03 enero 2014

MALVARICHE I

Salgo de casa con la ilusión de tener una bonita jornada de senderismo. Hace ya tiempo, que la ruta de Malvariche la tengo marcada en rojo en mi lista de prioridades. Y por fin le ha llegado el momento. De entre las varias opciones que me brinda Wikiloc, me decido por un track del ceheginero Alfonso. Me lo he estudiado bien porque Alsamuz dice que en un tramo del recorrido, hay que subir un fuerte desnivel,  y con precaución, porque es terreno muy descompuesto. Voy solo, es decir, voy con mi Viky, y se agradecen las recomendaciones; si la cosa la encuentro peligrosa, tonterías las justas, asegurando, despacico y buena letra. Las rutas de mi tocayo, siempre son potentes y duras. Todo lo que no sea para él, un recorrido de al menos 20 kilómetros, se le antoja un paseo por la vía verde para mantener a raya el colesterol, pero poca cosa más. Así que, voy mentalizado de echar toda la mañana y parte de la tarde para ejecutarla, y también sé que acabaré cansado y que la excelencia, en una ruta de este tío, la tengo garantizada.
 
Cargado de expectativas, escuchando a Carlos Herrera, salgo a la autovía en dirección a Casas Nuevas.
Nada más pasar el desguace del Julián, me tengo que parar a la derecha pues no puedo dejar pasar sin fotografiar, cielo tan espectacular.
La cosa pinta bien, esta pedazo de alborada es buen augurio.
El lugar de inicio de la ruta, no tiene pérdida. Recién pasada la casa del Calderero, en el cruce con la pista de la Umbría del Bosque, existe una pequeña explanada entre pinos, que encuentro ideal para dejar el coche. Me preparo los apechusques, mochila a la espalda, gepeese al frente, cámara en ristre y comienzo la ruta.
Hasta cruzar la verja del valle de Malvariche, hay que patearse una pista en subida, de algunos kilómetros. Veo en el track, que Alsamuz, algunas curvas, las ataja campo a través. Yo hago lo mismo.
Desde la distancia, comienzo a fijarme en un pico que destaca y es muy llamativo y al que parece, nos dirigimos zigzagueando al encuentro. A mi espalda, el paisaje tampoco desmerece. Las paredes de Peña Rubia destacan entre todas las demás. 


Esta mole a mi izquierda a la que decido echarle un vistazo, antes de cruzar el cercado, creo que es el Risco del Portillo. No parece excesivamente complicado escalarlo, aunque preciso es, extremar precauciones. Al otro lado, destaca el Aguilón...



Viky es muy temeraria. No le teme a las alturas.
A mí me espanta ver como se arrima tanto al precipicio.
La llamo con angustia y desasosiego, pero se hace la sueca...
Decidimos darnos la vuelta, pegados a la cerca. El descenso, destrepando, se hace muy divertido. A veces no te llega la pierna y por ende, el pie para apoyarte en una roca, y tienes que encomendarte a la providencia para que la distancia hasta tocarla no sea mayor de la calculada...otras veces no estás muy seguro si en el precario equilibrio en el que te encuentras, las suelas de tus zapatillas agarrarán bien o por el contrario, sufrirán un desliz y...pero estamos otra vez en rumbo y ritmo de track, sin novedad.





El Valle de Malvariche supone una gozada cruzarlo. 

Antes de llegar a las casas de Malvariche, se nos cruzó en el camino, una manada impresionante de muflones.
Las casas derruidas, siempre han ejercido sobre mí una fascinación especial. Me gusta imaginarme los usos y costumbres que en su momento de esplendor, pudieron tener sus moradores. Donde comían y charlaban en invierno al calor de la lumbre, mientras se asaban las patatas y las tiras de tocino. Donde dormían, donde...
Las casas de Malvariche y de los Quintana, fueron por ello, objetivo cuasi compulsivo de mi cámara...tanto a la ida como a la vuelta.






Nos alejamos de las casas, y si a la vuelta no se nos hace de noche, les dedicaremos algún tiempo más.




FINAL PRIMERA PARTE
  

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