30 diciembre 2020

SENDA DE LOS MORISCOS/CASTILLO IV Y FINAL

Tenía claro que el reportaje de mi excursión al Valle de Ricote se quedaba cojo, incompleto, si no visitaba el emplazamiento del Castillo de Peñascales. Máxime cuando indagando por la red, tropecé con este estupendo video, ameno y muy instructivo que comprendí al instante, me venía de perlas para recapitular las nociones aprendidas del valle y lo que todavía ignoraba del castillo. No te lo pierdas porque es muy ilustrativo de todo cuanto hasta ahora, hemos intentado esbozar aquí.
  
Nos encontramos a orillas de Ricote, un pequeño núcleo defensivo germen de lo que posteriormente sería un próspero poblado árabe y actualmente es la población de Ricote. De sus duros comienzos podemos imaginar tan sólo un pequeño grupo de soldados musulmanes que subsisten con escasos víveres, pero con el ánimo de servir al reino Andalusí que se expande poco a poco por la Península Ibérica. Los árabes, pueblo experimentado en el diseño y construcción de obras de ingeniería hicieron del río Segura su fuente de subsistencia y base de su economía. Esto facilitó el paso del nomadismo al sedentarismo propiciando el nacimiento de nuevos núcleos de población.
Las tierras fértiles del valle hicieron prosperar a la población musulmana y el núcleo defensivo pasó a convertirse paulatinamente en un pequeño poblado cuyas gentes cultivaron la tierra aprovechando los beneficiosos recursos del río Segura. Mediante la construcción de azudes, pequeñas presas de agua y norias rudimentarias se consiguió canalizar el agua por una extensa red de acequias permitiendo el cultivo de cereal, viñedos y olivos, así como el desarrollo de una prospera industria textil con el cultivo del vino, algodón o morera.
Se construyeron otras edificaciones relacionadas con la actividad agrícola como el granero fortificado de Andarax, del siglo XI, situado entre las localidades de Blanca y Abarán. Única construcción de estas características hallada en la Península Ibérica. Esta fortificación erigida 250 metros en lo alto del Cerro de la Cobertera almacenaba el grano recolectado en las prósperas tierras adyacentes y lo protegía de robos e incursiones indeseadas.
Del castillo apenas quedan cuatro piedras pero las panorámicas que desde aquí se divisan, bien merecen el esfuerzo de la subida.
Pero en la historia ha quedado recogido de forma especial el castillo de los Peñascales como escenario de grandes acontecimientos históricos y epicentro de episodios decisivos en el devenir de los habitantes del valle.
La villa de Ricote y la sierra de quien recibe su nombre. ¿O es al contrario? ¿Quién fue primero, el huevo o la gallina? Me queda la duda.
Esta fortaleza presentaba tres sectores bien diferenciados por sucesivas líneas de muralla. Del primer recinto sólo se conservan algunas estructuras murarias, un aljibe y numerosos restos cerámicos que indicaron la existencia de poblamiento estable en su interior. El segundo recinto era un amplio espacio murado de forma poligonal y de aproximadamente 3.000 metros cuadrados de superficie. Un lugar donde los habitantes de la zona podían refugiarse con sus bienes y ganados. Los restos de muralla conservan unos alzados que no superan los 2 metros. Su acceso se situó en el flanco oriental del recinto a través de una puerta que forzaba una entrada en recodo.
El tercer recinto se situaba en lo más alto del monte, siendo la construcción más inaccesible y, por tanto, el último reducto de defensa. Posteriormente, y ya bajo dominio cristiano, se levantó una majestuosa «Torre del Homenaje» en el centro de este recinto.
A finales del siglo IX, el Emir de Al-Ándalus Abdalá I de Córdoba ejercía un implacable gobierno basado en las antiguas leyes del califato de Bagdad. Los muladíes, o nuevos musulmanes, junto a cristianos convertidos al Islam, llamados mozárabes, se rebelaron contra esta autoritaria forma de gobernar.
Las batallas fueron extremadamente encarnizadas entre musulmanes de ambos bandos. Las crónicas de Ibn Hayan relatan cómo las tropas cordobesas del Emir Abdalá sitiaron el castillo. «Las tropas Omeyas se dedicaron a asolar el territorio de Tudmir, el ejército se dirigió a la fortaleza de Rikut que ofreció una gran resistencia. Los Omeyas consiguieron apoderarse del primer recinto pero cuando algunos regresaban al campamento cargados de botín… se produce un contraataque del enemigo que ocasiona muchas bajas en el ejército Omeya.»
Las sucesivas derrotas por todo Al-Ándalus sufridas por el régimen del Emirato de Córdoba dieron paso al esplendor de una nueva dinastía Omeya: «El Califato de Córdoba».
En el siglo XI, el norte de España se fragmentó en tres reinos cristianos, Castilla, Navarra y Aragón.
Mientras en el sur, el reino musulmán de Al-Ándalus vivía su época de esplendor. Uno de los pensadores, filósofo y científico más importante de la historia de Murcia surgió en aquel siglo de oro, se llamó «Ibn Sabín» hijo de una familia rica y muy bien posicionada socialmente. Desde niño se interesó por escuchar y aprender de la pequeña comunidad de filósofos y pensadores que vivían en Ricote. Allí estudió Humanidades y el Corán. Desde muy joven fundó su propia cofradía para comenzar a enseñar y dar a conocer sus pensamientos y escritos. Pronto, sus ideas se esparcieron por Al Ándalus y los reinos árabes hecho que le hizo viajar desde joven hasta Ceuta donde fundó la Secta de los Sabiníes. Su peregrinar le hizo llegar hasta La Meca, en Arabia Saudí, donde murió a la edad de 67 años.
Pero mientras Ibn Sabín se dedicaba a divulgar el conocimiento árabe Ibn Hud, un revolucionario gobernante musulmán, preparaba el asalto al poder Andalusí. Este musulmán, nacido en Zaragoza y descendiente de una familia de alto linaje, siempre estuvo en desacuerdo con la radical forma de gobernar de los Almohades, sucesores de los Omeyas, y canalizó el descontento de su pueblo a través de las armas.
La sangre bañaría de nuevo el valle de Ricote y no sería la última vez. Una calurosa mañana del año 1228, al pie del castillo de Ricote Ibn Hud clavó su lanza en la seca tierra dispuesto a la batalla. Con él, un grupo de soldados ricoteños esperaban la orden del insurrecto general para atacar las defensas de los soldados almohades. La batalla fue rápida y cruel, e Ibn Hud salió victorioso.
Su revuelta se extendió por todo el Reino de Murcia. Después, ciudades como Córdoba, Sevilla, Málaga o Almería fueron sometiéndose a su mandato.
Sin embargo, desde el norte de la península el poder cristiano avanzaba. La reconquista progresaba y tomó más fuerza cuando en 1238 Ibn Hud fue asesinado, diez años después de su levantamiento.
La muerte de Ibn Hud fue el principio del fin del reino musulmán de Al-Ándalus en los siglos posteriores.
Las tropas cristianas bordean los límites de la Murcia musulmana. Están a punto de iniciar sus primeras incursiones en territorio árabe. La caída de Ibn Hud y la rápida sucesión de distintos gobernantes locales sumieron al valle de Ricote en una profunda crisis política, militar y económica y se convirtió en el caldo de cultivo perfecto para que las tropas cristianas penetraran en estas tierras iniciando así su reconquista. En 1243, el bando cristiano, encabezado por el Infante Don Alfonso y el bando musulmán, formado por numerosos gobernantes locales, incluido el de Ricote, firmaron el Pacto de Alcaraz. Con ello capitulaban ante la supremacía de Castilla.

La mitad de las rentas públicas y las fortalezas pasaron a manos de los castellanos, entre ellas, el castillo de Peñascales, Blanca y Ojós. A cambio, los castellanos protegerían a los musulmanes, ahora llamados mudéjares, que quisieran vivir en las tierras conquistadas.
Al descender del castillo, me dirijo hacia la famosa olivera que nos pilla próxima para inmortalizarla. Aunque es más que probable que también me sobreviva a mí. ¿Será cierto que se le estima una antigüedad de 1400 años? Cuesta creerlo.
Del matusalén olivo nos trasladamos al pueblo de Ricote y nos damos un garbeo por algunas de sus calles. La mañana, aunque soleada es desapacible pues corre un viento gélido que corta el cutis.
Visitamos la iglesia de San Sebastián, es decir, su fachada. Se halla yuxtapuesta a las calles colindantes por lo que resulta complicado tomarle fotos sin interferencias.  
Monumento a los caídos en la guerra civil. 
Se encuentra justo enfrente de la fachada principal de la iglesia.
Y esto es todo amigos; hasta aquí mi periplo por esta fecunda tierra preñada de historia que supone el Valle de Ricote, en Murcia, España.
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!

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