25 marzo 2020

BARRANCO DEL SALTADOR (CERRO DE PEÑARRUBIA) I

Estos días de obligado confinamiento se nos van a hacer muy duros a todos. Será bueno aprender de estas situaciones para que, cuando salgamos de esta, aprendamos a valorar más y mejor la volátil libertad real de la que disponemos. Que los humanos somos en extremos vulnerables y que el bienestar del que gozan los países que llaman del primer mundo, entre los que, de momento, nos incluimos nosotros, no siempre va a estar garantizado. Hemos de mentalizarnos de que viene un cambio de ciclo. Esta expresión se la escucho emplear con frecuencia a futboleros respecto de algún equipo de fútbol con alto presupuesto para comprar jugadores, pero me temo que ese nuevo tiempo que se nos avecina, afectará a todos los órdenes de nuestra vida. No sabemos a la larga, si será para mejor, pero el tránsito y periodo de adaptación hacia esa nueva coyuntura socio económica, puede ser para algunos, muy traumático. Vienen malos tiempos para la lírica y los de siempre dirán que no hay que ser alarmista ni catastrofista, pero ya advertían algunos expertos, que en un mundo tan globalizado como el nuestro, que el virus chino llegara a Europa y extendiera al resto del mundo, era solo cuestión de tiempo.
Iker Jiménez, que presenta un programa, CUARTO MILENIO,  donde trata apasionantes temas relacionados con el mundo de lo desconocido: ufología, parapsicología, criminología y ocultismo, etc., todo ello, auxiliado de la opinión de catedráticos y expertos en diversas materias, y del que soy fan enfebrecido, ya desde enero y mucho más en febrero, avisaba de la que se nos venía encima. Tiene además un canal de youtube, Milenio Live, del que suelo aprovechar mis largas caminatas para escucharlo en diferido a través del móvil, que desde hacía tiempo venía indagando ergo informando sobre el tema. Los asiduos del programa, cuyos presentadores y colaboradores a fuer de seguirlos y conocerlos, nos merecían toda la credibilidad y respeto, no salíamos de nuestro asombro cuando iban transcurriendo los días y seguían sin tomarse medidas de precaución ni prevención.
Entretanto, a Iker Jiménez le caía la mundial en las redes sociales entre los paladines de lo políticamente correcto, esto es, entre pijoprogres del más variopinto pelaje.
Cuando el problema saltó a Italia, en toda su virulencia, (excuso el chiste fácil) y aún así, seguían sin tomarse medidas drásticas de contención, ya veíamos muchos, con impotencia, que estábamos condenados a sufrir la misma pandemia que ya estaba sobrecogiendo y colapsando a los italianos.
El virus es muy contagioso y a veces evoluciona de manera letal, no solo entre personas muy añosas sino también en contagiados mucho más jóvenes. En todo caso, existe a día de hoy, mucho desconocimiento, incluso entre los expertos, sobre la manera de comportarse y propagarse el microorganismo, que junto con el bombardeo de noticias y conjeturas que nos llegan a través de los diversos medios de comunicación (y desinformación), ello genera una incertidumbre, una psicosis, una neurosis colectiva, que me consta, ya hay muchas personas, en extremo impresionables, que esta situación les supera. Y es comprensible, porque este bacilo parece comportarse como un perfecto cabrón. Es maquiavélico. Pasa de un cuerpo a otro, se duplica, replica, se introduce en el organismo con extraordinaria facilidad y espera el momento propicio, paciente y taimado, sigiloso, agazapado, como una célula durmiente, sin mostrar síntomas, incluso durante semanas, para en cuestión de horas, manifestarse, atacarte el tracto respiratorio con toda la artillería, hasta llevarlos al síncope y posterior muerte del individuo, si no es asistido a tiempo con los dichosos respiradores.
La auténtica situación perversa es que a todos nos queda la duda, aún hallándonos actualmente recluidos en casa, junto a nuestras familias, de si el Alien ya lo tenemos a bordo de la nave, esto es, dentro de nuestro organismo, y si ese fuera el caso, padecemos el desasosiego y surge la incertidumbre, muy humana por otra parte, de preguntarnos si nuestras defensas (sistema inmunológico) serán capaces de luchar de manera eficiente contra él, sin tener que precisar de asistencia médica. Porque el problema de la pandemia no es el bicho en sí sino, dada la ingente profusión de casos en muy poco tiempo, el colapso que ello podría provocar en los hospitales. Ahí está el quid de la cuestión y el peligro real y patente que nos acecha.
Otra cuestión son las diversas teorías conspiranoicas que surgen al socaire del posible origen del virus en las que no voy a entrar. Este, por si se me había olvidado, es un blog de senderismo, y aunque todavía no lo parezca, llevo intención de rescatar una ruta senderista que tenía esperando en cartera, a falta de ilustrarla con nuevas capturas por realizar, desde los puntos de encuadre más emblemáticos de la bonita villa de Cehegín. Pero antes de abordar lo que llevo entre manos, me gustaría compartir este reflexivo artículo de un tal José F. Peláez, que leí el otro día, que pone a cavilar y que suscribo en su mayor parte. 
Nos habíamos olvidado de que este es el estado natural de la sociedad. En algún momento nos hemos creído que el bienestar, la libertad, la seguridad y la alegría eran lo normal, la base sobre la que construir, algo asegurado que apenas tiene valor. Nos hemos creído que la prosperidad era el mínimo exigible, que tenemos derecho a Instagram, a un móvil, a una renta garantizada; que es normal tener seguridad social, pensiones, una biblioteca gratuita en cada esquina, Internet en cada casa, hospitales en cada pueblo, una farmacia completa y gratuita en cada cocina. Nos hemos acostumbrado a que haya policías, militares, barrenderos, camiones de la basura y mataderos haciéndonos el trabajo sucio para que podamos ver Netflix y pedir comida a domicilio mientras nos quejamos de lo mal que va todo.

Nos hemos creído que la muerte no existe, que lo normal es vivir, disfrutar de una vida larga, segura, feliz, sana y próspera.

Nos hemos acostumbrado a que el problema sea que un varón te abra la puerta o te lance un piropo. Nos hemos tragado hasta el fondo que el gran problema de la sociedad occidental es garantizar que una mamarracha llegue a casa sola y borracha. No hemos pasado un problema real jamás y nos hemos creído que la vida es un fuego de campamento. No ha nacido un filósofo desde Wittgenstein. No hemos leído un libro serio y no conocemos la historia de la humanidad. De lo contrario, sabríamos que todo era una anomalía, que lo normal es esto, que lo normal es vivir en crisis, la vida en la frontera, la guerra, las hambrunas, las epidemias, las malas cosechas, el miedo, los terremotos, los volcanes, los depredadores, tener enemigos, estar rodeados de hijos de puta y defendernos como podamos sin dejar de mirar al cielo ni un solo momento, sabiéndonos minúsculos e insignificantes. Esta es la historia de la humanidad, este ha sido el escenario de tus ancestros y ahora te toca a ti asumir que lo normal es el pánico y los problemas de verdad, no los que decimos tener para que nos garanticen la felicidad cuatro palurdos con el puño en alto. No, el piropo no es un problema. Tu felicidad tampoco es un problema para nadie. El único problema es que somos hombres, apenas eso. Frágiles, mortales, rosas.

Nos hemos acostumbrado a no tener responsabilidades, a la soberbia del fracasado, a la insoportable altanería del perdedor. Ya sabemos que tú no recibes órdenes de nadie, que la crítica es una forma de fascismo, y que nadie es quién para exigirte resultados. Y, claro, vienen las consecuencias: ahora no sabemos marcarnos una disciplina, no sabemos sufrir y va a ser hora de ir aprendiendo porque nos va a tocar mirarnos a la cara y compartir el último plato de macarrones con la persona esa que tienes a la izquierda y a la que estás pensando mandar a la mierda en cuanto esto termine. Nos va a tocar también fingir que no tenemos hambre para que puedan comer los pequeños. Esto es la vida y ahora vamos a descubrir de qué estamos hechos.

Nos hemos acostumbrado a no mirar a los ojos a la realidad, a la muerte, al pánico. Nos hemos acostumbrado a no temblar ante cada gesto de amabilidad, ante el milagro de saberse vivo. Nos hemos acostumbrado a hacer el ridículo cada mañana diciendo chorradas en twitter, nos hemos creído dioses y vamos a ver caer Babel. Vamos a ver morir a seres queridos. Vamos también a ver caer a desconocidos por salvarnos la vida mientras jugamos a la play, fingimos que hacemos gimnasia y aplaudimos a la nada a las ocho y nunca de la tarde.
Pongamos ahora punto y aparte a la influencia que el coronavirus tiene estos días sobre nuestra vulnerable e insignificante existencia y vamos a tratar de inhibirnos sobre la cuestión en la medida que podamos y hacer como si no existiera. 
En esta ocasión proponemos un bonito recorrido por los alrededores de Cehegín. He buscado en Wikiloc, con la intención de perfeccionar o contrastar el recorrido que yo mismo tracé en su día, y me he tropezado con variaciones, pero no la ruta que suelo utilizar esporádicamente cuando pretendo alternar con las que realizo por Burete o el Quípar. No digo que no exista, pero yo no he dado con este track. Y digo esto porque es un camino conocido ya que suele ser habitual, sobre todo los fines de semana, tropezarme con traileros en algunos tramos del recorrido. No en vano, la excursión que en esta ocasión presentamos, atraviesa entre otros lugares, la emblemática Peñarrubia de Cehegín. Como digo, se trata de un relajante recorrido, desde el que conseguiremos estupendas vistas hacia el pueblo, inclusive la vecina Caravaca de la Cruz.
El camino tiene su principio en una calle del pueblo, inmediaciones de la plaza de toros, en el barrio de San Juan, punto en el que conectamos con la Vía Verde de Cehegín. Hacemos un buen tramo de esta, y antes de llegar al túnel, en dirección Caravaca, nos desviamos a nuestra izquierda camino de uno de los depósitos de los canales del Taibilla. Cuando llegamos a este, en vez de coger la popularísima senda que se encamina, dirección sur hacia la cumbre de Peñarrubia, cogemos una aledaña que nos sale a nuestra derecha, dirección Caravaca o por mejor decir, hacia el Barranco del Saltador. Ya pormenorizaremos cuando lleguemos a las correspondientes imágenes que ilustran estos diferentes lugares, pero sin duda que este barranco, al que también se conoce por el del Infierno, es un rincón que atesora su particular encanto. La senda por este tramo del recorrido está muy bien definida, ya que parte de ella, discurre por el canal del Taibilla, y solo tendremos que preocuparnos de no perdernos ni una sola de las bellas postales que a nuestra espalda nos va dejando Cehegín, presidido el bello lienzo por la iglesia de Santa María Magdalena, que tan pintoresca e inconfundible estampa nos ofrece siempre del pueblo. La villa siempre se ha caracterizado por su naturaleza rebelde y rica historia que ha quedado impresa entre las calles del municipio, tras el paso de numerosas civilizaciones que dejaron allí su legado. Iremos aprovechando este paseo y las dos o tres fotos que le hice al pueblo, para introducirnos en el interesante decurso del acontecer ceheginero.   
Viky, acompañándome en una de las ocasiones en que hice este recorrido.
En la plaza de la Constitución se encuentra la Iglesia de Santa María Magdalena, que ha delineado desde hace siglos, la figura de Cehegín.
Iglesia de la Concepción que ya fotografiaremos más adelante desde una ubicación más propicia. No obstante, ya le hicimos unas fotos hace algún tiempo durante una nevada.
De  izquierda a derecha, iglesias de la Santa María Magdalena, De la Soledad y De la Concepción.
Peñarrubia
La Vía Verde de Cehegín, dirección Caravaca, antes del coronavirus.
Tomamos fotos de Cehegín, hasta para aburrir, así que, en estos tiempos de obligado encierro y prohibición de excursiones, por la cuenta que nos trae, paciencia y comprensión para el autor de este blog que se rige por el lema...¡que no haya miseriaaaa...!, al menos de momento.
Este es un graffiti que existe en el túnel de cruce por debajo de la autovía.
Hicimos este recorrido, cámara en ristre, en febrero, cuando ya se hallaban algunos de los almendros en flor. Jugando con el desenfoque selectivo.
Ahora es buen momento, cuando estamos privados de la entera libertad de movimientos, para apreciar las pequeñas cosas de la vida en las que nunca nos paramos a pensar por considerarlas sobrentendidas y garantizadas. Ya comprobamos que no es así, que la vida nos puede dar un vuelco en cualquier momento.
Seguro que a esta, el COVID-19 se la trae al pairo.
Llegamos al depósito al que antes aludíamos.
Las bonitas postales del pueblo de Cehegín se suceden a casa paso
Asomando el ubicuo Almorchón
Bonitas capturas del casco viejo de Cehegín
El Puente del Infierno que hemos de atravesar. 
Se trata de una licencia literaria
Barranco del Infierno
Viky que se había rezagado, expurgándose masticando plantas 
El paraje se esconde en el extremo noroeste de Peñarrubia, colindando con el cerro de Mai Valera hacia el que nos dirigimos. Hemos de atribuirle su topónimo oficial de El Saltador al imponente deslizadero por el que se descuelga el barranco. Aunque por la quebrada solo baja agua cuando llueve de forma torrencial o intensa, no resulta difícil imaginarse el tremendo espectáculo visual que debe formar la cascada, originada por las decenas de metros de desnivel que se producen en el despeñadero.
Semejante desnivel abrupto del terreno se debe a la presencia de una falla geológica, es decir, de una fractura del terreno a lo largo de la cual se produce un desplazamiento relativo de los dos bloques. En este caso se trata de lo que los geólogos denominan falla normal, en la que el desplazamiento de los bloques se produce a lo largo de la vertical, y las rocas de un lado se hunden con respecto a las rocas del otro lado. En el caso del Saltador, esta falla ha generado una impresionante pared caliza de materiales del Jurásico (hace 200-145 millones de años). De hecho, la existencia de esta falla, y otros elementos geológicos interesantes, como la presencia de abundantes fósiles y distintos tipos de materiales litológicos, hacen de ésta una zona fascinante desde el punto de vista geológico (el interesante blog de Carlos Durán ofrece más detalles sobre esta falla y la geología de la zona). No en vano, se localiza en uno de las zonas catalogadas como Lugares de Interés Geológico de la Región de Murcia, que son áreas que destacan por su importancia dentro de la historia geológica de la Región.

Además de ser una zona muy interesante desde el punto de vista geológico, El Saltador ofrece otros valores naturales. Por ejemplo, estas zonas de roca madre verticales o de gran pendiente presentan unas condiciones tan adversas, como la escasez de suelo y de agua, que sólo unas pocas especies de plantas son capaces de sobrevivir. Se trata de la vegetación de roquedos, que forman plantas muy especializadas y adaptadas que han sabido sacar ventaja a estas condiciones tan desfavorables para la mayoría de las plantas.
Un ejemplo son los Zapaticos de la Virgen (Sarcocapnos enneaphylla), una pequeña planta de flores blancas que podemos encontrar en las paredes calizas verticales de El Saltador. Además, el resguardo y la umbría que ofrece este rincón constituyen un ambiente favorable para la presencia de diferentes especies más raras en los alrededores. Entre ellas, es especialmente abundante aquí la sabina mora (Juniperus phoenicea), aunque encontraremos también otros arbustos como zarzaparrilla (Smilax aspera), aladierno (Rhamnus alaternus) y cornicabra (Pistacia terebinthus).
Y El Saltador es también una zona que supura historia. En este paraje y sus alrededores se concentran varios yacimientos arqueológicos que nos retrotraen a los orígenes de la presencia humana en la zona. Se localizan aquí varias cuevas en las que se han encontrado restos (algunos de enterramientos) de la Edad del Cobre, a la que los arqueólogos llaman Eneolítico o Calcolítico, que corresponde al tercer milenio antes de Cristo. Entre ellas destacan la Cueva del Saltador y la Cueva de las Ruinas, en la parte este del paraje. Muy cenca de esta zona se encuentra también el Morro de la Cerámica, una pequeña elevación entre El Saltador y la autovía, con restos de un asentamiento argárico, es decir, de la Edad del Bronce (segundo milenio antes de Cristo).

En el Museo Arqueológico de Cehegín se pueden encontrar algunos de los restos encontrados en estos yacimientos, y la Carta Arqueológica de Cehegín ofrece más información sobre ellos.
Una vez superado el barranco del Infierno, y caminado por un precioso tramo de senda durante unos cientos de metros, nos tropezamos con un mirador desde el que hay que hacer, sí o sí, un alto en el camino para disfrutar una vez más, de las soberbias pinturas de paisaje que nos ofrece Cehegín.
FINAL PRIMERA PARTE

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