Desde loma Macea, muy cerca ya de Poyos de Celda, podemos admirar la huerta de La Capellanía que se
riega con un surgimiento de agua que existe en la zona.
En esta caseta nace la fuente de La Capellanía que riega una huerta poco
extensa pero muy productiva. El arroyo que forma es tributario del río
Quípar.
En esta imágen podemos contemplar las ruinas del castillo adaptado a la cumbre del cerro, con planta
casi rectangular y torreada en fábrica de tapial, en cuyo interior se
conservan aún varios
aljibes. Hacia la ladera oriental se situó el poblamiento, cuyos restos
son apenas perceptibles. Todas estas estructuras constructivas se
encuentran declaradas Bien de Interés Cultural por la disposición
adicional segunda de la ley 16/1985, de 25 de junio del Patrimonio
Histórico Español.
La exuberante huerta de la Capellanía
Postureo con el cerro del castillo al fondo
Ermita de San Isidro Labrador de Poyos de Celda
Caserío a unos 200 metros de la ermita de San Isidro Labrador de Poyos de Celda.
La ermita de San Isidro no tiene culto y es propiedad de la
finca de La Capellanía en la que está situada. Hace unos años el
Ayuntamiento de Caravaca la restauró a cambio de gestionar su uso
durante un tiempo determinado. Hasta hace unos años, el día de San
Isidro Labrador, se sacaba al santo en procesión para bendecir los
campos, costumbre que ya se ha perdido motivada, sobre todo, por el
severo despoblamiento que ha sufrido la comarca.
Su campanario
Su frontis
En uno de los contrafuertes del lateral de la ermita de Poyos de Celda
se ha conservado una inscripción en la piedra que parece decir: "Año de
1762". Tal vez el año de su construcción.
Lateral de la ermita de San Isidro Labrador de Poyos de Celda. A la
izquierda, sobre el cerro, podemos ver el castillo de Poyos de Celda.
Celda es mencionada por primera vez, con su castillo y término, en 1266 y
por segunda vez en 1299, cuando Fernando IV cede el castillo y lugar de
Celda a Lorca. Esta ermita tiene la tipología típica de la zona, de
nave única,
cubiertas a dos aguas de madera y revoltón, coro alto a los pies y una
pequeña habitación aledaña que hace las veces de sacristía.
Después de echarle unas fotos al cortijo derruido que existe al pie del cerro del castillo, iniciamos la ascensión hacia las ruinas
Loma Macea que ya hemos recorrido antes por su cumbre
Bonitas panorámicas desde el cerro
Los orígenes del castillo de Celda se han de remontar a época islámica, al igual que un relevante poblamiento asociado a la fortificación, que se sitúa en la fachada oeste del cerro. Incluso algunos autores han identificado estos restos monumentales con el castillo de Yayttilla, mencionado por el geógrafo musulmán al-Udri a mediados del siglo XI. No obstante, es ya en época cristiana, a partir de la segunda mitad del siglo XIII, cuando las noticias referentes al castillo comienzan a ser más reveladoras. Gracias a ellas sabemos su final dependencia de la Orden de Santiago y su probable abandono y destrucción hacia el siglo XVI.
Tras superar un pedregal, en el que abundan los restos de cerámica, y
ascender una zona rocosa, se puede entrar al recinto fortificado, donde
quedan paños de muro de varias torres, el muro perimetral, un aljibe con
bóveda de cañón cuyas paredes interiores se conservan como nuevas. Al
tiempo que sube, descubrirá por su vertiente sur un agujero en la
piedra. Puede acercarse hasta la base misma de la muralla exterior de la
fortaleza y observar su dimensión desde abajo y sentirse Indiana Jones
junto al que pudo ser uno de los aljibes del castillo. Pero aunque la
arquitectura no ha permanecido intacta en todos estos siglos, lo que se
conservan impertérritas son las magníficas vistas: las rocosas crestas
de Loma Macea con su barranco coronado por la ermita de Los Poyos, y la
fuente con sus altísimos chopos, su centenaria platanera y sus pelados
nogales al frente; si gira su vista al oeste del cerro del Castillo, a
sus pies se extiende hacia una pequeña laguna, visitada en épocas de
migración por algún ave acuática. Se puede rodear el castillo y bajar en
zig zag hasta la rambla para ver de cerca los juncos, los tarays y los
espartos, y percibir el aroma del tomillo removido a su paso. Según vaya
descendiendo, dejará atrás, en la ladera por la que baja hacia la
charca, una vieja cantera de la que se ha extraído tradicionalmente
material de construcción. Testimonio de esta actividad son los hornos de
yeso que están instalados al borde de la carretera, junto a La
Capellanía. (La verdad)
Abandonamos ya la Capellanía, y los Poyos de Celda, y con ellos, damos por concluidos los interesantes recorridos de que hemos disfrutado en
contacto con la naturaleza, ideales también para acercarse a la fecunda y valiosa historia de esta hermosa comarca. Seguramente nos habrán quedado por ilustrar, muchos otros lugares de las inmediaciones, dignos sin duda, de haber acompañado a estos que aquí quedan reseñados. Pero en otro momento será.
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