En marzo de 2018, quedaba registrado en este blog, un recorrido de mi propia cosecha, que nos llevaba a conocer Mancheño, Retamalejo y la impresionante Rambla Mayor. Asimismo, en aquella excursión, daba a conocer un delicioso libro, Y también se vivía..., escrito por el caravaqueño, Jesús García, que en alguno de sus capítulos, la acción, descripción y demás peripecias, acontecían por esta comarca. También sacamos a colación el libro La España vacía, de Sergio del Molino y la película Surcos, ramales muy interesantes que de forma inopinada le surgieron a mi relato. De igual modo, comentaba que entre los meses de abril y mayo, el paisaje por estos contornos tenía que embellecerse bastante. Ahora ya puedo afirmar que no erraba en mis cábalas. También hacíamos mención del primoroso blog de Faustino Calderón Los Pueblos deshabitados, donde recoge la historia de sendos poblados que hoy volvemos a visitar. En definitiva, describíamos en imágenes, cómo había sido aquella experiencia, quedando pendiente la publicación del track, porque ya entonces, entendía que existían dos tramos susceptibles de retoque. Después de varias incursiones por este territorio, inspeccionando los puntos de mejora, creo poder afirmar que nos ha quedado un recorrido bastante atractivo. Mi intención en esta nueva entrada bloguera, es describir el proceso, evolución y resultado final de mis pesquisas y por supuesto, presentar el track. La explicación a tan enigmático título, la veremos más adelante.
La ruta consta de más o menos 20 kilómetros, dependiendo de lo que deambulemos en los lugares de interés. Aconsejo hacerla según el sentido horario, teniendo principio y final en Retamalejo.
Nada más iniciar la caminata, a nuestra derecha nos queda El Calar que conecta al norte con el Puntal de Marín y al oeste con el Calar de Manrubio.
Caminar por entre estos solitarios campos resulta de lo más cautivador.
A espaldas de la Jarosa Quemada
El camino de la Jarosa y a su derecha, el cerro del Carro.
El tramo comprendido entre el cortijo y cerro de La Jarosa, es de los más bonitos del recorrido.
El coqueto rincón de Pinos Blancos.
En las diferentes aproximaciones que hice, fui rectificando el trazado original de alguno de los tramos. Inicialmente, el track conectaba con la pista, después de haber evitado algunos recodos de esta. Aprovechaba un barranco existente que, en modo atraviesa monte, progresaba hacia la cumbre. Pero luedo decidí echarlo desde el comienzo del carril, más cómodo y progresivo debido a que, en resumidas cuentas, tampoco se acortaba tanto. Este es el camino que nos conduce al observatorio. Ahora mismo se halla obstruido por un pino volcado que lo atraviesa. Los vehículos lo pueden eludir por su derecha.
Antes del obstáculo, existe una senda que nos sale a nuestra derecha que ataja y sigue la dirección que nos interesa. No obstante, lo suyo es llegar hasta la garita, ya introducidos en provincia de Almería, porque desde su enclave, las vistas ofrecidas no hay que perdérselas. Por el mismo puesto de vigilancia pasa la vía pecuaria Cordel de Bugejar a Alcoluche.
Sierra de María
Mirando hacia la Rambla Mayor, Timonales y cerro del Pozo.
Ignoro si durante el verano, el INFOCA mantendrá activo en este punto, un puesto permanente de vigilancia contra incendios.
El Gigante, de Lorca.
Desde la caseta forestal, cogeremos dirección oeste para llegar al vértice geodésico. Ya decía en otra ocasión, que no lo he conocido más desangelado y poco atractivo que este. Se halla absolutamente escondido por la arboleda circundante. No existe panorámica despejada en derredor. Una vez aquí, tenemos dos opciones, o retrocedemos por la pista hasta conectar con la referida senda o hacemos en bajada y hacia el oeste unos metros de monte a través, hasta conectar con ella.
El deterioro del carril es más que evidente y adopta una evolución tipo Guadiana, esto es, apareciendo y desapareciendo en según qué tramos. Supongo que sería una pista construida entre los años 70 y 80 cuando se emprendieron tareas de sembrado de pinos (forestación) que abarcaron montes de toda España. Esta práctica frena la erosión que por efecto del viento y las lluvias ocasionan tierras de badlands. Donde ahora vemos pinos, relativamente jóvenes, que se alternan con otros más vetustos, antes proliferaba el esparto, la encina y diversas plantas aromáticas, cuya recolección daba de comer a muchas personas.
El carril se ha deteriorado de forma ostensible, respecto de hace tres años en que lo recorrí por vez primera. Ya en su momento, fue una gran suerte dar con él. A día de hoy, aún se puede seguir, ya que nos facilitará conectar con la Rambla Mayor, y de paso, durante su transcurso, admirar y disfrutar de un paisaje tan árido, abrupto y solitario como este.
La pista se ha desmoronado en algunos tramos y por ello hemos de salvar el obstáculo con algún que otro pequeño brinco.
Al poco de atravesar estos polvorientos abetos, desembocamos en un joven y denso pinar donde la pista por ensalmo desaparece y me daba cuenta, que hasta llegar a un determinado punto de referencia, siempre echaba por trayecto distinto en cada ocasión. Hace tres años, ello no sucedía porque la pista mantenía distinguible su trazado. En este indefinido tramo, es preciso por tanto, andar atentos al gps. Pero tranquilos que solo se trata de unos cientos de metros.
No tuvo que resultar nada sencillo ponerse a plantar árboles entre esas rampas
Estos despeñaderos son espeluznantes. Por aquí anduvieron escondidos algunos desertores (emboscados) en tiempos de la guerra civil, pensando que el conflicto duraría pocos días. Por desgracia, se equivocaban.
Por esta zona, en mi anterior track no perfilado, existía una dificultad que no me terminaba de convencer. Se trataba de bajar por un terraplén cuasi vertical, terreno seco, descompuesto que exigía apretarse los machos y que para más inri, cuando llegabas abajo, debías piruetear para salvar una alambrada cinegética, en la que corrías el riesgo de quedar enganchado a la altura de, salva sea la parte. Aquí en este punto había algo que no cuadraba. Tenía que encontrar un paso más razonable y sencillo.
En esta fotografía se puede observar la caída vertiginosa que presenta el terraplén, correspondiente a una de las ocasiones en que me acompañó un amigo.
Total, que en una nueva incursión, acudí decidido a encontrarle alternativa a este azaroso paso. Previo estudio de la orografía del terreno y deduciendo que la pista primigenia habría de haberse trazado hasta la Rambla Mayor, seguí explorando hasta que di con los restos de una pista, abierta en canal por una enorme zanja, que se halla en vías de extinción. Echo el track por su izquierda.
A los pocos metros, resurge de nuevo en caída trepidante hacia la Rambla. En este tramo tan perpendicular, el bastón nos puede venir de perlas.
Al llegar abajo, hemos de ir pendientes de no tropezar con una valla cinegética, que en este punto, sí se encuentra abatida. Resulta obvio que no soy el único caminante esporádico de estos pagos.
Nada más rebasar este pino, ya vemos a nuestra derecha, el yermo sembrado donde aterrizábamos desde el referido terraplén. El tramo final hasta conectar con un camino que nos lleva a la Rambla Mayor se presenta mucho más corto y sencillo.
Antes de bajar, recreamos las pupilas porque se nos ofrecen buenas vistas hacia los escarpados barrancos, sementeras y montes aledaños a la Rambla Mayor.
Exultante por haber encontrado fácil solución al escollo, muestro los barbechos que más tarde han quedado fuera del track por haber contemplado un itinerario mejor.
No obstante, el recorrido sigue siendo susceptible de mejor pulido.
FINAL PRIMERA PARTE
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