Hacia mediados de septiembre, nos dimos un garbeo de varios días por Noja,
municipio de Cantabria, situado en la comarca de Trasmiera. En
este pueblo anduve yo trabajando en tareas propias de mi profesión, durante
el verano de 1988 y hace unos meses, viendo unos álbumes de
fotografías, se me ocurrió que podía volver por allí para recordar viejos
tiempos y de paso, hacer alguna que otra incursión por algunas de las
poblaciones turísticas de las inmediaciones. La comunidad atesora tantos y
tan variados alicientes, que visitarla constituye una apuesta segura, aunque
eso sí, se ha de ir mentalizado de que existen muchas posibilidades de que
la estancia, antes, durante o después, ande pasada por agua. Y qué hermosura
y disfrute sería ver llover, que ya ni me acuerdo, porque de todo el mundo
es sabido que por aquellas norteñas latitudes, llueve bastante más que por
las nuestras, que de un tiempo a esta parte, apenas cae una gota, pero en
fin, como reza el dicho, no hay miedo porque en invierno y en verano, el
paraguas e impermeable, han de andar siempre con el amo, excepto en las
provincias de Murcia y Almería, claro, que apenas hacen falta.
Bueno, Noja, nada tiene que ver con el pueblo que yo conocí hace 36 años. Lo único que identifiqué y recordé invariables (¡vaya un pijo!) fueron la orografía inmediata al mar y las inmensas playas del Ris y Trengandin. Por lo visto, y a pesar de la gran extensión del núcleo urbano de Noja, la población permanente o autóctona no es muy elevada, cifrándose en poco más de 2500 habitantes. Ahora bien, esto se debe a que la inmensa mayoría (cerca del 96%) de las viviendas constituyen segundas residencias, solo habitadas en verano y fines de semana. La población en la estación estival llega a alcanzar cifras cercanas a los ochenta o noventa mil habitantes, lo que la convierte en uno de los centros turísticos de sol y playa, más importantes y masificados de la costa cántabra. Tiene que parecerles algo realmente notorio para los naturales de la villa, ser testigos de semejante metamorfosis. Todo ello se debe al desenfreno urbanístico que experimentó el municipio en el contexto del boom del ladrillazo de las pasadas décadas, y a las buenas carreteras (autovía del cantábrico) y su proximidad con Bilbao, que ejerce como centro urbano de influencia, donde el bilbaíno ha elegido invertir y tener su casa de la playa en el área fronteriza con la comunidad vecina. Como anduvimos por aquí durante la segunda quincena de septiembre, la mayoría de incontables alojamientos próximos a las playas, desde hoteles hasta edificios de varios pisos, ya permanecían cerrados, calles y calles desiertas, sin un alma, solo hormigón y toldos recogidos por doquier. No me quiero ni imaginar el sindiós que debe suponer este lugar en verano, con tanto trajín y pulular de gentes, sombrilla y nevera en mano, camino arriba o abajo hacia las inmediatas playas, porque estas son kilométricas, con capacidad de absorber y albergar a miles de bañistas, constituyendo un destino ideal para familias con chiquillos, aunque durante nuestra estancia en Noja, ya fuera de temporada, solo nos cruzábamos con personas bastante maduritas, como nosotros, dicho sea de paso.
Tuvimos suerte porque durante nuestra estancia en Cantabria, salvo el último día, todo fueron cielos plomizos, amenazantes, pero nada de lluvia, lo que facilitó sobremanera nuestras visitas. Ni una sola vez tuvimos que echar mano del paraguas. En fin, que mi modesta pretensión en esta nueva entrada de blog que ahora comienza, es compartir algunas de las fotografías que hice con mi pequeña compacta, verdadera extensión de mis pupilas, por si a alguien que visite este cuaderno digital le pueden resultar de algún interés. Y una vez soltado este preámbulo, comenzamos por Santander, que fue el primer lugar que visitamos, excepción hecha de Noja, claro.
No voy a mostrarme insincero a estas alturas de partido. Los lugares
turísticos por antonomasia, muy masificados, nunca me han gustado, y una vez
cruzado el umbral de los sesenta, menos todavía. Nunca me ha agradado viajar
en verano y si lo hice en otras épocas, fue por razones familiares, ya que a
partir de septiembre, comenzaba la escuela. Ahora, con más tiempo libre, y
mientras la salud nos siga siendo propicia, es momento de aprovechar la
coyuntura, salvo imponderables de fuerza mayor. Como antes decía, el turista
de septiembre y octubre es mayoritariamente de situación jubilado, que no
retirado porque una nueva etapa de la vida comienza. Aunque produce un poco
de incertidumbre pensar en ello, porque de los sesenta a los setenta la
espicha un montón de gente. Y en estos inciertos tiempos de muertes
repentinas, de incluso personas jóvenes, mucho más todavía. Aunque España es
el país de la UE con más esperanza de vida, situada en torno a los 84 años.
Pero mi madre murió a los 56 años y mi padre a los 67, así que, si la
herencia influye también en esto, lo que nace de mí es aprovechar el tiempo
a mi manera, lo máximo que pueda, sin perder el oremus, claro. No voy a ser
como esos pobres desdichados, que no viven por aquello de acumular
propiedades y dinero, hasta que les diagnostican un cáncer o sufren un
infarto, y con la espada de Damocles pendiendo sobre sus cabezas, solo
entonces se dan cuenta de lo efímero de la existencia y el sinsentido en el
que hasta ese crucial momento había transcurrido su vida. Desde que era bien
joven, siempre he tenido claro que la verdadera felicidad solo se encuentra
en momentos puntuales y en las cosas más sencillas que no cuestan dinero, la
que deviene de tu propio interior. En una sociedad tan materialista y
hedonista como la presente, en la que muchas personas cifran su éxito y
satisfacción personales ergo felicidad, en los metros cuadrados de posesión
y los bienes materiales que exalten la apariencia, la fachada, el status
social, etc, si no se consiguen estos propósitos, si no se alcanzan estas
metas, como ocurre a la mayoría de mortales, el individuo en cuestión está
abocado al abatimiento, a la frustración, a la tristeza, a la depresión, al
consumo inmoderado de antidepresivos para sobrellevar su sensación de
fracaso.
Leí no hace demasiado tiempo una reflexión muy oportuna de un
tal
Alejandro Jodorowsky, que tuve la prevención de conservar. Hela
aquí:
No es fácil envejecer
te tienes que acostumbrar
a caminar más despacio,
a despedirte de quien eras
y saludar a quien te has convertido.
Es difícil esto de cumplir años,
hay que saber aceptar tu nuevo rostro
y pasear con orgullo tu nuevo cuerpo
y desprenderse de vergüenzas,
de perjuicios y del miedo que dan los años,
y dejar que pase lo que tenga que pasar,
y dejar que se vaya quien se tenga que ir
y dejar que se quede el que se quiera quedar
No, no es fácil esto de hacerse viejo,
hay que aprender a no esperar nada de nadie,
a caminar solo, a despertar solo
y a que no te atrape cada mañana
el tipo que ves frente al espejo,
y aceptar que todo se acaba
y la vida también,
y saber despedirse de los que se van
y recordar a los que ya se fueron
y llorar hasta vaciarse
hasta secarse por dentro,
para que crezcan nuevas sonrisas
otras ilusiones y nuevos anhelos...
Y como dice Clint Eastwood, al que en la actualidad contemplan 94 tacos,
se ha de procurar no permitir que entre y se adueñe de ti el viejo. En fin, tras esta inopinada digresión que le ha surgido a mi relato, a
partir de ahora, pretendo ser muy breve, así pues, retomando el hilo,
hemos dejado el coche en los desahogados aparcamientos del Campo de Sport
de El Sardinero.
Desde aquí, tenemos muy cercanas la primera y segunda playas del
Sardinero, que según dicen, una era para las clases sociales altas y la
otra para las bajas. También queremos darnos un rápido garbeo por el
parque de Las Llamas, que desde su inauguración en 2007 se ha convertido
en el pulmón de la ciudad. El cielo andaba muy encapotado pero las
predicciones eran benignas, si acaso, solo un leve chispeo.
Segunda playa
Escultura al "indómito cántabro".
Alumnos de lo que parece una escuela de surfismo.
Estas playas de arena dorada son muy agradables y están rodeadas por
algunos edificios emblemáticos a los que merece la pena echar un vistazo
durante nuestro paseo, como el casino, el palacio de congresos, el palacio
de los deportes, etc.
El Parque de las Llamas
El palacio de los deportes.
Roca del Camello donde se encuentra el monumento a Neptuno niño, casi
contigua a la península de la Magdalena que se halla al fondo de la imagen y
frente a la primera playa de El Sardinero. Me gustó su estampa y le dediqué
las siguientes fotos, aparte las familiares.
El pasatiempo de Las palas, es una actividad que parece estar muy arraigada
y extendida en las playas de Cantabria, aunque tienen reservado espacio
exclusivo para su práctica. A estos se les daba muy bien y daba gusto
observar la gran habilidad de la que hacían gala.
En la península de la Magdalena, si te lo tomas el paseo con calma se te
pueden ir perfectamente dos horas. Durante nuestra caminata por el Parque
Marino gratuito, se pueden ver focas, pingüinos, leones marinos y patos.
Dándoles de comer
Los simpáticos pingüinos, que deben estar muy acostumbrados a ser observados
y fotografiados.
El lugar es curioso y coquetón, mereciendo sin duda una ralentizada y
recreativa contemplación.
Museo El Hombre y la Mar.
Un lugar fascinante, que no esperábamos encontrar y además gratuito. Nos
encantó. También llamado el Muelle de las Carabelas esta situado junto al
parque Marítimo, donde se localizan los tres galeones y su mascarón
utilizados en la travesía en el Océano Atlántico por el santanderino Vital
Alsar. Junto a ellos, se sitúa la réplica de la balsa de madera con la que
cruzó el Océano Pacífico en 1970. Se trata de un museo al aire libre que
permite disfrutar también de un paisaje en derredor magnífico.
El plato fuerte de la península de la Magdalena es el espectacular palacio
homónimo y los jardines que lo circundan. Fue regalado por el ayuntamiento
de la ciudad a los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia con motivo de su
boda. Desde aquel día y hasta 1930 constituyó la residencia de verano de los
reyes. En 1977 pasó de nuevo a ser propiedad del ayuntamiento y en la
actualidad es utilizado para albergar varios cursos de verano, congresos y
diferentes eventos. Se puede ver por dentro mediante visita guiada, pero nos
pilló a trasmano dado que teníamos que esperar mucho tiempo hasta la hora de
inicio de la visita, con todo lo que aún nos quedaba por recorrer por lo que
decidimos dejarlo para mejor momento y oportunidad, aunque nos quedamos con
las ganas.
La península magdaliana es muy visitada por lo que resulta muy difícil
capturarla sin asomo de gente alrededor.
El Real Palacio de la Magdalena es un edificio situado en la península de
la Magdalena, frente a la isla de Mouro, en la ciudad de Santander
(Cantabria, España), y que fue construido entre 1909 y 1911, por suscripción
popular, para albergar a la familia real española. Obra de los arquitectos
Javier González de Riancho y Gonzalo Bringas, se enclava en el lugar donde
estuvo el antiguo fortín de San Salvador de Hano, que protegía la entrada a
la bahía. Costó 700 000 pesetas de 1912 y fue sufragado por el ayuntamiento
y un gran número de familias lugareñas que desempeñaron un laborioso
micromecenazgo, como las 100 000 pesetas de la Sociedad El Sardinero o las
1000 pesetas de la familia Botín. Los problemas financieros para poder
costear la obra hicieron que la Comisión Ejecutiva llegase incluso a comprar
lotería de Navidad para probar suerte, sin éxito. Fue amueblado en 1913,
pasando de inmediato a ser residencia de verano del rey
Alfonso XIII
y su familia, quienes lo ocuparon regularmente hasta la proclamación de la
Segunda República. En 1914 fueron proyectadas las caballerizas por González Riancho, las
cuales emulan a un poblado inglés medieval con tejados puntiagudos de
vertientes pronunciadas, entramados de madera vista, etc. Fuente Wikipedia.
Monumento homenaje al inmortal Félix Rodríguez de la Fuente.
Una vez rodeada la inmensa península de la Magdalena, sin haberla
inspeccionado al completo, todo hay que decirlo, seguimos caminando durante
un buen trecho por el paseo marítimo, desde el que se pueden divisar
diversos edificios muy cuidados, de una arquitectura singular que a mí
especialmente me encanta y resulta muy llamativa. La mayoría de viviendas de
Cantabria que acaparaban nuestra atención parecen chalets de lujo, ubicados
en un entorno idílico. Si algo me gusta de esta hermosa comunidad es salirme
del circuito turístico y perderme por sus carreteras secundarias y locales.
Ahí es donde puedes admirar la genuina grandeza y belleza de su
paisaje.
Puerto Chico
Monumento a los Raqueros. Son cuatro estatuas de bronce que representan a 4
niños, los Raqueros. En Santander se denominaba así a los niños pobres, que
paseaban semidesnudos por el paseo marítimo con la esperanza de recoger las
monedas y objetos que los turistas lanzaban al mar desde sus barcos. La
escultura es obra de José Cobo Calderón y se encuentra en la zona de Puerto
Chico, que era el antiguo barrio pesquero de la ciudad.
Con el terrible incendio que sufrió Santander en 1941, gran parte de su
centro histórico fue destruido. Este monumento en memoria de aquellos que lo
sufrieron, que como el ave Fénix, supieron resurgir de sus cenizas, se
encuentra a escasos metros del Centro Botín, edificio modernista, feo y
discordante donde los haya.
Otro de los edificios emblemáticos de la ciudad es la catedral de la
Asunción, edificio con dos iglesias superpuestas; una de ellas es la iglesia
original del siglo XII y la otra la catedral de Santander, homologada
tardíamente como tal en el XVIII. Damos una vuelta por sus turísticos
alrededores, aunque al estar tan insertada entre las calles del casco
urbano, sin posibilidad de obtener distancia de perspectiva, no luce lo que
merece.
Plaza del Ayuntamiento, uno de los principales atractivos turísticos de
Santander, centro neurálgico y punto de encuentro preferido por los
habitantes de la ciudad. Hasta mediados de los ochenta el reloj daba las
campanadas a determinadas horas del día y emitía canciones como "Santander",
"Eres alta y delgada", La Fuente de Cacho" y durante la pascua, villancicos
de Navidad.
El vetusto edificio de correos y su plaza de Alfonso XIII o de las Farolas,
como también la conocen los lugareños.
Muy cerca del Mercado del Este, donde comimos, se encuentra la Plaza
Porticada, creada durante la reconstrucción de la ciudad tras el devastador
incendio. Los edificios de la plaza albergan entre otros, la Delegación de
Gobierno, Caja Cantabria y otros inmuebles gubernamentales. También como se
puede observar, un ocasional expositor al aire libre de la marca de
automóviles Renault y un monumento a la Gloria del Héroe, Pedro
Velarde, un valiente que lo fue, del DOS de MAYO, durante la fatídica guerra
de Independencia contra la invasión napoleónica, momento que afirman los
estudiosos, se iniciaría el declive del imperio español que había durado
tres siglos.
El emblemático Mercado del Este, ya casi desierto a las 15:30 de la
tarde.
Monumento homenaje a los caídos en la batalla de Trafalgar.
Otro monumento más en homenaje a un artista de los muchos con que te puedes
tropezar paseando por Santander.
Los edificios de esta parte de nuestro heterogéneo y bello país no dejan de
sorprenderme.
Ya de vuelta, buscando el utilitario, una captura más al Risco del Camello.
Antes de regresar a Noja, que nos pilla a 45 km, nos acercamos al Faro de
Cabo Mayor, ubicado en la Costa Quebrada, otro lugar precioso digno de
visita.
FINAL DE LA PRIMERA PARTE
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