24 enero 2022

CAMBRONES Y ALREDEDORES (Sierra de la Puerta/Guerra de la Independencia) XI

Cuando traspasé la sierra de la Puerta a través del Collado de Canara, me quedé con las ganas de crestear hacia el norte. Lo emplacé para una próxima ocasión que no tardé en ejecutar. Entretanto y desde casa, anduve indagando acerca de la presunta batalla contra los galos que tuvo lugar por estos pagos, y por más que he buscado, nada he encontrado. De hecho, he consultado en el mapa histórico, y ya desde 1833, el paraje se denominaba La Contienda, así como el cortijo de mismo nombre ubicado en esta demarcación, que por cierto, todavía existe, pero ya convertido en ruinas. No digo yo que no lo bautizaran a raíz del lance histórico que intentamos dilucidar, pero los gabachos causaron estragos en este lugar como en muchos otros, engrosando el registro de los muchos damnificados que causaron estos hijos de la Grand Merde. 

En resumidas cuentas, la chusma napoleónica se dedicaba al pillaje para subsistir. Su cuerpo de intendencia establecía partidas de requisa y explorando nuestra comarca, asaltaba y desvalijaba los cortijos aislados con los que se tropezaba. Su talón de Aquiles era la guerrilla, que por su mejor dominio del terreno, tendían emboscadas que les producían muchas bajas. 

Aquella época tuvo que ser terrible para nuestros antepasados, un verdadero apocalipsis, seis años viviendo bajo un permanente estado de terror. Hubieron de soportar de todo, no solo la iniquidad del enemigo extranjero, sino la de algunos convecinos, en pugna mezquina por la supervivencia, y hambre, peste amarilla, un todo en uno de miserias, destrucción y muerte que asoló Murcia y a España entera.

Por lo que he podido leer, sí tuvo lugar una batalla importante en las inmediaciones de Cehegín, con victoria final para los locales, la acontecida en el barranco del Moro, donde destacó "el tío Cayetano", que en recuerdo de su gesta, tiene dedicada una calle en el pueblo.

Ya se ve que los derroteros que haya de tomar este espacio, instantes antes de ponerme a escribir las crónicas de mis andanzas, son inescrutables incluso para mí mismo. De modo, que en esta ocasión, será el acaso baladí comentario de un wikilero, quien despierte el resorte de la curiosidad y me lleve a indagar y querer saber más acerca de los aciagos aconteceres que durante la guerra de independencia española, tuvieron lugar en Murcia y por ende, en el noroeste murciano.  
En esta nueva excursión, dejé el coche por las inmediaciones de El Portillo, y desde este, cogí una pista hacia el Camino de Canara, que es el que antiguamente era utilizado para atravesar la sierra por el collado, yendo o viniendo de Moratalla. Por aquí también discurre la Cañada Real de Cehegín. Una vez cogí la punta, ya encaramado sobre la cresta, me dediqué a otear el paisaje en derredor según iba avanzando.
La omnipresente silueta del Almorchón, al que, en el momento de elaborar esta entrada, ya le hemos hecho una visita. Y aquella ruina, a la que no supe ponerle nombre, ya que en el mapa del IGN, su topónimo brilla por su ausencia.
La ubicación del antiguo poblado argárico.
Miñano
Desde el collado de Canara
Para tener un mejor conocimiento acerca de los trágicos sucesos acontecidos durante la invasión franchuta en nuestra región, he dado con una excelente obra editada en pdf, cuya lectura aconsejo. Existen dos capítulos muy interesantes que me leí de corrido, Visión General de la Guerra de la Independencia en el Reino de Murcia La actual comarca del noroeste de la Región de Murcia durante la Guerra de la Independencia:
Como ya me había leído el libro antes de hacer esta excursión, me imaginaba a las huestes napoleónicas recorriendo estos parajes en busca de cortijos y haciendas que rapiñar. No es descabellado pensar, que el modo más rápido y recto que se tenía entonces para trasladarse de tierras moratalleras a cehegineras lo fuera por el collado de Canara y que, en efecto, el cortijo de la Contienda que les pillaba al paso, acabara siendo víctima de sus tropelías.
Ahí está el cortijo de La Contienda
Caravaca también fue en repetidas ocasiones objeto del latrocinio de los franceses. Entraron varias veces utilizando amenazas y artimañas, incluso asistidos desde el interior, por sus adeptos (afrancesados) que estaban a favor de que se instaurara en España la Ilustración que prometía llevarles Pepe Botella (José I Bonaparte), en detrimento de la opción borbónica que representaba Fernando VII, el deseado, conocido más tarde por el rey felón, que al ser expulsados los franceses, volvería a recuperar el trono. Claro, que la historia, tampoco ha dejado en buen lugar a un monarca que perpetró dislates de índole despótica a cascoporro. Al parecer, según el decir de la mayoría de biógrafos que han investigado su reinado, nunca estuvo a la altura de lo que se demandaba de él. El trono le vino grande y de ser el Deseado pasó a Fernando Séptimo el desdeñado.

Si en algo se caracteriza la imagen que Fernando VII ha dejado a la posteridad es en el unánime juicio negativo que ha merecido a los historiadores de ayer y de hoy que han estudiado su reinado .
 Resulta lógico entender que la historiografía liberal fuese inmisericorde con aquel que intentó acabar con los principios y leyes triunfantes en las Cortes gaditanas. La historiografía sobre Fernando VII ha ido evolucionando de tal manera que los estudios recientes han abandonado las diatribas decimonónicas para presentar un panorama más equilibrado.

 La Historia reciente, considera a Fernando VII simplemente como un rey con muy escasa capacidad para enfrentarse a los tiempos en los que le tocó reinar. Con todo, resulta difícil encontrar algún estudio, ya sea del pasado o del presente, en el que la figura de este monarca genere la más mínima simpatía o atractivo. Sin duda, ha sido el monarca que peor trato ha recibido por parte de la historiografía en toda la Historia de España.

Según su más reciente biógrafo, Emilio La Parra López:​
Desde 1814 hasta su muerte, salvo el intervalo constitucional de 1820-1823, su política consistió en el control personal del poder, valiéndose de la represión de toda disidencia y de unos servidores cuya única pauta de comportamiento fue la fidelidad ciega a su señor. Fernando VII gobernó a su manera, como un déspota, escuchando los consejos que en cada ocasión le convenían, sin ajustarse a ningún precedente específico y como nadie lo haría después que él. (Wikipedia)
...el 7 de noviembre, temiendo posibles incursiones del enemigo, se acordó establecer apostaderos en los caminos de Lorca, Vélez-Blanco, Huéscar y Puebla de Don Fadrique, si bien no pudieron llevar a término este acuerdo, ya que un colectivo de diez mil soldados franceses estaba acantonado en Zarcilla de Ramos (Lorca). Caravaca hubo de suministrarle raciones solici­tadas por el Coronel Conde de Espard, que los dirigía. 

Una par­te del ejército francés, con él al frente, se presentó en Caravaca el día 9 de noviembre, y permaneció en la población hasta el 11. Cometieron atropellos en bienes y personas (dieron muerte a cu­chilladas a algunos que se les resistieron y saquearon casas de pudientes y comercios), llevándose suministros, ganados y dine­ro, además de la custodia de la Vera Cruz de Caravaca, sustraída por un oficial francés. Esta custodia-ostensorio, en plata dorada y oro, había sido donada el año 1536 por el Comendador de Caravaca, don Pedro Fajardo, primer Marqués de los Vélez. 

De hecho Espard, exigió una contribución de guerra de doscientos mil reales, si bien ante la imposibilidad de conseguir­los, por haberse ausentado de la población los principales con­tribuyentes, redujo la exigencia a ciento sesenta mil reales, que llegaría a cobrar.
También en Cehegín y en el mismo mes, el día 27, hubo un intento de penetración francesa, seguramente procedente de la zona de Hellín. Las tropas del coronel Francisco Trujillo, comandante militar de la villa, y el paisanaje mandado por Cecilio Sánchez, jefe de la Milicia Honrada de Cehegín, re­chazaron a los franceses en una confrontación sostenida en el paraje del Barranco de El Moro.

La guerrilla, impulsada por las Juntas, asimismo actuaba de forma muy activa en la zona del noroeste, montañosa por na­turaleza, propicia a sus acciones, destacando diversas parti­das, entre ellas la de Cehegín, comandada por el “Tío Cayetano”, quien al final moriría de manera trágica.
Explorando a través de la red, para insistir en la cuestión que nos ocupa, me he vuelto a tropezar con el blog del "Motolite", que tiene una entrada muy interesante acerca del tío Cayetano:

El año anterior, 1808, se habían alistado en el ejército español 243 cehegineros, 185 voluntarios y 58 quintos ‘de saca’. El sorteo de los ‘de saca’ se realizaba públicamente en la plaza del Mesoncico y consistía en extraer de dos cacharrillos de barro que contenían, en uno, el nombre de los mozos y en el otro las cédulas de color blanco y rojo. Un niño de corta edad iba sacando los datos, si salía el nombre y el papel blanco quedaba declarado soldado, y el que le salía rojo se libraba. Algo similar al célebre sorteo de bolas blancas y negras (que se usaba en el casino de Cehegín para admitir o rechazar a los aspirantes a socio).

En aquel 1808 se acantonaron tropas españolas en el convento franciscano de san Esteban, en extramuros de Cehegin, al mando del Ayudante General Josef Morete, para vigilar los movimientos de las tropas francesas situadas por las fronteras con Andalucía. 

Y piden otros 300 y pico reclutas procedentes de Cehegín que son enviados a Hellín y Totana. Como la situación empeoraba, a inicios de 1810, solicitan otra partida de hombres con edad de reclutamiento aún más baja, desde los 16 años, -el tope era 45-, aunque sean de corta estatura, éstos se destinan a otros servicios. 

Como era costumbre sólo se podían librar del servicio militar por compra, como ocurrió con el ceheginero Manuel Ros de Juan, de 28 años, que pagó por su exención 15.000 reales de vellón.
El 10 de noviembre de 1810 llega a Caravaca el coronel francés, conde de Espard con más de 1.000 soldados, saqueando cuanto encontraban de valor y exigiendo 200.000 reales de contribución. Dieron muerte a quien se resistió, se llevaron alimentos, ganado y los bienes de las familias más pudientes. Y lo peor, también robaron la custodia que portaba la Cruz de Caravaca. Ante tal desastre, el Comandante General de la Cuadra, jefe del ejército del Centro, ordena reforzar las plazas de Caravaca, Cehegín y Moratalla, aportando cada villa 50.000 reales para tal fin. Se instalaron 14 cañones de grueso calibre y un obús, con 400 artilleros, oficiales y almacén de munición al mando del coronel Entrena.
En febrero de 1811 los galos se acercan por Lorca, las gentes se esconden donde pueden, o huyen a las montañas. Una columna se aproxima a Moratalla y Caravaca, viniendo contra Cehegín, y por el Barranco del Moro fueron derrotados por las tropas acantonadas en el convento de los Franciscanos junto con la partida de guerrilleros capitaneados por este legendario ‘tío Cayetano’.
Por estas heroicidades tiene calle en su honor junto a la Cuesta Moreno de Cehegín, allí vivía este guerrillero, por ello se le tituló en 1827 "Casas del Tío Cayetano", para cambiar a la denominación actual en 1853. 

Sin esperarlo, aquí nació una forma de resistencia contra el invasor, similar a la guerra de guerrillas que asombró al mismísimo Napoleón.

Otra leyenda urbana referida a los gabachos, contada por nuestros progenitores y que aparece en la tradición oral ceheginera:
-En su retirada, la tropa francesa, traía cantidad de municiones y armamento y decidieron guardarlo en la Ermita de San Sebastián. Enterado el tío Cayetano, organizó a su jarca y una noche oscura realizaron una deflagración destruyendo todo el polvorín y la capilla. 
Pantano en construcción
A partir de aquella gesta se hizo popular en Cehegín esta canción: 

Por el Barranco del Moro,
 venía una tropa 
con dos caballitos blancos
 y una trompeta rota, 
diciendo taratatí 
al perro que no esconda el morro
 se lo he de partir...
¡taratatiií!

 Y es que, por esta tierra nuestra, en la guerra de Independencia, a los franceses se les conocía como "perros gabachos".

El final de esta historia me ha emocionado y sorprendido mucho porque de pronto he conocido el origen de aquella cantinela que siendo un crío, nos recitaba mi padre, en tertulias de familia, durante el invierno, después de la cena y al calor de la lumbre; tomaba al perro en su regazo y para demostrarnos que el susodicho tenía memoria, comenzaba a entonar la coplilla, y al instante, nuestro tuso escondía el hocico entre el costado y antebrazo de mi padre porque sabía que de lo contrario, su dueño le habría de atizar con el canto de la mano en el morro. ¡Lo tenía bien enseñado! ¡Qué cosas...!
Calasparra, que durante la retirada de más de 50.000 soldados franceses provenientes de Andalucía, también sufriría sus desmanes.
...sin embargo las tropas acanto­nadas, entre ellas Carabineros y batallón de Montesa, con unos 300 hombres a caballo, hicieron frente al enemigo en el paraje de Santa Inés, derrotándolo y poniéndolo en fuga. Fue la que eu­femísticamente podríamos denominar como “Batalla de Santa Inés”, primera derrota francesa en el Noroeste de la Región de Murcia, y seguramente también en la Región en esa época.
A partir de febrero sin duda se produjeron nuevas in­cursiones en los aledaños de la población, que saquearon los campos, habiendo constancia documental de las “..continuas ocurrencias de venida de franceses..”, que hicieron que muchas personas se ausentasen de sus casas y se ocultaran en zonas de difícil acceso.

En diciembre, según Rubio Heredia, los franceses llega­ron a Moratalla, ocupando la población. Algunos vecinos, entre ellos los más acomodados, así como el Alcalde Mayor, huyeron, estableciéndose en los cortijos del campo y en las cañadas, el tiempo que los franceses permanecieron en la población. Se tra­taba de un destacamento que entró por el paraje de El Portichuelo, asaltando los caseríos que hallaban al paso.

En su estancia en la población, más concretamente el 17 de diciembre, saquearon casas y comercios, así como los fondos de fábrica de la iglesia, si bien las mejores alhajas y la custodia fueron puestas a salvo por el sacerdote. Se especula que en estas actividades fueron acompañados por algunos vecinos de la localidad, quienes con posterioridad culparían de todo a los franceses.
El 18 de diciembre de 1811, procedente de Moratalla, se produjo un nuevo y último intento de entrada en este año, de tro­pas de infantería francesas en Caravaca, siendo ahuyentadas por la resistencia interior, que se defendió con la artillería del castillo y tras la cerca de la villa, reconstruida con el aislamiento frente a la epidemia de fiebre amarilla, cuyas puertas estaban cerradas y defendidas.
La última vez que los franceses pisaron la comarca fue a partir de septiembre de 1812. El 26 de ese mes, en número que se calcula en torno a 45.000 hombres (aunque también llegó a barajarse la cifra de 50.000) quienes, a las órdenes del mariscal Soult, comenzaron a llegar a Caravaca, en retirada desde Andalu­cía, para dirigirse hacia Valencia.

Mandaba la vanguardia un sobrino del mariscal, quien estableció su cuartel en el paraje de Santa Inés, junto al río Argos y en los aledaños de la villa de Caravaca.

El teniente coronel Entrena hizo disparar sus cañones, desde el castillo, sobre las columnas que desfilaban por el río, que llevaban dirección hacia la villa de Cehegín. El general de vanguardia, observando que sus tropas eran hostilizadas, mandó a sus ingenieros que marchasen a reconocer las alturas de Santa Bárbara, cuya colina domina la fortaleza, con el objetivo de construir en aquel punto una o dos baterías contra el castillo para destruirlo, como a toda la población.
Estos oficiales partieron a ejecutar el mandato de su jefe; y cuando los zapadores se disponían a ponerlo en práctica, acababa de llegar Soult, quien mandó abortar esa operación, segu­ramente por considerar que retrasaría su marcha, al enfrentarse con una villa con fortaleza artillada, con la que tuvo escaramuzas, con cerca y tropas regulares en su interior. 
“...cuando en la terrible y espantosa noche del 26 de septiembre hasta el 30 nos vimos circundados por todas partes de los enemigos del género humano; cuando ya en fin nos cubría la sombra de la muerte, en aquel instante multiplicó con nosotros el Señor su misericordia, liberándonos de la tiránica barbarie del ejército francés, dejándonos solamente para mirar con horror las inauditas desgracias de nuestros convecinos...”
En la tarde del 26 de septiembre penetraron en el mu­nicipio de Cehegín, invadiendo la villa y provocando la huida de la población. El pueblo fue sometido a enorme saqueo y destrucción, al tiempo que daban muerte a quienes se encontraron. Du­rante cinco días estuvieron pasando por su término, causando robos y destrozos. Se calcula que los daños infringidos se eleva­ron a más de dieciocho millones y medio de reales.

Desde Cehegín, al día siguiente, se dirigieron a Calasparra. La situación fue parecida, siendo sometidos también el pueblo y su término a un brutal saqueo. Según Juan Velázquez Moreno, contemporáneo a los hechos.

Sin embargo parece que las villas de Bullas y Moratalla se vieron libres de este saqueo, aunque parte de este último mu­nicipio también sufrió invasión, en los parajes de Cañadaverosa, Salmerón y Cenajo. Al menos, hasta la presente, no existe constancia de este acontecimiento en aquellas pobla­ciones. La causa no debió ser otra que su propio y relativo aleja­miento geográfico de la ruta que el ejército francés llevaba en su retirada.
Defensa y saqueos en Caravaca
Nicolas Jean de Dieu Soult
La iglesia de Valentín
A fuer de ser sinceros, hasta la elaboración de esta entrada y lecturas sobre la guerra de Independencia de España, no tenía conciencia clara de lo graves y trágicas que habían sido las incursiones galas en nuestro territorio durante la guerra de independencia española. ¡Cuantos de nuestros antepasados no serían heridos o muertos a manos de una bayoneta hundida en el vientre, y todo para robarles un trozo de pan o una gallina con la que esperaban alimentar ese día a su ya de por sí, famélica familia....! Tiempos terribles que cien años después se volverían a repetir, entre hermanos.
En fin, antes de llegar a la otra punta de la sierra, donde el paisaje ya me es muy conocido, decido abreviar y descender para ir regresando al punto de inicio.
Este artículo y este otro también me han resultado muy interesantes para tener una visión de conjunto sobre aquella terrible guerra de la que también nuestro terruño sufrió sus horribles consecuencias, teniendo su corolario en los turbulentos aconteceres que vinieron después, donde se puso en jaque no solo el imperio si no nuestro futuro devenir como nación.

Rendición de Bailén
Fusilamientos del 2 de mayo (La carga de los Mamelucos en la puerta del sol) de Goya, de quien se dice que era un afrancesado adepto, que pintó estas obras para lavar su imagen de cara a las autoridades españolas cuando estas recuperaron el poder.
Y vamos encarando el final de nuestro paseo por esta circunscripción
Afrontando el último tramo y regresando al Portillo de donde salimos
FINAL UNDÉCIMO CAPÍTULO


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