07 junio 2016

ALDEAS OLVIDADAS DE PONTONES VI FINAL

Nos encontramos al pie de los Miravetes que desde los Centenares se encuentra a no más de un agradable paseo. Solo el repecho final parece que acelera un poquito nuestras pulsaciones pero antes de que nos falte el aire, ya habremos llegado al maravilloso enclave donde está encaramado. No me imagino a nadie de esta aldea en su época de esplendor, que padeciera exceso de peso y mucho menos colesterol.
Nada más llegar al pueblo, me tropiezo con esta bonita estampa: un miravetiense cuadrúpedo, paciendo de la tierna hierba de un hermoso prado, en tiempos de dominio humano, convertido en eras donde se cultivaban, todo tipo de hortalizas.
Carlos tratando de capturar el momento
Llegamos a la aldea y lo primero que hacemos es buscar donde hacer el vivac. Una vez decidido, nos desembarazamos de las mochilas y cámara en ristre, hacemos una tournée por el pueblo.
 
La única casa que para una emergencia (lluvia, nieve, frío intenso), hubiera podido utilizarse para refugio era esta. Pero en honor a la verdad, no parecía muy acogedora pues presentaba más cachivaches, tiznes y cochambres que el cuarto trastero de una cuadra...
Está visto que este personaje llegó a todos los rincones del mundo
La noche transcurre sin incidentes dignos de mención y aunque me había despertado varias veces por la incomodidad y falta de costumbre de dormir en un saco, mientras iba recogiendo mis apechusques, tuve la sensación de que había descansado y que el cuerpo lo tenía dispuesto para los nuevos bríos que la recta final de ruta nos deparase...
Sabía por Carlos, que nada más ponernos en marcha, había que afrontar unos durillos 300 metros de desnivel, para salvar la Umbría de Parra, que llevamos a efecto ante la mirada atenta de una colonia de buitres que nos circunvuelan constantemente. Desde arriba se nos ofrece una bonita panorámica del inmenso valle dejado atrás, que por la hora temprana, aún se encuentra en penumbra. Una vez arriba, aunque el mapa del gps marca el camino de los cortijos, este se encuentra muy difuminado por matorral de monte bajo y por ello hemos de ir avanzando a base de intuición montañera. He aquí un signo más de que esta parte de la sierra, de momento, no parece muy frecuentada por senderistas de mochila y saco de dormir. La caminata, que realizamos a buen brío, se nos hace tremendamente agradable.
Antes de que nos demos cuenta, hemos cerrado el círculo y avistamos a unos cientos de metros el auto que nos espera paciente, para devolvernos a casa.
Y llegados al punto final de esta extraordinaria excursión, y por ende, entrada de blog, debo decir que, habiéndome quedado con ganas de repetir estos parajes, semanas después, hice una nueva incursión por esta comarca, aunque en esa nueva ocasión, la realicé acompañado solo de mi Viky. Saliendo de Fuente Segura, repetimos Miravetes, Los Centenares, hasta llegar a los cortijos de la Hoya de la Albardía. Pretendíamos seguir en dos jornadas, idéntico itinerario que el track que había marcado en una de sus rutas el de "montañas del Sur", pero al llegar a la Tiná de los Hoyas, y darme cuenta, el intensísimo calor que nos hacía, sin correr un pelo de aire, las tres de la tarde y que aún podía acrecentarse la sensación de asfixia mucho más, al descender hacia el nacimiento del río aguasmulas, decidí retroceder y recurrir al plan b, ya que no parecía que nos quedara demasiado lejos, el Banderillas. Craso error porque desde donde me encontraba, el bochorno reinante y cargado con quince kilos que le metí a la mochila de trinca que portaba, subir a esta emblemática cima se me antojó poco menos que ascender al Everest. Aún no habíamos coronado, cuando agotamos los tres litros de agua de que disponíamos. Exhaustos, consumidos, extenuados, mirándonos el uno al otro, sin agua, sin fuerzas, sin un átomo de energía, deshidratados, desfallecidos, nos preguntamos, y ahora qué...?

Será el relato de nuestra próxima aventura. 
(Amanecer desde el pico Banderillas)
¡HASTA LA PRÓXIMA AMIGOS!

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