06 enero 2023

EN DERREDOR DEL ALMORCHÓN CIEZANO V y FINAL

En esta última excursión por tierras aledañas al Almorchón me acompañó el tío Yoda, al que últimamente parece que tengo algo arrumbado. Al principio, cuando veía que un día más lo dejaba sobre la estantería, sin echarlo en la mochila, ponía la mismica cara triste que la Viky cuando hubo de resignarse a quedarse en casa por sus galopantes achaques perrunos. Pero terminó asumiendo su intemporal destino, dada su sabiduría milenaria en el antojadizo comportamiento de los hombres. Bien sabía este fantoche intergaláctico de pvc que nunca podría igualar las posibilidades estéticas del machirulo Hulk. Que era cuestión de tiempo que su dueño se cansara de él pues siempre tuvo claro que era un suplente, un interino por así decir, cuya titularidad en el tándem dependía, cual Gigi El Amoroso, de si regresaba o no de las américas, el hijo pródigo marveliano o de si consideraba el senderista propenso a las chuminadas campestres que sus peculiares orejas, podían armonizar, mejor o peor, con las aristas de la montaña que tuviera planeado retratar; que si no era así, quedaba un día más relegado, acumulando polvo sobre el monótono estante de siempre con vistas hacia las bicicletas y la llamativa moto amarilla. Demasiados hándicap en su contra como para albergar esperanzas de que pudiera erigirse algún día en el blogueñeco preferido del andarín aficionado a los paisajes que le había tocado en suerte. Lo más que podía aspirar era a ser escogido de uvas a brevas, cuando a su caprichoso patrón así se le antojara. Había pues que tomárselo con calma y mucha paciencia, porque si de algo dispone una recreación galáctico peliculera de manufactura china es de tiempo a pajera.
-Si no me coges tú, necio ingrato desagradecido, ya me acogerá alguno de tus hijos o tus nietos, cuando los tengas, si es que los tienes, porque a este paso, tus retoños no salen del nido ni a los cuarenta.
 Hoy sin embargo, lo he echado en la mochila porque he pensado que ambos elementos milenarios podían maridar bien y con cierta armonía plástica en el posado. Juzgue el eventual visitante de este espacio, si el personaje está a la altura de lo que de él se demanda.
He aquí esta peonza rocosa erigida entre los severos campos del Cagitán ancestral que no me canso de fotografiar.
Perspectiva y encuadre de lo grandioso, rústico e imperecedero que contempla inmutable el efímero trasiego de los hombres a través de los siglos.  
Llegando al collado de la Ilusión
Por encima, la pista que circunvala el Almorchón, por debajo, la pista que viene de la carretera de Caravaca y la presa del embalse.
Llanadas aisladas entre la infranqueables cárcavas que rescatadas de lo árido e infecundo para el aprovechamiento del hombre, perviven dominadas por la formidable e inalterable montaña, que indiferente al trasiego de los avatares humanos, parece que evoca el rodar inexorable del tiempo.
No hay cumbre sin sólido apoyo. La visión de esta corpulencia de naturaleza pétrea dolomítica, nos sugiere la idea de estar asentada sobre una gigantesca peana, que le proporciona fortaleza y aún más solidez de la que per se aparenta que tiene. Inasequible acaso a los sempiternos vaivenes tectónicos de esta región, nos parece que el monumental soporte atravesado de surcos, gira alrededor del colosal poliedro, mientras erguido hasta el cielo, se exhibe inaprensible, cálido, fascinante y eterno, como el mismo sol que lo alumbra.
Hemos realizado un viraje hacia el Camino de la Fuente de Francia, pero sin llegar a pisarlo, para torcer a la derecha e introducirnos por el Collado de la Ilusión, buscando salir al encuentro del Alto de la Higuera, por la vertiente que ofrece vistas hacia la inmensa planicie de la Majada de las Vacas. Entretanto, la pirámide semi obtusa de caprichosas aristas, sigue hipnotizando el visor/sensor de la cámara. 
Soslayaremos el cerro por un sendero a su izquierda
La Majada de las Vacas y los vastos llanos agrícolas anejos. 
"El Dedo", por su cara más hacia el noreste NE.
Alto de la Higuera, visto desde su cara oeste.
Detalle de las diferentes parcelas rústicas de esta ubérrima comarca
Cortachico, sierra del Molino
Meandros del Río Segura
He tomado distancia respecto del cabezo y estoy a punto de llegar al cerro otero, sito en el borde mismo del pantano.
Ya estoy encaramado en él. Con cuidaíco de no arrimarse en exceso al cortado, tomo estas panorámicas. Obsérvese el color insólito de las aguas del pantano, consecuencia del estrato ferroso de su lecho. Hemos de recordar, que antes de su construcción, existió una mina de hierro, explotada por muchos años, y que elementos de su maquinaría, todavía permanecen bajo las aguas. 
Lo cierto es que parecen aguas poco propicias para el baño, salvo que uno ande con el hierro bajo, en cuyo caso, mejor un Juan Gil o Copetin de Bullas que bautizarse en este ferroso fluido.
Vistas privilegiadas hacia toda esta accidentada orografía
Capturando parte de la umbría del Almorchón y Peñón de Antonio
Enfrente la sierra de La Palera, hacia el norte, el carismático Cañón de Almadenes, de inexcusable visita para cualquier buen senderista amante de la naturaleza y sus paisajes que se precie de serlo.
Aquí estuve un buen rato, comiéndome una manzana, contemplando el paisaje, con los pies descalzos, por aquello de la "toma a tierra".
¡Cuánto me fascina la silueta del Almorchón, no lo puedo remediar...!
La Atalaya de Cieza, acercada merced a la magia tecnológica del zoom.
Y a nuestra espalda el nada visualmente desdeñable Cerro del Higo (licencia del autor de este blog)
Hemos iniciado el regreso, dando la espalda y poniendo tierra de por medio respecto de nuestra montaña etérea y sublime de la que comienzo a despedirme no sin cierta aflicción.
He dedicado unas cuantas entradas a la soberbia y magnética montaña del Almorchón, que aunque corta en estatura, se jacta de presentar una máxima verticalidad que la hace ardua de domeñar. Territorio que comparte con serranías algo más elevadas, cuya presunta altivez a él se la refanfinfla, permitiendo indulgente que se lo tengan creído. Elevaciones cercanas que la superan en varios cientos de metros como la vecina Sierra del Molino, del Oro, de Ricote, de la Pila, etc, se la traen al pairo y no se deja amilanar por el pretendido prestigio de su altura. Rodeado de barrancos, hoyas, zanjas, peñones y quebradas, solitario y aislado, se distancia de aquellas, al igual que lo hace de llanuras, páramos, campos de labor, tierras de badlands y valles que lo circundan. Seguro en la excelencia de su porte ciclópeo, el Almorchón se erige encastillado y solemne como una fortaleza, mostrando su proverbial omnipresencia, en cualquier paraje si oteamos hacia el NE desde noroeste murciano.
¡Hasta la vista inmenso Almorchón, nos volveremos a saludar, aunque sea desde la distancia...! 
Y con esto y un pan de higos...
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!


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