Spinosaurus aegyptiacus.
¡La virgen cana que se me está yendo esto de las manos! No veo la forma de aligerar y finiquitar el asunto. A este paso, me dan las uvas y sigo editando episodios, encharcado, sin saber como enfilar el punto y final a la entrada de los dinosaurios. A ver, ¿por dónde íbamos...?, ah sí, mi sufrido y estoico visitante de Mi Viky y Yo, dudo mucho que te hayas zampado todo el capítulo anterior, que Brusatte dedica al Tiranosaurio rex; sobre todo si, como sospecho, te interesan kilo y medio de pimientos morrones, las investigaciones que sobre estos bichos se desarrollan en el campo de la paleontología. Hay que ver la de conocimientos y avances que sobre esta materia se consiguen gracias a la moderna tecnología. Que después de 66 millones de años, se logren conocer tantas particularidades (sometidas, eso sí, a constantes refutaciones) acerca de la vida y obra de estas increíbles criaturas, es que se queda uno turulato nada más que de pensarlo. Pero yo disfruto con estas historias, así que, vamos a seguir indagando a ver que sacamos en claro sobre el Spinosaurus.
Ya hemos referido en anteriores capítulos de esta entrada, que nos desconcierta sobremanera que el señor Brusatte no hiciera en su libro, por insignificante que fuera, la más mínima referencia al Spinosaurio. Nos parece imperdonable e inexplicable que ni siquiera aludiera a los importantes trabajos que algunos de sus colegas vienen desarrollando al respecto de este extraordinario e insólito dinosaurio. Sobre todo porque recientes investigaciones de paleontólogos que fueron tras su pista, rozando incluso lo detectivesco, han confirmado que la criatura realmente existió, pero con notables diferencias respecto de la idea que hasta fechas recientes se tenía de ella. Resulta probable que las suposiciones en referencia a su aspecto obedecieran más a propósitos de marketing y mercadotecnia que a razones puramente empíricas y de contraste. De hecho, aún no he logrado encontrar en Internet, profusión de imágenes actualizadas que contemplen las últimas teorías respecto de la nueva morfología que se le atribuye al Spino. Las que existen con mayor abundancia son las más agresivas y cinematográficas que pululan por la red desde hace varios años. Pero esa silueta belicosa, potencialmente destructora ya parece que va quedando algo obsoleta y en entredicho. En los últimos tiempos, y tras los últimos hallazgos, se ha logrado precisar con más probabilidades de acierto, el aspecto que realmente pudo tener aquella bestia parda que se zampaba los peces atravesaos. De todo lo leído en Internet, esto es lo que he logrado recopilar y discernir. De modo, que si le apetece, amable lector, siga conmigo y comencemos desde el principio.
El espinosaurio pertenece a la familia de los Spinosauridae. En esta se incluyen especies como el Baryonyx europeo, el Irritator brasileño o el Suchomimus norteafricano, además del más grande depredador terrestre, el mayor dinosaurio carnívoro del que se tiene noticia hasta el momento, Spinosaurus aegyptiacus, (lagarto espinoso de Egipto) mayor aún que el famoso Tyrannosaurus rex. Aunque sobre este particular, los investigadores no logran ponerse de acuerdo, se cree que podía alcanzar entre los doce y los diecinueve metros de largo y pesar de siete a veinte toneladas.
Estas especies vivieron en lo que actualmente es el norte de África desde el Albiense Inferior hasta el Cenomaniense Inferior del periodo Cretácico, hace aproximadamente 112 a 97 millones de años. Todos estos géneros comparten una serie de características comunes: un hocico alargado y estrecho, parecido al de un cocodrilo; unos miembros superiores fuertes, con tres dedos armados con grandes garras, y unas extremidades posteriores potentes. Sin embargo, Spinosaurus tiene un par de rasgos propios y, a la vez, muy interesantes. Por un lado, presenta unas espinas neurales súper desarrolladas que soportarían una vela dorsal que recorrería todo el lomo del animal, una cresta de la cual no se conoce su función concreta; y por otro, la longitud de sus miembros posteriores, que según estudios recientes sería similar o, incluso, inferior a la de las extremidades delanteras. Esto le forzaría a adquirir una postura cuadrúpeda (insólita entre los terópodos), lo que ha hecho pensar a algunos autores que tendría una vida de costumbres acuáticas.
El descubrimiento de los primeros restos de Spinosaurus se remonta a la década de 1912, durante las expediciones que el aristócrata y paleontólogo alemán, Ernst Stromer, desarrolló en la Formación Baharija, en el desierto del Sahara egipcio, donde encontró un enorme esqueleto que denominó Spinosaurus aegyptiacus. Los restos no incluían ni el cráneo ni los miembros posteriores. Stromer envió el esqueleto incompleto a Alemania y los fósiles fueron tratados y expuestos, durante un tiempo, en la Academia de Múnich. Tiempo más tarde, una parte importante de aquellos restos fósiles se malograron, al ser parcialmente destruidos por los bombardeos aliados, en las postrimerías de la segunda guerra mundial. En todo caso, en los huesos hallados por Stromer, nunca se pudo determinar a ciencia cierta si se trataba de una o dos especies representadas por los fósiles reportados en la literatura científica. En 2003, hasta se publicó una opinión crítica, por un paleontólogo llamado Rauhut, que sugirió que el hallazgo de la nueva especie y posterior bautismo en Spinosaurus por Stromer, se trataba en realidad de una quimera. Atribuía el presunto descubrimiento a una vértebra dorsal de un carcarodontosáurido similar al Acrocanthosaurus y la dentadura de un terópodo similar al Baryonyx, especies estas, ya lo suficientemente contrastadas y chequeadas. Si tenemos en cuenta que hasta ese momento, todo lo que se sabía del presunto bicho, era gracias a los restos dispersos y a las pocas notas y fotografías que había dejado Stromer, aportados hacía tanto tiempo, era normal que el conocimiento sobre este animal se moviera siempre entre lo difuso y lo fantástico, rodeado siempre de agrios debates y encendidas polémicas entre paleontólogos.
Tendría que transcurrir más de un siglo para que un joven paleontólogo llamado Nizar Ibrahim, emergente explorador estrella del National Geographic, indagara sobre los hallazgos de aquel casi olvidado colega, consiguiendo revolucionar a la postre, todo lo que hasta ahora se conocía sobre el Spinosaurio. En 2008, tras una exhaustiva investigación, viajó a Erfoud, en Marruecos, donde un beduino le vendió una caja llena de unos extraños restos fósiles que parecían de dinosaurio. Tiempo más tarde, durante una visita al Museo Natural de Milán, Ibrahim tuvo un destello de intuición y cotejó sus fósiles con los fragmentos de un esqueleto de gran dinosaurio que habían sido proporcionados al museo italiano por un tratante de fósiles. En efecto, resultaron ser iguales a los que contenía su caja. La idea fue cobrando cuerpo, perfilándose, porque columbraba la importancia de su hallazgo, esto es, la posibilidad de disponer de un esqueleto de Spinosaurus mucho más completo que el encontrado por Stromer hacía cien años. Decidido a resolver el enigma, Ibrahim, acompañado de varios colaboradores (entre ellos del popular y atractivo Paul Sereno, del que Brusatte, de este sí, habla profusa y elogiosamente en su libro) regresó a Marruecos en 2013 y rastreó los mercados de venta de fósiles hasta dar con el hombre que le había vendido aquellos restos, cinco años atrás. "Fue como encontrar una aguja en el desierto", decía este investigador germano-marroquí que trabaja en la Universidad de Chicago. La insistencia de Ibrahim logró convencer al vendedor para que lo condujera al yacimiento donde otrora los había encontrado. El análisis del terreno demostró que aquel era también el origen de los huesos de Milán y tras de algunas vicisitudes y pesquisas, se hallaron otros restos que por fin llevaron a completar las restantes piezas del puzzle. En la aventura científica y detectivesca de este equipo de paleontólogos no faltaron la tenacidad y la suerte. Ese fue el punto de inflexión que desencadenó un cambio radical en la concepción que se tenía de Spinosaurus. Toda esta peripecia y trabajo de investigación se describen en esta web del National Geographic, relato emocionante con fotografías y cronología de la odisea; y en este interesantísimo documental, donde se pueden ver en acción, a los protagonistas paleontólogos de esta apasionante historia, que bien se pudo haber titulado:
Tras la pista del dinosaurio perdido.
Imperdible.
Tras la pista del dinosaurio perdido.
Imperdible.
De esta epopeya, que para Ernst Stromer, Spinosaurus fue el enigma de toda su vida, se podría haber hecho y hacer en el futuro, no solo el documental enlazado, que también, sino hasta una extraordinaria película que relatara toda la evolución de lo investigado sobre el Spinosaurio hasta nuestros días. Al año siguiente, Ibrahim y sus colaboradores presentaron en la revista Science el resultado de haber analizado el esqueleto de Spinosaurus más completo del que se disponía hasta la fecha. Dado el cambio que suponía respecto al modelo anterior, el nuevo Spinosaurus generó cierta controversia en el momento de la publicación de los datos. Siempre hay controversias en paleontología, porque se disponen de restos parciales. Aunque no haya acuerdo total, la conclusión de este trabajo es perfectamente válida. Es una hipótesis muy interesante para la paleontología, pero siempre quedarán dudas hasta encontrar nuevos esqueletos y por tanto, más claras evidencias. Pero su conclusión fue rotunda: este dinosaurio no era el depredador bípedo terrestre que hasta el momento se había pensado, sino que estaba adaptado a pasar la mayor parte del tiempo en el agua y a duras penas podía sostenerse apoyándose sólo en sus patas traseras. Los investigadores elaboraron una reconstrucción del animal basándose en todos los datos recabados y descubrieron varias pistas que les llevaron a formular una nueva hipótesis sobre su modo de vida. Así, su mandíbula alargada, con dientes cónicos como los de un cocodrilo, sugería que su alimento se componía en su mayor parte de peces. El cráneo también reveló unas fosas nasales situadas en la parte superior, lo que le habría permitido respirar cuando gran parte de su cuerpo se encontrase sumergido bajo el agua. En definitiva, su modo de vida habría sido muy parecido al de los cocodrilos actuales. Nizar Ibrahim apostilla que el espinosaurio estaba claramente adaptado a la vida acuática. “Trabajar sobre este animal ha sido como estudiar un alienígena venido del espacio: es diferente a cualquier otro dinosaurio que se haya visto jamás. Es el dinosaurio más enigmático que existe; es el único que muestra esas adaptaciones”, sostenía Ibrahim, líder del equipo, que hace unos años presentaba a bombo y platillo su nadador y submarinista gigante, en la revista Science. Y es el primer dinosaurio reconstruido al detalle en forma digital, a partir de múltiples individuos. El espinosaurio pasaría la mayor parte del día en el agua, capturando peces y otras presas acuáticas, con las largas mandíbulas equipadas con dientes gigantescos que se encajaban en el morro. Lo que más sorprende a los investigadores, más aún que las enormes proporciones absolutas de este dinosaurio, es el tamaño inusual de las extremidades, similares a aquellas con las que contaron los antepasados de los actuales cetáceos (ballenas), pero en modo alguno comparables a las de los dinosaurios predadores que hasta el momento se conocen. El aspecto que representa la imagen inferior ya queda por tanto, algo desfasada, a tenor de los últimos descubrimientos, siendo la silueta más probable, la siguiente.
Así pues, los nuevos restos hallados, han hecho posible la nueva interpretación de su anatomía y postura. Los restos de peces asociados a estos fósiles parecen apoyar la teoría de la alimentación piscívora y, posiblemente, la de sus costumbres anfibias, aunque es muy probable que Spinosaurus no desaprovechara la oportunidad de cazar algún que otro dinosaurio que se le pusiera a tiro. De hecho, existen pruebas de que un pariente suyo, el Baryonyx europeo, que ya hemos visto más arriba, se alimentaba tanto de peces como de dinosaurios herbívoros, como el Iguanodon, al haber sido encontrada una vértebra medio digerida entre los restos fósiles del depredador.
Es posible que Spinosaurus tuviera los mismos gustos, así que podemos decir que el mayor dinosaurio carnívoro que ha existido jamás sobre la Tierra (aunque pasara la mayor parte del tiempo en el agua) llevaba una dieta rica en proteínas, procedente tanto de carne como de pescado.
El Spinosaurus aegyptiacus era un formidable nadador y buceador, toda una novedad entre los dinosaurios que, tradicionalmente, se habían considerado animales terrestres. Se trataba del primer dinosaurio capaz de nadar que se conoce, afirman los científicos. Medía más de 15 metros desde la cabeza a la punta de la cola, superaba las 20 toneladas y pasaba la mayor parte del tiempo en el agua, alimentándose de grandes peces, en ríos y lagos. En tierra firme, se desplazaría de forma más lenta y torpe, teniendo que caminar a cuatro patas dada la morfología de sus extremidades. Es probable que durante la caza de piezas terrestres, una vez las atrapara, las procurara arrastrar hacia el agua donde se convertía inmediatamente en una formidable máquina de someter y ahogar. El espinosaurio, con su hocico como el de un cocodrilo, su largo cuello y resto del cuerpo, parecería un pato con la cola de un aligátor...(yo hasta le veo parecido con un caballito de mar) declaraba el guapo paleontólogo, Paul Sereno, de la Universidad de Chicago, que junto a Nizar Ibrahim, lideraba la más reciente y ambiciosa investigación sobre este animal de hace 97 millones de años.
En las últimas dos décadas, numerosos descubrimientos han demostrado que algunos dinosaurios habían aprendido a volar, dando origen a las aves, explicaba otro de los paleontólogos, colaboradores de la investigación de Sereno e Ibrahim, Dal Sasso. "El espinosaurio representa un proceso evolutivo igualmente extraño: revela que los dinosaurios predadores habían aprendido a vivir también en los ambientes acuáticos, colonizando los sistemas fluviales del norte de África en el Cretácico". La mayoría de los dinosaurios eran terrestres y el caso del espinosauro es único en su especie, una auténtica rareza. Los únicos grupos que se le podrían comparar serían las aves nadadoras, como los pingüinos, aunque la comparación ecológica más certera del Spiro sería con un cocodrilo. De hecho, una de las hipótesis más interesantes del trabajo de Ibrahim y sus colaboradores es la propuesta de que el enorme espinosaurio sería cuadrúpedo. En la imagen inferior podemos apreciar el esqueleto de Spinosaurus aegyptiacus, según la nueva postura propuesta. Como se puede observar, la longitud de las extremidades traseras sería parecida a la de las delanteras, lo que provocaría un desplazamiento a cuatro patas. Las grandes garras de las manos y los dientes cónicos ubicados en mandíbulas, muy similares a las de los cocodrilos, serían ideales para la pesca. Otra característica identificativa de este género es la gran vela dorsal que más tarde trataremos.
Aunque no es el dinosaurio más grande que se conoce (son mayores los herbívoros descubiertos, por ejemplo, en Argentina), el espinosaurio es el de mayor tamaño entre los predadores. Pero lo que resulta de él deslumbrante para los científicos son sus adaptaciones para la vida acuática. Tenía pequeños orificios nasales retrasados en el cráneo, lo que le permitiría respirar aunque tuviera buena parte del hocico sumergido. Las perforaciones neurovasculares en el extremo del hocico recuerdan a las de los aligátores y cocodrilos, que tienen receptores de presión para percibir el movimiento en el agua, lo que facilita la detección de las presas incluso en aguas oscuras o fangosas. Los enormes dientes cónicos encajan de manera que las presas quedarían atrapadas sin remedio en su boca. El centro de gravedad desplazado hacia delante (por el cuello y el tronco alargados) facilitaría sus movimientos en el agua, aunque no en tierra, donde sería cuadrúpedo. La alta densidad de los huesos facilita la inmersión y es una adaptación conocida en otros animales acuáticos. Las garras grandes y planas le ayudarían a nadar, y la cola articulada, a propulsarse.
Los terópodos, incluyendo a los espinosáuridos, no eran capaces de colocar sus manos en pronación (es decir, rotar el antebrazo de modo que la palma se oriente hacia abajo), lo cual impediría una postura cuadrúpeda efectiva, aunque una postura de descanso sobre los lados de las manos sí era posible, tal como muestran las huellas fósiles de un terópodo del Jurásico Inferior. A vueltas con el estudio publicado en 2014 por nuestros amigos (Ibrahim, Paul Sereno y otros colaboradores) se propuso que sus patas eran demasiado cortas para moverse eficientemente en tierra, obligándolo sin más cáscaras a ser cuadrúpedo para moverse fuera de su ambiente acuático habitual. La reconstrucción usada en dicho estudio era una extrapolación basada en individuos de diferentes tamaños, puestos a una misma escala con que se presuponía, arrojaban las proporciones correctas. El paleontólogo John Hutchinson del Royal Veterinary College de la Universidad de Londres, expresó su escepticismo sobre esta nueva reconstrucción, advirtiendo que el uso de diferentes especímenes puede resultar en quimeras inexactas. El paleoartista (escultor de dinosaurios) Scott Hartman también criticó la susodicha reconstrucción al pensar que las patas y pelvis fueron ajustados con una escala incorrecta (27% más cortos) y no se corresponden con las medidas publicadas. Sin embargo, las respuestas de Ibrahim a todos sus escépticos fueron tomadas por válidas y verosímiles.
De todos modos no hay que olvidar que nos movemos en el proceloso campo de las conjeturas. Resulta imposible afirmar si Spinosaurus era carroñero, predador de tierra, de agua o mediopensionista, tal y como podrían indicar sus dientes cónicos, la nariz alargada y el hocico estrecho. La única evidencia directa proviene de Europa y de Sudamérica. Baryonyx fue encontrado con escamas de pescado y huesos de un pequeño Iguanodon, en asociación con sus restos; y un ejemplar sudamericano relacionado con este se encontró con huesos de pterosaurio, lo que sugiere que también cazaban y formaban parte de su dieta, aquellos reptiles voladores.
La hipótesis de los espinosáuridos piscívoros ya se debatía y contemplaba desde hacía tiempo. Lo basan en la semejanza anatómica con los cocodriloideos y la presencia de escamas de pescados quemadas con ácido digestivo en la reja costal del Baryonyx. Se sabe que hubo enormes peces en las faunas de los que, presumiblemente se alimentaban los espinosáuridos. Algunos autores apuntan que Spinosaurus pudo ser un predador oportunista, parecido al oso grizzly, un buscavidas que lo mismo pescaba, conseguía carroña o cazaba presas. Posiblemente utilizara sus grandes garras para pescar, cazar, combatir y ahuyentar a otros carnívoros. Sus enormes dientes cónicos le servirían para que nada escapara de la trampa mortal de sus fauces. Ni el más escurridizo pescado podría lograrlo una vez las cerraba. Nos hallamos por tanto, ante una criatura muy evolucionada, extraordinariamente perfeccionada, que se movía como pez en el agua en cualquier ecosistema. De hecho, el excelente artículo del National Geographic finaliza de este modo: Esta nueva concepción de Spinosaurus como dinosaurio acuático sugiere una posible solución al enigma de Stromer. El río en que murió el animal era uno de los muchos cursos caudalosos de un vasto sistema fluvial que ocupaba gran parte del norte de África en el cretácico. Si por aquel entonces los carnívoros eran grandes, también lo era la fauna acuática, cuyos restos abundan en los depósitos del Kem Kem: peces pulmonados de 2,50 metros de largo, celacantos de 4 metros, peces sierra de 7,50 metros, tortugas de dimensiones parejas… animales que constituirían buenos festines hasta para el depredador más corpulento, eliminando la necesidad de una gran abundancia de grandes herbívoros para equilibrar la cadena trófica. Ibrahim lo comprendió cuando tuvo ante sus ojos la fase final del proyecto del dinosaurio digital: un esqueleto de Spinosaurus a tamaño natural en espuma de poliestireno de alta densidad, construido en parte por una impresora 3D a partir del modelo informático. El esqueleto está montado en una postura natatoria, la que Ibrahim cree que adoptaba el 80 % del tiempo. "Ojalá Ernst Stromer pudiese ver este modelo, que muestra hasta qué punto Spinosaurus era un nadador especializado. Le habría gustado".
Por conjeturar que no quede, que de algún modo tienen que justificar los paleontólogos las subvenciones que reciben. Un equipo de científicos, liderado por la Universidad Nova de Lisboa y el Museo de Lourinhã (Portugal), han descubierto no hace mucho, a partir de recientes registros fósiles hallados en Marruecos que el Spinosaurio podía engullir grandes presas gracias a una mandíbula que le permitía tragar de forma parecida a los pelícanos. El estudio de los restos fósiles revela que el ensanchamiento lateral de la mandíbula inferior era posible en los Spinosaurus gracias a una articulación suelta y móvil entre las partes izquierda y derecha. Ello podría haberle permitido jalar, varios peces de una sentada, sin masticar siquiera. En la imagen inferior, un colorido Spinosaurio de los antiguos, en el Charco de Aceite.
Al término de nuestro estudio, vamos a abordar la característica más peculiar de la anatomía de Spinosaurus, que ha servido a la ciencia para darle nombre (lagarto de espina). Nos referimos a esa especie de espinazo prominente que parece una vela que se cree alcanzaba del uno setenta a los dos metros de altura. La vela podría representar para el animal un verdadero talón de Aquiles ya que si caía de espaldas y esta sufría algún daño, podía comprometerse seriamente la vida de la criatura. Es posible que su función fuera importante, aunque los científicos no se ponen de acuerdo y vierten variadas hipótesis en líneas diferentes, a saber, la de termorregulación, la
más certera en mi opinión, ya que el animal, al pasar tanto tiempo dentro del agua (donde se disipa calor con rapidez), la vela estaría dotada de vasos sanguíneos que enfriarían al animal, en caso de extremo calor y viceversa, en caso de frío. Otra razón probable es que
servía para verse más grande, guapo e intimidante (aunque con su tamaño y en su
condición de predador, sería difícil definir ante quienes podía utilizar ese arma). Puesto que su tamaño incluso sin la
vela era enorme, esta teoría no parece la más creíble. También se especula que
dependiendo del sexo los Spinosaurus tenían diferentes colores en la vela lo
que les ayudaba a encontrar pareja durante la época de apareamiento. El espectáculo tenía que ser increíble, ver a estos enormes dinosaurios ligotear durante el cortejo nupcial, haciendo de sus jorobas, todo un espectáculo visual, al modo de las plumas de un pavo real. También existe la teoría de que podría ayudarle a
pescar, creando una sombra para atraer más peces y poderlos atrapar. La garza negra actual crea una sombra en el agua con sus alas para que los peces crean que se trata de un refugio; es entonces cuando los atrapa. Algo así pudo haber sucedido con la vela del Spinosaurus. Sin embargo
la principal función que se cree tenía, era ayudarlo a navegar en el agua justo
como una vela. Podría incluso haber servido además para controlar su flotabilidad. Algunas de estas funciones no son entre sí incompatibles, por lo que es posible que alternara varias de ellas o las utilizara de manera simultánea.
En conclusión, cabe suponer, después de los últimos hallazgos, que a los especialistas del merchandising, se les tuvieron que romper un poco los esquemas al inferirse que la típica estampa del Spinosaurio, encaramado en sus dos potentes y esbeltas patas traseras, no era en realidad, tan peliculera ni fiera como la pintaban los paleoartistas y otros virgueros de la imagen. No hay que creer que el Spino fuera como un rex, solo que algo más grande y con la cabeza de un cocodrilo y la cresta de un enorme bisonte. Eso para videojuegos, cómic, cine y la venta de figuras quedaba muy bien, amén de las típicas controversias suscitadas a ver "quien los tenía más grandes", pero no para la ciencia, que lejos de supeditarse al mercadeo, ha de basar su esencia en: el conjunto de conocimientos objetivos y verificables sobre una materia determinada que son obtenidos mediante la observación y la experimentación, la explicación de sus principios y causas y la formulación y verificación de hipótesis y se caracteriza, además, por la utilización de una metodología adecuada para el objeto de estudio y la sistematización de los conocimientos. Todo ello, como es de rigor, sujeto a debate y controversia razonada y argumentada, como por otra parte, fue el caso de la investigación y estudio llevados a cabo por Nizar Ibrahim, Paul Sereno y cía.
Por lo expuesto, y dada la importancia de los estudios y últimos descubrimientos que se han hecho en torno a este magnífico animal que vivió en el periodo Cretácico medio, sigo sin encontrarle una explicación a que Brusatte no lo aludiera, ni tan siquiera de pasada en su libro. Por solo esta razón, su obra hay que cogerla con pinzas y no concederle en modo alguno, las cinco estrellas, que en mi opinión, por una omisión tan flagrante, no merece. Para finalizar este capítulo sobre el Spinosaurus Aegyptiacus, he leído algunas teorías que versan sobre la posible causa que le llevó a su extinción en el Cretácico tardío. A pesar de su gran tamaño y ventaja evolutiva respecto de otros dinosaurios que convivían con él, se cree que pereció debido a un aumento del nivel del mar en la zona donde el Spinosaurus habitaba. Ello lo expuso a un ecosistema que no dominaba, enfrentándolo a depredadores marinos mejor preparados para sobrevivir en alta mar. En tierra adentro tuvo que competir con predadores terrestres que se desplazaban mejor y más rápidos sobre el terreno, que le escamoteaban con frecuencia, las ya de por sí, escasas piezas disponibles. Así las cosas, el pobre las tuvo que pasar canutas para conseguir alimento. Tal vez hubiera podido sobrevivir unos cuantos millones de años más si hubiera logrado adaptarse al nuevo hábitat, como hicieron las ballenas, pero no logró la metamorfosis a tiempo y terminó sucumbiendo al viejo dilema del readaptarse o morir.
FINAL SEXTA PARTE
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