Es mi segunda aproximación hacia Las Minas y ya vengo mejor informado sobre su
interesante historia. Partiendo desde Cehegín, la pedanía hellinera se
encuentra a una distancia de 46 km aprox, por lo que, yendo tranquilos, dado
lo sinuoso de la carretera del Cenajo, en poco más de tres cuartos de hora,
estamos sobrepasando Salmerón y cruzando el puente sobre el río Segura hacia
Las Minas, villa que en su día tomara el nombre de una explotación azufrera,
que según dicen los estudiosos, ya se conocía y explotaba desde la época de
los romanos, cuando estos, lo utilizaban para alumbrarse y conservar el
vino. Algunos siglos más tarde, se fueron descubriendo nuevos usos para este
mineral, entre ellos para la fabricación de pólvora, por lo que la principal
interesada en su dominio y explotación fue la corona, habida cuenta que en
tiempos de Felipe II, siempre andábamos metidos en guerras, allende nuestras fronteras, sin tregua ni
descanso, y por tanto, el metaloide le venía al monarca como anillo al dedo
para sus belicosos fines. Fue a partir del siglo XVIII, cuando el alcrebite
comenzó a formar parte esencial de la pujante industria química, y con ello
resultar golosa y objeto de deseo para todo tipo de mercaderes y buitres del
capital, que atisbaron en la explotación minera, pingües posibilidades de
negocio. Las minas por tanto, experimentaron a lo largo
del tiempo, todo un trasiego de diferentes patronos, desde públicos y
privados, que se disputaron su tenencia y explotación, casi siempre, con
resultado ruinoso. Pero tuvo su época dorada, aunque efímera, a principios
del siglo XX, en que los trabajos en la mina lograron modernizarse y
resultar productivos como nunca antes lo habían sido. El pelotazo se fraguó
con la sustitución del ya ineficiente sistema de pozo abierto por otro de
pozos maestros, sistemas electrificados de transporte y conexión ferroviaria
con la línea Madrid-Cartagena, bonanza constante, según he leído, que duraría poco más
de dos décadas (entre 1895 y 1918). Con todo, el buen rendimiento de la Sociedad Azufrera Coto de
Hellín, no aguantaría el tirón mucho más allá del final de la Gran Guerra
(1918). La competencia internacional (el azufre de Marsella y Sicilia, de extracción mucho más productiva), el
agotamiento del yacimiento, y las pésimas condiciones laborales sobre las
que se cimentó parte de la rentabilidad de la empresa y que condujeron a los
trabajadores más cualificados, primero a la reivindicación
sindicalista y más tarde a la emigración, terminaron por condenar a la compañía minera
a sufrir una larga agonía que desembocaría en su cierre cuasi definitivo en octubre de 1960, ya que sus instalaciones aún se mantendrían activas durante algunos años más (hasta 1975), realizando labores de refinado, con azufres importados de Murcia, La Coruña y Francia, dado que el procedente de los propios yacimientos, había quedado listo de papeles.
Para más inri, parece que les crecieron los enanos a los sufridos habitantes de este lugar porque se produjo para ellos una simultaneidad catastrófica, ya que al cierre de la mina, hubo de sumarse el fin de la época del esparto (el considerado pan de los pobres, sustituido por la fibra sintética más rentable y de menor coste), que unido a la conclusión de obras de los pantanos Cenajo y Camarillas, que tenía empleados a buen número de mineros, todo ello reunido, les produjo tal quebranto y varapalo, que de la noche a la mañana, se vieron sin trabajo y sin posibilidad de ganarse las habichuelas, cientos de personas de por aquí. Ello provocó que en años ulteriores, se fuera produciendo una diáspora que todavía persiste en nuestros días.
Pero de aquel irrepetible periodo de gran esplendor que experimentó la explotación minera, antes de que entrara en barrena y posterior decadencia, se puede decir que procede
la fundación del pueblo como tal, aunque ya existían por entonces, y desde
hacía décadas, muchas casa cuevas, por sus alrededores, habitadas por aquellos transeúntes o trabajadores temporales, procedentes de las cercanas poblaciones del noroeste murciano (Calasparra, Cehegín, Bullas, Caravaca, Moratalla, serranos de Segura, etc) que acudían por aquí a echar la temporada, que forjaron en
definitiva, el auténtico origen de Las Minas.
La impresión que me ofreció el pueblo, hace unas semanas, antes de la
siembra del arroz, en mi primer acercamiento por estos andurriales fue la
de desamparo y abandono. Conocía las carreteras locales de su entorno, por
haberlas transitado en moto o bicicleta, incluso el pantano de Camarillas,
y en repetidas ocasiones además, pero nunca había reparado de forma
especial en el pueblo, pues me parecía idéntico a tantos otros que
conozco, poblado de personas mayores que viven el ocaso y recta final de
sus vidas. Pueblos no abandonados, pero sí cuasi deshabitados, por falta
de juventud y por tanto carentes de futuro, en galopante camino hacia su
extinción. Ya hemos tratado muchas veces en este blog, la España vaciada
que ya analizaba hace unos años, Sergio del Molino en su libro, y como se
suele decir, nada nuevo bajo el sol de tantos y tantos pueblos de España
que están desapareciendo por la falta de incentivos que a los jóvenes les
induzca a apostar por el pueblo que les vio nacer. La mayoría se marchan a
poblaciones más grandes, donde tengan mayores posibilidades de buscarse la
vida y labrarse un futuro. Pero si muchos, ni siquiera en las grandes
ciudades, encuentran esas oportunidades, que se ven obligados a emigrar
fuera de su país, cuanto más, en estos lugares tan aislados, tan apartados
de la "civilización", en que las probabilidades de encontrar un trabajo,
brillan por su ausencia. Otra cuestión es que los jóvenes de ahora ya no
son como los de antes, y muchos pretenden mantenerse sin esforzarse mucho
o directamente, sin dar palo al agua o todo quisque perseguir hacerse
funcionarios, y claro, con esta mentalidad, no ya Las Minas, sino España
entera se va al carajo.
Ya antes de cruzar el bonito puente sobre el río Segura camino de la
aldea, esta nos ofrece un paisaje por su flanco norte, un tanto
inquietante, pelado de vegetación, desértico, penetrados sus cerros
circundantes de orificios, asolado de escoriales y montículos coronados
por ruinosos edificios de la antigua explotación minera, que completan
un cuadro desangelado, como devastado, desmantelado por el tiempo y el
abandono de décadas. Un decadente, exiguo y senil núcleo de población
completa un panorama asaz deprimente que evoca la imagen de un pueblo
fantasma que tiene los días contados. La existencia de estos tres
desvencijados y desarmonizados grandes bloques de "casas baratas", de
cuatro plantas, de protección oficial que se construyeron en los años 50 para los
pobres, en tiempos de la autarquía franquista, no hacen si no acentuar
la ya de por sí, aparente feúra del pueblo.
Estos edificios también vivieron sus vicisitudes y tiempos de
incertidumbre porque el bloque de en medio, se encontraba en ruinas, y por ello, en
amenazante estado de derrumbe, habiéndose decretado por la
administración competente su demolición. Ahora bien, el dilema o
principal punto de conflicto residía en que no era el bloque entero el
afectado por el mal estado y posible desmoronamiento sino solo una
parte, siendo la no afectada ocupada por un solo vecino. El galimatías,
si tirar todo el bloque o solo la parte dañada, que se le presentaba a
la autoridad competente estaba servido. Por si todo lo expuesto fuera
poco, encima les obligaban a los pobres vecinos, la mayoría si no todos
pensionistas, a correr con todos los gastos de la demolición y nada
menos que cinco mil euros por barba. En fin, los mineros finalmente, con ayuda de terceros, lograron llevarse el gato al agua de sus reivindicaciones y solo demolieron la parte del bloque
que amenazaba derrumbe. Ignoro si finalmente tuvieron que acoquinar algo
de pasta o corrió con todos los gastos la comunidad manchega.
Estos edificios en su cara norte lucen fachadas algo más vistosas de ladrillo visto.
Qué duda cabe que el mayor patrimonio que atesora Las Minas, es su gente,
por supuesto, y su incomparable paisaje e historia. Yo ahora veo esta región
de forma muy diferente a cuando ignoraba su origen y razón de existir. Su desolado
aspecto presente cobra sentido para mí y terminas por apreciarlo, despertándote comprensión y ternura.
Antes de seguir avanzando considero apropiado añadir a nuestro paseo por
Las Minas, este entrañable vídeo, filmado en 2002, por una televisión de
Hellín. Su propósito resulta evidente y no fue otro que echarles un cable a
los mineros, a ver si lograban paliar el galopante éxodo y abandono que ya
estaba experimentando el pueblo. Enternecedora entrevista al alcalde
pedáneo. Las cámaras entran al bar y una vecina muy
echá palante (esposa del
alcalde) que hacía de entrevistadora, se hace eco frente a las cámaras,
de todas las reivindicaciones de sus paisanos. Los turistas o transeúntes
piden mejores carreteras de acceso; otro un lugar de copas (discoteca) que
atraiga a los jóvenes. Otros una piscina municipal que no les obligue a tener que bajar al río para bañarse. Pero en lo que todos coinciden es
en la lucha encarnizada que mantienen contra las plagas de mosquitos, que representan su
mayor amenaza y hándicap para ellos mismos y la atracción del turismo.
Sobre todo en verano, que suponen un grave inconveniente.
Hagamos un aparte y diré que en un lugar
así, con esta permanente amenaza, que pronto se convertiría en psicosis, por mucho que me guste el paisaje, mi triste figura no
podría subsistir, pues esos indeseables zancudos me comerían vivo. Siento admitirlo pero es así, los
atraigo como la miel al oso, como el zurullo a la mosca, como el polen a la abeja. Acabaría
acribillado y al borde del paludismo. De hecho, este grave inconveniente,
causante de gran insalubridad en la zona e irrupción de diversas
enfermedades provocadas por los dípteros, obligaba a la explotación minera
a permanecer operativa solo durante los meses de invierno y primavera, entre octubre y finales de mayo. Durante la época estival, resultaba
imposible trabajar, por los grandes calores y desarrollo de infecciones a causa de la aguas estancadas en los arrozales y la proliferación masiva de mosquitos. Y doy fe porque cuando coroné el volcán, oleadas de estos abominables y diminutos seres me envolvieron, obligándome a inhalar y tragar unos cuantos puñaos que un poco más y me asfixian.
Hacia el final del vídeo, entrevistan a una pareja de emprendedores alicantinos, que habían restaurado una vieja casa para convertirla en Casa Rural, bautizada como La Casona. Transcurrido el tiempo, la iniciativa no debió tener el éxito esperado porque hoy en día, se encuentra fuera del circuito de casas rurales alquilables. También pudo suceder, tal y como llevaron a la práctica algunos conocidos míos, que restauraran la vivienda al socaire de las sustanciosas ayudas concedidas por la UE, a cambio, entre otros requisitos, de ofertarla durante un tiempo como Casa Rural. Como decía mi padre, el que no corre vuela y el más tonto hace relojes. En una de mis siguientes excursiones a estos parajes, me di una vuelta por sus alrededores, y en verdad, que el rincón que lograron erigir sus dueños, resulta de lo más idílico. Se nota que la rehabilitaron con gran esmero y cariño, no reparando ni en gastos ni en detalles. Abajo, la fachada de la cantina de Las Minas, Bar Levante, que las veces que pasé por aquí, siempre encontré animada de gente, pululando dentro y fuera del bar. Creo que existió otro bar restaurante enfrente de este, pero sin servicio en los tiempos actuales. También me he cruzado por aquí, en repetidas ocasiones, con moteros, a bordo de monturas con hechuras trail, visitando estos apartados contornos. El pueblo parece que todavía exhala algo de vida y despierta la suficiente curiosidad como para que pueda resurgir algún día de sus propias cuevas y ruinas. ¡Ojalá así sea...!
Durante mis lecturas y visionado de muy interesantes vídeos relacionados con este lugar, sale a la palestra un tal Horacio Bentabol, ingeniero de minas, entre otros múltiples oficios, de comportamiento tan excéntrico que hasta fue capaz de poner en tela de juicio la teoría sobre la relatividad de Einstein. He aquí un artículo interesantísimo que nos habla de este personaje que hasta ahora, era completamente desconocido para mí.
Este extravagante madrileño, en su calidad de ingeniero de minas, acude por estos parajes en 1917 y refiere: "...como no existe por allí ninguna población próxima, y la mina ocupa unos 700 obreros, se ha formado sobre ella un verdadero pueblo, todo dependiente de la empresa explotadora, el cual, seguramente, desaparecerá al agotarse la mina (¡premonitorio...!). El pueblo tiene unas 289 familias, que se acomodan en 60 casas y 90 cuevas. Estas son habitadas por las familias más pobres y sirven de alojamiento a personas y caballerías. Excepto la casa de la gerencia, la del cura, la capilla, y unas pocas edificaciones, todo allí tiene un aspecto miserable y ruinoso. Faltan retretes y todo servicio o precaución de higiene privada ni pública. Hay como edificio de servicio general una buena escuela de niños, una mediana de niñas, hay carnicería, cantina, varias tiendas de comestibles, telas y dos barberías..."
Pues de 1917 en que estuvo por aquí Bentabol, hasta 1950, todo fue un no parar de crecer la población, según consta en el registro padrón de los archivos de Hellín. Si empadronados de manera oficial constaban dos mil y pico, no es muy descabellado pensar que en realidad, entre transeúntes y miembros de una familia que no figuraban en ninguna parte, se acercara como opinan algunos, en torno a los tres mil habitantes. El auge de la población llegó a tal extremo, que aparte lo que dejó consignado Bentabol en 1917, en años posteriores, en su periodo de mayor esplendor, llegó a contar con dos cines, economato, farmacia, consultorio médico, teatro, estación de tren y hasta varias tiendas de alimentación.
Las iglesia de Las Minas, vista desde su retaguardia y que rinde culto a su patrón San Antonio Abad. No me pude acercar mucho porque había un perro que parecía muy fiero. Permanecía atado pero por si las moscas, mantuve con él una prudente distancia.
Engranajes de alguna antigua maquinaria.
En el cabezo en que me hallo quedan los diseminados vestigios de lo que fueron las antiguas instalaciones mineras. Al fondo, el ya inconfundible para mí, cerro del Monegrillo y un edificio que vaya usted a saber cual sería su función, si de mera vivienda o alguna relacionada con la mina.
La explotación más importante de azufre español ha estado en el Coto Minero de Hellín. Se extiende desde Las Juntas de los ríos Mundo y Segura, hasta Los Almacenes. Donde hay vestigios de un poblamiento de hace más de 2.600 años que tuvo relación comercial con la civilización fenicia (mediterráneo oriental), la cual introdujo la cultura vino y para cuya producción ya habría interés en el azufre. El nombre de Los Almadenes es árabe y podría hacer referencia a estas minas. En el año 1154, el granadino Al-Zuhri habla en su Libro de Geografía de un yacimiento de azufre rojo en la confluencia de estos ríos, que considera único en el mundo y que se exporta a los actuales Irak, Yemen y Siria.
En el siglo XII los ejércitos chinos comenzaron a usar artillería con pólvora, que contiene un 10% de azufre, y su fórmula se expandió por el mundo islámico hasta conocerse en Europa a principios del siglo XIII.
Las Minas Reales de Azufre se crearon por la Hacienda de Felipe II en 1589 con la compra a Francisco de Monreal del secreto de la fundición y los “criaderos de alcrebite” que su tío y su padre habían registrado desde 1564. Así han estado en producción ininterrumpida durante cuatro siglos, en el último por empresas privadas, hasta el cese de la actividad en 1960.
Sobre la explotación tradicional el hellinero José Rodríguez en 1826 dijo que “las minas de azufre, las mas abundantes quizás de Europa, tanto que no se necesita minar, y si cortar el terreno, encontrándose 17 vetas, en sólo 84 pies de profundidad…Separadas las vetas se llevan a la fábrica donde se pone en los crisoles de hechura de alambique, de los que sale por sublimación…El cultivo del arroz, es causa de que tenga que pararse la fábrica desde junio a noviembre por la epidemia de tercianas (fiebre, paludismo…), mas en el invierno se puede extraer todo cuanto mineral se requiera para fundir en el verano.”
A partir de la privatización en 1870, se inició el sistema de pozos maestros verticales, de los que parten las galerías centrales de transporte, con vagonetas sobre raíles, y de éstas salen las galerías trasversales donde se excavaba. Las bombas de desagüe y los montacargas se movían por electricidad producida con turbinas de vapor, hasta la puesta en marcha en 1912 de la Central Hidroeléctrica del Coto Minero.
Desde el siglo XIX se hacía una primera purificación antes de llevar el mineral a fábrica. Los grupos de hornos de primera fusión, tipo Clavet, están contiguos a los pozos. Son obras de mampostería reforzados con grandes contrafuertes. El cuerpo principal tiene una sección troncocónica cubierto por una bóveda semiesférica. De las dos aperturas, la superior era para cargarlo y la inferior para extraer la escoria, que se depositaba en el fondo durante el proceso. Las grandes lenguas de estas escorias se extienden a los pies de los hornos. El combustible usado últimamente era hulla, importada con el ferrocarril, porque no se podría obtener la leña necesaria en las cercanías. Entonces ya se habría deforestado el Coto Minero. Los restos de la fábrica de refinado, están a pies del “poblado”. En los hornos de licuación del azufre de primera fusión, en ellos se convertía de sólido a líquido, y para ser gasificado se vertía en las retortas. En estado gaseoso pasaba a las cámaras de sublimación, donde al enfriarse se convertía en “flor de azufre”. Ya refinado, era un producto muy demandado por la industria química y para “sulfatar” los cultivos.
La mayor demanda de azufre para la fabricación de pólvora fue durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Según el censo de 1910, existían 50 edificios para 1.132 habitantes, que vivían mayoritariamente en “barrios” de casas-cueva, aprovechando los cañones de los dos ríos. Los conjuntos más importantes están en la margen izquierda del río Mundo, frente a la desmantelada estación de ferrocarril, y al noroeste del “poblado”, frente al río Segura. Para la excavación se aprovechaba el corte natural del terreno y alguno de los estratos más blandos que están intercalados con otros más resistentes que sirven de techo. Se componen de una primera estancia, donde se cocinaba y comía, suele ser la única exterior, y a partir de ella se agregaban nuevas habitaciones para dormir, según crecía la familia. No se promovieron viviendas para los mineros hasta la edificación de un grupo de bloques por el Ministerio de la Vivienda, en la década de 1950, cuando las minas entraron en crisis. El “poblado” se reducía a las casas de la administración y los edificios para los servicios que ofrecía la empresa: capilla, cine, economato, estación del tren minero…
El ferrocarril tuvo aquí gran importancia puesta en servicio a la vez de la línea Chinchilla-Cartagena y la Estación de Las Minas en 1864, situada cerca de Las Juntas de los ríos. Sus edificios ya no existen pero entorno a ellos se encuentran instalaciones relacionadas con las minas, grupos de casas-cueva y casas de campo todavía habitadas. La estación y el “poblado” estuvieron unidos por el tren minero para el que se construyeron un túnel y varios viaductos, su trazado iba paralelo a la actual carretera de la Estación.
Estos afloramientos de azufre están relacionados por la falla de los Gargantones con los volcanes de La Celia (Jumilla), Cancarix (Hellín) y Salmerón (Moratalla), y también con las aguas sulfurosas de Azaraque. De acuerdo con Calvo y Elizaga (1985) la cuenca de Hellín, durante parte del Mioceno tardío, estuvo constituida por un lago somero ligeramente salino con alto contenido de materia orgánica de origen vegetal, cuyo gran contenido de azufre fue precipitado por la acción de bacterias. El mineral se encuentra entre estratos de margas bituminosas y yesos.
Juan Sánchez registró el primer “criadero de alcrebite” en 1564, por tanto, las Minas Reales de Azufre se explotaron durante cuatro siglos, en el último por empresas privadas, hasta el cese de la actividad en 1960.
Estas minas se consideraron “las mas abundantes quizás de Europa”, alcanzando la mayor demanda para pólvora durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Entonces la población estimada sería de 1.000 habitantes, que vivían mayoritariamente en “barrios” de casas cueva, y por ello el “poblado” se reducía a las casas de la administración y los edificios para los servicios que ofrecía la empresa. Así en Las Minas se estableció una clara diferencia de posición social entre “los de abajo”.y “los de arriba”.
Toda la información que estoy cortapegando en color azul procede de esta excelente y didáctica web de la asociación Campos de Hellín. Si se pica en el enlace, se puede acceder a una fotografía virtual 360º que nos ofrece el aspecto que tiene una mina de azufre desde dentro. Dado lo angosto de los pasadizos, se entiende que se admitiera a niños para trabajar en la mina, desde los doce años, por su menor envergadura empero mayor agilidad para moverse por el interior de los túneles. No es difícil colegir, que hubieran familias enteras trabajando para la explotación, incluidas mujeres. Ni qué decir tiene, que la profundidad de estos pozos, donde suele haber gran presencia de palomos, es de varios metros, por lo que, aunque se encuentran delimitadas por una frágil alambrada, descuidos o deslices por aquí, los mínimos posibles. Si te precipitas dentro, igual no feneces en primera instancia, pero, ¡a ver quién oiría tus gritos de auxilio y te socorre...😶!
Vamos, ni se te ocurra moverte por aquí en verano, que igual te deshaces como un cubito de hielo.
Está claro que por la sierra de Pajares habrá que darse un garbeo uno de estos días.
De momento, en esta excursión, dejamos el recinto de la explotación minera y pasando por el cementerio de San Rafael, nos trasladamos a las inmediaciones del pantano de Camarillas.
Las cabras ya no son lo que eran...se quedan descaradas mirando al humano sin inmutarse.
La Vega de Camarillas, regada por el río mundo, y el camino que remontaba el cauce, hoy cubiertos por las aguas embalsadas, propiciaron una intensa ocupación humana desde el neolítico. En la cumbre de Los Almadenes están los vestigios de un poblado orientalizante que hace más de 2.600 años recibió las primeras influencias fenicias.
La cueva de La Camareta, excavada en un montículo de la margen derecha del río, fue usada como eremitorio cristiano a partir de la oficialización de la nueva religión en el siglo IV, igual que el otro caso de esta comarca en Alborajico. Esta compuesta por cuatro estancias que tienen en total una superficie aproximada de cuarenta metros cuadrados, menor que la original, ya que la ladera ha sufrido grandes desprendimientos, en el pasado podría accederse a pie. El elemento de mayor interés para el estudio son sus inscripciones. Además de símbolos y pictogramas de figuras animales, se han identificado grafías romanas, visigodas y árabes, que por ser las últimas (sin considerar los graffiti modernos) han servido para datar el fin de su uso en el siglo IX.
El río Mundo atraviesa la última sierra que lo separa del Segura a través del Cañón de los Almadenes. El agua, como las almádenas para picar piedra, ha roto la roca calcárea abriéndose paso por un estrecho tajo. El cañón tiene casi un kilómetro de longitud, la altura de sus paredes verticales alcanza los ochenta metros y el ancho llega a reducirse a cuatro metros. Las “Hoces del río Mundo y del río Segura” están declaradas área de importancia para las aves (IBA). En los cortados rocosos anidan aves rapaces como el águila real, el halcón peregrino y el hubo real.
La singularidad del cañón ha sido aprovechada desde hace varios siglos para regular el cauce del río, en su salida está la presa de los Almadenes y en su inicio la presa de Camarillas.
El embalse de Camarillas y el canal que partiría del mismo, según el proyecto de 1928, con una capacidad de 38 hectómetros cúbicos y el reducido coste de la presa en el cañón, conseguirían abaratar el agua en Murcia y Alicante. Las obras comenzaron en 1932 y se abandonaron tres años después.
Entrada al túnel camino del Cañón de Almadenes
La construcción del embalse conllevó otras obras como la variante del ferrocarril Madrid-Cartagena entre los kilómetros 375 y 383. Serían construidos tres viaductos y un túnel. Y para la construcción y explotación del embalse se creó el poblado de Camarillas que esta compuesto por los edificios de la casa-administración, tres viviendas para personal fijo, pabellón para obreros, capilla-escuela, enfermería-hospital, varios talleres y almacenes.
Cuando la construcción de la presa se reanudó en 1954, sesenta aparceros-cultivadores de esta vega piden al ministro de Obras Públicas que “por la expropiación de las tierras –el embalse ocupa 359 hectáreas-…nos encontraremos, SIN HOGAR, SIN PAN Y SIN LUMBRE…que se nos conceda lo que en justicia nos pertenece; las mejoras, indemnizaciones y derechos y los posibles asentamientos en las nuevas tierras de regadío, con preferencia en las de Hellín…”.
El Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933 incluía los riegos de Hellín y la orden, de 20 de enero de 1936, del Ministerio de Obras Públicas concedió 1.000 litros por segundo de agua del río Mundo para los riegos de Hellín, desde el pantano de Talave, pero los regantes de las vegas del Segura convocaron una gran manifestación en Madrid contra dicha concesión. Por acuerdos del Consejo de Ministros, del 2 de septiembre de 1941, se autorizó la ejecución de las obras de abastecimiento y riegos de Hellín y en 1956 se declara de alto interés nacional la colonización de la zona dominada por el canal de Hellín “al objeto de conseguir la rápida transformación en regadío de las tierras que han de adjudicarse a las familias afectadas por las expropiaciones de los vasos de los pantanos de Camarillas y Cenajo…”. Así cuando ambos embalses fueron inaugurados el 6 de junio de 1963, ya se estaban construyendo los tres pueblos de colonización de Cañada de Agra, Mingogil y Nava de Campaña. WEB
Fotografiando las embravecidas aguas desde el otro extremo del cañón de Almadenes donde estuvimos hace pocas lunas, recorriendo hasta donde se pudo con seguridad, un tramo de su pasarela.
Seguimos hacia el final del túnel.
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