Nuestra pista sigue progresando por la cornisa habilitada por el hombre, que salva los precipicios que caen a nuestra izquierda. Asimismo, aunque visualmente no tenemos acceso a su estampa, intuimos que nos hallamos justo encima de La Capellanía. Estoy seguro que los capellanenses y otros andarines de la comarca, conocerán algún atajo, más o menos seguro, que les baje en un periquete, a la aldea desde aquí. Pero no debo complicarme la vida y prosigo el itinerario establecido, que como bien se puede comprobar, aún nos tiene reservada alguna bella acuarela con que sorprendernos.
El Caballo Torraso y su garita de vigilancia. Dispone de un sendero de acceso en zigzag, durillo pero muy bonito. En 2005 fue pacto de las llamas. Yo anduve por allí sobre 2019 y al observar su cara sur, se te caían los palos del sombrajo. Menos mal que andaba abstraído y distraído con mis dinosaurios y fotos a Hulk y ello mitigó en buena medida la pesadumbre que sentí al ver tan bonita montaña, todavía devastada por los estragos del incendio. Su aspecto lunar me parecía desolador. Creo recordar que desde el Caballo, no se tenía visibilidad hacia el pantano, pues el Alto de Almagreros lo impide.
Este monte,
desgraciadamente, es uno de los máximos exponentes de la tragedia que supuso el
terrible incendio de la Sierra de las Villas, que en 2005 arrasó 7.000
hectáreas y cuya reforestación, en este paraje, ha sido un auténtico fracaso.
Impacta y sobrecoge el cruel contraste de las dos vertientes del Torraso. Su
cara norte se encuentra en un estado de conservación preocupante, con un
sotobosque (monte bajo) creciendo desmesuradamente, un pinar excesivamente
denso en muchos puntos, junto a pequeñas manchas de coscojar y encinar. Esta
vertiente norte se salvó de la voracidad del incendio y resulta conmovedor
llegar a la cumbre y presenciar la desolación de toda la vertiente sur. El
valle del Arroyo María se nos presenta como un paraje arrasado, sin árboles ni
vegetación, laderas desnudas, taludes descarnados y sin restos alguno de
reforestación. Paraje yermo, devastado y solitario que angustia, impacta y encoge
el alma. FUENTE.
El Tranco todavía nos va ofreciendo bonitas panorámicas, y por ello las aprovechamos, ahora, discurriendo por encima del cogote de Peña Rubia.
Mirando hacia el extenso olivar del Valle de Hornos y Cortijos Nuevos. Es preciso circular por estos pagos, bien repostados de combustible, porque gasolineras existen en Santiago y Cortijos Nuevos. No vengas por aquí en la reserva, por si te quedaras tirado.
Esta pequeña población, ubicada a la derecha de Cortijos Nuevos, creo que es Carrasco.
En este punto me encuentro con dos singulares frayluíses que llaman poderosamente mi atención. Para observarlos in situ, es preciso salirse de la pista unos metros, y como adyacentes existen unos pinos que proyectan buena sombra, decido echar un pequeño descanso, para hacerme unos selfies y comer algo.
¡Hay que ver lo que el agua y el viento, con el concurso del tiempo, son capaces de modelar...!
Desde aquí, obtendremos una visual hacia la cima y antenas de El Yelmo. La pista de subida de buen firme, rodea la antecima que se observa, por la izquierda de la fotografía. Como ya la conozco, la vislumbro desde aquí.
El otro fraile, desde su prominente monasterio, mirando hacia Cortijos Nuevos.
A mi derecha, fuera de plano, el pico del Yelmo Chico, 1517m, algo más elevado que Los Ranchales, 1508m. Aunque a simple vista, tomado desde la distancia, parece más alto el pico Sur.
Farallones de Los Ranchales
El menda, con su camiseta del club de montaña El Gavilán, confeccionada a instancias del año Jubilar de Caravaca. Peregrinación de 40 kilómetros unos, de más de 90 km otros, los que salieron desde Murcia y la realizaron en sendas caminatas, esto es, entre sábado y domingo; organizada por la referida asociación, en la que tuvieron a bien incluirme, acompañado de otros muchos peregrinos. Yo la hice en el segundo día, partiendo desde Mula o más exacto referir, desde la ermita de El Niño de Mula, pasando por Bullas y Cehegín, lugares donde se fueron sumando más caminantes, con destino a la ciudad Santa. Bonita actividad y gran jornada de convivencia, cuyas fotografías tomadas de la experiencia, publicaré por aquí en breve, la que será nuestra próxima publicación en la revista memorándum de actividades andarinas que a fin de cuentas, constituye este blog.
Volvemos a la pista y seguimos progresando por el Oeste, a puntito de cerrar el círculo y presentarnos de nuevo en el conocido cruce, para enfilar el tramo final que se repite al regreso. El carril es una gozada, porque son alrededor de las dos de la tarde, hace calor, pero mitigada la sensación por estas agradables sombras que se intercalan entre tramo y tramo del camino. Por si eso fuera poco, sabemos que contaremos con la presencia del agua para refrescarnos. Lo dicho, esta excursión, en cualquier época del año, resulta muy aconsejable.
Fuente del Recodo de la Hoz. Aquí un buen trago y en la de abajo, a remojarse frente, cara, nuca y brazos toca. Y porque no ha sido la cosa para tanto, pero un remojón de pies, y si me apuras, hasta un chapuzón, tampoco vendría nada mal.
Unas bonitas capturas de Hornos de Segura.
Atisbando en lontananza, Caballo Torraso y Blanquillo.
De nuevo, la mole de Peñarrubia, a estas horas, mucho más luminosa, claro.
Otra serie de bellas postales del Tranco de Beas.
Hemos de procurar no pasarnos este cruce, ya que la pista viene de la carretera A-317a y nosotros hemos dejado el coche en La Capellanía. Cogemos a nuestra mano derecha.
Y al poco aterrizamos de nuevo en la tranquila y coqueta aldea.
En la anterior ocasión, en que no pude llegar hasta aquí, al regreso, tomé algunas fotos desde la carretera, en los contadísimos espacios en que se puede dejar el coche, fuera del asfalto. Al carecer de arcén y ser muy sinuosa, no te podías arriesgar a pararte en medio de la vía para tomar unas fotos. No obstante, pude cosechar éstas, aunque en honor a la verdad, la circulación de vehículos por esta comarca, salvo coyunturas puntuales, es más bien, esporádica.
La Capellanía y la estribación Sur del Yelmo Chico.
Destacando Peña Rubia.
El flanco Este del Yelmo Chico y el monasterio de frailes agustinos que hemos ido recorriendo.
La Capellanía, tomada el 2 de febrero de 2024
El Yelmo Chico
Cara Este de Peñarrubia.
Tierna y bucólica, familiar y entrañable escena ovino campestre.
Apuntes sobre esta excursión por si a alguien, hoy o mañana, que dé con este sitio, le pueden resultar de alguna utilidad: Esta es una de las excursiones más agradables que se pueden hacer en la comarca, gracias al poco desnivel del recorrido y a que el trazado circular de buena parte de la ruta, ciñendo las escarpadas laderas del Yelmo Chico, permite contemplar amplísimas panorámicas.
Además la arquitectura rocosa de este monte es muy llamativa, con poderosos cantiles, cortados y «picones» de caprichosas formas teñidos de color sepia.
La ruta comienza en La Capellanía, pequeña y blanca aldea que se asoma a la profunda garganta del río Hornos.
Según rodeamos el Yelmo Chico iremos divisando las zonas externas de la comarca en la que destacan el gran embalse del Tranco, el bello pueblo de Hornos y los olivares en torno a Cortijos Nuevos. Después aparece El Yelmo, que es el pico más alto y emblemático de la zona, para dar paso a impresionantes vistas sobre las masas boscosas de la Garganta de Hornos.
La ruta discurre por una estrecha pista forestal, salvo en sus primeros metros, que lo hace por camino de herradura.
Atravesaremos los tres tipos de pinares representativos de nuestros montes: los de carrasco, negral y laricio, bajo los que se desarrolla un sotobosque dominado por jaras, romeros, enebros y encinas arbustivas, con presencia de algunos quejigos, arces y sabinas moras.
Son notables los encinares que se desarrollan en laderas de fuerte pendiente o de orientación norte. Abundan el jabalí y la cabra montés. FUENTE
¡HASTA LA PRÓXIMA!
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