Continuo en mis trece de darle una amplia cobertura al territorio alrededor del cerro Cambrones y enfrascado en este propósito se me pasa por la chola darme una vuelta por el Cabezo Horcajo, con el fin
de otear las vistas que se pueden abarcar desde tan estratégica atalaya, que
mira si habré pasado veces por El Royo y nunca hasta ahora se me
había ocurrido echarle un vistazo al paisaje que se divisa desde tan
magnífico mirador. Compruebo los accesos y no doy crédito, ¡pero si existe
un camino o pista que te lleva hasta la mismísima cima, ¡arrea!, pues lo dicho,
imperdonable no haberle hecho una visita muchísimo antes, teniéndolo tan
fácil que hasta se puede subir en coche y ya no digamos en bicicleta! A
media mañana de un soleado y caluroso domingo de diciembre, salgo pitando para La Copa y frente al parque de
esta plácida pedanía bullera, tomo una pista en dirección a Arroyo Hurtado.
A caballo entre ambas poblaciones, sale el ya transitado estos días, camino de las minas de Gilico,
que cogemos y antes de llegar a un corral de ganado que queda a nuestra
izquierda, veo un roal despejado de matojos donde estaciono el
coche.
Mientras preparo los apechusques que pienso utilizar en mi corta
excursión dominguera, advierto voces que me llegan desde diferentes puntos.
Estamos en plena temporada de recolección olivarera y familias de hasta
cuatro y cinco componentes, aprovechan el día festivo para cosechar el
oleoso fruto con el que se elaborará más tarde el preciado y suculento aceite de oliva.
Antes de seguir hacia el cerro El Chaparral, me desvío al que tiene por
nombre, Horcajo. No me engañaba al intuir que las vistas desde aquí
podían ser estupendas. Escruto con los prismáticos, la orografía que suelo recorrer a nivel de
superficie. Desde arriba, el relieve parece suave, casi
llano, incluso insignificante. Hasta fuertes rampas que te dejan sin aliento, parecen desde aquí, repechujos
de pitiminí.
La pedanía ceheginera de Arroyo Hurtado y al fondo a la izquierda, semioculta, la pedanía de El Chaparral.
La cordillera de sierras por antonomasia del noroeste murciano, esto es,
sierras de Mojantes, El Gavilán, Pinar Negro, del Buitre, de Los Álamos,
etc
Estos días, están arrancando todos los árboles frutales (melocotón) de El
Chorrador. Ignoro qué plantarán en su lugar, si es que lo hacen, aunque no
me extrañaría nada que fuera lechuga o brócoli, cultivos hortícolas, más
rentables y pródigos, pero que precisan de ingentes cantidades de agua. El
tiempo despejará nuestra duda.
Ese cerrico, que parece partido en dos y se atisba tierra removida,
es el monte de Pedro Gómez, donde quedan vestigios de lo que en su día fue una explotación minera.
El Chorrador, El Pantano y el cuestarrón que yo llamo de Casa Alta
Arroyo Hurtado enmarcado entre pinos
Llanos de Casa Alta y El Chorrador. A la derecha de la imagen quedaría la
finca de La Jabalina. Como se puede colegir, toda esta campiña, es ubérrima donde las
haya.
Cañada Olive, Llano Rubio, Los Villares, etc.
Ya se puede distinguir al fondo, La Albaidosa, pelada de árboles, y a
continuación, todo lo contrario, Los Villares, colmada de pinos.
Aquí la distinguimos un poquito más cerca
He contabilizado sobre el mapa, entre El Chaparral y el Llano Rubio,
próximo a la margen derecha del río Quipar, no menos de 12 ó 13 embalses, pequeños y grandes. Entre El Lentiscar y La Jabalina, ya en la margen
izquierda del río Quipar, he contado 7 pantanos grandes. Ello da idea del volumen de agua que deben contener los acuíferos del subsuelo.
Poco antes de llegar al final de pista, en el cerro de El Chaparral, existe
una alargada cornisa orientada hacia poniente, que podemos utilizar a modo de
balcón mirador. Desde esta, podremos disfrutar de despejados horizontes hacia el norte y el oeste.
En ese muy singular cerro con forma cónica existe un yacimiento argárico.
Se llama La Cabecica del Trigo. Como no podía ser de otro modo, en este afán
que tengo por darme un garbeo por cuantos rincones se me ocurran próximos al
cerro Cambrones, también tuvimos a bien, hollar su cima.
El Almorchón, al que apenas hemos fotografiado en lo que llevamos de
entradas blogueras, pero eso sí, desde diferentes flancos.
He visto varios vídeos muy interesantes sobre la cultura argárica,
y me cuadra que algún grupo eligiera este cerro como asentamiento y morada.
A partir de aquí, las fotografías que se van sucediendo corresponden a otra
excursión, realizada en condiciones climatológicas diferentes a la
precedida. No obstante, el cielo lo canta por soleares.
Ignoro si existe senda de subida al Cabecico del Trigo porque yo lo ascendí, monte a
través. Me sirvió de gran ayuda para mi exploración de estos lares,
ESTE
track no apto para senderistas flojos, solo habituados a terrenos llanos
anticolesterol, porque hacia el final, el recorrido se complica un
pelín, pero no mucho.
Para ascender a su cima, echo por una pista de aproximación que se extingue al poco en un bancal de almendros. Como observo muchas rocas a mi frente, de manera instintiva voy buscando la umbría del cerro que parece menos abrupta. Aún así, me veo obligado a trepar unos metros para salvar la parte final que se presenta vertical y rocosa. Pero ya estoy arriba.
Una vez coronada la cima del Cabecico del Trigo, las vistas se nos antojan apoteósicas, en los cuatro puntos cardinales. Craso error subir aquí desprovisto de prismáticos.
Las fotografías no hacen justicia ni
reflejan la grandiosidad del magno paisaje que nos rodea. Quiero decir que el esfuerzo de encaramarse a esta
magnífica atalaya, bien merece la pena. Los argáricos sabían donde instalarse al objeto de prevenir ataques por sorpresa de sus enemigos.
Esto es todo lo que queda de este yacimiento argárico y es capaz de distinguir a simple vista, un profano en la materia (arqueológica) como el que suscribe; pero leo:
En el Museo Arqueológico Municipal de Cehegín
proveniente del yacimiento argárico del Cabezo del Trigo excavado por
Miguel San Nicolás en los años 90, proporcionaron unas sepulturas en
vasijas o grandes urnas cerámicas carenadas, hecha a mano, con una copa de
cerámica en el interior, que nos remite a los rituales funerarios de la
época, donde se localizaban los enterramientos bajo los suelos de las
viviendas, hace aproximadamente 3600 años. De lo que se infiere, queda el hoyo de las excavaciones que en su día
se realizaran en este lugar.
Existe profuso material en Internet acerca de la cultura argárica que anduvo por el levante español y estos pagos. Como ejemplo, enlazo este vídeo que nos habla del emblemático asentamiento de La Bastida, sito en Totana (Murcia), que recrea la vida de aquellas gentes, dos mil años antes de Cristo. Lo encuentro muy interesante y didáctico.
Una vez surgido este fleco cultural del que damos parte, seguimos en pos de nuestro propósito, esto es, conocer los últimos vestigios de las minas de San Antonio.
Descendemos por esa pared rocosa que antes eludimos, y lo hacemos a través de un pasillo que en modo destrepe nos facilita que alcancemos piso llano en un santiamén.
Ponemos tierra de por medio respecto del Cabecico del Trigo y pese a algunas dificultades (barro) pronto llegamos a los primeros indicios estructurales de lo que queda del Coloso de San Antonio
Cabezo de las Balas. (en la imagen inferior)
Martín de Ambel
Y para todos los que leyeren esta mínima obra, ponderen y admiren las obras maravillosas de Dios Nuestro Señor y para todos sin cesar le rindamos infinitas gracias, no me excusaré de escribir aquí una cosa maravillosa y rara de las obras de la naturaleza que, cuando me la contaron, certifico con toda la verdad que me causó una notable suspensión caso tan extraño, el cual en sustancia pasa así: cerca de esta rivera del río Quipar; donde al presente nos hallamos, subiendo contra corriente, en llegando a la partida que en aquel territorio se llaman de los Villares, en la igualdad de la casa que dicen del Conde y a la parte del mediodía, hay un cerrillo pequeño que todo él está cubierto de piedras grandes y medianas, menores y más pequeñas, que todas ellas son de la misma figura de las balas y tan perfectas que, al no tener como tienen ciertas berruguillas (si bien con notable igualdad en lo físico), todos juzgarán que habían sido vaciadas en los moldes de la industria humana, por cuya causa es llamada comúnmente aquella colina el Cabezo de las Balas.
(Extracto del libro La Minería del Hierro en Cehegín)
Este emplazamiento, al parecer es muy visitado y hace las delicias de aficionados a la minerología y petrología. De hecho, la mayoría de entradas de San Google te llevan a blogs y webs dedicados a estas tendencias.
Según parece, por estos lares existe un yacimiento de Prehnita, mineral que aparece en afloramientos de rocas volcánicas. Los aficionados también rebuscan por aquí Granates, una piedra del grupo de las semipreciosas.
Chuminadas campestres de índole esotérica
PROPIEDADES TERAPÉUTICAS
La prehnita se considera la piedra sanadora de los terapeutas. Es una piedra de amor incondicional que infunde calma y paz. Aligera el alma de las cargas energéticas acumuladas, favorece el crecimiento espiritual y proporciona protección energética. Se dice que la prehnita nos recuerda la conexión con la naturaleza y que ayuda a sanar las carencias internas para recuperar la confianza en uno mismo y en la vida.
A la altura de la caseta, comienza un tramo del recorrido minero, muy tupido, semioculto por la maleza. Seguro que alguno de los elementos que se hallara escondido por el espeso follaje me pasó desapercibido.
No fue el caso de esta caseta, cuya función real desconozco. Desde esta mina y en conexión con la de Gilico, partía el teleférico que transportaba el mineral cargado en vagonetas hasta la estación ferroviaria de Calasparra, una vez atravesada la sierra de El Molino por Los Tunelillos.
Restos de la infraestructura minera se suceden
Por aquí nos encontramos un trecho del recorrido muy empinado en el que hay que trepar unos metros, pegados a un cercado cinegético. Nada del otro jueves pero no indicado para usuarios solo acostumbrados a andar por la vía verde y de ahí no los saques.
Cuando llegamos arriba, y se hace la luz, siempre pegados a la alambrada, el paisaje vuelve a mostrarse apoteósico.
Nos queda andar un tramo pegados al vallado, para al poco, alejarnos en dirección opuesta hasta conectar con una senda que transita por zona de monte muy denso, que nos llevará en vertiginoso descenso al punto del camino de las minas de Gilico en donde habíamos dejado el coche, dando por concluida una excursión bonita, la mar de interesante.
FINAL QUINTA PARTE
No hay comentarios:
Publicar un comentario