte inferior de la imágen.
Cala Aguilar
Aspecto desde el exterior que presenta la garita
Mirando hacia El Portús, Puerto natural de Cartagena, Puntal del Moco (389m), Cabezo de la Estrella (402m), Cerro de Roldán (470m) etc.
Cabezo Colorado a nuestra izquierda
Estas clásicas tomas de Montecristo y sus muñecos, en los sitios más emblemáticos y fotogénicos que recorremos, ya no pueden faltar en Mi Viky y Yo.
Mirando hacia el Cabo Tiñoso
Escombreras, Isla de las Palomas
Aljibe, que dadas mis circunstancias, comprobé a ver si contenía agua fresca que poder echarme al gaznate. Pero tal como suponía, el cubo apareció seco y con más roña que el palo de un gallinero.
El paisaje es literalmente deslumbrante y no me harto de capturarlo en el vano intento de llevármelo a casa.
El bonito e inclinado sendero del GR-92, trazado en zigzag que nos lleva a las Calas de Aguilar y Bolete como lugares emblemáticos más inmediatos. Nosotros lo dejamos para otra ocasión, habida cuenta nuestras mermadas fuerzas y menguado depósito de agua disponible.  
Abandonamos el lugar, después de un buen rato de haber disfrutado del inmenso paisaje mientras nos recuperábamos y emprendemos, no sin cierta incertidumbre, las duras rampas del Cerro Colorao, que no sabemos si estaremos en condiciones de afrontar y superar. 
Cabezo de la Aguja, visto en perspectiva, y sendas edificaciones donde hemos estado.
Casi recóndita y coqueta Cala Aguilar, solo accesible por barco y coche de San Fernando
Pasito a pasito, vamos adquiriendo altura hasta incluso sobrepasar el abandonado Cerro de la Aguja
Entre la foto superior e inferior existe un intervalo en que sufrí otra pequeña crisis energética o desfallecimiento. El calor por estos andurriales se hacía casi insoportable, y no veía una senda clara que me condujera de vuelta al Portús. La falta de agua, se hacía cada vez más apremiante y quería reservar los dos o tres tragos que aún me quedaban en la cantimplora. Después de coronar el cerro Colorao, existe un tramo de senda muy bonita pero de constantes toboganes que me martirizaron sobremanera. Por fin llegué a una pista que sabía me llevaría al Portús, pero observaba en el gps que daba un rodeo excesivamente largo y tortuoso, así que, intenté atajar en línea recta por una estribación de la Sierra de la Muela, que me hacía creer que tenía la aldea a mis pies, a verdadero tiro de piedra. No era así. El paisaje como se puede vislumbrar, se ofrecía espectacular pero el descenso por aquellas pendientes, era muy expuesto, de terreno muy suelto y descompuesto y el riesgo de traspajazo monumental se hacía a cada paso inminente. No confiaba ya demasiado en el soporte de mis cuádriceps ni reflejos y menos en mi lucidez mental para la toma de decisiones; una hostión que me dejara impedido sería ya irreparable y lo complicaría todo de manera exponencial. La experiencia dice que hemos de prevenir antes que curar así que, pese al inmenso hastío y fatiga que sentí, tomé la sabia decisión de volver sobre mis pasos, esto es, volver a subir lo bajado y recuperar la pista que intuía, de una manera u otra me llevaría de vuelta a El Portús. 
La decisión de tomar esa pista fue providencial porque cuando llegué a esta edificación, cuya presencia ya había observado desde arriba, con no demasiado aspecto de ermita que custodia una imágen religiosa, (Virgen de la Muela) al darme un garbeo por sus alrededores, vi los cielos abiertos...¡aguaaaaaaaaaaa!, después de comprobar que no hubiera cartel que indicara el temido "agua no potable", verifiqué por el contrario que estaba ante la fuente de la Muela. Litro y cuarto me bebí de una sentada. Hasta ese momento no había percibido lo hidrópico que me hallaba.
De haber tenido que llenar el bidón directamente de la alberca, quizás me lo hubiera pensado pero venía una manguera de arriba, libre de musgo y pringue, antes de precipitarse a esta. La probé y encontré fresca y deliciosa. ¡Qué jodío tié que ser, morir de sed...!
Repuesto y recobrado, sobre todo reabastecido por dentro y por fuera de agua a pajera, seguí la pista, dando un inmenso rodeo hasta El Portús, que hizo alargarme y endurecerme el recorrido sobremanera, pero bien está lo que bien acaba. Al poco de dejar la ermita, en una de las curvas, había observado que surgía a mi derecha, un atisbo de sendero que parecía tomar una dirección más directa, un atajo por así decir, hacia El Portús. Pero tras tener que destrepar por este unos metros, sintiendo flaquear mis piernas, y con la fatiga y el calor acumulado, estando algo confuso, no lo vi claro y opté por lo más seguro...esto es, retomar la pista que de una forma u otra me llevaría tarde o temprano hasta la aldea. En fin, un alpargatazo en toda regla. A toro pasado he comprobado que ese vislumbre de sendero, en efecto lo és. No aparece reflejado en los mapas, pero sí en algunos track hacia la cumbre de La Muela que después he cotejado, se suele utilizar. Para otra vez, ya tendría en cuenta esta alternativa más lógica y atractiva desde el punto de vista senderista.     
Entramos de nuevo al poblado, cansados pero contentos de haber disfrutado de unos paisajes en verdad espléndidos y que haya salido todo bien. Y aún no hemos cogido el camino de regreso a casa cuando ya estamos pensando en nuestro próximo objetivo senderista que emprenderemos desde el otro extremo, esto es, desde La Azohía.

¡HASTA LA PRÓXIMA AMIG@S!

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