12 septiembre 2024

POR LOS HORNOS DE AZUFRE DE MOHARQUE (Salmerón, Moratalla) I

También se les conoce por los hornos de Mobarque y no quería yo pasar página de esta comarca sin antes darme un garbeo por donde se encuentran, para comprobar de primera mano qué es lo que queda en pie de su original estructura. Así pues, estudio su ubicación y los varios itinerarios que existen disponibles en don Wikiloc y enfilo la proa de mi troncomóvil al lugar en cuestión. Lo estaciono a cierta distancia, por aquello de sudar un poco la camiseta y me encamino hacia los antiguos hornos, en una calurosa mañana de primeros de septiembre del 2024. Desenfundo mi arma reglamentaria y a lo primero que disparo en la línea del horizonte es a las ya familiares moles peladas de las sierras de Cubillas, Pajares y Los Donceles.
Y claro, al cabezón necio del cerro del Monegrillo, que tengo a mi espalda y que celoso él, también reclama su cuota de pantalla.
Los yacimientos de azufre del coto minero de Hellín no se circunscribían sólo a la pedanía de Las Minas, sino que también existieron otros, aunque de menor relevancia, en la vecina salmerón de Moratalla. Consecuencia de aquella explotación en demarcación murciana, se encuentran hoy las ruinas de dos baterías de hornos tipo Claret, en manifiesto proceso de derrumbe, donde se hace perentoria una urgentísima actuación de restauración si en verdad se pretende salvar lo poco que ya queda en pie de lo que en su día fueran unas sólidas construcciones. Desde un punto de vista patrimonial, histórico, cultural, paisajístico, geológico y didáctico estaría más que justificado su rescate, pero me da a mí que para estos menesteres no hay un chavo y el único horno que todavía queda en pie, en el que te puedes introducir erguido, sin riesgo de que te caiga una tonelada de cascotes encima, si nadie lo remedia, me temo que se encuentra ya condenado y listo para sentencia. En fin, me doy una vuelta por lo que queda de ambas baterías a ver lo que puedo aprovechar.
La separación del azufre de la roca por fusión se conseguía mediante el empleo de hornos tipo Calcaroni. Este procedimiento vino de Sicilia y se instauró en este distrito minero desde su inicio por su bajo coste y su facilidad de construcción, pero no eran del todo eficientes y se necesitaba una gran cantidad de leña y tiempo para la fundición, por lo que éstos se fueron mejorando a medida que aumentaba el conocimiento en el proceso de fundición.
Nuevamente la innovación vino de Italia para estos hornos de primera fusión, llamados así porque el producto que se obtenía era posteriormente tratado y destilado en otros hornos de refine.
Los hornos de primera fusión evolucionaron a los hornos Gill, que tomaron el nombre de su inventor. 
La mejora consistía en construirlos en grupos y comunicarlos entre sí, haciendo que el fuego y los vapores pasasen de la cámara del primero a la cámara del siguiente y así de manera sucesiva. De esta forma, mientras el primero ardía y todo el material se fundía, se procedía a la carga de mineral en el siguiente, ahorrando en combustible y en tiempo. Aun así, el tiempo de fusión duraba más de un mes y en él, se perdía parte de la carga en la combustión del propio azufre.
Los hornos de Moharque son de tipo Claret una variación en la construcción de los hornos Gill. Se hicieron muy eficientes obteniéndose rendimientos superiores al 70% de azufre contenido en la roca. Se caracterizaban por comunicarse entre sí con una cámara de sublimación, la cual queda comunicada con una chimenea común a todos los hornos. 
Estos hornos daban servicio a las concesiones Guillermo y Mari Paz, que ocupaban alrededor de 86 hectáreas. En estas instalaciones en un principio prometedoras, se obtuvieron buenos rendimientos debido a la producción de las minas Guillermo y Mari Paz, aunque esto duró poco tiempo. Según Romera Tébar (2015) “el principal problema que tuvo no fue derivado del sistema de explotación o del propio azufre, sino de la administración que se llevó a cabo”. Junto con el bajo precio del azufre de aquel momento y el cierre inminente de todo el coto minero, hizo que estas minas y los hornos de Moharque estuvieran produciendo pocos años.
El conjunto está compuesto por dos baterías de hornos tipo Claret, una de seis y otra de tres, una entrada de pozo y una gran escombrera. El primero de estos grupos tiene seis hornos que fueron utilizados para la primera fusión de azufre. De estos seis, el más próximo al pozo de extracción, hoy totalmente colmatado, se encuentra semiderruido y los otros cinco en relativo buen estado, si bien algunos tienen importantes grietas en sus paredes. Tras su abandono algunos de estos hornos quedaron sin vaciar, llenos de rocas con azufre. Otros fueron descargados y es posible entrar y ver desde su interior con cierta precisión cómo era el trabajo de los mineros y el procedimiento de extracción del azufre.
El segundo grupo, está a unos metros apartado del anterior en dirección Este. Está formado por tres hornos que son los más grandes, los mejor conservados con unas cúpulas en mejor estado. Debieron ser usados para el refine del azufre obtenido de los anteriores. FUENTE.
Daniel Carmona Zubiri los describe en su libro de la forma siguiente: Los hornos de tipo Claret se componían de un cuerpo principal de sección troncocónica cubierto por una bóveda hemisférica de escasa altura y abierta en su clave. La obra era de mampostería y mortero bastardo y quedaba reforzada por algunos contrafuertes. Generalmente se construían en grupos, de número variable, unos junto a los otros, aprovechando como mampuesto el propio escorial rocoso de la mina, bien de las capas de estéril, bien del calcinado. El horno se construía con dos entradas a dos alturas diferentes: la superior se utilizaba para cargarlo, mientras la inferior era para la descarga de la escoria.

Cercana a la puerta inferior se encontraba el hogar del horno, construido con ladrillo refractario. El hogar albergaba una parrilla, que lo dividía en dos y sobre la que se colocaba la antracita, utilizada como combustible del horno; la parte inferior del horno, el cenicero, quedaba para recibir las cenizas de la combustión. Del hogar partía un conducto que atravesaba el suelo inclinado del horno y se prolongaba por la pared en forma de chimenea. Su finalidad era conducir el calor procedente del hogar por todo el horno, de forma que incluso el azufre situado en la parte alta lo recibiera.
Una vez caliente el horno, comenzaban a desprenderse los primeros gases, especialmente vapor de agua que era expulsado al exterior directamente mediante un conducto conectado con una salida de humos ubicada en el exterior. A su vez, esta salida de humos quedaba conectada con una segunda salida de humos que conducía los gases hacia una camareta subterránea. Esta segunda salida entraba en juego en el momento en que se alcanzaba el punto de fusión del azufre, pues entonces los gases contenían polvo de azufre en suspensión. Para ello se cerraba la primera salida, que daba al exterior, y los gases se desviaban hacia la segunda, donde hacia la camareta. Allí las partículas de azufre en suspensión sufrían un brusco enfriamiento al atravesarla y precipitaban, depositándose sobre sus paredes y suelo. Los gases restantes salían al exterior por una chimenea trasera.
Entretanto el azufre se había fundido en el cuerpo principal de horno y se había ido depositando en forma líquida sobre el suelo. Su extracción se realizaría mediante el "pinchado" a través del lateral de la puerta del hogar. Previamente al encendido del mismo el lateral se tapaba con un poco de barro que actuaría como barrera para evitar que se desparramara el azufre. Una vez fundido éste, se pinchaba el barro con unas largas barras de hierro. El azufre se vertía derretido en unas gavetas de madera previamente humedecidas en las que se trasladaba a la cámara de sublimación. Este azufre se conocía como "de primera fusión" o "tercera". De color verde oscuro, su porcentaje de pureza apenas alcanzaba un 90%. Por otra parte, el polvo de azufre depositado en la camareta no se desaprovechaba, puesto que se recogía para mezclarlo con el azufre flor.
El último proceso de este ciclo minero industrial era la sublimación, cuya finalidad era elevar al máximo la pureza del azufre (99%). Tradicionalmente considerado parte del beneficio, pues de hecho no era más que una segunda fusión que se ejecutaba en los mismos hornos, en época industrial adquiere entidad propia, lo que implica espacio específico y maquinaria. La sublimación permite la elaboración de los distintos productos azufreros, mediante pequeñas variaciones en las cámaras y hornos de sublimación.
Estas cámaras constaban de dos ambientes conectados. El primero de ellos contenía la maquinaria que licuaba el azufre de primera fusión. El segundo se conocía como "cámara de gran volumen" porque fundamentalmente era eso, un enorme ambiente vacío en el que el azufre se sublimaba y se depositaba. Para licuar el azufre se utilizaba un horno de licuación que en su parte superior constaba de una 'bañera" en la que se introducía el azufre de primera fusión. Allí se calentaba hasta licuarse. Entonces vertía a través de un conducto en la retorta donde se convertía en gas. La energía para su licuado y posterior gasificado procedía de un hogar muy similar al de los hornos Claret, compartimentado por una parrilla sobre la que se colocaba el combustible, hulla de llama larga, calentada previamente con monte bajo o gas. La parte de abajo queda para el cenicero. Una vez gasificado pasaba a la cámara de gran volumen, un ambiente de 3000m³ en el que el gas se enfriaba y se sublimaba, convirtiéndose en "copitos" de azufre: La flor del azufre.
La flor del azufre o azufre en flor era el producto más demandado y apreciado por su pureza, y consecuentemente el que más cotización alcanzaba en el mercado. Sus principales aplicaciones se enfocaban a la agricultura, especialmente al sulfatado de la vid, pero también a la elaboración de productos farmacéuticos. El azufre en flor de Hellín era considerado muy altamente en los mercados nacionales e internacionales por su pureza y calidad, lo que le hacían ideal para la industria farmacéutica pues otros azufres contenían pequeñas partes de arsénico que los hacían venenosos para el hombre. No obstante, en el proceso de sublimación también se generaba "azufre terrón", un subproducto que también se obtiene del refino del petróleo, de ciertos yacimientos de Polonia o de los gases de la región francesa de Lacq. El azufre terrón se molía mediante un molino muy similar al harinero y se obtenía el "azufre molido", utilizado en la industria papelera y pañera para blanquear y con otros fines industriales.
Aquí un corto de vídeo filmado en el interior del horno mejor conservado de todos los hallados aquí. La resolución se puede mejorar a 720p.
Desde esta perspectiva se observan las dos baterías de hornos que conformaban los de Moharque o Mobarque, como  también se les denomina.
Los hornos, como se puede apreciar mediante las imágenes, ya se encuentran en proceso inexorable de descomposición y derrumbe, si ningún ente o administración lo remedian.
Me imagino las duras jornadas de trabajo que tuvieron que soportar los horneros de Moharque, pues de ellos dependía la mayor o menor rentabilidad de toda la explotación.
En dirección adonde había dejado el coche para dirigirme a mi nuevo objetivo de exploración, esto es, el Tollo de Moharque.
Arrozales del río Segura, próximos a su inminente recolección entre finales de septiembre y todo el mes de octubre.
El Monegrillo, que se resiste a salir de escena.
Salmerón, en la actualidad casi deshabitado.
Campiña del Río Segura y destacando por la derecha de la imagen, la iglesia de Las Minas.
Enfocando hacia los "inmensos prados" desde las Casas de Mobarque, que quedan a mi espalda.
Para llegar hasta El Tollo, nos desviamos por un camino que desde las Casas de Mobarque, surge a nuestra izquierda en dirección a la cañada homónima, donde justo en su inicio y a la derecha, se encuentran estas derruidas casa cuevas. Les tomamos unas fotos.
FINAL PRIMER CAPÍTULO

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