23 febrero 2022

PEÑAS BLANCAS (por el cordal de la Cárcel) I

Y del municipio de Cieza nos trasladamos al de Cartagena. Hemos vuelto a Peñas Blancas, paraje que como algunos recordarán, descubrí el año pasado y del que quedé gratamente sorprendido por su espectacular belleza. Una maravilla, me encantó. Pero me había quedado yo con el títere de que tenía que conocer el famoso "embudo", y me daba igual que fuera en subida o bajada, la cuestión era patearlo porque esa "muesca" tenía el menda que dejarla grabada en su hoja de recorridos senderistas. Misión cumplida, bajamos por el embudo, y no veas tú, qué jodíos se presentan algunos tramos. "Paberse matao" que diría aquel, en fin, como siempre se suele decir en estos casos, bien está lo que bien acaba.

Para esta ocasión, nos valemos de un recorrido al que tenía echado el ojo desde hace algún tiempo, que por supuesto contemplaba alcanzar la cima de Peñas Blancas y la bajada la realizaba por el susodicho embudo. Dado que la excursión, a priori, solo constaba de 11 kilómetros, pensaba yo, pretencioso de mí, que me quedarían ganas de desviarme hacia el bonito valle de El Cañar, darme una vuelta por sus inmediaciones, tomar unas fotos de las lomas de Carrascas y Peñas Blancas para luego tratar de volver al track, atajando por la Morra de la Yesera, Cabezo del Calderón, Los Jarales y regreso al punto de inicio. Y tu José en las minas, que también diría aquel porque desde el cómodo sillón de casa, ubicado sobre el mapa, se ve todo la mar de sencillo y factible, pero claro, una vez metido en faena, a pie de campo, la cosa cambia y ya es harina de otro costal. Acabé tan fundido que renuncié a mis poco realistas planes de alargar la ruta, limitándome a completar el recorrido previsto, y dando gracias. Es que la montaña, de una forma u otra, siempre lo pone a uno en su sitio.

La situación del recorrido respecto del plano geográfico que lo circunda viene a ser esta: 
Y esta su silueta:
El track que empleé para mi cometido fue este:
No tuve suerte con el día pues me acompañó la bruma, nubes altas, poca nitidez sobre el horizonte, luz grisácea, en definitiva, circunstancias poco propicias para mi cámara, aunque para la mera práctica del senderismo, la jornada se presentó inmejorable, carente de viento y de una temperatura ideal. No se puede tener todo, de manera que una cosa por otra.
He dejado el coche, como la vez anterior, en el mismo lecho del barranco de Sagena-Jarales, en las inmediaciones de Las Casas de la Colina. Se hace un pequeño tramo por la carretera de Perín hacia el denominado "Huerto del Inglés", que corresponde a esta vivienda almenada, con fachada de piedra, un tanto, a mi parecer, excesivamente ornamentada.
Un lugar histórico que ubicó la primera gran compañía de aguas de Cartagena, y que hoy es punto de encuentro CULTURAL y SALUDABLE de asociaciones, colectivos y vecinos donde llevar a cabo actividades relacionadas con la educación, la cultura, la salud, el medio ambiente y cualquier celebración de la vida (comunión, bautizo, etc). 
Y aquí, en esta breve reseña, donde se explica su curioso origen.
Un ramal de tierra,  que surge justo enfrente de este edificio, nos introduce en la primera morra que inicia nuestro arranque por el Cordal de la Cárcel.
El cordal de la Cárcel, es una estribación orientada de Oeste a Este, desde Peñas Blancas a los campos de Perín. Presenta un relieve bastante escarpado, compuesto de sucesivas morras calizas, de suelo kárstico, que vierten sus aguas a las ramblas y barrancos de las inmediaciones (Horno Ciego, de la Torre, de la Víbora, Los Jarales). 
Remontamos rumbo oeste, dejándonos guiar por eso que algunos denominan el instinto montañero, buscando la mejor pisada posible y solo consultaremos el gps en puntuales pasos, muy aéreos, que no está muy claro si hemos de superarlos por la misma cresta o soslayarlos por la ladera, casi siempre del lado derecho. Habrá que prestar especial precaución a los cortados que nos surgen por la izquierda, ya que según vamos progresando, van cobrando espeluznante marchamo de abismo. Un mal tropezón, un ligero despiste, y se acabó lo que se daba. Si has de caerte, mejor hacia el lado derecho, es decir, si has de hacer un "Casado-Egea" mejor hacerlo hacia el lado Abascal😆.
Uno que ya va acumulando algo de experiencia en estas lides, se da cuenta, ya desde el primer cerro, que la ruta no va a ser moco de pavo. La previa idea de explorar El Cañar se va desvaneciendo por momentos. El terreno es penoso, muy accidentado, sembrado de lapiaces, una superficie pétrea irregular, de rocas carbonáticas, modeladas por el agua, con múltiples surcos, orificios y aristas agudas, que se convierten en traicioneros cepos, que exigen la máxima atención y equilibrio, en cada paso que se da, y que a la larga, van mermando las facultades físicas del más pintado.
No obstante, al principio, el desnivel a superar se presenta muy suave y progresivo. Pronto nos vemos sorprendidos por amplias panorámicas del entorno, dignas de encomio.
Evolucionando por la divisoria, ya alcanzamos unas primeras atalayas que nos permiten avizorar el horizonte en muchos kilómetros en derredor. Unas vistas, solo estropeadas, por la pobre diafanidad del día en cuestión. Algunos de mis propósitos ya se iban al traste a las primeras de cambio. Ello me desanimó un tanto al principio, pero esa sensación de abatimiento me duró poco, porque uno tiene que adaptarse a las circunstancias y aconteceres que le van surgiendo en cada momento. Se podría decir de una ruta de montaña que es una alegoría de la vida en sí misma.
Los perfiles de las montañas divisadas a lo lejos quedan muy difuminados, lo que no es óbice para distinguir con más o menos claridad, el núcleo urbano de Perín y las numerosas casas aisladas de sus inmediaciones. En lugares así, con tantos elementos ofrecidos para la observación con detenimiento mediante los prismáticos, me encanta recrearme e ir escrutando los pequeños oasis que el hombre se forja y crea para descanso y bienestar, lo que redunda en su calidad de vida. Pero no disponemos de tiempo para entretenernos demasiado en su contemplación. 
El áspero y desigual terreno, como bien se observa, dificulta poder amoldar el paso.
Ya vamos ganando altura, y en la medida que lo permite la deficiente claridad del día, obteniendo panorámicas de más dilatado horizonte. 
En la distancia, despunta sobre el cordal, la cima de Peñas Blancas (625m) y su vecina cota, treinta metros más baja, morra de Las Tetas (595m). Desde este punto se obtiene la mejor y más espectacular vista de Peñas Blancas, no me cabe la menor duda. También se distingue el collado de Labajo y la Morra de la Yesera. Todos estos elementos orográficos, puede parecer que quedan a tiro de piedra desde nuestra posición, pero la apreciación resulta engañosa, por cuanto aún nos queda que salvar una buena tirada para alcanzarlos.
Después de un leve descansillo, arribamos al siguiente cerro compuesto de roca sólida, que presenta unos intimidantes cortados a su izquierda. También nos tropezamos con un artístico puesto de caza hecho de mampostería que merece nuestra atención fotográfica.
Collado Arjona y morra homónima
Por estas latitudes, el matorral imperante se constituye de palmito, lentisco, romero y tomillo, entre otros arbustos típicos de la flora mediterránea. 
La carretera RM-E22 (El Rosalar-Isla Plana)
El depósito de Juan Paca o de Perín, tomado desde las alturas, al que ya dimos cobertura y reseña en nuestra anterior visita a estos pagos.
He aquí el primero de los dos o tres tramos aéreos que presenta el recorrido, fácilmente soslayables por la vertiente que da al Horno Ciego. Nos encontramos en las inmediaciones del collado de la cueva Flores, que ya podremos ver, una vez superada por arriba, desde la distancia. Yo creo que de hacer este recorrido a la inversa, es decir, a la contra de las manecillas del reloj, la cosa se complica, pues no debe resultar nada sencillo. Yo no lo aconsejaría. Nos hallamos aposentados en el rocoso emplazamiento del alto de la Cárcel (384m), que en días luminosos y nítidos, debe ofrecer unas excelentes vistas hacia todos los puntos cardinales, pero que hoy, como queda patente, no es el caso. 
Sabemos que a mitad de aquella cresta, existe una ventana natural, horadada en la roca, que es punto de obligada captura en nuestra ruta. Muy pronto llegaremos a ella.
Lo que vamos dejando atrás. En la pared del cerro que ofrece su cara al paraje La Torre, existe una zona de escalada con vías equipadas.
Seguimos progresando sin dudas de orientación, solo preocupados de ir pisando por terreno conveniente a nuestros tobillos y piernas. 
El emblemático ventanal, curiosidad geológica, uno de los puntos estrella de esta excursión, momento de ineludible postureo para el senderista que alcanza su ubicación.

El Alto de la Cárcel y cueva Flores
Por aquí florecen los almendros unos días antes que por nuestras latitudes
Una vez superado el repelús del tramo más aéreo y abrupto del recorrido, que precisa de una sencilla trepada, suspiramos aliviados porque sabemos que se nos presenta un respiro hasta afrontar el temido trecho del embudo. De momento, toca disfrutar con las panorámicas que se nos van ofreciendo a un lado y otro de la cuerda orográfica, capturando estas imágenes que vamos dejando a nuestra espalda. 
Enfocando el collado de la Maja Negra hacia el que descendemos para remontar al siguiente cerro que se observa en la fotografía. A partir de aquí, el terreno se nos mostrará menos ingrato de andar.
Se observa la existencia de algún que otro palmito de gran porte con ínfulas de palmera.
De momento, finalizamos aquí la primera parte de una excursión que he dividido en dos. Así pues...
FINAL DE LA PRIMERA PARTE

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