Ruina y escombros se alternan con moradas bien cuidadas y en uso e incluso mansiones, o como ahora se suele decir, casoplones, en función de los recursos económicos disponibles.
Ahora, observando las fotografías, rememorando la ruta, me parece vislumbrar un sendero en la falda de este farallón que el mapa denomina Cuevas Altas, que conducirá a la Fuente de la Torre. Si vuelvo por aquí, lo tendré en cuenta y echaré un vistazo.
Un poquito de postureo en el Torreón de Vizcable era casi obligado. Me cambio también de camiseta porque la de Las Fortalezas la llevaba chorreando.
Emprendemos rumbo en busca de Fuente de la Torre, pero el torreón nos seguirá acompañando, escoltado de una luna creciente apenas esbozada, que desde el punto de vista fotográfico, produce un efecto resultón. Ya nos queda a la espalda pero nos sigue ofreciendo buenas instantáneas que hemos de aprovechar. Este tramo, siguiendo una antigua y en desuso acequia, acompañada de manguera de grueso calibre, resulta delicioso. El sendero, en determinados tramos, no está bien definido pero resulta imposible desviarse, pues a la derecha tenemos una pared y a la izquierda un barranco en cuyo lecho discurre el Arroyo del Almez.
Por aquí nace la Fuente de la Torre. Aproveché una de las pequeñas pozas que hay por aquí, para refrescarme pies, brazos, piernas y cabeza, preparando mente y cuerpo para la dura subida que tenía por delante. Y todo ello, albergando la duda de si un inoportuno cortado, pudiera impedirme volver a conectar con el track. Tener que volver al Torreón sería catastrófico, aunque no es la primera vez que algo así me ha ocurrid😥.
De manera que, una vez hemos reunido fuerzas, vamos a ver si conseguimos nuestro propósito y nos sale bien la jugada. Entretando, mientras vamos ascendiendo, los paisajes que se nos ofrecen en perspectiva son para disfrutar.
FINAL TERCER CAPÍTULO
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