Esta zona por la que ando ahora sí que es puro escombro y ruina. Algunas
todavía conservan vestigios de su otrora prestancia y estilo. Me parece
triste que un patrimonio así se haya dejado arruinar. Toda mi consideración
hacia quienes ponen lo mejor de sí, trabajo y voluntad en pro del acervo
histórico de una comarca, sea el que sea, para que no acabe en el olvido,
pero obras son amores y no buenas razones, porque al final, casi siempre es
lo mismo, todo se queda en agua de borrajas pues de momento, visto lo visto,
hubo mucho ruido por aquí hace unos años, para impulsar la pedanía hellinera
pero como siempre, pocas nueces acabaron en el cesto ya que la comarca de Las
Minas sigue tan deprimida y abandonada como siempre. Todo se queda en buenas
intenciones y cantos de sirena pero entretanto, montones de escombros se
adueñan de un paisaje que tenía que haber sido apuntalado y preservado desde
el derrumbe mismo de la primera casa cueva. En fin, nada nuevo bajo el
sol.
Las Minas de Hellín constituyen un paisaje profundamente modificado
por la mano del hombre. Tanto el actual núcleo poblacional como el
entorno inmediato que lo circunda cuentan con la presencia de
enormes depósitos de escoria de diverso tipo fruto de la actividad
minera. En lo que se refiere al asentamiento y distribución espacial de la
población se distinguen dos partes fundamentales:
- Un núcleo urbano, donde se concentra la población actual entorno a
las antiguas instalaciones mineras.
- Una extensa periferia compuesta de casas-cuevas agrupadas en barrios
o semi-dispersas por el territorio del Coto, especialmente en las
orillas del río Segura.
El núcleo urbano ocupa tres alturas distintas, dando lugar a una
parte superior, una inferior y otra media, donde se encuentran los
restos de las instalaciones industriales en las que se refinaba el
azufre. La parte superior ocupa la cima de una elevación natural rodeada de
muros de contención por todos lados, salvo por el frente norte-noreste,
lugar por el que se prolonga la elevación. Aquí se encuentran los
edificios más representativos de la comunidad: la iglesia, la escuela de niñas,
oficinas, la casa gerencia, la antigua botica, el cine y el cuartel de
la Guardia Civil; además ésta ha sido siempre la parte del poblado más
deseada para morar.
Según sus propios habitantes, bajo las casas aflora la capa de cantos
rodados que constituye la terraza aluvial del Segura, a pesar de que
en la actualidad el asfalto cubre el reducido entramado de calles y la
cuesta que lo comunica con la carretera. Esta afirmación, sin embargo,
no puede ser verificada en los puntos en los que los muros de los
abancalamientos que la rodean han caído, puesto que están cubiertos por
escoriales.
El hábitat rupestre constituye una auténtica periferia de Las Minas,
diseminándose por buena parte de los casi 3 km2 que ocupa el Coto. La concentración más intensa se aprecia en
los bordes de la orilla izquierda del río Segura hasta su confluencia con el Mundo, desde donde se
extiende hacia los barrancos y escoriales del interior; la periferia
rupestre se prolonga en sus dos extremos, hacia Salmerón y al otro
lado de la vía de la Estación de Las Minas y de la antigua Espartera,
en la orilla izquierda del río Mundo.
Las laderas en las que se excavan las cuevas constituyen una zona
de nulo aprovechamiento agrícola, tanto por su disposición vertical
como por la esterilidad del suelo. La instalación de las casas-cueva
junto al cauce fluvial permite disponer de un recurso imprescindible: el agua; de
ahí que la proximidad al curso fluvial constituya un factor de
desigualdad a tener en cuenta, en estrecha relación con el nivel de
altura en la ladera: a menor desnivel, mayor disponibilidad de
superficie. La aplicación de estos criterios de jerarquía se aprecia
en la posición y densidad del poblamiento en la ladera: en el nivel
superior, no sólo es menor o nulo, sino que acreditan un período de
abandono más prolongado que las de los niveles inferiores donde se
encuentran las casas de mayor tamaño y mejor accesibilidad.
La excavación de casas-cueva exigía un trabajo previo de
acondicionamiento de la superficie, especialmente las que se excavaban a
cotas más altas, mediante el allanamiento del terreno en el punto
elegido de la ladera. Se conformaban así unas plataformas, o terrazas,
que constituían el suelo sobre el que se asentarían las viviendas. Las
distintas terrazas de las casas quedaban unidas a través de rampas y
sendas que surcaban el barrio de una casa a la otra. La porción de
terraza anterior a la fachada a la que conducían sendas y rampas se
denominaba la "calle". Este espacio se consideraba una extensión de la
vivienda donde se desarrollaba gran parte de la vida diaria. De hecho,
en la "calle" se plantaban pequeños huertos o se construían
hornos.
Como se ha visto, ni el pueblo de Las Minas ni su periferia rupestre
manifiestan el más leve indicio de planificación urbanística. El
poblado sigue un crecimiento espontáneo, adaptándose al medio con el
mínimo de esfuerzo. Esta pauta de máxima rentabilidad de esfuerzos se lleva al
extremo con la periferia rupestre, sometida encima al constreñimiento de
utilizar espacios marginales de complicada orografía y donde las sendas
de tierra en las laderas desaparecen fácilmente con la erosión. Es el
hábitat de los mineros, contiguo y al tiempo ajeno al propio poblado por
la ausencia de estructuras viarias. Perpetuamente al margen de toda
infraestructura y de servicios (electricidad, agua), constituye el fiel
reflejo de la dicotomía entre mineros ("los de abajo") y
mandos-trabajadores especializados de la empresa ("los de arriba)
protagonizando uno
de los ejemplos más crudos de mantenimiento de las desigualdades.
En otros casos de la minería sureña peninsular, el paternalismo
empresarial y la necesidad de asentar mano de obra tuvieron como
resultado la promoción de barrios y núcleos enteros de población de
nuevo cuño en los que se utilizó la planificación urbanística,
aunque fuera en su expresión más simple: el trazado hipodámico
(forma de cuadrícula). La estratificación social se hace visible mediante barreras que
separan netamente los barrios de los patrones de los mineros. En este
sentido sirven como ejemplos el barrio de Bellavista de Río Tinto,
destinado a los patrones ingleses de la explotación minera y
construido en estilo colonial separado de los barrios de El Alto de la
Mesa y El Valle mediante un muro y Peñarroya-Pueblonuevo, donde eran
los franceses quienes marcaban distancias de igual manera.
El paternalismo de las empresas de Las Minas no llegó a tanto, se
quedó en la difusa "habitación gratuita" del ingeniero Bordiu. La
inexistencia de entramado callejero consistente, estructuras civiles
claras que ordenen el asentamiento (plazas, edificios comunales),
señala la completa despreocupación, o quizá la incapacidad, de las
empresas por cualquier aspecto que se relacionara con la vida de los
mineros. La consecuencia fue el mantenimiento de una comunidad
inconsistente como tal, desarraigada y completamente impedida para
actuar como grupo en defensa de los intereses locales. Las Minas era
un coto en el sentido más completo del término y ni siquiera el
Ayuntamiento de Hellín, teórico depositario del poder municipal, se
atrevió nunca a interferir.
Las viviendas rupestres, o casas-cueva, se desarrollan
enteramente
en el interior rocoso de los estratos margosos y calizos y eran
características de los mineros que trabajaban en Las Minas de azufre.
Su número de ambientes varía, aunque suelen estar dispuestos de dos
formas básicas (paralela y perpendicular). Eran viviendas de mineros, excavadas por
ellos mismos, de acuerdo con sus medios y con las circunstancias que les
tocó vivir.
Como ya sabemos, la necesidad imperiosa de mano de obra estable y en
cantidad suficiente provocó el aumento de edificios de servicios
(botica, escuela, economato) e inevitablemente de viviendas de carácter
más o menos estacional (casas-cueva) para atender a una población cada
vez mayor. Este periodo de progreso ascendente, que llevaba aparejado un
aumento de la población, con algún que otro altibajo tuvo lugar durante
más o menos cuarenta años, de 1910 a 1950, por redondear. El señor
Zubiri nos dice que a esta estimación se puede aportar como aval
las fechas de óbito que se aprecian en el cementerio de San
Rafael: la más antigua es 1916, y de ahí en adelante el mayor número de lápidas corresponde a la
década de los treinta en adelante, especialmente a los cincuenta. Al
no ser un lugar de habitación estable en principio, la mayoría de
los que allí trabajaban eran inhumados en sus lugares de
procedencia, especialmente Calasparra.
Este es el aspecto que presenta la fachada de la iglesia en la
actualidad, hacia su frontal, que rinde culto a su patrón San Antonio Abad. La
fotografía está tomada al lado de lo que fue el cuartel de la Guardia
civil, hoy reciclado en Casa de la Cultura. Gracias al
Ayuntamiento de Hellín, en 2017 fue reparada la cubierta y pintado el
interior y la fachada. Son tantas las cosas que reparar en Las Minas, que
yo entiendo que el dinero de los contribuyentes no llegue para todo.
Desde luego que el lozano paisaje de Las Minas, me tiene embelesado. Lo
he disfrutado mucho estos días, a pesar de los mosquit😊s.
De las casas cueva de La Esperanza e inmediaciones del pueblo de Las
Minas, que también hay unas cuantas, me desplacé a las que existen frente
a la Estación. Entretanto, el paisaje del entorno se presentaba igualmente
apoteósico. Anonadado andaba todo el rato de un lado para el otr😃.
Puente sobre el río Mundo. Ya sabemos, que durante algunos años, estuvo
pasando por aquí el tren minero. Representó una gran mejora y progreso
para el desempeño de la mina y los que trabajaban en ella.
AQUÍ un
interesante artículo que cuenta su historia e interacción con la
explotación minera.
Siguiendo la vía, se llega a unos miradores increíbles, que disfrutamos
a rabiar. En cuando acabe con las casas cueva, o por mejor decir, lo que
queda de ellas, me pongo a ello.
En los libros que ya hemos enlazado, se detalla en forma profusa y pormenorizada las características y peculiaridades, disposición, materiales utilizados, etc, de estas viviendas rupestres. Nadie, ni los más viejos del lugar, tienen constancia de cuando empezaron a proliferar las casas-cueva. Simplemente aquello estaba allí "desde siempre", de modo que los abuelos de algunos mineros que sobrepasaban los setenta años ya se habían encontrado con aquello. Realizando un sencillo cálculo, este hecho nos permite colegir que el conjunto rupestre puede remontar su origen, al menos, a las dos últimas décadas del siglo XIX.
En los textos sobre Las Minas, Horacio Bentabol constata que el asentamiento rupestre era ya una realidad consolidada en 1917, durante el máximo esplendor de la explotación: "Este pueblo tiene unas 289 familias, que se acomodan en 60 casas y 90 cuevas. Estas, que suelen tener dos departamentos y son habitadas por las familias más pobres, sirven de alojamiento a personas y caballerías".
Antes de Bentabol el único testimonio al respecto es la ya mencionada
"habitación gratuita" utilizada por otro ingeniero, Javier Bordiu (1904),
cuyo uso del eufemismo ocultaría una velada alusión a las casas-cueva,
algo que por otra parte, en aquella época debía ser de lo más habitual
recurrir a este tipo de viviendas por la clase trabajadora, sobre todo si
estaban de paso, como era el caso de muchos agricultores de las
poblaciones cercanas que acudían por aquí a echar la temporada. Ya lo
hemos comentado por ahí detrás y además, buscando por la red me he
encontrado con idéntico modus vivendi de naturaleza rupestre en otras
latitudes de España, en concreto, también en unas minas de azufre ubicadas
en la
provincia de Teruel. En estas, la iniciativa altruista de un particular, con ayuda del
consistorio, ha logrado preservar y rehabilitar algunas de las cuevas, lo que nos sirve
de muestra para imaginarnos cómo pudieron estar acondicionadas y
amuebladas las de aquí.
"La actividad minera cesó en 1957, el poblado fue demolido... y
paradójicamente lo que hoy más recuerda aquellas épocas son las
humildes cuevas viviendas, muchas de las cuales han resistido el pasó
del tiempo y algunas de las cuales han encontrado una nueva vida
gracias a un esfuerzo restaurador. Y esas restauraciones no son obra
de una fundación millonaria o de una institución cultural de renombre,
sino de un sólo hombre. Julián, hijo mineros, tras una vida en Francia
de la que conserva un leve acento galo, ha regresado a su tierra y
esta demostrando que puede más el amor por sus raíces de un sólo
hombre, que las fundaciones, los institutos y las milongas
político-económico-culturales. Julián tiene algún apoyo del
ayuntamiento, y ha logrado recuperar unas once o doce cuevas (el
número crece con el tiempo)".
"En las cuevas Julián ha colocado algunos enseres viejos y una
decoración básica que dan vida a esos espacios haciéndolos de nuevo
humanos. Detalles como la camisa colgada en una de las cuevas nos
hacen tener la impresión de que el dueño va a regresar en cualquier
momento. Las imágenes que se incluyen dan una buena idea de lo que el
visitante encuentra: es como asomarse sin permiso a un tiempo
pasado".
A ver, algo así se debía haber promovido hace tiempo por aquí. Es que
dado el riquísimo y exclusivo pasado del lugar, resulta una pena no
haberlo aprovechado. Ni se explotaron nunca las minas en todo su enorme
potencial ni ahora lo que queda de ellas. ¿Es que sufriría hace dosmil
quinientos años la maldición de Anibal y sus huestes cuando pasaron por
aquí...?
Sin nadie que mantenga las viviendas, el inexorable proceso protagonizado por los agentes erosivos naturales se va cobrando sus primeras víctimas: los revoques y revestimientos. El deterioro es mucho más rápido en el exterior de la vivienda y en las construcciones superficiales expuestas a la acción del viento, la lluvia y los cambios de temperatura. En el interior rupestre los enjalbegados y los revoques de la pared rocosa se deshacen por la filtración de la humedad y caen progresivamente comenzando por las partes más próximas al suelo. Cuanto más profundo es el ambiente, más escasa es la ventilación y más intensa la acción química de la filtración, permitiendo la acumulación de potentes depósitos polvorientos que quedan in situ, a resguardo del viento. Los interiores de las estructuras superficiales no sufren tanto la acción erosiva de la humedad y se preservan mejor hasta que el debilitamiento de su cara exterior permita el desmantelamiento estructural.
El siguiente paso tiene consecuencias estructurales. En las
casascueva afecta a las seudo-fachadas rupestres, que ceden ante el
desmoronamiento de los estratos margosos derivados de su dilatación
por la humedad y de la acción sustractiva del viento y la escorrentía.
En las construcciones superficiales los vanos y las techumbres,
compuestas mayoritariamente con materiales orgánicos (cañizo y
madera), son presa fácil de la erosión por sus problemas de cohesión
con los materiales inorgánicos. La lluvia y el viento atacan en
desajustes y grietas de los vanos y muros hasta que se produce el
desplome de la cubierta hacia el interior de la vivienda.
Una vez caída la techumbre se inicia el desmantelamiento de las
estructuras murales del exterior ahora mucho más expuestas a los
agentes erosivos, que se ceban en la denudación de recubrimientos
interiores y la argamasa, agravando las fisuras estructurales y
provocando la caída de las partes superiores del muro. El derrumbe
origina un depósito en el lugar de desplome que a su vez servirá para
anclar sedimentos más finos que formen una capa donde crezca la
vegetación.
A modo de recapitulación, podemos decir que la periferia rupestre de Las
Minas se origina en las últimas décadas del siglo XIX como medio de
asentar, con escasa inversión, a la gran cantidad de obreros necesarios
para la explotación. El óptimo grado de conservación de algunas
casas-cueva, claramente superior al de la mayoría de las viviendas de
superficie, pone de manifiesto su capacidad de alcanzar una prolongada
vida útil con que solo se hubieran llevado a cabo unas mínimas tareas de
mantenimiento. Es un hábitat consistente, inconcebible como improvisación
al margen de una tradición cultural, que utiliza eficientemente todos los
recursos disponibles en el medio. Después de 1917 la necesidad de personal
se ve muy reducida, con el consiguiente abandono de buen número de las
casas-cueva y la excavación de algunas otras. La estabilidad, aunque en un
contexto de decadencia, de las décadas centrales del siglo XX permitió la
ampliación de algunas de estas viviendas. Las duras circunstancias de la
posguerra atrajeron durante las dos últimas décadas de la explotación a
mineros de otros lugares a la búsqueda de algo seguro, con lo que se
excavaron cuevas nuevas y se ampliaron o reformaron otras. Los
propios mineros siguen excavándolas, son los portadores de la tradición,
aunque a la mínima oportunidad que tengan, preferirán vivir en una casa como las de toda la vida de dios.
Otros ambientes
Corrales para criar pollos y conejos; establos, para resguardar a las
caballerías; despensas, almacenes y letrinas completan los ambientes que
podemos encontrar en las viviendas cuevas. Su análisis ofrece una doble
dificultad: el lamentable estado de conservación en que se encuentran la
mayoría, por un lado, y la reutilización de casas-cueva abandonadas por
otro. Es evidente que su calidad constructiva es inferior a la de las
viviendas y están más expuestos a la erosión. Por consiguiente, su grado
de deterioro es también mayor.
En ocasiones se reutilizan viviendas rupestres ya abandonadas para
instalar pesebres y abrevaderos; pero si no se disponía de éstas, se
acondicionaban unos ambientes anexos a la puerta, adecuándose a la
disponibilidad de suelo y a la topografía de la "calle". Como
dependencias de la vivienda destinadas a la cría de animales estaban
integradas por una serie de elementos específicos, tales como pesebres,
conejeras y sujeciones para las caballerías o el ganado porcino
(argollas y clavos). Las viviendas de campesinos poseían además un
ambiente dedicado en exclusiva al almacenamiento de productos agrícolas.
A buen seguro sus habitantes gozaban de una posición acomodada gracias a
la agricultura, porque en las casas-cueva no existen espacios de
almacenaje como tales.
Como ya hemos dejado dicho, el hogar-chimenea representaba el elemento más
característico y definitorio de lo que sería el ambiente principal. Todas
las casas están dotadas de uno. Sus funciones eran las de servir de
calefactor y de cocina. Contiene el fuego, la energía y es el alma, el
núcleo de la casa. Por esto es objeto de una especial atención
decorativa. Su ubicación en el ambiente varía, aunque con tendencia a ocupar un muro
lateral. Dependiendo de esto la chimenea puede encontrarse empotrada en el
muro o aprovechando una esquina para salir al exterior. Sus embocaduras
adoptan, con leves variaciones, la forma circular o cuadrangular. En
algunas viviendas de hasta cinco o seis habitaciones he creído
contabilizar hasta dos chimeneas.
Y llegamos al final. Ya está bien. Seguramente he cargado de demasiado texto propio
y fusilado estas tres últimas entradas dedicadas a las casas cueva y
ruinas de las minas, pero es que, necesitaba ubicar en un lugar, las jugadas más interesantes de lo que he leído y así, cuando quiera recordar los detalles, solo tengo que darme un garbeo por el blog para refrescar la memoria. Y además, trabajando los textos es como mejor se te quedan. Ahora sí que albergo una idea mucho más diáfana de lo que pudo suponer este enclave para las miles de personas que a lo largo de las décadas, pasaron por aquí para buscarse ardua y honradamente las habichuelas y lo que la explotación minera significó para la propia historia de España. Ahora sí que veo a Las Minas con otros ojos, lo que habita en su pasado, ahora sí que no solo su paisaje me conmueve sino también su azarosa historia repleta de vaivenes. Los vídeos que enlazo a continuación también me resultaron de lo más didácticos e interesantes. Algunos de mis comentarios han sido inspirados de lo que aprendí en ellos. Por cierto, la amena ponente, archivera de Hellín, también aprende sobre la marcha gracias a alguna de las espectadoras que habitaron las cuevas y le trasladan testimonios de primera mano. Nadie mejor que los propios moradores para saber las costumbres, dificultades con que lidiaban y cómo se vivía en ellas.
¡HASTA LA PRÓXIMA!
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