25 septiembre 2019

DINOSAURIOS EN LA SIERRA DE LAS VILLAS I

Dice el refrán que en el comer y el follar todo es empezar, y lo mismo ocurre con este espacio, que después del parón veraniego, como no hagas el ánimo y tecleés la primera palabra, es que un día por otro, lo vas dejando, te engandulas y al final terminas perdiendo el impulso y las motivaciones necesarias que en su día te llevaron a inaugurarlo. ¿Y debemos permitir que tal cosa suceda? Pues claro que no, al menos de momento, así que, después del paréntesis estival, arrancamos y retomamos el sano ejercicio de nuestros regulares paseos por el monte y así obtener nuevo material con que seguir nutriendo este cartapacio de aventurillas serranas que supone este blog.
En este ya finiquitado verano de letargo mental y corporal, entre otras lecturas, insistí y anduve por las que trataron el mundo de los dinosaurios. El doctor Parreño, el de Cañada de Canara, el que tiene un laboratorio clandestino en la Hoya Don Gil, donde hace experimentos con saurios probeta, ya hace tiempo que la pifió de modo irreversible, porque ha terminado por sembrar el monte del noroeste murciano y limítrofes, de variopintas criaturas del Jurásico y Cretácico, hasta el punto de que me tiene el tío hasta los mismísimos bemoles por los continuos soponcios que me provoca, que no hay derecho vaya, tener que llevarse uno semejantes sustos por esos montes de dios, que no me explico como las autoridades municipales y estatales no toman ya cartas en el asunto y le clausuran ipso facto el quiosco, que luego vendrán las madres mías buscando depurar responsabilidades cuando ya las cosas no tengan remedio, que a ver si es que van a estar todos estos indolentes e ineptos, por no decir untados, metidos hasta las ingles en el ajo; ¡Ay dios! la cuestión es que todo este enredo surrealista ha suscitado en mí que no haya tenido más remedio que instruirme acerca del comportamiento de esos bichos no sea que algún despistado ejemplar de terópodo, presuntamente injertado en vegano, se percate de mi aspecto magro apetecible y decida un mal día hincarme el diente al objeto de comprobar, qué aromas y esencias gustativas le sugiere mi cincuentón cuerpo serrano. 

Hacia finales del mes de agosto, hice en solitario, en un día de intenso calor que casi me llevó a la extenuación, mi primera incursión por la hasta ahora desconocida para mí, sierra de las Villas. Y se me ha ocurrido, que tal vez, aprovechando las fotos que tomara aquel día junto con los nuevos conocimientos adquiridos, que podía intentar mostrar el paisaje y al mismo tiempo, recrear en la medida de mis posibilidades, el sorprendente mundo de los dinosaurios. Del resultado de esta miscelánea de vasto Parque Jurásico en la sierra de las Villas, ni yo mismo respondo aunque te advierto amig@ lector, que he tomado muchas notas y con que solo te despierte una mínima curiosidad el mundo de los saurios, te prometo que juntos conoceremos detalles increíbles acerca de la vida de esos colosos que dominaron la tierra hace la friolera de 66 millones de años.
Para tal menester, emplearemos una excursión de 24 km que discurre mayoritariamente por pistas y sendas, que como ya veremos, recorre parajes y rincones de singular belleza. Durante el verano, si salgo a caminar, excepción hecha de la sierra de Burete que conozco como mi propia casa, prefiero elegir rutas que en caso de incendio, dispongan de un asequible y rápido escape. Y desde luego esta, que ya en 2005 había sufrido un importante incendio, figuraba a priori casi libre de tal eventualidad y peligro, tan desprovista de floresta ergo combustible como se halla. Parecía por tanto, el entorno apropiado para que "mis bichos" del jurásico y cretácico pudieran brillar soberanos, en toda su majestad y esplendor.

El track utilizado que me hizo de cicerone fue el del wikipero colega senderista, alias alexandermágina, ya conocido de otras ocasiones, y que entre otras virtudes, se caracteriza por la completa y pormenorizada descripción que hace de sus rutas. Yo haré alguna que otra añadidura en momentos y parajes puntuales pero me centraré esencialmente en el mundo de las bestias pardas de la era Mesozoica o secundaria (252-66 millones de años).
El track sobre el mapa
El perfil de la ruta en relieve y sobre Google Earth
La masa de agua que se puede observar en la parte superior de la imagen corresponde al emblemático embalse de Tranco de Beas.     
Desde Cehegín, pasando por Santiago de la Espada, Hornos y El Tranco, se tardan en llegar al punto de inicio algo menos de tres horas. Después de visitar el coqueto y emblemático paraje del Charco del Aceite, un lugar muy frecuentado por turistas y bañistas, sobre todo en época estival, ascendemos a través de una carretera (JF-7155), al principio muy serpenteante, que atraviesa de norte a sur la sierra de las Villas. Nosotros aparcaremos el coche en un cruce de vías, a poco más de 5 km del puente de los Agustines y el referido Charco del Aceite.
El autor del track propone hacer el recorrido según el sentido de las agujas del reloj. Nosotros, caprichos del que suscribe, decidimos hacerlo en sentido contrario y al poco nos llama la atención los espectaculares cortados de La Piedra del Enjambre, primero de nuestros puntos de interés. Más tarde veremos el paisaje encaramados desde su cogote.  
A mí me enseñaron que los dinosaurios que habitaron la Tierra hace 66 millones de años, fueron unas criaturas estúpidas, que se movían de forma lenta y torpe, tan poco adaptadas a su ambiente que no podían hacer otra cosa que desplazarse con pesadez mientras pasaba el tiempo, a la espera inexorable de su extinción. Chascos evolutivos, callejones sin salida en la historia de la vida, errores del creador, por así decir. Bestias primitivas que campaban a sus anchas, muchísimo tiempo antes de que Ayla y Jondalar (protagonistas de la saga “Los Hijos de la Tierra”) entraran en escena, en un mundo primigenio tan diferente del actual que bien pudiera haberse tratado el nuestro, del planeta de otra galaxia. Los dinosaurios eran curiosidades que se podían ver en los museos, monstruos de película, razón de algunas de nuestras pesadillas de críos, pero en todo caso, ya irrelevantes en la edad adulta. Las conclusiones más evidentes que uno extrae después de haber leído algunos libros sobre estas colosales criaturas es que muchos han sido los estereotipos que en los últimos años se han ido desmontando, a medida que una nueva generación de paleontólogos investigadores ha ido recolectando fósiles de dinosaurios a un ritmo sin precedentes. En la actualidad se encuentra una nueva especie cada semana, por término medio, sea en los desiertos de Argentina o en los páramos helados de Alaska. Y ya no se trata solo de los previsibles hallazgos del futuro sino de los nuevos métodos, técnicas para entender la biología y evolución que los pioneros predecesores en su estudio, no habrían siquiera concebido o acertado imaginar. El futuro de la paleontología dinosauria se presenta apasionante. Y quien sabe si lo que imaginó Michael Crichton en su novela, no se logre alguna vez hacer realidad.
El primero de los libros que me eché al coleto fue este...
 La cuestión es que hablaban muy bien sobre la reciente publicación en 2019 de este libro; que si una esclarecedora narración científica, que si una lectura indispensable para los apasionados de estos antiguos reptiles; que si fascinante divulgación científica, que si lectura cautivadora; ciencia de primera clase, que si un estudio apasionante, el mejor libro escrito nunca sobre los dinosaurios…etc., vamos que tenía que agenciármelo sí o sí y de hecho el tocho de 400 pag me lo leí en apenas una semana. Finalmente no me parece que la cosa haya sido para tanto, sobre todo después de haber leído este otro volumen, como mínimo, igual de didáctico y ameno que aquel…
Stephen Brusatte es un paleontólogo y biólogo evolutivo estadounidense, especializado en la anatomía y evolución de los dinosaurios. Es bastante joven, 35 años, y aunque no me atrevería a catalogarlo de "millennial", da la impresión de ser un tipo bastante popular y mediático en su campo, y por tanto seguro que lo consideran sus homólogos, gran divulgador unos (partidarios) showman diletante otros (detractores). 
Al señor Steve Brusatte hay que reconocerle el mérito de utilizar un estilo asequible al profano, casi coloquial, que no emplea demasiados tecnicismos; a ratos literario y otros desenfadado, con alguna que otra agudeza o toque de humor, haciendo de la lectura, un ejercicio ágil y divertido, de este modo a los aficionados, a quienes está dirigido este libro, el relato nunca nos pierde interés, ofreciéndonos la oportunidad de conocer cuestiones no solo sobre el estudio de los dinosaurios sino también de los apocalípticos cambios que lleva sufriendo nuestro planeta desde su misma génesis.
Una de los pocos "peros" que podría ponerle al libro del señor Brusatte es que no trata el Spinosaurio, es decir, en su obra, este dinosaurio no aparece por ninguna parte, brilla por su ausencia. El chasco ha sido grande pues esperaba que lo tratara tan largo y tendido, como hace con su favorito, el Tiranosaurio Rex, al que le dedica todo un rendido y extenso capítulo. En el mismo (que fusilaremos casi al completo) nos desvela los últimos hallazgos de fósiles y consiguientes descubrimientos acerca de su comportamiento, probable aspecto, peculiaridades, ubicación y entorno por el que se desenvolvía, modo de vida etc., todo muy interesante, sin duda, pero al otro ejemplar, aquel que fuera el más enorme y aterrador bicharraco que ha existido jamás sobre la tierra, a esa criatura no le dedica ni una palabra, aunque solo fuera para desmentir que tal terrorífico animal hubiera existido alguna vez. Por esta razón debo admitir que me ha dejado la lectura de este libro un sabor agridulce, pues he quedado un tanto desubicado y por tanto, decepcionado.
Un tiranosaurio acechando a un simpático e incauto brachiosaurus bajo la piedra del Enjambre. 
Sin duda el T. Rex es el terópedo más popular y mediático por considerarse hasta hace poco el más feroz y gigantesco carnívoro que ha existido jamás sobre la tierra. De hecho, vive en la mente de todos como el rey de los dinosaurios carnívoros. Se trataba de un animal de proporciones monstruosas. Vivió en uno de los periodos más conocidos de la era Mesozoica. Fue la estrella de Parque Jurásico y lo más importante, sus fósiles fueron descubiertos hace casi 150 años. 
Ello tuvo lugar en 1874, mucho antes del descubrimiento de varios de sus gigantescos primos, ya adentrado el siglo XX. El hecho de que fuera descubierto hace tantos años y que durante muchas décadas, ningún otro hallazgo lograra eclipsarlo ni de lejos, ha conseguido que este dinosaurio se haya erigido y consolidado como el rey non plus ultra de todos los saurios.
Ahora bien, este coloso no fue el único terópodo (dinosaurios bípedos, la mayoría carnívoros) en hacer temblar la tierra bajo sus zancadas. Existió un monstruo todavía más aterrador. Más grande y pesado que dominó el planeta unos 30 millones de años antes de la aparición del tiranosaurio. Una bestia de tan descomunales proporciones que de haberse tropezado con el Rex, al menos le hubiera presentado batalla y tal vez con un desenlace en tablas.

El primer ejemplar de Spinosaurus fue descubierto en Egipto, hacia 1912. Huesos dispersos que se hallaban desde esa fecha en un museo de Alemania, en parte destruidos más tarde durante la II guerra mundial tras un bombardeo aliado. Nunca hasta 2014 se había logrado componer el puzzle de su esqueleto. Todo cambió al ser hallado el 40% de este, en el Sahara marroquí. Se logró reconstruir el resto mediante tecnología informática.

Tuvo que ser una pesadilla viviente para toda criatura que se cruzara con él. Era capaz de vivir en la tierra y en el agua, en forma muy parecida a los cocodrilos de nuestros tiempos. Tenía una gran espina dorsal en su lomo, dándole una apariencia mucho más grande e imponente. Los paleontólogos no se ponen de acuerdo pero algunos creen que se alimentaba exclusivamente de peces.

La medida promedio de su cráneo era un cuarto de metro más largo que el cráneo más grande registrado de un tiranosaurio –gracias a su hocico alargado– y los especímenes adultos más pequeños eran casi tres metros más grandes que los especímenes adultos de T. Rex de mayor tamaño, es decir, todo un descomunal lagarto, muy adecuado para llevárselo de mascota al parque enfrente de casa.
En la tercera secuela de Jurassic Park, ya imagina su director que el espinosaurio subyuga en el cuerpo a cuerpo al tiranosaurio. Se trata de una licencia fantástica muy especulativa por cuanto este imaginario enfrentamiento nunca hubiese existido ya que el T. Rex vivió entre 30-40 millones de años más tarde, y medraron en latitudes muy diferentes el uno del otro, aunque dados los atributos físicos de ambos, el combate a muerte pudo haber sido tal y como recrea la película. Pero algunos paleontólogos objetan que Spinosaurus nunca hubiera vencido en un supuesto combate contra el rex, ya que este tenía mucha mayor fuerza en la mandíbula, aparte que la delicada vela de aquel le hubiera supuesto un serio talón de Aquiles que le llevara acarreado a la postre, tener que besar la lona. Aún así, y por mucho que lo digan Brusatte y sus colegas, nos seguimos moviendo en el mundo de las conjeturas pues nunca se conocerá a ciencia cierta como fueron y se comportaron en realidad, estas monstruosas criaturas. 

Pero volvamos al quid de la cuestión. Si la existencia del espinosaurio fue real, a tenor de los variados artículos, incluso del National Geographic que se pueden consultar en la red… ¿cómo es posible que Brusatte ni siquiera lo refiera en su libro cuando hace mención de tantos otros especímenes? Eso es lo que me descoloca y confunde de su obra porque el bicho en cuestión hubiera merecido cuanto menos una comparativa y estudio respecto de su mimado que se le cae la baba el T. Rex. Tras los últimos descubrimientos, y pese a la supuesta vulnerabilidad que presentaba el velamen de su lomo, me inclino a pensar que el cetro como depredador más completo y aterrador que ha existido jamás sobre la tierra le pertenece por derecho propio al Spinosaurio. Al césar lo que es del césar.
Continuamos avanzando a través de la pista de La Albarda que nos ofrece un fabuloso y despejado paisaje en derredor. Ya se imagina uno lo exuberante del follaje de estos contornos antes del incendio.
Esa empinada y sinuosa pista que se observa en la imagen la utilizaremos a la vuelta, obviando el tramo final del track. Todo parece indicar que se trata de un carril utilizado para saca de madera o desembosque. La apertura de caminos mediante bulldozer suele ser frecuente en nuestros montes, con el fin de proporcionar acceso a ciertas zonas de un terreno forestal que favorezca la explotación de sus recursos y utilización en caso de incendio. Los tramos más empinados se hallan adoquinados. No les arriendo la ganancia a quienes en mojado decidan bajar por este empedrado.
A pesar del tiempo transcurrido, 14 años, aún se observan por doquier los estragos que causó el incendio.
La pista va ascendiendo y rodeando de manera muy progresiva a la piedra del Enjambre. Muy pronto llegamos casi a su cima sin apenas darnos cuenta.
Este carril, en su mayor parte, adoquinado, conecta la pista hacia la Casa del Tejuelo con otra a nivel inferior que conduce hacia la Choza de la Albarda (ruinas). Al fondo Almagreros (1565m).
FINAL PRIMERA PARTE