Finalmente, puedo conectar con el track que venía por mi derecha y ahora viene un tramo ingrato, siguiendo un sendero que no es tal. De vez en cuando, está jalonado por algún que otro mojón pero si no vas atento es muy fácil desviarse y complicarse la vida porque es una zona de monte bajo sembrado de recio matorral que zahieren las pantorrillas. Craso error el haber acudido a esta cita equipado de pantalones cortos. Entre los tábanos y el matorral voy a acabar hecho un cristo. Son las dos y pico de la tarde y decido descansar y comer algo a ver si entretanto, acude algo de lucidez a mi mente, pues me siento un poco aturdido. Estoy desviado del track y el avance se hace muy penoso por la espesura y laberinto de matojos y otros arbustos que he de ir sorteando. Tengo que buscar de nuevo conectar con el camino, ergo con la senda, y poner el gps al 80% de zoom. También debo dosificar el agua porque hoy me he quedado corto. Ni se me ha ocurrido repostar en la Fuente de la Torre porque no de todos los manantiales me fío. La que llevo es de la Fuente del Puntalico, y todavía llevaba la botella a la mitad, pero durante la subida y este tramo tan monótono bajo el astro abrasador, me ha hecho beber más de lo esperado, en fin, la situación, al menos de momento, no parece preocupante.
Una vez conectado de nuevo con el sendero, que sigue mostrándose difuso, procuro ir por encima del track sin desviarme un ápice. Así permanezco a salvo del traicionero matorral. Este supuesto sendero desemboca en una pista, lo que supone un alivio para las rigurosas condiciones de ruta en este tramo, más por su monotonía, calor asfixiante y mi falta de rodaje senderista, que por exigencia orográfica, propiamente dicha, porque de hecho, el autor del track, cataloga la dureza de este recorrido con nivel de "moderado", aunque esto, como bien se sabe, siempre es relativo pues depende de como a uno le pille.
Por fin llegamos al vértice geodésico de Las Beatas. Se encuentra a 1211 metros de altitud, aunque vemos en nuestra cercana periferia que existen cotas algo más elevadas a esta.
Postureo de rigor para que quede constancia gráfica de nuestro paso por estos apartados y solitarios andurriales.
Pensé que este pinaco se hallaba troceado y abatido, pero no, es que brota así de torcido.
Finca Las Beatas, con el incipiente verdor de sus campos de cereal.
El caserío de Las Beatas, en estado semiruinoso.
Siguiendo el recorrido establecido, nos dirigimos ahora hacia el Arroyo del Salobral, cuyo cauce se encuentra seco. Por mi izquierda me salen al paso, varios cortijos en estado ruinoso. Uno de ellos llama poderosamente mi atención. Nos desviamos para echarle un vistazo in situ.
Cuando llego a estos lugares tan desolados por los escombros y el desamparo, no puedo evitar imaginarme como debió ser la vida de sus moradores. Lo que veían nada más despertar y asomarse a la ventana, antes de comenzar a trajinar con las tareas cotidianas del campo. Es de suponer, que los domingos y fiestas de guardar, acudirían a la Iglesia de La Molata, a escuchar misa, echar un rato con los amigos o familiares y abastecerse del avituallamiento que precisaran. Aunque también podrían acercarse a Fuente la Sabina, que pilla no muy lejos de aquí. Es lógico pensar también, que los caminos y senderos, se hallarían en mejor estado que ahora, más por el frecuente uso y cuidado de los propios lugareños para desplazarse con sus bestias, que por el auspicio municipal, que siempre les llegaría, tarde, mal o nunca.
Estas sólidas paredes aún aguantarán algún que otro invierno, pero la amenaza del definitivo escombro se cierne sobre ellas de manera lenta pero inexorable.
Lo que queda de lo que debió ser el horno.
¡Cómo me gusta registrar estas ruinas para imaginarme lo que debieron ser en su época de mayor esplendor!
Los Duendes
Paredón de Las Collejas
Antiguo aljibe y abrevadero, abandonados, que hay por aquí.
En estos verticales cortados encontrarán refugio muchas de las criaturas que moran estos contornos.
Ya hace tiempo que el camino se convirtió en un sendero, bien definido, aunque, acercándonos a la carretera, se vuelve abrupto y perpendicular, pedregoso y por ello, bastante descompuesto. En estos momentos críticos, en que se acentúa la fatiga y las ganas de acabar, es cuando hay que extremar las precauciones y no bajar la guardia. Despacico y buena letra, pasico a pasico es en lo que me digo a mí mismo que he de perseverar, y más caminando en completa soledad.
Ya veo asomar la carretera y enfrente, estos ya, familiares paisajes. Ahora tengo que afrontar el ingrato tramo asfaltado, pues dejé el coche un tanto alejado del punto de confluencia con el track de nuestros colegas manchegos.
En este punto se aterriza en la carretera, y ahora solo toca, con cierta resignación, desandar lo andado.
Pero como se suele decir, bien está lo que bien acaba. Antes de guardar el track y apagar el gps, reviso los kilómetros realizados y me salen alrededor de 23 km. Al regreso, como esta carretera apenas tiene tránsito (pero sin confiarse), me detuve en varias ocasiones para tomar estas instantáneas en las inmediaciones del monumental Puntal del Aire, un punto de esta carretera, muy susceptible a los desprendimientos.
FINAL CUARTO CAPÍTULO
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