06 febrero 2022

CAMBRONES Y ALREDEDORES (En derredor del Almorchón) XIII

Llegados a este punto y mirando en retrospectiva, no sospechaba yo lo que podía dar de sí esta comarca cuando aquel primer día me adentré por estos contornos y a las primeras de cambio, tropecé con las vallas. 

Cualquier otro, menos cabezota que el que suscribe, se hubiera dicho, ¡anda y que se la casque, que este territorio no tiene futuro para mi causa; pasamos página y a otra cosa mariposa! Pero no me desalenté, al contrario, perseveré porque intuía la de interesantes posibilidades que podía ofrecerme una tierra de horizontes tan pintorescos. El hechizo, ese magnetismo que me producía la mirada hacia el Almorchón, fue la causa de mi insistencia y no me equivocaba.

Un cambio siempre viene bien. Burete es insuperable, tan bonita y verde, tan cerca de casa que representa mi zona de caminatas por excelencia, más que el Quipar, que eches por donde eches, siempre acabas exhausto, porque pensar en su recia orografía es sinónimo de verte subiendo el As de Copas, con las pulsaciones desbocadas y las piernas destrozadas, que no siempre tienes la mente ni el cuerpo para tales trotes. De manera que, contar con una zona alternativa más amable, menos exigente, en previsión del declive que se avecina, presentí como digo, que podía venirme bien, más que nada por mor de ampliar el abanico de posibilidades andarinas y adaptarlo a las aptitudes y ganas de cada momento. En fin, objetivo cumplido. En la cartera de caminos, ya quedan registrados varios itinerarios, los cuales, dada la experiencia adquirida, ya no necesito ni gps para dirigirlos y conducirlos a buen puerto.

Hemos conocido los cotos delimitados por cercados cinegéticos, donde pululan en su interior, entre otros bichos, ungulados de monumental porte. 

Hemos redescubierto las minas de Gilico y a través de sus reconocibles vestigios, el vislumbre de su pasado esplendor. Hemos rememorado parte de su historia, analizado las causas de su cierre definitivo así como fotografiado lo que queda de la otrora próspera Pompeya ceheginera, con sus entrañables rótulos donde conocimos, entre otros apacibles y emotivos lugares, los aposentos de las burras Sebastiana y Lucera así como de la vaca Amancina. 

Conocimos el idílico rincón donde tiene su ubicación La Casa de la Florida y disfrutamos de las plácidas aguas color turquesa del Pozo Quinito, al que fotografiamos desde diferentes ángulos y del que fantaseamos podía albergar el “monstruo del lago Kinito”, aunque todo fuera ficticio, como la mayoría de mitos que se inventan los políticos.

 Confeccionamos un recorrido, susceptible de retoque, del que hemos dejado cumplida cuenta en Wikiloc, alrededor del cerro Cambrones, que ha estado dando título a los diferentes capítulos de esta serie de entradas blogueras a cuyo final estamos llegando. 

Coronamos el cerro Cambrones al estilo asaltamontes, y allí le tomamos unas fotos al menda y también al tío Yoda. Y claro, conquistamos la máxima cota de este territorio, ubicada en el Encaramador, lugar de traumática experiencia, que aún me produce conmoción y barruntos de cagalera cuando la recuerdo.

Conocimos también el Cabecico del Trigo, cerro de las Balas, cabezo de Horcajo y sus inmediaciones, lugares todos ellos con reminiscencias argáricas y de un pasado minero, que también lo tuvieron.

Y pateamos la sierra de La Puerta, y sus ubicuas canteras de mármol, asomándonos a esa espectacular dentellada natural en la roca que tiene por denominación El Portillo. Acotamos la ubicación del yacimiento argárico existente en sus inmediaciones, y por esas causalidades en que a veces te ves impelido por el destino, nos dimos de bruces con la guerra de independencia española, donde conocimos el origen de aquella coplilla que mi padre nos recitaba cuando éramos pequeños, y de la que nuestro perro, a la primera estrofa, ya se apresuraba en esconder el morro antes del temido “taratatiiií”.

Y también tuvimos oportunidad de conocer las gestas de Cecilio Sánchez, jefe de la Milicia Honrada de Cehegín, y las del tío Cayetano, jefe de la guerrilla ceheginera, que ayudados por las tropas del coronel Francisco Trujillo, comandante militar de la villa, protagonizaron la que quedó para los anales de la historia como la batalla del Barranco del Moro, célebre donde las haya, en la que bravíos murcianos, descendientes de Begastri, infligieron incontables bajas a los gabachos; profiriendo letanías durante su retirada de este tenor: "¡Oh la lá, oh mon dieu, je ne peux pas bouger; a estos cabgones mugcianos no hay cojgones quien les meta mano agggghh...!"  

Por desgracia, no mucho tiempo después, los franchutes tomarían represalias y se cobrarían la revancha de manera sanguinaria. ¡Braves fils de pute…!

También recorrimos las inmediaciones del embalse de Argos. Esos días los disfrutamos de manera especial por cuanto acudimos al paraje con la única pretensión de descubrir paisajes que trasladar al humilde sensor de mi cámara. De paso, disfrutamos del paisaje que proporciona la típica vegetación ribereña de los pantanos, poblada de cerrados bosques de tarayes, juncos y carrizos y de algunos pinares también. Los embalses representan un entorno muy propicio para el refugio, alimentación y reproducción de las aves acuáticas. Así que, aunque no logramos capturar el vuelo de la garza real y otras especies que observamos pulular a lo lejos, sí que nos hizo tomar conciencia de lo importante y vital que es el embalse, como hábitat para las diversas criaturas que pueblan estos contornos.

Deliciosa excursión de amplias y refrescantes vistas hacia el horizonte por los cabezos de Juan González, otro recorrido que podemos echar a la saca así como el transcurrido por el cerro de los Lomos, que aunque no le hemos dedicado especial capítulo, sí queda registrado para ulteriores visitas, dado su estratégico enclave.

Y en todos estos episodios de excursiones por la zona norte de Cehegín, rebosante en miradores donde la vista se pierde hacia el infinito, siempre hemos tenido en lontananza, al ubicuo cerro del Almorchón. Pese a que ya nos salimos del término municipal ceheginero, no podíamos dar por concluida nuestra serie de aventuras senderistas por Cambrones y alrededores sin una visita a prominencia de tan regia estampa. De manera que, como colofón a nuestro particular peregrinaje por esta hermosa tierra murciana, aquí iniciamos una nueva andadura en pos de su exploración, contemplación y disfrute.
Aún me pregunto, dada la bonita experiencia vivida por estos lares, ¿cómo pijos no había decidido mucho antes, realizar esta excursión y haberla dejado así, registrada en este blog?¡Inaudito! Expediente X sin resolver, sin duda, porque cuando anduve por las sierras del Molino, de la Albarda y de la Palera, ya tenía proyectado visitar el Almorchón, pero por alguna razón, se me fue de la chola. En fin, volvemos a lo mismo de otras veces, NO era su momento, pero este por fin ha llegado.  
Para hacer la ruta, consulto Wikiloc y me sale esta que parece muy interesante.  Ideal para mis propósitos. Se da un garbeo por los alrededores, y después sube a la cima. Mucha tela me parece a mí cumplimentarlo todo de una sola tirada, pero bueno, parece ser que eso es lo que propone su autor, aunque aconseja que primero se suba a la cima, cuando todavía se tienen las piernas frescas, y luego, si eso, hacer el resto del recorrido. 
Yo decido hacerlo en dos incursiones. ¿Qué necesidad tengo de pegarme el palizón, cuando tanto me gusta recrearme con la cámara? Pues ninguna, así que, el primer día, toca aproximación, primera toma de contacto, para irnos haciendo a la idea de lo que nos espera cuando decidamos abordar la cima.
Vista de la sierra de La Palera, por su cara norte.
Collado del Tío Cristóbal
Lo cierto es que vista así de cerca, parece inexpugnable, soberbia, vertical y salvaje, asequible solo para escaladores. Te preguntas a ti mismo, la virgen, seré capaz de conquistar la cumbre...? ¿Y luego, si por fin lo consigo, seré capaz de bajar sin partirme la crisma o el espinazo?
Pero escribamos con propiedad, ya que de los tres picos que destacan en su cresta, el más elevado requiere material y técnicas de escalada que se hallan por encima de nuestras posibilidades. Es decir, que coronar lo que se dice, la cúspide, el punto más elevado de esta subyugante montaña, no lo vamos a poder conseguir, pero bueno, nos conformaremos con las otras dos, que por muy indómitas y escarpadas que parezcan, los senderistas suben por aquí a pelo, sin más herramientas que sus piernas y brazos, y algunos otros, la utilización del bastón, pero todos cuentan que desde arriba se divisan unas vistas de impresión, apoteósicas. ¡Cáspita, qué emoción!, ¿nos lo vamos a perder?, ¡nanay de la china...! Bueno, todo a su tiempo, de momento, el track sugiere un mariposeo por entre algunas ramblas y barrancos con formaciones rocosas muy curiosas consecuencia de la erosión. La ruta transcurre en la más absoluta soledad y silencio. Bueno, es un decir, que yo siempre llevo compañía.
Desde esta cercanía y ángulo de visión, el Almorchón parece distinto al avistado desde el noroeste. Es una montaña mágica y fascinante, sin duda, que como la Gioconda (Monna Lisa), dependiendo desde donde la mires, te sonríe, llora o se ríe de ti.
En honor a la verdad, el transcurso por entre la rambla de La Mota que fuimos abordando, no me sugirió gran cosa. No quedé arregostado. Lo bueno, comenzaba a partir de esta ruina en que, mediante pequeña trepada, salíamos a la luz procedentes de la previa angostura del barranco.
El paraje del embalse del Cárcabo me pareció espectacular. Este apenas contenía agua y de un insólito color verde oscuro. 
Alto de la Higuera
La rambla de El Cárcabo, en el término municipal de Cieza, se sitúa en la mitad de la margen derecha del río Segura. El espacio sirve para recoger las lluvias de “una cuenca relativamente pequeña pero que puntualmente origina caudales de cierta importancia”, explican desde la Confederación Hidrográfica del Segura. La cuenca de la Rambla de El Cárcabo queda delimitada prácticamente por el Alto del Almorchón, al Oeste, y el Alto de Higuera y la Herrada al Este. El cauce de la rambla se origina en Puntal del Ripión (580 msnm) y recorre 8,5 km hasta llegar al emplazamiento de la presa (10 km hasta la desembocadura en el río Segura). La pendiente media de la rambla es del 3,8%.

La presa se encuentra situada en el cauce natural denominado rambla de El Cárcabo, afluente del río Segura por su margen derecha. La morfología de la cuenca es notablemente acarcavada, destacando como punto singular el tajo que las aguas han producido en la crestería rocosa denominada Alto de la Higuera. Se pueden observar unos farallones verticales que han sido horadados produciéndose una serie de cascadas. La presa se posiciona justo donde el valle se cierra, proporcionando desde lo alto una impresionante visión hacia el límite con Castilla la Mancha.
Fueron las catastróficas inundaciones ocurridas en la Región de Murcia durante el mes de octubre de 1973 las que sentaron la primera piedra para la construcción del embalse en la rambla que había sido explotada durante años para la extracción de minerales.
Lo que guardan las aguas del Cárcabo
Se ha descrito sus características físicas y su origen, también la labor que se realizaba en la rambla, pero todavía queda por desvelar un trozo escondido que sirve de baluarte sumergido.

Joaquín Gómez Camacho cuenta en ‘El madroñero y la piedra del gallo’ que la maquinaria que se instaló para la entrada y salida del personal del trabajo «tuvo dificultades para su transporte; esta, al parecer, procedía de Cartagena, la que una vez fuera de la carretera, anduvo por caminos y bancales del campo de Cagitán de Mula, pasando por el Charco Peñalver hasta el paraje del Romeral. Aquella pesada mole de hierro iba arrastrada por diez pares de mulas, pero la última etapa se presentaba la más difícil, tanto que tuvieron que contratar una buena cuadrilla de hombres, construyendo camino por lomas y barrancos por donde más convenía hasta llegar al fondo de la Rambla del Cárcabo, donde fue instalada«. En el lugar se fabricaba ladrillo macizo artesanal y tejas en un horno moruno que según cuenta Gómez también se encuentran sumergidos en la margen derecha de la rambla. FUENTE
Al llegar a este punto del camino quedé patidifuso, atónito, con la boca abierta por la espectacularidad de los elementos rocosos que se ofrecían ante mis ojos y por la visión absolutamente sobrecogedora del Almorchón, visto por su cara sur, la contraria a la que nos ofrece habitualmente desde el noroeste.
Cuando tengo tantos elementos donde enfocar, es que me pongo hasta nervioso, como si temiera que de un momento a otro, desaparecieran de escena y salieran volando. 
¡La virgen consagrá...!, no me extraña que el Almorchón se convierta en visita obligada para todo escalador, de diverso pelaje y condición y allende nuestras fronteras.
Nuevo enfoque hacia el embalse y sus cárcavas
Una fastuosa panorámica frontal de las Torres del Cárcabo, de 485 metros de altitud, también escalables.
Para disfrutar de los lugares bellos del planeta, no hay que irse a la Conchinchina. A tres cuartos de ahora de tu casa, los tienes para gozarlos a pajera.
Cogiendo el camino de la Fuente de la Murta
El alto del Almorchón es un cerro dolomítico que se eleva, poderoso y fascinante, a once kilómetros de Cieza, entre los embalses del río Quípar y del Cárcabo, al sur del cañón de Almadenes y al norte del Cagitán de Mula. Su cumbre alcanza una altitud de 768 metros, tiene una anchura de 750 metros y 1.500 de longitud.
Francisco López Bermúdez, catedrático de la Universidad de Murcia y autor de una tesis sobre este cerro aislado y tan característico del interior murciano, indica que "hace 120 años, los más renombrados geólogos europeos, dirigidos por la señora Geremie, organizaron la conocida expedición de los Alpides Españoles, así llamada por la semejanza de los Alpes con la cordillera Bética que iban a visitar: el Almorchón se encuentra en el borde frontal del cabalgamiento subbético".
Durante aquel viaje, a la flor y nata de la geología europea le sorprendió el cabezo del Alporchón, estudiaron la montaña y descubrieron que estaba formada por antiguos materiales del jurásico rodeados de otros más modernos o jóvenes, razón por la que le llamaron kiple, o lo que es igual, isleo tectónico. La conclusión es que los materiales originarios del jurásico se desplazaron hacia el sur desde un frente más al norte, para ser más precisos, desde la sierra del Asno, en el arco montañoso que se alza en los lindes de Murcia y Albacete, hasta las inmediaciones del cañón de Almadenes.

El Almorchón, ese cerro corrido hacia el sur, es una isla: "Se desenraizó –en palabras del López Bermúdez–, y es una joya que debería ser declarada espacio natural protegido por sus valores geológicos, geomorfológicos, botánicos, faunísticos, paisajísticos, estéticos y emocionales".
El poder de seducción de la montaña aumenta o disminuye a medida que se circunvala; así, al sur, no deja de ser una montaña más; por contra, al norte se convierte en un cerro subyugante. Tampoco es de extrañar, pues el propio cabezo posee grandes contrastes; en la cumbre, que domina las vegas medias del río Segura, abundan los endemismos botánicos, mientras que la solana está desprovista de vegetación arbórea, si bien predomina el matorral de romero, tomillo, espliego y jaras. Adosada a esa vertiente se descubre una aguja o monolito conocido por el Diente, en la que se han abierto varias vías de escalada, y es que el cabezo es una de las cumbres más frecuentadas de la Región por alpinistas españoles y europeos que han visto, en las escarpaduras de la vertiente norte, nidos de águilas y búhos reales: más de cuarenta vías hay abiertas en este cerro alejado y solitario al que se accede por caminos de tierra, y siempre que vaya bien informado. "Es una montaña de prestigio porque para alcanzar la cima es necesario escalar el torreón rocoso que la corona", dice Félix Gómez de León, que con José Luis Clavel abrieron en 1982 la arista Sur; "son numerosos los casos de montañeros que, tras haber realizado toda la subida, se quedan atascados, a escasos metros de la cumbre, en este resalte rocoso".
Peñón de Antonio (472m), cuya cresta parece el lomo de un dinosaurio.
Al norte, en la umbría, verdea el pino carrasco, el enebro, la jara, el lentisco, la oreja de liebre, el matapollos y la retama. El hecho de ser umbroso en toda época del año favorece la presencia del conejo, el lagarto ocelado, la perdiz y aves rapaces como el águila real, el cernícalo, el búho y el mochuelo.
A la derecha de la vertiente sur se alzan, inquietantes, las llamadas torres del Cárcabo, tres erizados escarpes rocosos, y en las barranqueras previas que desaguan en la presa del Cárcabo, junto al Almorchón, en un paraje extremadamente seco y rugoso, se espigan algunos juncos, tarajes y adelfas en flor, lo cual es un alivio; en las áreas circundantes abunda el albardín y, sobre todo, el esparto, herbáceo del que Cieza ha sido importante centro de producción.
La presencia de margas y arcillas hace que la cuenca del Cárcabo –probable deformación de corcovo: curvatura, torcimiento– sea poco permeable, lo que la convierte en una de las ramblas más torrenciales de la Región; por esa razón, hace unos años se dio prioridad a la construcción del embalse, cuyo destino no es el de almacenar agua sino el de laminar las fuertes avenidas.

La sobreexplotación de acuíferos cercanos a la garganta de Almadenes ha afectado a la Fuente del Obispo, una zona de recreo que hay en la vertiente norte, y también al popular Borbotón, una surgencia que brota junto a la central eléctrica de Almadenes, paraje de gran interés y belleza situado a tres kilómetros del Almorchón donde el río se encañona entre paredes de más de cien metros de altura, perdiendo su placidez de llanura. FUENTE
El paseo por este camino es una delicia. Por esas paredes se cuelgan escaladores con fotografías que se hacen ellos mismos hacia el abismo que producen verdaderos escalofríos. Aunque cada equis tiempo hemos de lamentar alguna tragedia.
Me hubiera gustado seguir las evoluciones de alguno de ellos colgado sobre estas paredes, pero aquel día no tuve suerte aunque aquí los podemos ver escalando el tan codiciado EL DIENTE
"El Diente", desde el plano frontal, se mimetiza con la pared rocosa, no apreciándose su escisión respecto de ella. Tendremos que acercarnos y fotografiar el enorme y pétreo molar desde un lateral. En próximos capítulos lo veremos.  
Disparando en repetidas ocasiones a esta formación rocosa que creo que tiene por denominación La Murta, despedimos el presente episodio hasta el siguiente en que trataremos de subir casi hasta lo más alto del Almorchón.
Como se puede observar, si desde nuestra latitud se divisa el Almorchón desde casi todos los rincones un poco elevados del noroeste, con las canteras de la sierra de La Puerta, sucede tres cuartos de lo mismo jajajaja, ya te digo, hasta en la sopa.
FINAL DEL TRECEAVO CAPÍTULO

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