30 julio 2024

POR LAS CASAS CUEVA DE LA ESTACIÓN III y FINAL (Las Minas)

Esta zona por la que ando ahora sí que es puro escombro y ruina. Algunas todavía conservan vestigios de su otrora prestancia y estilo. Me parece triste que un patrimonio así se haya dejado arruinar. Toda mi consideración hacia quienes ponen lo mejor de sí, trabajo y voluntad en pro del acervo histórico de una comarca, sea el que sea, para que no acabe en el olvido, pero obras son amores y no buenas razones, porque al final, casi siempre es lo mismo, todo se queda en agua de borrajas pues de momento, visto lo visto, hubo mucho ruido por aquí hace unos años, para impulsar la pedanía hellinera pero como siempre, pocas nueces acabaron en el cesto ya que la comarca de Las Minas sigue tan deprimida y abandonada como siempre. Todo se queda en buenas intenciones y cantos de sirena pero entretanto, montones de escombros se adueñan de un paisaje que tenía que haber sido apuntalado y preservado desde el derrumbe mismo de la primera casa cueva. En fin, nada nuevo bajo el sol.
Las Minas de Hellín constituyen un paisaje profundamente modificado por la mano del hombre. Tanto el actual núcleo poblacional como el entorno inmediato que lo circunda cuentan con la presencia de enormes depósitos de escoria de diverso tipo fruto de la actividad minera. En lo que se refiere al asentamiento y distribución espacial de la población se distinguen dos partes fundamentales:

- Un núcleo urbano, donde se concentra la población actual entorno a las antiguas instalaciones mineras.
- Una extensa periferia compuesta de casas-cuevas agrupadas en barrios o semi-dispersas por el territorio del Coto, especialmente en las orillas del río Segura.
El núcleo urbano ocupa tres alturas distintas, dando lugar a una parte superior, una inferior y otra media, donde se encuentran los restos de las instalaciones industriales en las que se refinaba el azufre. La parte superior ocupa la cima de una elevación natural rodeada de muros de contención por todos lados, salvo por el frente norte-noreste, lugar por el que se prolonga la elevación. Aquí se encuentran los edificios más representativos de la comunidad: la iglesia, la escuela de niñas, oficinas, la casa gerencia, la antigua botica, el cine y el cuartel de la Guardia Civil; además ésta ha sido siempre la parte del poblado más deseada para morar.

Según sus propios habitantes, bajo las casas aflora la capa de cantos rodados que constituye la terraza aluvial del Segura, a pesar de que en la actualidad el asfalto cubre el reducido entramado de calles y la cuesta que lo comunica con la carretera. Esta afirmación, sin embargo, no puede ser verificada en los puntos en los que los muros de los abancalamientos que la rodean han caído, puesto que están cubiertos por escoriales.
El hábitat rupestre constituye una auténtica periferia de Las Minas, diseminándose por buena parte de los casi 3 km2 que ocupa el Coto. La concentración más intensa se aprecia en los bordes de la orilla izquierda del río Segura hasta su confluencia con el Mundo, desde donde se extiende hacia los barrancos y escoriales del interior; la periferia rupestre se prolonga en sus dos extremos, hacia Salmerón y al otro lado de la vía de la Estación de Las Minas y de la antigua Espartera, en la orilla izquierda del río Mundo.
Las laderas en las que se excavan las cuevas constituyen una zona de nulo aprovechamiento agrícola, tanto por su disposición vertical como por la esterilidad del suelo. La instalación de las casas-cueva junto al cauce fluvial permite disponer de un recurso imprescindible: el agua; de ahí que la proximidad al curso fluvial constituya un factor de desigualdad a tener en cuenta, en estrecha relación con el nivel de altura en la ladera: a menor desnivel, mayor disponibilidad de superficie. La aplicación de estos criterios de jerarquía se aprecia en la posición y densidad del poblamiento en la ladera: en el nivel superior, no sólo es menor o nulo, sino que acreditan un período de abandono más prolongado que las de los niveles inferiores donde se encuentran las casas de mayor tamaño y mejor accesibilidad. 
 La excavación de casas-cueva exigía un trabajo previo de acondicionamiento de la superficie, especialmente las que se excavaban a cotas más altas, mediante el allanamiento del terreno en el punto elegido de la ladera. Se conformaban así unas plataformas, o terrazas, que constituían el suelo sobre el que se asentarían las viviendas. Las distintas terrazas de las casas quedaban unidas a través de rampas y sendas que surcaban el barrio de una casa a la otra. La porción de terraza anterior a la fachada a la que conducían sendas y rampas se denominaba la "calle". Este espacio se consideraba una extensión de la vivienda donde se desarrollaba gran parte de la vida diaria. De hecho, en la "calle" se plantaban pequeños huertos o se construían hornos.
Como se ha visto, ni el pueblo de Las Minas ni su periferia rupestre manifiestan el más leve indicio de planificación urbanística. El poblado sigue un crecimiento espontáneo, adaptándose al medio con el mínimo de esfuerzo. Esta pauta de máxima rentabilidad de esfuerzos se lleva al extremo con la periferia rupestre, sometida encima al constreñimiento de utilizar espacios marginales de complicada orografía y donde las sendas de tierra en las laderas desaparecen fácilmente con la erosión. Es el hábitat de los mineros, contiguo y al tiempo ajeno al propio poblado por la ausencia de estructuras viarias. Perpetuamente al margen de toda infraestructura y de servicios (electricidad, agua), constituye el fiel reflejo de la dicotomía entre mineros ("los de abajo") y mandos-trabajadores especializados de la empresa ("los de arriba) protagonizando uno
de los ejemplos más crudos de mantenimiento de las desigualdades.
En otros casos de la minería sureña peninsular, el paternalismo empresarial y la necesidad de asentar mano de obra tuvieron como resultado la promoción de barrios y núcleos enteros de población de nuevo cuño en los que se utilizó la planificación urbanística, aunque fuera en su expresión más simple: el trazado hipodámico (forma de cuadrícula). La estratificación social se hace visible mediante barreras que separan netamente los barrios de los patrones de los mineros. En este sentido sirven como ejemplos el barrio de Bellavista de Río Tinto, destinado a los patrones ingleses de la explotación minera y construido en estilo colonial separado de los barrios de El Alto de la Mesa y El Valle mediante un muro y Peñarroya-Pueblonuevo, donde eran los franceses quienes marcaban distancias de igual manera. 
El paternalismo de las empresas de Las Minas no llegó a tanto, se quedó en la difusa "habitación gratuita" del ingeniero Bordiu. La inexistencia de entramado callejero consistente, estructuras civiles claras que ordenen el asentamiento (plazas, edificios comunales), señala la completa despreocupación, o quizá la incapacidad, de las empresas por cualquier aspecto que se relacionara con la vida de los mineros. La consecuencia fue el mantenimiento de una comunidad inconsistente como tal, desarraigada y completamente impedida para actuar como grupo en defensa de los intereses locales. Las Minas era un coto en el sentido más completo del término y ni siquiera el Ayuntamiento de Hellín, teórico depositario del poder municipal, se atrevió nunca a interferir. 
Las viviendas rupestres, o casas-cueva, se desarrollan enteramente
en el interior rocoso de los estratos margosos y calizos y eran características de los mineros que trabajaban en Las Minas de azufre. Su número de ambientes varía, aunque suelen estar dispuestos de dos formas básicas (paralela y perpendicular). Eran viviendas de mineros, excavadas por ellos mismos, de acuerdo con sus medios y con las circunstancias que les tocó vivir.
Como ya sabemos, la necesidad imperiosa de mano de obra estable y en cantidad suficiente provocó el aumento de edificios de servicios (botica, escuela, economato) e inevitablemente de viviendas de carácter más o menos estacional (casas-cueva) para atender a una población cada vez mayor. Este periodo de progreso ascendente, que llevaba aparejado un aumento de la población, con algún que otro altibajo tuvo lugar durante más o menos cuarenta años, de 1910 a 1950, por redondear. El señor Zubiri nos dice que a esta estimación se puede aportar como aval las fechas de óbito que se aprecian en el cementerio de San Rafael: la más antigua es 1916, y de ahí en adelante el mayor número de lápidas corresponde a la década de los treinta en adelante, especialmente a los cincuenta. Al no ser un lugar de habitación estable en principio, la mayoría de los que allí trabajaban eran inhumados en sus lugares de procedencia, especialmente Calasparra.  
Este es el aspecto que presenta la fachada de la iglesia en la actualidad, hacia su frontal, que rinde culto a su patrón San Antonio Abad. La fotografía está tomada al lado de lo que fue el cuartel de la Guardia civil, hoy reciclado en Casa de la Cultura. Gracias al Ayuntamiento de Hellín, en 2017 fue reparada la cubierta y pintado el interior y la fachada. Son tantas las cosas que reparar en Las Minas, que yo entiendo que el dinero de los contribuyentes no llegue para todo.
Desde luego que el lozano paisaje de Las Minas, me tiene embelesado. Lo he disfrutado mucho estos días, a pesar de los mosquit😊s.
De las casas cueva de La Esperanza e inmediaciones del pueblo de Las Minas, que también hay unas cuantas, me desplacé a las que existen frente a la Estación. Entretanto, el paisaje del entorno se presentaba igualmente apoteósico. Anonadado andaba todo el rato de un lado para el otr😃.
Puente sobre el río Mundo. Ya sabemos, que durante algunos años, estuvo pasando por aquí el tren minero. Representó una gran mejora y progreso para el desempeño de la mina y los que trabajaban en ella. AQUÍ un interesante artículo que cuenta su historia e interacción con la explotación minera.
Siguiendo la vía, se llega a unos miradores increíbles, que disfrutamos a rabiar. En cuando acabe con las casas cueva, o por mejor decir, lo que queda de ellas, me pongo a ello.
En los libros que ya hemos enlazado, se detalla en forma profusa y pormenorizada las características y peculiaridades, disposición, materiales utilizados, etc, de estas viviendas rupestres. Nadie, ni los más viejos del lugar, tienen constancia de cuando empezaron a proliferar las casas-cueva. Simplemente aquello estaba allí "desde siempre", de modo que los abuelos de algunos mineros que sobrepasaban los setenta años ya se habían encontrado con aquello. Realizando un sencillo cálculo, este hecho nos permite colegir que el conjunto rupestre puede remontar su origen, al menos, a las dos últimas décadas del siglo XIX.
En los textos sobre Las Minas, Horacio Bentabol constata que el asentamiento rupestre era ya una realidad consolidada en 1917, durante el máximo esplendor de la explotación: "Este pueblo tiene unas 289 familias, que se acomodan en 60 casas y 90 cuevas. Estas, que suelen tener dos departamentos y son habitadas por las familias más pobres, sirven de alojamiento a personas y caballerías".
Antes de Bentabol el único testimonio al respecto es la ya mencionada "habitación gratuita" utilizada por otro ingeniero, Javier Bordiu (1904), cuyo uso del eufemismo ocultaría una velada alusión a las casas-cueva, algo que por otra parte, en aquella época debía ser de lo más habitual recurrir a este tipo de viviendas por la clase trabajadora, sobre todo si estaban de paso, como era el caso de muchos agricultores de las poblaciones cercanas que acudían por aquí a echar la temporada. Ya lo hemos comentado por ahí detrás y además, buscando por la red me he encontrado con idéntico modus vivendi de naturaleza rupestre en otras latitudes de España, en concreto, también en unas minas de azufre ubicadas en la provincia de Teruel. En estas, la iniciativa altruista de un particular, con ayuda del consistorio, ha logrado preservar y rehabilitar algunas de las cuevas, lo que nos sirve de muestra para imaginarnos cómo pudieron estar acondicionadas y amuebladas las de aquí. 
"La actividad minera cesó en 1957, el poblado fue demolido... y paradójicamente lo que hoy más recuerda aquellas épocas son las humildes cuevas viviendas, muchas de las cuales han resistido el pasó del tiempo y algunas de las cuales han encontrado una nueva vida gracias a un esfuerzo restaurador. Y esas restauraciones no son obra de una fundación millonaria o de una institución cultural de renombre, sino de un sólo hombre. Julián, hijo mineros, tras una vida en Francia de la que conserva un leve acento galo, ha regresado a su tierra y esta demostrando que puede más el amor por sus raíces de un sólo hombre, que las fundaciones, los institutos y las milongas político-económico-culturales. Julián tiene algún apoyo del ayuntamiento, y ha logrado recuperar unas once o doce cuevas (el número crece con el tiempo)".
"En las cuevas Julián ha colocado algunos enseres viejos y una decoración básica que dan vida a esos espacios haciéndolos de nuevo humanos. Detalles como la camisa colgada en una de las cuevas nos hacen tener la impresión de que el dueño va a regresar en cualquier momento. Las imágenes que se incluyen dan una buena idea de lo que el visitante encuentra: es como asomarse sin permiso a un tiempo pasado".
A ver, algo así se debía haber promovido hace tiempo por aquí. Es que dado el riquísimo y exclusivo pasado del lugar, resulta una pena no haberlo aprovechado. Ni se explotaron nunca las minas en todo su enorme potencial ni ahora lo que queda de ellas. ¿Es que sufriría hace dosmil quinientos años la maldición de Anibal y sus huestes cuando pasaron por aquí...? 
Sin nadie que mantenga las viviendas, el inexorable proceso protagonizado por los agentes erosivos naturales se va cobrando sus primeras víctimas: los revoques y revestimientos. El deterioro es mucho más rápido en el exterior de la vivienda y en las construcciones superficiales expuestas a la acción del viento, la lluvia y los cambios de temperatura. En el interior rupestre los enjalbegados y los revoques de la pared rocosa se deshacen por la filtración de la humedad y caen progresivamente comenzando por las partes más próximas al suelo. Cuanto más profundo es el ambiente, más escasa es la ventilación y más intensa la acción química de la filtración, permitiendo la acumulación de potentes depósitos polvorientos que quedan in situ, a resguardo del viento. Los interiores de las estructuras superficiales no sufren tanto la acción erosiva de la humedad y se preservan mejor hasta que el debilitamiento de su cara exterior permita el desmantelamiento estructural.
El siguiente paso tiene consecuencias estructurales. En las casascueva afecta a las seudo-fachadas rupestres, que ceden ante el desmoronamiento de los estratos margosos derivados de su dilatación por la humedad y de la acción sustractiva del viento y la escorrentía. En las construcciones superficiales los vanos y las techumbres, compuestas mayoritariamente con materiales orgánicos (cañizo y madera), son presa fácil de la erosión por sus problemas de cohesión con los materiales inorgánicos. La lluvia y el viento atacan en desajustes y grietas de los vanos y muros hasta que se produce el desplome de la cubierta hacia el interior de la vivienda.
Una vez caída la techumbre se inicia el desmantelamiento de las estructuras murales del exterior ahora mucho más expuestas a los agentes erosivos, que se ceban en la denudación de recubrimientos interiores y la argamasa, agravando las fisuras estructurales y provocando la caída de las partes superiores del muro. El derrumbe origina un depósito en el lugar de desplome que a su vez servirá para anclar sedimentos más finos que formen una capa donde crezca la vegetación. 
A modo de recapitulación, podemos decir que la periferia rupestre de Las Minas se origina en las últimas décadas del siglo XIX como medio de asentar, con escasa inversión, a la gran cantidad de obreros necesarios para la explotación. El óptimo grado de conservación de algunas casas-cueva, claramente superior al de la mayoría de las viviendas de superficie, pone de manifiesto su capacidad de alcanzar una prolongada vida útil con que solo se hubieran llevado a cabo unas mínimas tareas de mantenimiento. Es un hábitat consistente, inconcebible como improvisación al margen de una tradición cultural, que utiliza eficientemente todos los recursos disponibles en el medio. Después de 1917 la necesidad de personal se ve muy reducida, con el consiguiente abandono de buen número de las casas-cueva y la excavación de algunas otras. La estabilidad, aunque en un contexto de decadencia, de las décadas centrales del siglo XX permitió la ampliación de algunas de estas viviendas. Las duras circunstancias de la posguerra atrajeron durante las dos últimas décadas de la explotación a mineros de otros lugares a la búsqueda de algo seguro, con lo que se excavaron cuevas nuevas y se ampliaron o reformaron otras. Los propios mineros siguen excavándolas, son los portadores de la tradición, aunque a la mínima oportunidad que tengan, preferirán vivir en una casa como las de toda la vida de dios.
Otros ambientes
Corrales para criar pollos y conejos; establos, para resguardar a las caballerías; despensas, almacenes y letrinas completan los ambientes que podemos encontrar en las viviendas cuevas. Su análisis ofrece una doble dificultad: el lamentable estado de conservación en que se encuentran la mayoría, por un lado, y la reutilización de casas-cueva abandonadas por otro. Es evidente que su calidad constructiva es inferior a la de las viviendas y están más expuestos a la erosión. Por consiguiente, su grado de deterioro es también mayor.
En ocasiones se reutilizan viviendas rupestres ya abandonadas para instalar pesebres y abrevaderos; pero si no se disponía de éstas, se acondicionaban unos ambientes anexos a la puerta, adecuándose a la disponibilidad de suelo y a la topografía de la "calle". Como dependencias de la vivienda destinadas a la cría de animales estaban integradas por una serie de elementos específicos, tales como pesebres, conejeras y sujeciones para las caballerías o el ganado porcino (argollas y clavos). Las viviendas de campesinos poseían además un ambiente dedicado en exclusiva al almacenamiento de productos agrícolas. A buen seguro sus habitantes gozaban de una posición acomodada gracias a la agricultura, porque en las casas-cueva no existen espacios de almacenaje como tales.
Como ya hemos dejado dicho, el hogar-chimenea representaba el elemento más característico y definitorio de lo que sería el ambiente principal. Todas las casas están dotadas de uno. Sus funciones eran las de servir de calefactor y de cocina. Contiene el fuego, la energía y es el alma, el núcleo de la casa. Por esto es objeto de una especial atención decorativa. Su ubicación en el ambiente varía, aunque con tendencia a ocupar un muro lateral. Dependiendo de esto la chimenea puede encontrarse empotrada en el muro o aprovechando una esquina para salir al exterior. Sus embocaduras adoptan, con leves variaciones, la forma circular o cuadrangular. En algunas viviendas de hasta cinco o seis habitaciones he creído contabilizar hasta dos chimeneas.
Y llegamos al final. Ya está bien. Seguramente he cargado de demasiado texto propio y fusilado estas tres últimas entradas dedicadas a las casas cueva y ruinas de las minas, pero es que, necesitaba ubicar en un lugar, las jugadas más interesantes de lo que he leído y así, cuando quiera recordar los detalles, solo tengo que darme un garbeo por el blog para refrescar la memoria. Y además, trabajando los textos es como mejor se te quedan. Ahora sí que albergo una idea mucho más diáfana de lo que pudo suponer este enclave para las miles de personas que a lo largo de las décadas, pasaron por aquí para buscarse ardua y honradamente las habichuelas y lo que la explotación minera significó para la propia historia de España. Ahora sí que veo a Las Minas con otros ojos, lo que habita en su pasado, ahora sí que no solo su paisaje me conmueve sino también su azarosa historia repleta de vaivenes. Los vídeos que enlazo a continuación también me resultaron de lo más didácticos e interesantes. Algunos de mis comentarios han sido inspirados de lo que aprendí en ellos. Por cierto, la amena ponente, archivera de Hellín, también aprende sobre la marcha gracias a alguna de las espectadoras que habitaron las cuevas y le trasladan testimonios de primera mano. Nadie mejor que los propios moradores para saber las costumbres, dificultades con que lidiaban y cómo se vivía en ellas.
¡HASTA LA PRÓXIMA!

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