11 enero 2025

POR EL CARAMUCEL Y SANJOY II y Final (Sierra de la Pila) (en construcción)

Por fin avistamos el cilindro del vértice geodésico. Aquí tengo pensado sacar a Yoda de la mochila para que le dé un poco el aire, recrearme un poquito en el paisaje y comer algo. Estos momentos físico emocionales, espirituales si se quiere, de completa armonía, no se pueden pagar con dinero. Aquí puedo intuir como debe sentirse un habitante de Sanjoy, cuando tiene claros y bien consolidados sus principios de cómo debe vivir su existencia en pro de su coherencia ideológica y equilibrio interior. Yo es que me siento eremita y comunitario a ratos, pero como me reprocharía Viky, en el punto álgido de nuestra batalla dialéctica, soy en realidad un místico de pacotilla, como lo es el político que se declara comunista y vive una vida de lujos, casoplones, despilfarro y auténtico desenfreno. Como diría aquel, la ideología es solo para los pobres. En fin, que me voy por los cerros del Caramucel, que aquí estoy disfrutando el momento con todos los sentidos y alguno más que todavía no se haya descubierto.
Aquí tenemos al impertérrito Yoda, inasequible al transcurrir del tiempo. Sereno y estoico a los designios del dueño que le ha tocado en suerte. Esa templanza y austeridad en el gesto para mí la quisiera. Si existe una figura made in china que maride bien con estos paisajes sanjoyanos, esa es la de este matusalén supremo de la galaxia.
No hay derecho a que no pase el tiempo por este fantoche cinematográfico, galáctico interplanetario...a este paso, todavía lo pillo. Lo único que se le ha fastidiado en todo este tiempo es el mango de la espada láser, pero por lo demás, ni artrosis articular, ni reuma, ni lumbalgia, ni colesterol alto, ni problemas de próstata, ni sordera, ni le crecen las orejas, ni pelos a mansalva en las ídem y nariz...nada, el tío luce así de inmaculado cuasi como el primer día, aunque, eso sí, cada día que pasa me voy pareciendo más a él; no dicen que la mascota suele ser la viva estampa de su dueño...o era al revés? La metamorfosis por inducción o transmisión de proximidad es lo que tiene.
No suelo permanecer demasiado tiempo en los recesos porque luego me cuesta calentar. Así que, tras las capturas ya vistas en el emblemático punto, estudio el gps porque ahora hemos de conectar con esa pista que se ve por abajo. El descenso puede ser arduo.
Si algo me resulta divertido a la par que excitante, es seguir un track a través del gps, sobre todo si me pongo en la tesitura de, qué sería de mí en determinadas coyunturas orográficas si no dispusiera del cicerone electrónico. Porque en un momento dado, hay que estudiar un poquito el asunto y poner el zoom del Garmin al 70 u 80% para encontrar el cuele por un estrecho pasillo que te traslada a la tendida ladera previa al enganche con la pista.  
Como me indica el track, me he tenido que colar por el estrecho pasillo en curva, que se observa en el centro de la imagen, donde hay que rebasar el tronco de un pino.
Y cuidaíco porque la ladera presenta bastante inclinación.
Una vez alcanzada la pista, y alzada la vista hacia las azafranadas paredes del Caramucel, solo toca disfrutar.
El muro es inmenso y me viene a la mente el equipo de Félix Rodríguez de la Fuente, apostados y camuflados pacientemente por aquí, tratando de filmar las evoluciones del búho real.
He indagado en la red, y parece ser que en el pasado sí se solían trepar estas paredes, aunque en la actualidad, está prohibida la escalada durante todo el año.
Después de disfrutar de las bonitas paredes del Caramucel, cuya toponimia se especula que puede proceder de Turquía, donde existe una ciudad de nombre Karamürsel, sobrepasamos de nuevo la cancela, ahora en sentido inverso, para torcer a nuestra derecha, por las solanas del Peñasco Colorado, buscando Sanjoy, cuyas primeras ruinas, ya las tenemos a la vista.
Según vamos descendiendo, fotografiamos el paisaje y aquellos elementos de construcción antropogénica que nos salen al paso, ora una balsa, ora unos terruños aterrazados, unas mangueras, un cortijo derruido, etc.
La sierra del Viar, otra vez erigiéndose en prominencia orográfica acaparadora y protagonista. 
Resquicios de un pasado esplendor en Sanjoy de Arriba.
Lo que parece un hidroavión militar.
El agua de la que se abastecen los sanjoyanos para sus cultivos.
En efecto, veo humo que sale de las chimeneas. ¡Hay vida en Sanjoy!
Aeonio u Oreja de Abad, también conocida como Planta del aire, es muy abundante en las Islas Canarias, con más de 30 variedades diferentes.
Reconozco la vivienda a la que me invitó a entrar Mauri.
Dándome un garbeo por la aldea, que encontré algo más desvencijada o derruida que la vez anterior. Por lo menos recibí esa sensación.
Debe ser de las casas mejor conservadas de por aquí, con el emblema en la puerta de la bandera turca.
He leído en la red que Sanjoy, perteneciente al municipio de Blanca, fue un poblado abandonado hace unos 55 años, cuyos habitantes se dedicaban al cultivo del cereal, esparto, olivos, plantas aromáticas y a la apicultura. Que contaba con escuela y ermita en las cercanas Casas de Serrano. Varios estudiosos de este lugar conjeturan que el topónimo procede del idioma bengalí que significa: el que siempre sale victorioso. Algo parecido a lo ya mencionado sobre el origen del Caramucel. Es por tanto muy probable que antaño, recalaran personas de oriundez islámica y/o asiática y establecieran por aquí su medio de vida y morada.
A pesar del tinte romántico de que los acomodados senderistas solemos impregnar estos caminos y rincones de dios, la verdad es que la subsistencia en este poblado, nunca tuvo que ser fácil. Ya hemos visto unas cuantas aldeas semiderruidas de este jaez y tampoco debemos evaluar las condiciones socio culturales de antaño con los ojos de hoy. Si bien para acceder a las casas no existía camino, sino empinadas sendas, también tenía que ofrecer un cuadro de lo más armonioso ver cultivados los numerosos huertos aterrazados, con sus ribazos y senderos bien arreglados, sus olivos, sus almendros, sus colmenas, sus campos de cereal, sus espacios de caza, sus montes de esparto, recogida de plantas aromáticas y muchos otros medios de vida que ahora no se me ocurren o se me escapan. Aunque Sanjoy no existe en el santoral católico, parece ser que rendían culto a la virgen del Carmen y durante sus fiestas, que se celebraban en la era más grande del pueblo, se pintaban solos para la juerga y el baile, acudiendo gentes de todos los caseríos de alrededor. En fin, es que la diferencia reside en la mente, en la forma de pensar, y aunque yo sería incapaz de vivir en la precariedad en la que parece hacerlo esta gente, sin la comodidades de que disfrutamos en la mayoría de nuestros actuales hogares, hay que pararse a pensar si de verdad ello nos compensa el estrés y ansiedad, pago abusivo de impuestos que muchas personas soportamos para mantener y costear todo ello.
Hay dos perros en las inmediaciones de la casa en la que hace diez años me introdujo Mauri, que no paran de ladrarme. Blando el bastón por si las moscas, caminando decidido hacia ellos, aparentando arrojo y naturalidad, pues de sobra es sabido que los cánidos olfatean el miedo a la legua. Antes de llegar a su altura, sale de la casa Mané, con el que converso amigablemente durante bastante rato. Es un chico afable, de buen trato, de treinta y tantos, de fluida, bien formada y agradable conversación. Los dos seguimos por Telegram al Lobo Estepario y ello nos transmite una complicidad recíproca. Le pregunto que fue de los chicos que yo conocí hace diez años y me responde que hace mucho que se marcharon. Aquello no salió bien y sin entrar en detalles, acabó como el rosario de la aurora. Entretanto, hace su aparición una ambulancia que trae de vuelta a una sanjoyana que padece un problema de cadera. Yo estoy la mar de a gusto platicando con él, pero al mismo tiempo, inquieto, porque llevaba buena hora para llegar a casa a la hora de comer, y ya se me está haciendo muy tarde. Me cuenta algunos interesantes chismes y sucesos acontecidos en Sanjoy, que no debo reproducir aquí, y entre otros asuntos, me comenta que está construyendo un bar, para dar servicio a los incontables senderistas y ciclistas que visitan este apartado rincón. Que la iniciativa puede resultarle rentable al poblado como otro medio más de buscarse las habichuelas. Le prometo que cuando esté terminado, acudiré por allí de vez en cuando para hacerle gasto. Es un chico encantador, que me habló de un programa de la 7TV donde salen todos los habitantes actuales (siete u ocho personas, bien avenidas, si mal no recuerdo), hablando de su modus vivendi, forma de pensar y estilo de vida, que por más que busco, no logro dar con él. Si alguien diera con el enlace, le agradecería lo pudiera compartir conmigo en comentarios. En fin, me hago unas fotos con él, antes de marcharme, pero olvidé que tenía la cámara en modo manual, y salen todas las fotos bastante desenfocadas. Esta es la única que medio se puede salvar de la papelera de reciclaje.
Excursión interesante, instructiva, reconfortante donde las haya. Veo con alegría azulear el Dacia y hacia las ruinas de la Casa del Cura me dirijo a buen paso, fotografiando por enésima vez, Sanjoy, el Almorchón y la sierra del Viar.
Al regreso, me detengo unos instantes para registrar el topónimo que la cartografía denomina como Casa del Manco, aunque también lo he visto escrito en plural. Parece cuidada y bien conservada, adornada de enseres y bonitos detalles. Husmeo un poquito pero sin acercarme demasiado.
Durante el camino de vuelta por la pista, aún me detengo un par de veces para registrar las siguientes imágenes de unas singulares prominencias que me parecen dignas de ser incluidas en este reportaje.

Sigo en mis trece de pensar que la región de Murcia todavía me habrá de deparar bonitos e interesantes tesoros culturales y paisajísticos por descubrir. De hecho, hice otra incursión a la sierra de la Pila, tras esta, para conocer, entre otros lugares, la cueva de la Excomunión o también conocida como la de Jaime el Barbudo, pero claro, esa es otra historia que tocará contarla en la próxima entrada de este blog. Así pues...
¡HASTA LA PRÓXIMA!

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